Lugar, el nuevo libro de cuentos de María José Navia, es violento. Es la violencia que va a pasar, o está pasando, en un tiempo tan próximo que no nos deja tiempo para reaccionar.
Lugar es un accidente tanto para sus personajes, que tomados por sorpresa sólo pueden apretar los dientes y resistir; como para sus lectores, que como en un choque de autos, no pueden apartar la mirada de algo que saben que es nefasto.
Lugar no es un golpe sordo sino un golpe mudo. Las víctimas no producen sonido alguno al recibir el impacto. ¿Es acaso que no duele? Este desconcierto ante el silencio se vuelve una alerta, una expectativa incluso. ¿Cuándo llegará el quiebre, ocurrirá el derrumbe, se desatará la explosión?
La respuesta es: nunca. Porque los cuentos de Navia son como la vida real, y la vida real no es espectáculo. Para la autora esto es evidente: una de las verdades más tristes que el libro ofrece es lo fácil que puede ser esconder el dolor sin que nadie se de cuenta. Podemos caer al suelo sin hacer ruido. Podemos morir sin ser encontrados. Y no importan los finales abiertos o las tramas aparentemente sin resolver; lo que pueda ocurrir antes o después no será diferente de los momentos de implacable fragilidad que Navia trata con sutileza y ferocidad.
Lugar son doce cuentos que se ubican en espacios en donde los seres humanos ambientan su vulnerabilidad. Estos lugares inhóspitos, nunca suyos, siempre temporales y de permanente tránsito, comunican la falta de comodidad y confianza que vuelve a sus personajes incapaces de expresar abiertamente eso que los está carcomiendo por dentro.
Este trauma incomunicado remite directamente a la memoria que, como una onda sísmica, sacude la superficie, rompiendo lo ornamental y dejando ver los cimientos que componen a los protagonistas, viejos dolores y alegrías que ya no existen. La memoria en Lugar no es reconfortante, sino sobrecogedora. Persigue, atrapa, no deja ir. Para la protagonista de “Álbum Familiar” —que viajando por Polonia sólo puede pensar en su pasado en Chile— el tiempo actúa en sus heridas, volviéndolas omnipresentes.
La tensa atmósfera que puebla los cuentos de Navia tiene, en parte, su procedencia en la permanente situación de vulnerabilidad que viven sus protagonistas. Ellos, en el mejor de los casos, vivieron hace muy poco una herida. En el peor, se les abre una nueva mientras leemos sus historias, como a las hermanas García, protagonistas del visceral “Una por la mamá”, cuyos padres borran y ocultan su verdadera historia por la vergüenza que les provoca.
El lenguaje de Lugar nos recuerda a Flannery O’Connor. La condición de sus personajes queda expuesta a nuestra interpretación sin perder su prosa cerrada, clara y exacta. Navia escribe: “En ningún lugar leí que a veces dan ganas de desaparecer antes de tener una conversación difícil. Borrarse. Apagar el mundo.” Fotografía en palabras.
Destacó el cuento “Aquí” (dedicado a Liliana Colanzi y a Edmundo Paz Soldán), no sólo por sus buenas dosis de ironía y su particular trama – una mujer joven que es incapaz de dejar de vivir en casas ajenas – sino también por presentar un contraste temático notorio dentro del libro. Como buena adicta, Rebeca no siente necesidad de cambiar sus hábitos. Entra en una reunión estilo Alcohólicos Anónimos porque está buscando mentes similares con quien compartir su afición, no porque busca resolver el problema que la lleva a mentirle a su familia o agotar sus ahorros. En comparación con los demás cuentos, aquí es la protagonista quien hiere, sobre todo a sí misma. Interesante es que Rebeca explícitamente se niega a formar lazos familiares, a hacer memoria. Y aunque no se dilucida la relación exacta que tiene ella con sus padres, en el caso particular de Rebeca, se puede entender esta reticencia cuando se considera el mundo presentado por Lugar: cuando los espacios familiares se vuelven hostiles, un espacio “alien” e indiferente puede convertirse en un refugio.
Al final, Lugar nos lleva tan lejos como nosotros estemos dispuestos a ir. Es trabajo del lector darle a este caleidoscopio de experiencias la profundidad que pide. Lugar es un ejercicio de empatía y puede ser demandante porque a veces la empatía involucra considerar los sentimientos de seres que no tienen nuestra aprobación. Los lectores que no estén dispuesto a involucrarse, a ponerse en el lugar de estos personajes tan falibles, de estos otros tan otros, ganarán poco o nada de su lectura. Lugar, bajo su prosa simple y pulcra, es una corriente oculta. Dejémonos arrastrar.
Lugar, María José Navia, Ediciones De la Lumbre. 2017. 165 pp.