“Yo en mi juventud vi películas en blanco y negro geniales que no se me han olvidado nunca, y he ido a ver películas ahora en las que se han gastado millones, como Avatar, por ejemplo, y no me acuerdo de nada de lo que vi, y lo mismo ocurre hoy en día con la literatura light. Eso tiene el mérito de que a medida que lo vas leyendo lo vas olvidando, si lo dejas a la mitad una semana, a la semana siguiente no sabes qué era lo que estabas leyendo. Entonces cuidado, la diferencia que hay entre valor y precio, cuál es el valor de una cosa y cuál es el precio de otra cosa en un momento determinado”, nos dice el escritor Jorge Calvo, en la profunda entrevista realizada por las estudiantes Millaray Aburto, Javiera Durán y Catalina Colicheo, en el marco del curso “Teoría, práctica y lugares de la crítica”, impartido por la profesora Ana Lea-Plaza en la Licenciatura en Lengua y Literatura, de la UAH.
Millaray: Primero que todo, nos presentamos. Yo soy Millaray Aburto y mis compañeras son Catalina Colicheo y Javiera Durán. Queremos hablar con usted de literatura, de lo comercial en este campo, pero también del amor al arte.
Jorge Calvo: Me acabas de definir el gran tema, por decirlo así.
M: Sí, pero primero que nada queremos saber de usted.
J: La primera pregunta es, ¿Cuántas obras ha publicado y a cuántos idiomas se han traducido?
JC: Mira, yo he publicado un total de cinco libros de cuentos, un libro de microrrelatos porque hoy el microrrelato es un género aparte del cuento, y he publicado cuatro novelas. Estoy en muchas antologías y en muchas revistas, publicadas en todas partes. Estoy traducido al inglés y al sueco. Ahora también al chino. Publicaron un cuento mío en china. Cien millones de ejemplares.
M: Igual eso está bastante bien.
JC: Como si toda Latinoamérica unida estuviera leyendo más o menos [risas]
C: Sabemos que estuvo en Suecia por el exilio: ¿este hito tuvo un impacto en la forma en que usted escribe?
JC: Claro que sí, por supuesto. Yo viví en Suecia quince años, llegué en el año ochenta y seis, en diciembre. Eso es significativo, y te lo doy como referente, porque en esa época todavía había dictadura en Chile. Había un señor llamado Augusto Pinochet al que no le gustaba que le dijeran que era un dictador y él decía que tenía una dictablanda. No mataba a la gente a balazos, los mataba a peñiscones.
M: ¿Le podríamos preguntar por qué lo exiliaron?
Jorge Calvo: Por razones políticas. Yo fui militante político desde muy joven, desde que entré a estudiar a la Universidad Técnica. Y durante el gobierno de Allende trabajé en el Ministerio de Vivienda. Ahora, les cuento que me fui a finales del ochenta y seis y viví allá hasta el año dos mil. Esto significó varias cosas y las voy a explicar en tres grandes áreas. La primera es que cuando yo me fui todavía estaba con el impacto de lo que había sido la dictadura. Yo estuve preso en el Estadio Chile, en el Nacional. Vi matar gente delante mío, a un metro, dos. Vi torturar gente. Y cuando regresé a mi casa la allanaron y se llevaron a una persona que era un familiar junto a otras personas que eran de la misma torre, de la remodelación San Borja. Entonces, el impacto que tuvo la dictadura militar en mí fue muy fuerte, muy próximo. Hubo otra gente a la que no le pasó nada, por ejemplo. Vivían sus vidas normales y otros que después preguntaban ¿había dictadura en Chile? así, extrañada.
Entonces, yo estaba sintiéndome, en aquel tiempo, como un hombre que ha estado bajo el agua y saca la cabeza a flote para poder respirar. Esa sensación tuve cuando llegué a Suecia. Sentí que me había salvado, que estaba vivo, que habían pasado trece años de dictadura y había logrado sobrevivir porque muchos de mis amigos murieron. La mayoría de mis amigos están muertos. Lo primero que hice fue escribir mi primera novela, La partida. La escribí los siguientes cuatro años que estuve en Suecia. Esa novela está recordando los años inmediatos al golpe, setenta y cuatro y setenta y cinco, que fueron años muy duros, cuando yo pensé que no iba a sobrevivir. Entonces, lo primero que hice fue sacar ese periodo de mi memoria y escribirlo.
