El film de Cociña y León que se comenta en este texto se presentará a partir del 1 de diciembre en la sede de Quinta Normal del Museo de Arte Contemporáneo, en el contexto de la muestra «Poetas en tiempos de escasez«. Ver aquí el sitio del trabajo conjunto de los dos artistas y otro video suyo, en colaboración con Niles Atallah. La muestra se inaugurará el viernes 30 de noviembre a las 19:30.
Los diálogos[1]
«¿Qué te trajo hasta aquí?» pregunta la casa vulva.
La hermafrodita, que deambulaba reptando en la penumbra, responde: ‘la rabia’. ‘Soy el enemigo’, dice entonces la voz de la vulva. La hermafrodita no se detiene: penetra con dificultad entre los labios y cae al interior.
En relación con las asociaciones simbólicas más elementales hay en esta secuencia una doble desviación. La primera es que, según tales asociaciones, lo que puede entrar en una vagina es un pene, pero la hermafrodita es mujer y pone todo su cuerpo en ‘situación pene’ para entrar en un remedo de su propio órgano de deseo y reproducción y caer de regreso ‘como hombre’ en el órgano enemigo. La segunda es que el imaginario del intracuerpo femenino no está asociado con el desplazamiento inercial de la caída sino con el regreso al origen. Una descripción práctica de la secuencia sería entonces: la hermafrodita penetra y cae en su lugar de origen.
El siguiente diálogo, ya en el espacio interior del cuerpo femenino[2], revela una nueva inversión identitaria. Se repite la pregunta de la casa vulva: ‘¿Qué te trajo hasta aquí?’, pero ahora la respuesta de la hermafrodita es: ‘mis enemigos’. Las resonancias del primer diálogo son inevitables: ha respondido con la palabra que utilizó la casa vulva para identificarse ante ella, pero en plural, y ahora la reacción de la casa vulva es perentoria: ‘debes destruirlos’. Entonces la hermafrodita se pone de pie.
El encuentro de la hermafrodita con la casa pene está marcado por la destrucción. ‘Yo soy el arma, tú eres la bala’, dice el pene. La transfiguración de la casa es notable: mientras era vulva dijo ser ‘el enemigo’ pero invitaba a entrar (a asumir la condición fálica): cuando habla como pene llamará a la destrucción. ¿De quién? De los enemigos. Ah, eso fue lo que dijo cuando era vulva: soy el enemigo. Su transfiguración no es solamente de forma sino también de identidad actuante: era el enemigo receptivo (vulva), ahora es el promotor de la destrucción (de sí misma en plural).
Esta transfiguración está orgánicamente ligada a la evolución del hermafrodita, que junto con erguirse y asumir una actitud más activa, ha trasladado a su conciencia[3], como respuesta, lo que oyó de la casa cuando ésta era vulva: el enemigo. Si seguimos de cerca los dos diálogos, podríamos decir que el enemigo era primero un señuelo para atraer al falo (representado por el hermafrodita) y luego, en segunda instancia, el sujeto objeto a ser destruido: a la transfiguración de la casa de vulva en pene corresponde el traslado de contenidos de conciencia de la vulva a la mente del hermafrodita. Primero fue enemiga vencible, amable, invitante; luego es ofrenda de sí misma para un rito de muerte. Pero, detalle crucial, el hermafrodita dice enemigo en plural. La vulva trasladada a la conciencia del doble unido es un enemigo múltiple, por lo menos doble, como la identidad hermafrodita.
El hermafrodita desdoblado.
El templo es precario, un par de columnas doradas, hilos, dos figuras antropomorfas de cartón piedra que recibirán animación por efecto cinematográfico.
Los muñecos intentarán componerse a sí mismos, darse forma por su propia voluntad, con resultados divertidos: un brazo en el lugar del pene, una pierna más larga que la otra. Entonces llega la hermafrodita y los pone en el sendero de lo humano con enseñanzas básicas, las que le daría una niña a su muñeca: levantar los brazos, caminar. La interacción de la muchacha con los dos muñecos tiene un alcance simbólico preciso: ella ha llegado al lugar donde probablemente está su origen, que equivale a los enemigos que debe destruir, pero primero les enseña a comportarse como humanos.
