The Oxford Book of Latin American Poetry. A bilingual anthology. Editado por Ernesto Livon-Grosman y Cecilia Vicuña. Oxford UP, 2009.
“las secretas pulsaciones de lo invisible hacia la imagen, tan ansiosa de conocimiento como de ser conocida” (José Lezama Lima, “Imagen de América Latina”).
Hace un par de años con Fernando Pérez le hicimos una entrevista a Cecilia Vicuña en NY. Le preguntamos que en qué estaba en ese momento (2008) y ella nos contesta: “Estoy terminando una antología multilingüe de poesía latinoamericana, The Oxford Book Of Latin American Poetry que me encargaron hace varios años. Recoge quinientos años de poesía y creo que presenta una nueva lectura.” Esta gran antología, de más de 500 páginas que asimismo recoge 500 años de poesía, no se plantea solamente como una antología bilingüe sino multilingüe, ya que se encuentran textos escritos en varias lenguas (entre ellas: español, portugués y más de siete lenguas indígenas, cuyos poemas están traducidos al inglés). Esta antología, editada por Vicuña junto a Ernesto Livon-Grosman, crea su propio canon, uno que no termina nunca de establecerse, pero que aquí realiza clasificaciones que van más allá de lo tradicionalmente entendido por poesía, por lo que se puede afirmar que esta muestra se constituye más bien como una lectura en sí misma.
Este libro es, como lo señala Vicuña, una invitación que propone una nueva lectura de la poesía latinoamericana. La antología propone adentrarse no sólo en los grandes momentos de la poesía latinoamericana, sino que también nos remite a textos fundacionales, y a voces un tanto olvidadas, como son los textos precolombinos o la poesía de la lira popular. Podríamos decir que incluso propone ampliar la concepción de una antología poética: aquí hay poesía visual, sonora y espacial. La poesía se concibe tal como la poeta y artista Cecilia Vicuña lo hace con su obra, incluyendo también al cuerpo, la voz, los lugares. Estos tres registros se entremezclan para permitir leer todas estas voces, poesías y obras, muchas olvidadas, otras recordadas por el canon de la poesía latinoamericana que incluye a los grandes nombres como: Neruda, Huidobro, Vallejo, Paz, entre otros. La opción por ampliar ese cánon no sólo estético, sino que también lingüístico y en general por la poesía se hace clara en el prólogo de Vicuña, el cual es bastante iluminador para adentrarnos en esta lectura. Éste se titula “Una introducción a la poética mestiza”, proporcionándonos una clave para entrar en estos textos. Vicuña afirma que la poesía latinoamericana se inicia con Malintzin, más conocida como la Malinche, quien deviene en la “lengua” del conquistador del imperio azteca Hernán Cortés. Este gesto se incrementa al observar que la antología comienza con la imagen de una escribana anónima maya del siglo XVII en Mesoamérica, un extracto del Códice maya, para luego continuar con un poema anónimo (cuyo original está en náhuatl) de la visión de los indígenas de la conquista del imperio azteca, recopilada por Bernardino de Sahagún en el siglo XVI.
En la siguiente sección del prólogo, “Sonido” [Sound], se hace hincapié en la importancia de la tradición oral en culturas ancestrales desde los maya-quiché con el Popol Vuh, pasando por los sonidos del mapudungun, el quechua/aimara, hasta los villancicos coloniales compuestos por Sor Juana en el Barroco (siglo XVII) y que también presentan un mestizaje del ritmo y de la lengua. Por su parte, la poesía de Gregorio de Matos captura el sonido de la ciudad de Bahía en el siglo XVII, en poemas como: “Define a sua cidade” [Define Your City] o “Aos caramurus da Bahia” [To the Palefaces of Bahia].
Ya en el siglo XIX aparecen los poemas de Martí, quien mezcla lo español con el sonido caribeño, entregando un ritmo nuevo a la lengua hispanoamericana. Más tarde se nombrarán dentro de esta sección en la antología, al portugués de Mario de Andrade, a Jorge Luis Borges de Fervor de Buenos Aires y a la sonoridad del poema de Mistral “La flor del aire”. En síntesis, señala Vicuña, la tradición oral se halla presente en todos estos poetas ya nombrados, y en un recorrido histórico por la poesía de América Latina, funcionan como intertexto presente en diversas poéticas que se desarrollarán más adelante. De manera que la concepción de sonido, canto y lengua se mantiene en la forma y fondo de estas creaciones.
