Tenemos novedades de Valdivia: Editorial Komorebi ha publicado el libro Contaminaciones, escrito por la poeta y profesora de Artes Visuales, Camila Blavi. Hoy nos presenta este libro Mariela Malhue, poeta y psicóloga por la Universidad de Buenos Aires: “Lemuy, Isquiliac y Nalcayec: son los tres ejes que estructuran el libro: tres lugares que no conozco, y de los que difícilmente puedo encontrar imágenes en internet –a lo sumo llego a líneas, garabatos, sombras de estos sitios. Son parte del Archipiélago Los Chonos, en un lugar tan al sur, que su pertenencia no se distingue bien; está formado por más de un millar de islas, que en la escasa información que consigo en Google, parece que en su conjunto esbozan apenas la fugacidad de la tierra firme, algo difícilmente asimilable a la idea de paisaje o territorio. Lo mismo sucede en el libro que nos convoca, donde también se aborda una forma de disgregación que actúa en distintos planos del tiempo y el espacio”.
“Un golpe de piedra duele tanto porque las piedras están cargadas de historia”. Este fragmento es un recuerdo de Cómo convertirse en Piedra de Manuela Infante, y aparece en mi memoria cuando comienzo a leer el libro de Camila Blavi.
En este libro aparece también algo de las piedras y la historia, o las historias; historias sin nombre, historias no humanas, elementos introyectados en el propio cuerpo: roqueríos, madera, metales, arena; son la puerta de entrada para la operación de torcedura de un sistema textual que toma distancia de la bionormatividad.
Contaminaciones recorre el fantasma de los días por venir, la nostalgia de una posibilidad vital que se esfuma. Introduce al discurso en la materialidad de las cosas deshechas, en dirección hacia una polifonía de los restos, donde la disolución de las capas de lo humano como frontera se disuelve. Lo vital se sitúa como eco, y ese ejercicio da paso a la experiencia del contacto directo con las cosas.
A través del libro, aparece el desafío de romper lo humano como se rompe también la materia: ¿se descompone la carne del mismo modo en que se corroe la madera?, ¿se resquebrajan los dientes igual que una roca se fractura en la exposición al aire cargado de sal? Y en ese ejercicio me pregunto si lo que se contamina es también el poema, este panorama versal que se funde con los componentes de una antigua vida. Blanchot escribe: “Sí, por fortuna, el lenguaje es una cosa: es la cosa escrita, un trozo de la corteza, una esquirla en la roca, un fragmento de arcilla donde subsiste la realidad de la tierra.”
En el libro de Blavi la piel se vuelve hoja y voz, la palabra deviene masa, volumen, densidad evanescente, estado de materia, gas, derrame, formas llanas que se permiten ser escritas. Las lijas, la arena, los alfileres, los utensilios transitan con sus voces poéticas. Alguien hace existir la materia como una palabra que da cuenta del existenciario que hubo una vez en un lugar.
Lemuy, Isquiliac y Nalcayec: son los tres ejes que estructuran el libro: tres lugares que no conozco, y de los que difícilmente puedo encontrar imágenes en internet –a lo sumo llego a líneas, garabatos, sombras de estos sitios. Son parte del Archipiélago Los Chonos, en un lugar tan al sur, que su pertenencia no se distingue bien; está formado por más de un millar de islas, que en la escasa información que consigo en Google, parece que en su conjunto esbozan apenas la fugacidad de la tierra firme, algo difícilmente asimilable a la idea de paisaje o territorio. Lo mismo sucede en el libro que nos convoca, donde también se aborda una forma de disgregación que actúa en distintos planos del tiempo y el espacio:
“¿Se podría pasar de un lugar a otro y quedarse?
polvo y basura caen por escaleras de madera
junto a un colchón de cuna con niño y niña sobre
no hemos vuelto a estar tan cerca del suelo
y qué dicha era estarlo”
La poeta norteamericana Barbara Guest recurre a Wallace Stevens y a Mallarmé para repensar la poesía como anclada verdaderamente en la ficción. Su argumento está en que “la ficción del poeta forma parte de la desazón del siglo XX tras descubrir que la realidad es solo una variable cuya forma y materia permanecen abiertas”.