Yo hice una literatura que busca que la gente sea más consciente de sí misma y del lugar que ocupan en el mundo. Esta no es una conciencia que tenga que ver con portarse bien. Tiene que ver con quién soy yo y quién es el prójimo y qué tipo de vínculo tengo yo con ese prójimo. Sobre qué le puedo pedir que tenga respeto y en qué yo lo puedo respetar. Las relaciones sobre el respeto son fundamentales para poder comunicarse, no puede existir una relación sin comunicación. Es la relación con los padres, con la pareja, con los vecinos, con los amigos, con el trabajo, en todos lados el respeto es fundamental. Yo tengo que respetar a la persona para ir a conversar con ella y ahí viene la comunicación. ¿Qué es la comunicación? ¿Qué es lo que definimos como comunicación? No son órdenes, no son instrucciones.
Jorge Calvo
Estar en Suecia es una cosa muy distinta. Llegué en uno de los inviernos más duros, había cuarenta grados bajo cero, un silencio absoluto. En la noche me asomaba por la ventana y la nieve caía lentamente. Estas ahí y uno no escucha nada, es un silencio absoluto. Allá no tenía amigos, no tenía parientes, no conocía a nadie, así que yo pasaba mucho tiempo encerrado en el lugar en el que vivía, que era un pequeño departamento. Escribía mucho, escribía once, catorce, dieciséis horas diarias. Me amanecía escribiendo, a veces me ponía a las ocho de la noche hasta las nueve de la mañana del día siguiente. Entonces, ese fue un ejercicio, una primera etapa para mí, para lo que yo tenía almacenado en alguna parte, pero también era rescatar emociones, rescatar recuerdos. Sentir también cosas que no me permití sentir en el momento en que ocurrieron porque en el momento en que ocurrieron lo más importante era sobrevivir.
Si te vas exiliado a cualquier país vecino como Argentina, Venezuela, México, tendrás, primero que nada tendrás el idioma que es igual. Es más fácil hacer amistades, trabajar, estudiar. Pero en Suecia hablan un idioma que ni siquiera es parecido al inglés, es una cosa terrible. Los primeros cinco años no logré aprenderlo, aprendí primero inglés y con eso me comunicaba y después de cinco años recién comencé a incorporar el sueco. Esa dificultad del idioma, que es la primera gran barrera, es como si te metieran a un congelador, estás en una cápsula y ves pasar la vida, pero no eres parte de la vida ¿me entiendes? Y esa sensación es muy grande. Es lo primero que te hace pensar en ti, en tu pasado y en tu cultura porque estás viéndolos actuar a ellos que son totalmente distintos a nosotros. Y esto es muy importante porque empiezas a chocar con todos esos detalles de las está hecha la vida cotidiana.
En ese sentido, hay un tema significativo: ellos son luteranos, nosotros somos católicos y esto se relaciona con que Lutero dijo que nadie puede ir a pedir perdón. Nadie puede perdonar a nadie, el único que puede perdonar es Dios y Él está en el cielo, no está aquí. Así que, si yo cometo un pecado, yo tengo que cargar con el pecado, no puedo vivir confesándome y luego ir a cometer el pecado de nuevo. Este concepto del perdón es muy catolico, es muy nuestro. La gente pide perdón por todo, hacen cualquier locura y piden perdón y están listos de nuevo. Entonces, en ese periodo que estuve viviendo allá, el observar esto fue muy importante también. Ver mejor mi cultura, ver mejor los mecanismos que determinan nuestra forma de funcionar aquí cotidianamente y también conocerlos mejor a ellos.
