El nombre de Haroldo de Campos (Sao Paulo, Brasil, 1929-2003) se suele asociar inmediatamente a la Poesía Concreta. Lo que sin duda es correcto, siempre y cuando no restrinja ni limite la consideración de la obra del autor a ese único referente, puesto que de ninguna manera se detuvo allí. Haroldo de Campos junto a su hermano Augusto y a Décio Pignatari formaron el núcleo de la rama brasileña de uno de los movimientos de post-vanguardia más influyentes, que tuvo repercusiones a nivel global, y que a lo largo de los 50 operó de forma organizada, militante y generadora de teoría, siguiendo el ethos de las vanguardias históricas. Ya en los 60, con la atenuación de la fase programática y de los grupos en cuanto a si, la poesía de Haroldo de Campos, sin renunciar nunca a los principios básicos del decir y hacer concreto, deja de seguirlos de forma ortodoxa y se abre a otros territorios. Algunos en apariencia paradójicos como el barroco, clave en la formación de la literatura brasileña, que Haroldo recicla en su libro Galaxias que acaba siendo un pilar de la estética neobarroc(s)a y como tal, incluido en la antología Medusario. Entre estos dos extremos—por los que Augusto de Campos le denomina concreto-barroco—se desarrolla la poesía de Haroldo de Campos desde mitad de los sesenta en adelante. Poesía que asume de forma distintiva un hecho estético clave de la (post)modernidad cual es la escritura como generadora de la propia escritura.
La obra de Haroldo de Campos tampoco se limita a la práctica de la poesía sino que aborda con igual intensidad el ensayo y la traducción. Las tres áreas se integran como un todo orgánico en el cual el autor estudia, escribe y desarrolla teoría literaria a partir de los poetas que ha recogido en su paideuma y que han influido en su escritura, al tiempo que los traduce al portugués. En la traducción, Haroldo y los concretos desarrollaron y practicaron una teoría, la transcreación. Siguiendo a Novalis en cuanto a que el traductor es el poeta del poeta, reclamaron para la traducción de poesía la entidad de un género literario asumiendo la insuficiencia de las traducciones literales y la necesaria (re)creación del poema en su tránsito de una lengua a otra. Poliglota consumado, Haroldo de Campos tradujo desde la Biblia y Homero (su versión completa de la Ilíada en portugués se publicó poco después de su muerte) hasta Dante, Arnaut Daniel, Goethe, Mallarme, Maiakovski, Joyce, Pound, Paz entre muchos otros.
Entre la escritura que genera la propia escritura y la transcreación, Haroldo de Campos escribió abundante poesía que reúne en grupos de textos que denomina Transluminuras, en las que en sus propias palabras, se trata de poemas que más que transcreados, han sido reimaginados. Las primeras aparecen en La Educación de los Cinco Sentidos (1985), las siguientes en Crisantempo (1998) y estas Terceras Transluminuras en el libro póstumo Entremilenios (2009). La Odisea y Ulises son una presencia constante en la obra de Haroldo de Campos, que incluso dedica al itacense un poema extenso publicado originalmente de forma individual: Finismundo: el último viaje. Para esta muestra, hemos escogido poemas escritos en torno o a partir de la Odisea misma, o de libros relacionados a ella que esperamos ilustren esta parte tan peculiar de la obra de uno de los poetas-pensadores más influyentes en el contexto iberoamericano—y no solo en él—de la segunda mitad del siglo XX. Alguien, como dijera Eduardo Milán, que fue responsable de mantener vivo el espíritu de las vanguardias en ese espacio/tiempo.