Leo el libro de Camila como una revisión de la memoria, el vaivén entre algo que va a ocurrir pero al mismo tiempo ya ocurrió. Una visión extenuada sobre la adecuación de los afectos, una vez llegado el término de los vínculos. El registro de la aceptación del desastre. En ese sentido pierdo la orientación temporal; con gran amplitud la escritura de Contaminaciones corre el cerco del imaginario retrofuturista, donde a partir de la destrucción existía algo parecido a un macroecosistema, a la vida tal como la conocemos. Es una declaración de que la ficción está ocurriendo, algo así como hacernos ver que estamos ante el intento de ficcionar la devastación:
“Bajo el novilunio con los ojos hídricos
semillas de hortaliza germinan
contra este cráneo a un ritmo tardío
temo el vegetal esté maduro
temo crezca porque no habrá
me siento a observar, recuerdo manchas
semillas mutan y se expanden
en silencio este cuerpo fue fértil y arrojaron
aquí muchas este cuerpo fue fértil y cambió
sus raciones sobre rocas fueron hongo
y alga”
Dice Raquel Olea que una concepción de la poesía como lenguaje tiene su máxima validez en el hecho de mostrarnos algo de nosotros que antes de la lectura no nos era posible ver. En esa línea, el texto permite hacernos observar con agudeza el juego que le hace lo vivo a la vida, y lo no vivo también, y que muchas veces no es posible percibir; que la certeza de aquello que perece, no aparece sino con la certeza sobre la existencia de lo vital; que la devastación está todo el tiempo en cada uno de nosotros:
“Errática se desuella
descubre su torso, agenda tiempo
tardíos erróneos escapes
cubre distancias entre farsas
que teje sobre sus rodillas
mide desde diez los colores
de las piedras que ha moldeado
en esta playa”
No entiendo bien qué es lo que se agota o destruye en el libro, como el signo de una tragedia. Es una estructura de reordenamiento elemental en la que se da pie al recorrido entre la suavidad y el terror. El libro registra la gradación de la aspereza, guardando el tono que se permite, además, ser moldeado por la ternura. Son, acaso, operaciones bruscas para alcanzar suavidad:
“…una cucharada de manjar se aplana
entre los cielos de mi boca y lengua
desalentada intenta pronunciar emes
si a Corazón lo sumerjo en un recipiente
lleno
quisiera engullirlo íntegro”
En el diálogo con la temporalidad de las cosas, ocurre una permanencia del deshacer como designio; generar fragmentos y en esos fragmentos, se establece el poema. Algo parecido a una idea que asalta en ciertas ocasiones a lo largo del texto: la de efectuarse daños para comprobar la existencia, como si el intento por nombrar, fuera a ratos cauteloso por temor a la vida.
En Contaminaciones, el sitio de la dicha es el de la evocación. En el afuera se observa y eso se devuelve: en la observación del libro hay movimiento, pues se integra, se apropia; aquello mirado en la intemperie también está dentro de una voz que enuncia:
“En mis ojos la hierba
desarmado arde gancho sustrae
de las colinas córneas
lo que quema
mi materia oscura
deforma cucharas”
Hay vaivenes de cierta fuerza, una gramática del acercamiento o la distancia, que en el trayecto se une con aquello que permanece puesto como una escenografía. Este es el texto de una memoria que, por pura voluntad, se esfuma. Donde no hay pugna entre las formas del tiempo y de la tierra o las ciudades, tampoco hay afectación entre ellas, como si se coordinaran en distintas capas de recuerdo.
“Tierra seca agrietada
similar sobre la que jugó de niña
fingió posarse en continentes
microscópicos alterables
brota agua entre grieta y grieta y las islas se separan
carecía de raíz
no pudo sostener
ni idea ni razón”
El Archipiélago Los Chonos, lugar que da tres nombres a tres apartados del libro, fue habitado hace ya más de seis mil años. En composición con el paisaje, imagino anclas, dalcas, canoas, intentando existir entre los canales y fiordos. Fósiles, reliquias de un pueblo canoero y nómade que le debió su existencia al mar y del que no queda más que la ausencia como registro. Un conjunto de islas de nombres tan difíciles de pronunciar, como difíciles para vivir.
“Puedes desear tanto esta línea
que no repararás en la herida
nadarás en el estanque
con pájaros que imitan
el movimiento de tus brazos
sobre ti aletean se sumergen contigo”
Como si la destrucción y la ternura fueran dos ojos de un mismo rostro, Contaminaciones se dispone a mirar desde ambos puntos donde convergen muchas líneas por medio de la constante evocación. El poemario trabaja la vida no como ciclo unilateral sino como emancipación de etapas fijas, dejando expuesto el fracaso de los elementos por perpetuarse. Los residuos que se alojan a través de los versos dan cuenta de que el propio cuerpo, al igual que un sembradío, es también un terreno para cultivar o ver morir las cosas.
*Texto leído en la presentación de Contaminaciones de Camila Blavi Contreras(Komorebi Ediciones, 2022), el jueves 15 de junio de 2023, en la Librería Escorpión Azul.
Imagen principal: “Archipiélago” (2008), de Jorge Macchi.