Todo esto me hizo mirar a mi país con otros ojos y eso incidió en mi literatura, que comenzó a cambiar. Yo hice una literatura que busca que la gente sea más consciente de sí misma y del lugar que ocupan en el mundo. Esta no es una conciencia que tenga que ver con portarse bien. Tiene que ver con quién soy yo y quién es el prójimo y qué tipo de vínculo tengo yo con ese prójimo. Sobre qué le puedo pedir que tenga respeto y en qué yo lo puedo respetar. Las relaciones sobre el respeto son fundamentales para poder comunicarse, no puede existir una relación sin comunicación. Es la relación con los padres, con la pareja, con los vecinos, con los amigos, con el trabajo, en todos lados el respeto es fundamental. Yo tengo que respetar a la persona para ir a conversar con ella y ahí viene la comunicación. ¿Qué es la comunicación? ¿Qué es lo que definimos como comunicación? No son órdenes, no son instrucciones. Que alguien me diga, oye tení que limpiar eso, es una orden. Comunicarse es que una persona me diga honestamente lo que está sintiendo y pensando, no con la intención de manipularme. Nadie que se victimice se está comunicando, hay que aprender a distinguir todos esos detalles que son bien importantes a lo largo de la vida. Descubrir todo aquello hace que la literatura cambie, que uno empiece a escribir de otra forma, si te fijas.
Entonces, mi literatura tiene mucho que ver con esto, con cómo el ser humano enfrenta la realidad en distintas situaciones. Puedo escribir un cuento sobre alguien que tiene que cruzar la calle o subirse a un bus o entrar al metro. Lo que está ocurriendo con la gente que nos rodea. Espero con esto responder a tu pregunta.
M: Sí. Ahora le queríamos hacer otra pregunta, más centrada en algunos de sus cuentos. Nos llamó la atención cómo en ellos se enfatiza los atributos sexuales de los personajes masculinos… esto aparece, por ejemplo, en “Se acabaron los cigarrillos”… ¿Por qué?
JC: “Se acabaron los cigarrillos” fue el primer cuento que yo gané en un concurso de cuentos, en la Caja de Compensación. Le dieron un premio y después salió publicado en una antología que se llama Antología del cuento chileno contemporáneo y fue mi primer cuento y quedó seleccionado junto con el señor José Donoso, con el señor José Edward, el señor Blanco, el señor Lafourcade y era mi el primer cuento, es importante destacarlo. Entonces, todos los cuentos que están publicados en mi primer libro están todos premiados.Yo publiqué un libro de cuentos que se llama El emisario secreto, que tiene diez cuentos y son todos eróticos, pero no todos los libros que yo he escrito son eróticos y hay que tener cuidado con eso porque a mí me preocupa mucho. Hay cuentos o hay textos donde aparecen escenas que tienen o no relación con el sexo, pero no son eróticas. El erotismo es una cosa, el sexo otra, son cosas distintas. A este país, que es de gente muy burra, ha llegado la pornografía como erotismo y la pornografía no tiene nada que ver con el erotismo, son cosas muy diferentes. Entonces… llega el momento en el que voy a tener sexo porque lo estoy comprando, eso es pornografía, lo que representa la muerte. Mientras que si yo tengo sexo por amor, por enamoramiento, esto otorgaría vida, es decir que le daría sentido a mi vida y a la de la otra persona.
Uno tiene que saber distinguir cuando uno esta en una situación asociada a la pornografía, tiene que sentir, ¿se fijan? En el caso de “Se acabaron los cigarrillos”,la pareja del hombre que está en la cama ha sufrido acoso laboral, se siente denigrada; ella llega a la casa, y se lo cuenta al hombre… Él no puede hacer nada, está cesante, está en una pésima situación, son tiempos de dictadura, con un nivel de opresión muy grande y aplastante… esto permitía que alguien en un puesto importante de trabajo pudiera abusar del poder que tenía. Las personas se veían obligadas a tener que aceptar estos tratos, porque no había ni la seguridad ni las leyes que hoy en día hay ¿Lo entienden ahora?
Yo en mi juventud vi películas en blanco y negro geniales que no se me han olvidado nunca, y he ido a ver películas ahora en las que se han gastado millones, como Avatar, por ejemplo, y no me acuerdo de nada de lo que vi, y lo mismo ocurre hoy en día con la literatura light. Eso tiene el mérito de que a medida que lo vas leyendo lo vas olvidando, si lo dejas a la mitad una semana, a la semana siguiente no sabes qué era lo que estabas leyendo. Entonces cuidado, la diferencia que hay entre valor y precio, cuál es el valor de una cosa y cuál es el precio de otra cosa en un momento determinado.
Jorge Calvo
M: Sí.. [se ríe]
JC: En “Tedio y vértigo”, que no se si lo leyeron…
M: Sí lo leímos.
