Dramaturga, académica y narradora chilena, Flavia Radrigán, autora de obras como La Danza de las bestias y Un ser perfectamente ridículo asegura que “el arte es político”, hay una “responsabilidad social”, un deber de la literatura de pronunciarse. Tras su paso por la VI Jornada de Estudiantes de Postgrado “Literatura de Alta Tensión: espacios en disputa”, conversamos con Radrigán sobre su participación en las jornadas, sobre el trabajo de los estudiantes al levantar espacios de discusión y los desafíos del arte en la actualidad.
¿Cuál es tu opinión sobre las Jornadas de Alta Tensión, como un espacio de reflexión producido desde distintos cruces, sobre las problemáticas actuales, y que además nace de los mismos estudiantes?
Maravilloso, lo encuentro estupendo. Uno de los trabajos que tiene el estudiante es meterse en todo, preguntar por todo y tratar de entender qué está ocurriendo a su lado. Hacerlo de esta forma, con mesas, conversatorios y gente tan divergente lo encontré estupendo. Yo, dramaturga, estuve discutiendo con una poeta. Entonces, el cruce es bonito e interesante. De eso se trata, de convivir todos y saber por qué tenemos ganas de hacerlo. Y que eso lo pregunten los alumnos es más rico todavía.
Sobre todo, en tiempos como estos.
Ya pasó un año y medio demasiado conectado, pero a la fuerza. Las razones son obvias. Pero lo bonito de esto, lo que nos sorprendió gratamente, es la cantidad de audiencia y lo bien que les fue a las jornadas. Todavía hay ganas de escuchar y de decir cosas, en una mesa bien construida, con preguntas bien hechas y con un norte fijo. Eso se hace muy necesario.
La jornada llevaba el nombre de “espacios en disputa”: ¿cuáles crees tú que son los espacios de disputa en la actualidad?
El espacio de disputa es ganar espacio, los mismos que estaban perdidos. Le agradezco mucho a la juventud últimamente, porque, insisto, desde la Dictadura para adelante, esos espacios de ir a un bar y discutir de literatura habían muerto. Uno decía “quién escribe, quién hace algo”, y de repente floreció: están todos escribiendo, están todos hablando. Eso hay que ganarlo, hay que volver a recuperarlo. Lo encuentro maravilloso.
Esos espacios de disputa son más bien de oportunidades y de visualización. La disputa está en que nos empecemos a ver y a respetar. Hubo muchos años de una aristocracia literaria inalienable. Este es el momento en que también esa narración sea la plaza de la libertad. Esa es la disputa, hacer lo mismo culturalmente y que desbordemos obras, libros.
La disputa es este afán de conversar, de ir a una mesa sin pelear. Se trata de progresar, de un diálogo que podamos disputar, que nos lleve a una situación más arriba. Acarrear gente que quiera leer y escribir. Este país no es lector y cuesta mucho que la gente quiera ir al teatro. Hay un camino largo por recorrer, por encantar a esa disputa.
¿Cuál crees que es la responsabilidad o vínculo que tiene la literatura, el teatro y las artes con las problemáticas de hoy?
Es una responsabilidad, porque el arte es político. La obra en si es política, la escribe un autor que debe tener opinión. Hay una responsabilidad social en mirar, escuchar y tratar de comprender, en ayudar a la reflexión. Es un deber. La literatura tiene como deber pronunciarse al respecto, porque con todo lo que hemos vivido, con todos los aconteceres, hay una multiplicidad de intertexto.
Surgió un nuevo lenguaje, una nueva forma de comunicarse, que es muy rica y atractiva. Hay que sumergirse para poder entenderlo y vivirlo, porque ahora, incluso, tenemos que hablar con respeto y darnos cuenta de lo que uno está hablando. Entonces, creo que ese es el deber de la literatura, que te estés dando cuenta de lo que estás diciendo.
¿Debe existir una militancia en el arte? ¿O el artista debe imbuirse en su contemporaneidad?
Las dos cosas. En mi caso yo creo en la militancia, porque la tengo asociada a la consecuencia. Consecuencia en lo que hago, en mi sentido de investigación. Es vital. Sin ella no hay fundamentos ni bases. No es hacer por hacer o lanzarse por lanzarse. La gracia está en la observación, el cuestionamiento. Cualquiera puede escribir un cuento, un relato. Lo que nos diferencia, básicamente, es cuando divagamos en el relato y mostramos nuestro punto de vista y capacidad de observar.
En ese caso, ¿Cuáles son los desafíos del arte?
Desde la dramaturgia, lo que es más fuerte, creo yo, es no manosear ni manear ciertos hechos y acontecimientos. El reto es mirar más allá, no quedar en la forma, en el levantamiento per se de una lucha. El reto es cómo resignifico lo que vi y lo que viví. Cambiar el espacio y el tiempo, para así entender que esto que estamos viviendo debía pasar y venía ocurriendo desde antes, con hechos crueles y terribles que vienen de hace un tiempo.
Hablas de “manosear hechos”, ¿a qué te refieres con eso?
Un ejemplo que podría ser cruel: si pongo en una escena a alguien que le hieren en su cara, en sus ojos, eso lo vamos a ver muchas veces, entonces, el trabajo, es explicar el antes de eso. ¿Por qué alguien querría dispararte en el rostro? ¿Qué quiere que no veas? Yo me voy al cuestionamiento más que a la forma. Es un reto grande, incluso para los directores.
Hubo un estallido social y, casi al mes, vi libros sobre esto. O sea, dónde está el reposo, la capacidad de observación y reflexión. Aunque los admiro igual. Escriben al tiro, ¿será que mi estilo es otro?
Hablando de reflexión, ¿cómo los espacios de formación, como el Magíster de Literatura Latinoamericana de la UAH, deberían involucrarse en este tipo de problemáticas, en la discusión de estas temáticas de alta tensión?
Exactamente como lo están haciendo ahora: trayendo a gente disímil. Hay que traer baluartes internacionales. En estas jornadas los estudiantes están haciendo un gran aporte. Lo hicieron maravillosamente, salió estupendo. Lo siguiente es continuar, que sea un lugar permanente donde uno pueda asistir para escuchar, debatir, conversar, recibir opiniones y entender. Esa es la meta, el norte.
¿Alguna idea que quieras compartir sobre las jornadas y su temática?
Una reflexión que hay que destacar, y que fue una de las preguntas de las jornadas, es sobre la edición. Es dejar la constatación de que no se publica teatro, que hay poca publicación de poesía. Narrativa sí, porque creen que es la madre de las ciencias, ¿no? Escribir unas novelas y cuentos. Una gran reflexión es poner en la mesa el por qué cuesta leer poesía. Nos cuesta tanto ese imaginario, se los endosamos a otros. O sea, cuesta leer un guion de cine. Sí, requiere un esfuerzo de imaginación y atención. Un esfuerzo adicional. Eso fue bueno traerlo a colación, me pareció muy atractivo como reflexión, porque ahí hay un trabajo que hacer. Hay un trabajo con respecto a la publicación, a la difusión de lo que sería poesía, dramaturgia y guiones.