“La suya es una poesía alegre, atravesada por la risa y el humor, pero también por la rabia, por la denuncia y la resistencia, por la amargura de vivir en un país solapadamente racista”, menciona el traductor Fernando Pérez en el prólogo de Encrucijadas, publicado por Editorial Pez Espiral. Hoy, Maitte Tompson, alumna de la Licenciatura en Lengua y Literatura de la UAH, nos reseña este deslumbrante libro y se atreve a desplegar una primera lectura de sus signos.
En Encrucijadas: antología poética (Espiral Editorial, 2024) se rescata la obra del autor brasileño Ricardo Aleixo (1960), una obra cargada de matices, simbolismos y alegorías cuidadosamente elaboradas con un lenguaje sagaz característico del poeta, y una mirada irónica sobre los aspectos más importantes de su vida. Y hablo de la vida, porque esta obra es reflejo de una cosmovisión que remarca ciertos aspectos fundamentales: el marcado racismo de la sociedad de donde surge, la cultura negra junto con su religión, y finalmente la exploración de la experiencia humana a través de los sentimientos más profundos que definen al individuo.
Los recursos que utiliza el poeta van de estructuras tradicionales hasta procedimientos más experimentales, lo que enriquece enormemente su escritura. Su lenguaje juega con las palabras: las entrelaza, las envuelve y las transforma, dejando al lector ante un ejercicio de análisis que no es contemplativo, sino predominantemente activo. Aleixo nos invita a un juego metódico y nos cuestiona como si estuviéramos ante un tablero de ajedrez: ¿usaremos las piezas blancas o las negras?
Esta antología se divide en varias secciones, cada una con distintos ejes temáticos, pero todas comparten una constante: la presencia de un hablante lírico inscrito racialmente como un afrodescendiente, dotado de una cultura propia, creencias y formas de desenvolverse en un mundo marcado por la discriminación y la violencia. En su poesía, Aleixo cuestiona y resignifica términos como “negro” o “blanco”, criticando el modo con el que la sociedad utiliza estas etiquetas para debilitar la igualdad racial y étnica. En Trívio, nos regala el siguiente verso: “mientras/+ pobre/+ negro/ mientras+/ negro+/ blanco/+ mientras+/ blanco/+ muerto/ mientras+ muerto/ uno+” (71). Los versos presentan la inestabilidad de estas etiquetas, ya que al final negros y blancos compartirán el mismo destino, la muerte. Pero en la vida esto no será así: las etiquetas generan una brecha que representará ventajas y desventajas.
Esta idea de un tablero de ajedrez, que corona perfectamente la edición de la antología y se desprende del poema “Einstein Remix”, sintetiza muy bien las ideas del autor, como por ejemplo su visión de que Dios jamás dispondrá de una oportunidad para ganarle, pues no se presta para juegos o cuestionamientos de seres mortales: “dios no juega a la paciencia/ porque no sabe esperar/ dios no juega al ajedrez. (103) Esta posición deja claro el panorama del juego entre blancos y negros, del que nosotros también participamos: las piezas blancas son las que tienen la ventaja de partida, a las negras, en cambio, les toca adecuarse.
Este enfoque se profundiza en los poemas “Blancos” y “Mi negro”, donde la poesía experimental se hace presente visualmente, con páginas enteras entintadas de negro. En “Blancos”, se describe la vida ostentosa, la masculinidad tradicional cristiana y la visión de un mundo sin cuestionamientos. La mención indirecta de los que no pueden encajar en esta visión se encuentra implícita en la frase “y los que no lo son”, que se esconde en el fondo ennegrecido. En respuesta, “Mi negro” ofrece una declaración directa: “Soy lo que sea que tú piensas que un negro es… Soy mi negro antes de ser tuyo… Cuando se dice que un hombre es un negro, lo que se quiere decir es que es más negro que propiamente hombre” (197). En este sentido, “Mi negro” no funciona solo como respuesta, sino también como una forma de subrayar la afirmación de una identidad que se resiste a ser reducida por un imaginario creado socialmente. Esto queda muy claro a continuación: “Puedo vaciar sobre tu blancura la negrura que define a un negro a los ojos de quien no es negro” (198-199).
Es fascinante cómo Aleixo utiliza el lenguaje de manera completamente innovadora para abordar temas tan relevantes, como lo son el racismo y la identidad. A través de su poesía, no solo se limita a reflejar una realidad, sino que la reconfigura y subraya su capacidad transformadora. Este uso del lenguaje no se queda en una simple representación de las problemáticas que aborda, sino que se convierte en un acto subversivo en sí mismo, permitiendo que el hablante lírico se apropie de nociones que históricamente han sido impuestas y en lugar de sucumbir a ellas, sea capaz de reinventarlas.
En el poema “Diario de cruce”, nos dice: “Pienso negro, chueco,/ zurdo. Escribo/ del mismo modo, y es/ así, también que vivo/ En la encrucijada. Al medio/ del remolino. Negro/ Chueco. Zurdo. Vivo” (203). Aleixo nos entrega, así, una postura clara, donde la identidad étnica, las convicciones y las posturas están en constante cuestionamiento. Sin embargo, potencia esta posición para ofrecernos una crítica elaborada y madurada. La respuesta que entrega contiene la sabiduría de un hombre que ya ha transitado múltiples caminos: no se trata solo de una queja; se trata también de entregar un mensaje a través de un lenguaje lleno de intención, que tiene como objetivo sorprender al lector, incluso a aquellos que lo enjuician.
La experiencia de leer este libro es sumergirse en un juego que al comienzo puede parecer confuso y desconcertante, pero que una vez adentro resulta completamente seductor. Las páginas entintadas, el carácter lúdico que adquiere su lenguaje, la tipografía y la fragmentación de las palabras conforman una poética única. La propuesta visual y de contenido, se complementan de forma perfecta, jamás resulta forzosa: cada palabra o estímulo visual contiene una coherencia. Se agradece, además, que se haya logrado transportar y traducir el formato que entrega la versión original, entendiendo lo complejo que puede resultar a nivel editorial mantener la esencia de la poesía de Aleixo. Por último, es sumamente útil poder contar con la versión original en su lengua madre, permitiendo realizar una comparación entre esta y la traducción realizada por Fernando Pérez, la que demuestra ser un trabajo minucioso que logra transportar al lector al mundo de un autor como Aleixo. Finalmente, la lectura avanza con tal intensidad y fluidez, que al terminar da la sensación de que el tiempo transcurrió demasiado rápido.
Encrucijadas: antología poética es el resultado de una cosmovisión y nos habla de una parte de la sociedad que vive día tras día adecuándose a un mundo injusto, pero en el que hay que reconocerse de forma individual. Si bien es importante señalar el “qué” de las cosas, Aleixo nos regala el “cómo” al ejecutar y trazar cada idea: “Mi madre me trajo al mundo,/ y lo que me pudo dar/ fue enseñarme a echar palabras/ al viento, a hacerlas volar. / Decía: Hijo, las palabras las has de saber usar” (119).