JC: En ese cuento hay una situación completamente distinta… lo escribí en el 2003 más o menos. Habla de una mujer ya casada, que tiene una relación de muchos años, encerrada en una rutina, un mundo ordinario y perfecto, que es exactamente igual que ir a pasear al cementerio: todo está ordenaito pero está todo muerto. La vida es todo lo que nos hace sentir con intensidad, “el vértigo” y ¿qué es la muerte? el tedio. Esta mujer está viviendo una situación que la fue enclaustrando en la rutina; en ese caso, estar casado con alguien es como una condena a muerte.
J: Sobre estos cuatro cuentos que leímos…
JC: Ustedes leyeron los más eróticos [entre risas]
M: Son los que encontramos en Pdf…
C: Sobre estos cuentos, sentimos que los personajes reniegan un poco de la emotividad…
JC: Mira, yo puedo entender que en el caso de “Tedio y vértigo” hay una dimensión en el personaje, que ha estado intocada y de pronto aparece este momento de vida de emoción, pero sabe que luego va a volver ¿a qué?
C: Al tedio.
M: Su rutina.
J: A la muerte, por eso el final es super bueno cuando dicen que van a comprar un nicho, que van a comprar un espacio en donde van a estar después de morir.
JC: Claro, yo no pretendo hacer un estudio del personaje; para profundizar tendría que hacer una novela. Ahora el de los cigarrillos, él realmente está acabado, no puede encontrar trabajo, a su mujer la pueden humillar y no puede hacer nada. Es un hombre en la condición última y es lo que se vivía en época de dictadura.
C: El cuento del “Buen cliente” ¿tiene algo que ver con…?
JC: Tiene que ver con una crítica a la sociedad del consumo, donde uno tiene que ser un buen cliente, estudia lo que va a comprar, tiene la idea de no ir con dudas y ¿acaso existe alguien libre de dudas?
[Las tres negamos con la cabeza entre risas]
JC: Pero aquí se espera que uno sea una especie de máquina, estudiar semanas para saber lo que exactamente se va a comprar, como clientes de un comercial del mall.
J: Jorge, cambiando de tema, nosotras notamos que varios de sus cuentos tienen un cierto denominador común que nos interesó… me refiero al ajedrez ¿Cuál es la importancia de este juego en su literatura?
JC: Mi último libro se llama E4. Batalla de una pasión. La E4 es una jugada del ajedrez, y este libro es una colección de cuentos que hablan de la historia del ajedrez; uno de ellos se llama “El arte de ver lo invisible”… en el ajedrez hay una mesa donde dos tipos están sentados en silencio mirando el tablero, a veces sin hacer nada como dos horas… esto yo lo he visto. Toda la acción en este juego se maquina en la mente, todas las movidas y opciones se desarrollan en la cabeza, el arte es lo mismo, en el subconsciente están las ideas, a veces sueñan con obras que después se plasman… bueno, todo el proceso de creación es así, preexiste en nuestras mentes. Lo que hace el ajedrez es estimular la parte analítica, yo siempre fui fanático del ajedrez, desde niño que lo juego. Había un pintor francés que jugaba ajedrez, y este caballero pintó un cuadro de una mujer desnuda bajando por una escalera… en ese tiempo todos dibujaban mujeres desnudas, pero siempre quietas. Él dijo que “eso era arte muerto”, entonces lo que hizo fue pintar una escena que se autocompleta en la mente, que siguiera trabajando y eso es “El arte de ver lo invisible”.
M: Bueno, ya entrando a la temática de la entrevista, porque aunque usted no lo crea esto solo ha sido una introducción sobre usted…
JC: [Entre risas] No te lo puedo creer…
M: ¿Cómo es posible el amor al arte cuando se vive de él? ¿Cómo se vive del arte y cómo se equilibra eso en el siglo del capitalismo?
