Para despedirnos, publicamos hoy la lúcida presentación que escribió el poeta y narrador David Bustos sobre el último libro de Fernando Pérez Villalón, Variaciones (Saposcat, 2021), un conjunto fascinante de relatos breves, que exploran la simetría y la variación en torno a dos temáticas, el virus y el lenguaje. Como bien nos recuerda Bustos, al asociar esta obra con el poema “Virus” (1986), de Gonzalo Millán –escrito en tiempos tan difíciles como los que hemos atravesado en los últimos años– el libro hace del virus un lenguaje y del lenguaje un virus: “En realidad ya no escribo”, nos dice Millán, “inoculo vocales, consonantes / de un alfabeto de microbios. / Vacuno con el virus / de la verborragia, el silencio”. Los invitamos a explorar qué nos dice Pérez.
Sostener una nota hasta que las
otras vengan como tiradas por una cuerda
repetir una palabra o una idea en la hoja
de composición.
Jonnathan Opazo
Variaciones, de Fernando Pérez Villalón, está dividido en dos partes: Visiones virales y Alfabeto de ciudades. El libro se inicia con la ilustración de una flor a solas en un ramilletero: este y otros dibujos que se alternan a lo largo del primer capítulo, pertenecen al artista visual Marcos Sánchez Domínguez. El inicio del primer relato es confrontado con el dibujo de una rústica puerta entreabierta, de la que se vislumbran apenas unos dedos que se asoman por el marco, como si en la oscuridad del interior emergiera una presencia indeterminada (la puerta como división entre el adentro y el afuera). A esto se añade la portada del libro, en la que se observa una solitaria cabaña en medio del bosque, de la que se deduce, por la luz que atraviesa sus ventanas y el humo que emana de la chimenea de piedra (el cual se eleva sinuoso en dirección hacia la misma perspectiva desde la que observamos la ilustración), una señal de actividad: al parecer la casa está habitada. Esta primera imagen del libro –una casa retirada en medio del bosque– evoca una sensación de aislamiento, como si el autor de esta obra habitara esa rústica morada, apartado de los códigos sociales y la vida urbana, y lo que leemos (el libro), fuera un conjunto de noticias del último habitante del planeta. Hay un clima psicológico que rima con el documental de Ben Rivers, Two years at sea.
Visiones virales está compuesto por 24 relatos cortos, que se relacionan con las condiciones de vida en pandemia, por decirlo en términos generales. El hito es el virus, indeterminado en este caso, porque no se específica su denominación. Después, cada relato es una serie derivaciones que provienen de este núcleo temático. Por ejemplo: un presidente muerto por el virus y reemplazado por réplicas; un virus que se transmite a través de la palabra, la antropoterapia (el consumo de cuerpos de fallecidos) como antídoto; adultos que se vuelven niños; cuerpos atrofiados y modificados a raíz de la inmovilidad del encierro; un científico que descubre la cura del virus y que luego se suicida; el dormir a manera de cura y modo de hibernación como medida de salud pública; contagiados que descubren en la enfermedad un efecto placebo existencial, etc.
La cercanía, por decirlo en términos periodísticos, del virus como tema escogido por Pérez, inevitablemente crea una suerte de identificación con el público lector a través del Covid. A medida que la lectura avanza, tenemos un despliegue de realidades con el mismo origen (virus), y que se manifiestan a través de dos fuerzas: la pugna entre la vida y la muerte, y el contagio como elemento que media esa dicotomía. Vale la pena subrayar que la muerte como destino incierto está lejos de la muerte como destino inminente; en la segunda opción el efecto dramático se multiplica y se expande. La estrategia de escritura está contenida en esa multiplicidad de modos que adquiere el entramado de la sobrevivencia. Este entramado, por momentos, adquiere tonalidades desmesuradas e irrisorias, al explorar todo lo contradictorio que puede llegar a ser el comportamiento humano ante una situación límite. En este punto es imposible no pensar en La Peste (1947) de Albert Camus, libro que comparte con Variaciones un set de elementos, como la improvisación sobre la marcha, la especulación, la fatalidad… factores que nos desafían a enfrentar ciertos debates éticos y morales que Pérez exhibe con humor –evidencia de esto es el relato sexto, que gira en torno a la antropoterapia. El humor, tal como una fragancia, impregna los escenarios de estos cuentos con un contrasentido o “contraste de representaciones”, como lo llamó Freud, el cual según Andrea Pacheco[1], permite al intelecto librarse de la necesidad de ser lógicos, morales y realistas.
La segunda parte del libro, Alfabeto de ciudades, también es un conjunto de relatos breves, pero esta vez el núcleo temático del virus es reemplazado por el lenguaje, la lengua. Cada letra del alfabeto es el título de un relato que también es una ciudad (o localidad). Tenemos, entonces, breves historias de habitantes que hablan con una sola palabra, y en que las inflexiones y fonéticas sirven para distintos usos. Otro relato, en cambio, es todo lo contrario: se emplean distintos vocablos para cada cosa, evitando la repetición, impidiendo que cualquier extranjero pueda aprender el idioma. En el relato G, por ejemplo, los hombres y mujeres hablan lenguas distintas y son separados al nacer. Las mujeres tienen un idioma complejo, proclive a la producción obras literarias; en cambio los hombres tienen un vocabulario reducido y elemental, parco; sus vidas tienden a los deportes y a las matemáticas. Lo que se observa a primera vista en esta sección son los diversos usos que se le pueden dar al lenguaje, el cual se ve determinado por sus propias realidades. “Las costumbres de una nación tienen repercusión en su lengua y, a su vez, la lengua es la que en gran medida hace a la nación”[2], señalaba Ferdinand de Saussure.