La secuencia del encuentro erótico de la pareja original hermafrodita es de una belleza extraña. Uno de ellos está dormido, el otro se acerca y lo observa largamente, lo roza con la mano, lo despierta. De factura tosca y movimientos torpes, los muñecos transmiten sin embargo ternura, una sensación de tiempo anterior a la separación de los sexos. Me han hecho sentir nostalgia de esa anterioridad en la que todo y todos éramos una sola y la misma cosa, pero, obligados a existir, debimos abandonar: nostalgia del estado de eternidad sin dios. Luego, cuando hacen el amor, asumen identidades precisas. El instante de la indistinción ha terminado; llegó la hora de la individuación y el deseo. Un cuerpo ha de someterse al otro en los trámites del sexo. Las dos uniones que vemos en pantalla son de tipo no reproductivo: una anal, la otra oral. Gozo puro, sin intenciones ni pretensiones de prolongar la especie: gozo hermafrodita. En imágenes inmediatamente contiguas vemos a la hermafrodita de pie en medio de la selva, en una fotografía de armonía edénica.
El rito de la destrucción
La destrucción del templo y de los padres[4] estaba inscrita en la conciencia de la hermafrodita. La lleva a cabo con saña, chillando como una fiera. Concluida la misión encomendada por el falo se exhibe en un gesto triunfal, frontal. ‘El tiempo ha terminado’ dice una voz infantil en off, ‘pero yo sigo adelante’, agrega una voz de adulto. El rostro en primer plano de la hermafrodita murmura: ‘No te preocupes, todo va a salir bien’ y cierra los ojos, entra en el sueño del nacimiento.
El templo concluye con la salida de la hermafrodita a través de una boca (quizás habría que decir hocico). Un parto oral. Emerge de ese hocico (re) convertida en bebé y entra en un espacio semejante al del comienzo de la historia, cuando se arrastraba y gateó en dirección a la casa vulva.
Penetró en el intracuerpo a través de un órgano no hecho para el caso, la vulva, y es devuelta o echada al mundo a través de otro órgano inesperado: la boca. Este nacimiento moviliza nuevas asociaciones. ¿Qué sale por la boca?: errores de digestión como el vómito, en caso extremo un vómito de sangre; saliva; aire que se expira; música. Y salen imágenes verbales, discursos. La boca es órgano semejante a la vulva en tanto admite la entrada de elementos vitales fundamentales (vulva falo, boca comida) y cumple funciones vitales de salida (vulva parto, boca palabras).
La hermafrodita ha hecho un recorrido inhabitual por el intracuerpo femenino: entró por donde no se usa (vulva) y reapareció por donde no suelen salir cuerpos humanos sino imágenes, sonidos y verbo. Lo que sucede es que no es un cuerpo sino precisamente una imagen, un actuante visual. Y el cuerpo, en El templo, no es tal sino un laboratorio de exigencias cerebrales de los artistas Cociña y León. Un templo para meditar, practicar puestas en escena y discursos visuales. El cuerpo es una imagen que brota de una boca (lengua, labios y dientes) como la palabra templo.
WHAT IS MY AGE?
What brought you here?
The anger
I’m the enemy
What brought you here?
My enemies
You have to destroy them
I’m the weapon,
you are the bullet.
What is my age?
Time is over
But I go ahead
Don’t worry
It will be okay.
Ricardo Cuadros
04/01/12 – 20/11/12
[1] En El Templo no hay correspondencia directa entre las voces y sus emisores: la voz que habla por la vulva es la misma que habla por el pene; la voz de la hermafrodita tiene varios registros y no corresponde a los movimientos de sus labios. El texto auditivo ocupa una dimensión paralela: los diálogos se pueden leer como un poema titulado What is my age?
[2] Este texto es un relato paralelo-no-reflejo de la película El Templo. Mientras aquí se habla de interioridad del cuerpo femenino en la pantalla no hay ninguna marca de interioridad – exterioridad.
[3] ‘Su conciencia’ solo existe en este texto: en la pantalla no hay marcas de interioridad mental.
[4] ¿Por qué digo padres? Ambos son hermafroditas y sus actos sexuales no son de procreación. En la pantalla tampoco hay marcas de una relación familiar. Solo debería decir enemigos, pero creo que sí: son los padres.