JC: La sociedad de consumo en la que vivimos pone mucho el acento en que todo es mercancía y en que todo está en venta. No solamente están en venta las casas, los automóviles, la ropa, los viajes. También está en venta la cultura. Los libros son objetos, para muchos no es un objeto de valor cultural, es un objeto que se vende. Y hay una diferencia grande porque yo no entro en ese juego, eso no lo acepto. Mientras yo piense distinto y le de valor a la cultura, yo no tengo por qué aceptar ese juego que se me propone, yo no estoy en venta y no vivo mi vida en función de comprar y vender cosas. Entonces, este primer intento de reducirlo todo a plata, que yo reduzca todo a plata y puedo comprar cualquier cosa… yo no puedo aceptar que eso es algo por lo que voy a vivir, que es un estilo, que me va a provocar a hacerlo. Dedicar mi vida a eso, estoy muy lejos de aquello. Y eso es porque mis valores están con el ser humano, con su esencia y cotidianidad, con los valores y la ética. Son un largo conjunto de cosas que son una sola, algo que está en tu alma y te dice no. Y esto va a estar siempre, uno puede escogerlo de todas maneras y decir pucha la wea… y hacerlo, pero uno sabe que no puede esconderse de sí mismo, no puede.
Chile en los años setenta, en el siglo pasado era el tercer país más lector de Latinoamérica detrás de México y Argentina. Son estadísticas de la Unesco, hoy es el último lugar detrás de Haití, según datos duros de cifras… Pero hay otro que es más duro todavía: en este momento solamente un 15% de la población chilena entiende lo que lee… Entender lo que uno lee no tiene que ver solamente con saber descifrar lo que significan las palabras, también está en juego una serie de conceptos e ideas que si uno no los maneja no llega al concepto de fondo de lo que le están diciendo.
Jorge Calvo
La primera cosa que te voy a explicar es que Van Gogh, que es uno de los pintores más famosos y que sus cuadros hoy día se venden en veinte millones de dólares, murió de hambre… los compran ahora… o sea, ¿quó es lo que vale y qué es lo que no vale?… tiene que ver mucho con el mercado y las políticas del mercado. Hoy día un pobre weón tonto, y perdóname que use esas palabras [risas], puede poner de moda cualquier lesera y eso va a costar una fortuna y otro gran creador puede estar haciendo algo que nadie ve, nadie lo descubre, y va a pasar completamente desapercibido y a lo mejor en cien años más van a valorarlo, van a decir “esto era lo valioso”. Entonces eso está en función de normas que no tienen que ver con el arte, sino con la moda, la publicidad, la plata que ganas en hacerle publicidad a algo. Las carteras Vuitton, las zapatillas Nike, son fenómenos que también son de publicidad, gastan millones en una campaña publicitaria, pero eso no significa que es bueno.
Yo en mi juventud vi películas en blanco y negro geniales que no se me han olvidado nunca, y he ido a ver películas ahora en las que se han gastado millones, como Avatar, por ejemplo, y no me acuerdo de nada de lo que vi, y lo mismo ocurre hoy en día con la literatura light. Eso tiene el mérito de que a medida que lo vas leyendo lo vas olvidando, si lo dejas a la mitad una semana, a la semana siguiente no sabes qué era lo que estabas leyendo. Entonces cuidado, la diferencia que hay entre valor y precio, cuál es el valor de una cosa y cuál es el precio de otra cosa en un momento determinado. Ahora yo no escribo para vender, eso lo tengo muy claro, ahora que se venda es una cosa accesoria, que yo haga esto de venir aquí a vender… yo no vengo tanto a vender como a conversar con ustedes, por ejemplo. Para mí es mucho más importante la pequeña semilla que yo pueda transmitirle a ustedes y que a mí me fue transmitida por otros pensadores y creadores, es más importante que aquí yo venda un libro. Yo le digo eso a la gente, a los ingenieros comerciales, por ejemplo, y arrugan la cara, no pueden entenderlo, tienen diarrea al tiro [risas]. Hay cosas que van a durar y van a perseverar después de que nosotros hayamos muerto.
C: ¿Cómo ha sentido la transformación del público en las ferias del libro, por ejemplo?