Otra sección de este prólogo es titulada “Forma visual” [Visual Form]. Estos poemas y poéticas como señalé anteriormente se hayan ampliamente incluidas desde el comienzo de la antología. A partir de que el inicio del libro tiene una imagen del Código Florentino y un quipu Inca. Lo visual y su presencia en esta antología comienza desde lo precolombino e incluye extractos de los textos del Inca Garcilaso, para luego pasar al Popohl Vuh y finalmente a Guamán Poma de Ayala. Es un interesante gesto de los antologadores incluir todos estos textos coloniales dentro de la poesía, esto es sin duda, interesante teniendo en cuenta que siempre se los lee y estudia en el contexto más de disciplinas históricas o antropológicas.
Bajo el rótulo de la poesía visual y forma visual se reúnen diversas obras que van de lo colonial a los poetas vanguardistas, entre ellos el mexicano, Juan José Tablada quien integra los ideogramas chinos con sus estudios de los jeroglíficos aztecas, hasta los poemas pintados de Huidobro. En la misma línea aparece la obra de Xul Solar y la del uruguayo Joaquín Torres García.
“América invertida”, Joaquín Torres García (Uruguay, 1943)
Sin dejar de lado a los concretistas brasileros y su propuesta visual, sonora y de disposición de la palabra escrita, lo que hace esta antología y Vicuña en su prólogo es otorgarles a toda esta variación de poéticas una tradición y origen común: el mestizaje, tanto cultural como de la misma lengua, en un movimiento que toma influencias tanto desde dentro de los límites de la lengua y lo conocido, o bien va fuera de éstos, para traerlos al poema o el trabajo artístico en general de estos artistas latinoamericanos.
Augusto de Campos, “Olho por Olho”. (Brazil, 1964).
La siguiente clasificación que hace Vicuña en su prólogo es la de la “Poesía en el espacio” [Poetry in Space], y se refiere a aquellas obras que incluyen al espacio como central en la creación de una poética, por ejemplo el quipu y las poéticas espaciales de ciertas performances (como un poema oral extraído de un baile de Chinos en Chile central). En esta sección, se hace hincapié en el hecho de que muchos artistas latinoamericanos desde los 50’ hasta los 70’ realizaron performances e intervinieron el espacio. En este contexto se insertan los poemas de Raúl Zurita de Anteparaíso (1982) y sus escritos en el aire, así como también la poesía espacial de Cecilia Vicuña, tanto en sus instalaciones y performances como en la poesía de Sabor a mí (1973), Quipoem/The Precarious (1997), Cloud Net (1999), entre otros. Bajo este concepto de poética espacial vuelven a aparecer los Quipus andinos, hasta imágenes de las acciones de arte de Amereida, el grupo de arquitectos y poetas que conjuntamente crean un concepto en el que mezclan ambas disciplinas, bajo el alero de la Universidad Católica de Valparaíso en los años sesenta. En esta línea se encuentran también importantes representantes de la poesía concreta brasilera como Haroldo y Augusto de Campos y versos de los poetas Rosa Araneda, representante femenina de la Lira popular chilena en el siglo XIX. Otros temas presentes en el prólogo de Vicuña son: el lugar de la mujer, las poéticas de la resistencia y las migraciones.
La antología de Vicuña y Ernesto Livón-Grossman nos propone (lectores, lectoras) entrar en la poética, o más bien en la poiesis, el hacer que todas estas creaciones implican. Es decir, preguntar e intentar responder: qué involucra el ejercicio de crear, qué mundos crea la palabra y cómo la poesía ha estado siempre en América latina. Así lo señala Livón-Grosman en su prólogo a este libro, desde una perspectiva más histórica. La combinación de autores y poéticas diferentes nos permite como lectores a tener juntos a obras tan diversas como la de Nestor Perlongher, y Sor Juana, junto a Décio Pignatari y Alejandra Pizarnik, o a Borges con su texto (medio ensayo, medio cuento) “Borges y yo”, sólo para hacernos una idea del amplio rango que esta muestra incluye.
Esta antología dista de ser sólo una arbitraria muestra de poesía, sino que se constituye más bien como elección de un camino de lectura que más intenta incluir que excluir: se trata de un recorrido por las poéticas que han poblado Latinoamérica desde hace quinientos años, desde la lengua indígena a lo nuevo del barroco y el modernismo, abarcando lo culto y lo popular, lo oral y lo escrito, un un panorama de las constantes transformaciones de las lenguas y la poesía. Vicuña y Livon-Grosman, sin dejar fuera a esos nombres como Ercilla, responden a esta (siempre presente) necesidad de clasificar o nombrar un fundador: aquí ese rol se divide no solo en nombres y lenguas, sino también en tipos de poéticas.