“No es de extrañar que en la ciudad de G los hombres y las mujeres hablen lenguas distintas: separados al nacer, educados sin contacto los unos con las otras e impedidos de toda interacción hasta que cumplen la mayoría de edad, lo que pudo haber sido en los remotos orígenes de esa costumbre una única lengua se ha ido diferenciando hasta volverse mutuamente incomprensible”.
Variaciones, de Fernando Pérez Villalón.
Por otra parte, Mallarmé decía que la palabra es “morada”, queriendo simbolizar, con ello, que en una palabra tienen cabida una infinitud de significaciones posibles. Pero “Morada” también, tiene el sentido de lo propio y lo extranjero. Esta asociación resulta estimulante cuando pensamos en el papel del extranjero en esta sección del libro de Pérez. El visitante, el lego que se enfrenta a una realidad idiomática distinta. Así como en Visiones virales, los espacios de pertenencia están claramente definidos en el ámbito del hogar y el encierro; en Alfabeto de ciudades, el espacio es reemplazado por la ciudad, la localidad, o sea, una dimensión geográfica habitada que, por ende, cuenta con costumbres propias y un lenguaje específico.
Resulta imposible no relacionar estas dos secciones del texto con el verso de William Burroughs: “La palabra es un virus”, retomado después por Laurie Anderson y, en Chile, por el libro Virus (1986) de Gonzalo Millán; de hecho, el poema “Vacuna” bien podría haber sido utilizado de epígrafe en Variaciones:
En realidad ya no escribo,
inoculo vocales, consonantes
de un alfabeto de microbios.
Vacuno con el virus
de la verborragia, el silencio.
Antes de finalizar quisiera considerar el aspecto procedimental, entreabrir la puerta hacia la estructura del libro y su retórica. Desde su título, Variaciones establece una relación mimética con el modo de producción que el autor nos plantea. Michel Butor en Las Palabra en la Pintura (1974), advierte que toda obra literaria es conformada por dos textos asociados: el cuerpo (ensayo, novela, drama, poema, cuentos) y su título, y que entre ambos “circula una electricidad de sentido”. El escritor francés va más allá aún y sugiere que el título “transforma la situación cultural de la obra”. En el caso de Variaciones el título es el procedimiento, el dispositivo que organiza su forma. En música este dispositivo suele llamarse “Variaciones sobre un tema”, y un ejemplo de él son las Variaciones Goldberg (1741) de J.S. Bach, que fueron concebidas como “ejercicios de teclado” (Klavierübung). En cuanto a la pintura, Claude Monet señalaba que cada elemento puede ser narrado de mil modos distintos, debido a que la realidad muta constantemente según la luz o la atmósfera que la rodea. Las cerca de 30 versiones de la catedral de Rouen son buen ejemplo de esto. En música hay cientos de casos: Claude Debussy practicó en ocasiones la técnica de repetir una misma melodía armonizándola de modos distintos –un ejemplo es el conocido “Preludio a la siesta de un fauno”. Otros músicos de los 60’ en adelante –como La Monte Young y, luego, Steve Reich y Brian Eno– trabajaron principios similares, que creo son dignos de mencionar.
“En la ciudad de W se considera que hablar es una carga, una tarea ingrata y desagradable. Los niños no aprenden a hacerlo sino hasta ya bien entrada la pubertad, para poder desempeñarse en las tareas que le corresponden a un adulto: la política, el cultivo de los campos y la guerra. Se vuelven capaces de discutir planes, decisiones, estrategias, pero lo hacen sin placer, manteniendo en el mínimo posible la interacción verbal. Hablar es trabajar”.
Variaciones, de Fernando Pérez Villalón.
Entonces Pérez, nos propone un libro dividido en dos partes, en la que cada una de estas se compone de piezas de similar extensión, ciñéndose a nociones de simetría en su estructura. Y si agregamos la repetición como pie forzado y “principio creativo” –como diría Gonzalo Millán– que sistematiza su contenido, es posible pensar que, Variaciones se articula bajo coordenadas formalistas. Cada pieza o relato, se despliega en series de intensidades y tramas cromáticas que, al compartir el mismo punto de partida, problematiza en algún sentido la idea del libro de relatos[3]. Su coherencia estructural es coherente con su densidad semántica y nos propina con inusitada fuerza creativa una gramática que, a final de cuentas –parafraseando a Umberto Eco– es una constelación, que formula de manera continua y abierta las distintas formas posibles de hacer literatura.
[1] Véase “Los carpinteros: ideología del contrasentido”, Andrea Pacheco González.
[2] Véase “Escritos sobre lingüística general”, Ferdinand de Saussure.
[3] Libro de relatos o cuentos en que habitualmente cada una de sus partes son concebidas como unidades en sí mismas, sin que necesariamente el conjunto sea atravesado por un clima narrativo similar, ni que sus procedimientos de ejecución sean semejantes. Si hay un conjunto armónico de similitudes semánticas y procedimentales, en el que estas dos dimensiones dialogan eventualmente, no es del todo descabellado pensar en la plasticidad de esta novela. Se puede decir que Variaciones por lo menos abre las compuertas del género, provocando –desde una lectura detenida– cierto estatus de libro inclasificable.