JC: Ha habido una transformación seria y eso es verdad, grande, profunda, se nota, pero yo creo que eso obedece a diversos factores, tiene varias razones. Y nosotros tenemos que aceptar que la tecnología va cambiando los tiempos, y yo les voy a poner un puro ejemplo que les rogaría que lo citen en su tarea porque es muy iluminador. En una época hubo un gran escritor francés que se llamó Alejandro Dumas, es el autor de El Conde de Montecristo, una gran novela, y de Los tres mosqueteros. Él en realidad era un oficial del ejército francés, pero servía en Haití cuando era una colonia francesa, servía y allí escribía, él mandaba sus textos a Francia por barco, y esos textos aparecían por capítulo en el diario principal de París. Cuando estaba escribiendo El conde de Montecristo e iba por la mitad (esos artículos aparecían los viernes) en la noche la gente dormía en la calle afuera del diario para comprar el diario en la mañana y leer El conde de Montecristo… ¿Me creen lo que les estoy diciendo? Ustedes pueden googlear fácilmente esto [risas]. Alejandro Dumas volvió a París… él era negro… no era blanco, era mulato, y en París los franceses no sabían que él era negro y lo fueron a esperar a la estación, una multitud. Cuando llegó y vieron que era negro… no podían creerlo, pero al final lo anduvieron paseando en andas por París… multitudes lo aclamaban. No había televisión, cine, radio, lo único que había era lo que aparecía en el diario que todo el mundo tenía que leer. Entonces hoy día, vino un cambio de era… ya la invención de la imprenta fue un cambio de era importante porque posibilitó que los libros salieran en masa a la calle, y la gente los pudiera leer, pero después apareció el cine, la radio y esos cambios han ido cambiando los hábitos y los gustos de la gente. Y hoy día el internet, las tablets y los mismos celulares hacen que la gente pueda bajar material electrónico y leerlo ahí. Entonces ya no es tan necesario ir a comprar libros, sobre todo para la gente más joven, están mucho más acostumbrados a lo electrónico. Ese es un cambio de era que estamos viviendo, vamos hacia otra forma en la que los libros van a quedar como una reliquia más o menos. Quizá no ocurra en los próximos veinte años, pero sí en los próximos cincuenta o cien. Va a llegar un momento en que no va a haber más ferias de libros. La gente, por otro lado, ha perdido el hábito de leer, por las razones que sea. Chile en los años setenta, en el siglo pasado era el tercer país más lector de Latinoamérica detrás de México y Argentina. Son estadísticas de la Unesco, hoy es el último lugar detrás de Haití, según datos duros de cifras… Pero hay otro que es más duro todavía: en este momento solamente un 15% de la población chilena entiende lo que lee… Entender lo que uno lee no tiene que ver solamente con saber descifrar lo que significan las palabras, también está en juego una serie de conceptos e ideas que si uno no los maneja no llega al concepto de fondo de lo que le están diciendo. No puede entender lo que le quieren decir porque no entiende lo que esas ideas están barajando, yo tomo palabras distintas, conceptos distintos y barajo un concepto nuevo, para llegar a esa idea nueva yo tengo que tener un conocimiento instalado. Yo he leído, que sé yo, un millón de libros, de lo que tú quieras… Y todo eso en mi mente se comunica, puedo hacer relaciones de cosas, eso también es la profundidad de la lectura, no es solo que yo entienda lo que estoy leyendo. Entonces si yo he leído poco en el tiempo, la comprensión que tengo es pequeña y el alcance que puede tener en mi lectura es limitado.
C: Sabemos que le gusta más escribir cuentos, entonces queremos saber ¿quién cree usted que se interesa más por los cuentos?
J: Mucha gente tiende a pensar que los cuentos son para niños…
JC: Eso es verdad, existe el concepto instalado de que los cuentos son infantiles, “le voy a leer un cuento al niño”, es cultural, pero hay un mundo de cuentos para adultos, que es muy interesante e inquietante y fantástico. Ahora yo creo que esta proximidad que se produce con el cuento tiene que ver con el tiempo que la gente dispone para leer. Porque antiguamente, cuando no había televisión ni radio ni ninguna de esas cosas, la gente leía novelas de mil quinientas páginas, y ahora la gente no tiene tiempo para hacer eso y por eso ha entrado tan fuerte el microcuento. Lo pueden imprimir en un boleto… Lo puedes leer mientras viajas en ascensor. Entonces, yo creo que tiene que ver con eso: el cuento es más fácil, más cómodo y puedes leer una variedad, porque traen distintos mundos… una novela que te ata más tiempo a algo es más como un compromiso y la gente no quiere compromiso con nadie.
J: En la misma línea de los cuentos ¿Por qué cree que los cuentos son tan infravalorados teniendo en cuenta que Latinoamérica tiene buenos cuentistas?
Jorge Calvo: Claro, yo diría que los mejores cuentistas del mundo están en Latinoamérica. Cortázar, Borges, Rulfo, García Márquez, Juan Carlos Onetti. También hay buenos en Europa, está Chéjov, todos aprendieron de Chéjov, hay una línea que viene de Charles Bukowski, Raymond Carver, él hacía clases en la universidad de Chéjov, y decía esto: si tú lees un cuento y en la primera página sale que hay colgado un sable y después más adelante en el desarrollo del cuento, ese sable no se usa, eso está mal puesto, no hay que ponerlo. No hay que poner nada que sobre, nada de adorno, tiene que haber una economía de recursos que te conduzca como una catarata a tu objetivo. Entonces fíjate que yo creo que eso es un poco relativo, muchas veces la gente no tiene idea de lo que va a leer. Si yo le recomiendo un cuento a alguien, lo va a leer y si yo le digo mira esta novela es buena puede que escoja también llevarse la novela, influye mucho si yo leo algo que es muy bueno y te llamo a las tres de la mañana y te digo que lo leas, después de leer tú no puedes seguir durmiendo. Tenemos la mala costumbre de dormir mucho y la vida es muy corta. Hay libros que son esenciales para uno y uno tiene que descubrirlos, no todos los libros son para uno, hay libros que a ti no te va a interesar leer, déjalos altiro a un lado, no pierdas tu tiempo ni te sientas mal, pero, sin embargo, en otro autores en ciertos temas, vas a descubrir que tienen una relación muy directa contigo, eso lo puedes saber tú nomás, en relación a las cosas que a ti te preocupan, lo que ocupa tu mente y tu alma, y cuando encuentras a esos autores, léelos profundamente, vas a crecer un montón.
C: ¿Qué virtudes destacaría usted del cuento?
JC: Yo creo que el cuento tiene que tener dos o tres méritos que son centrales. En primer lugar, en las primeras líneas tiene que agarrarte, lo leíste y no puedes parar, lo leíste y no puedes dejar el cuento a un lado. Segundo, el lenguaje, tiene que funcionar como si fuera cualquier cosa que está fluyendo bien, como el viento o el agua, no puede darte una sensación de que te estanca, tiene que fluir, esa es una condición muy importante. Y lo tercero que tiene que cumplir y que es lo más difícil que cumpla, es que de algún modo te entregue algo nuevo, te revele algo, un matiz, un detalle que tenga que ver con un cambio en tu forma de ver la realidad. El proceso del cuento es eso, resignificar algo, de alguna manera que sea novedosa para quien está leyendo. Uno de los cuentos que más me gusta a mí es una anécdota que está contada por un periodista norteamericano que se llama O. Henry y él escribió un cuento que se llama “El presente de navidad” (nos cuenta el cuento). Y la moraleja… si no tiene no tiene moraleja, pero la moraleja que podemos hacer nosotros [risas], es que uno entrega lo que es más valioso para uno, por la persona que ama. Todo esto está relacionado con la idea de lo que queremos transmitir, qué es lo que yo quiero transmitirle a otra persona. De eso se trata la literatura, entonces el mercado y el comercio en este mundo no tiene cabida.
M: Siendo de generaciones tan distintas le queríamos preguntar si le ve potencial a las generaciones futuras en el mundo de la literatura…
JC: ¿Tú sabes lo que significa la carrera de posta? Es una carrera que se hace en equipo, donde un jugador corre un tramo y le entrega al otro una antorcha y ese corre y se le entrega a otro. Esto es así, digamos, no es de otra manera. Yo soy el resultado de todos los escritores que han existido antes de mí que me han formado, he aprendido técnicas, maneras de ver la vida, de escribir. Todo lo he sacado de otros escritores. Y a su vez lo que yo hago ha influido en otros escritores, y ustedes entraron a literatura antes de que yo las conociera. Entonces esto va a seguir, porque es el sentido de la vida, el sentido del ser, la vida está en la literatura, si se para la literatura no tenemos nada más que hacer en este mundo.