”Una certeza se impone, al menos: si el mundo fuera un animal, […] ofrecería el carácter de una piel parecida a la que se presenta en cualquier ser vivo y por la que cualquier ser vivo se distingue, precisamente. Si, por el contrario, fuera una máquina, no tendría piel (128). Este es un fragmento del último libro de Marcela Parra, La pescadora de estrellas (2023), publicado por Pez Espiral. Hoy compartimos con ustedes la presentación que hizo la docente e investigadora Camila Albertazzo, quien nos recomienda “leer a Marcela Parra. Pero leerle bien. Leerla con audífonos. Leerla con ventanas abiertas. Leerla con la cicatriz de la infancia abierta. Leerla con un sinte de los noventa. Leerla con el sonido del mar, uno que envuelve a una pescadora de estrellas“.
“El hombre contemporáneo se libera de las leyes de la gravedad espiritual. Aprende a flotar en la realidad cósmica, como en su propia realidad interior. Se siente invadido por el vértigo. Las muletas que lo sostenían caen lejos de sus brazos. Se siente como un niño que debe aprender a equilibrarse para sobrevivir. Es su primera experiencia”.
(Lygia Clark en La muerte del plano)
Los patios están hechos de paisajes
las casas llenas de continentes.
Las manzanas son cuadradas
y si te las comes
te crece adentro una ciudad.
(Marcela Parra en la Pescadora de estrellas)
Leer y escribir son procesos que se traducen en lo fónico. Los sonidos habitan nuestras cotidianidades y componen escenarios sonoros que pueden representar un continente. Nos sumergimos en el paisaje, entrando y saliendo de la lengua, en un baile que cruza, intermedialmente la cultura. Es imposible, entonces, no tararear canciones, no recordar la infancia en el sonido agudo y corto de la lluvia cayendo por alguna gotera o pasar por alto que el ruido de los autos podría recordarnos el mar a medianoche en una ciudad costera. Hay un imaginario del sonido que va mezclándose con la imagen de las cotidianas cosas mínimas que pueblan nuestros días.
Llenamos ese imaginario de cosas que solo entienden quienes habitamos la continenta americana, su dolorosa precariedad, sus colores huaynos, selváticos o desérticos; sus bosques violentamente verdes, su estética telúrica. El libro que hoy presento, La pescadora de estrellas (Pez Espiral, 2023), de Marcela Parra, nacida en Temuco en 1981, se abre a los lectores como una experiencia polifónica sin despegarse de la conciencia del paisaje y su geopolítica, pero concretizándolo en imágenes sinestésicas que nos permiten experimentar sensaciones cruzadas desde los sentidos.
Y digo esto, porque las líneas de lectura rápidamente se abrieron al sumergirme en La pescadora. La experimentalidad del texto, su riqueza en imágenes cotidianas y precisas; nos remontan a la explosión que surge en latinoamérica por los años cincuenta y que se extiende a la década del sesenta. Recientemente, la teórica argentina Andrea Giunta, en su ensayo Contra el el canon (2020), apunta “Es en los años sesenta cuando se quiebra definitivamente la idea de autonomía del lenguaje artístico; cuando los materiales de la vida misma, pura heteronomía: collage, assemblage, readymade, happenings, performances, se instalaron definitivamente entre las expresiones del arte” (Contra el canon, 36).
Pensando en lo anterior, la obra de Marcela Parra se instala en lo que llamaré estéticas de la sinestesia, es decir, imágenes que pueden provocarnos el despertar de otros sentidos. A modo de contexto, el arte concreto en Brasil, los surrealismos de Chile y Perú, las herencias inmediatas de las referencias beatniks y rockanrolleras en Argentina, sumado a la realidad continental, construyeron un panorama nutricio del que Marcela Parra es potente heredera.
La pescadora de estrellas se interna, primero, en las imágenes hopperianas de la soledad de la vida moderna. El poemario abre con versos como el que cito a continuación “Cada vez hablo menos/ me muevo más despacio/ por menos lugares/ menos desplazamientos/ más movimientos en el mismo sitio” (3) con el que nos introduce, en el escenario urbano, a un estado de inmovilidad abrumadora. Todo lo anterior viene acompañado de estimulación visual, dibujos que van evolucionando desde la línea clásica hasta la geometría abstracta; y por medio de la cual se nos lleva al juego. Marcela Parra, en este poemario, es capaz, a partir del uso de múltiples canales de sentido, de instalarnos brevemente en muchos tipos de escritura. Casi como un juego Oulipista, el lector debe ir buscando claves en estas imágenes.
Sin duda un punto fuerte del poemario se encuentra en la vinculación con la infancia desde ese mismo sentimiento de abandono y urgencia por la memoria, que podemos observar en los versos “Guarda tu memoria madre / en un recipiente que sea / más grande por dentro/ que por fuera” (23). La hablante, en estos textos, va dejándonos pistas acerca de la infancia y su carga de intimidades, de fuerzas y de nostalgias.
Aún con la inclusión de reflejos personales, la hablante también nos deja clara la fragilidad de los límites con los que va desarrollándose la vida, en versos como: “Somos algo que se escapa: / un fragmento que transcurre / en nuestros espacios y cuerpos imposibles de observar” (44). Es aquí donde podemos pensar en el teórico Jean Luc Nancy, quien en su libro La piel frágil del mundo (Editorial De Conatus, 2021) planteaba, entre otras cosas, recordar la discusión filosófica acerca de cómo el mundo vive hoy su condición temporal (ergo, la conciencia de su fragilidad), cito:
(ojalá) comprendamos que, en vez de querer detectar y descodificar los mensajes del origen y del fin, debemos acostumbrarnos al silencio y a la oscuridad que están en el corazón de todo estremecimiento y de todo surgimiento, ya sea el caso del choque de partículas, del nacimiento y muerte de seres vivos, de nuestras meditaciones o de nuestros delirios (35)
Pensando en la cita anterior, podríamos pensar que todo ejercicio sinestésico en el texto, permitirá al lector reflexionar acerca de cómo nos acercamos a la vida moderna; será una clave más en el puzzle experimental de Marcela Parra, quien recurre a la diversificación y dispersión de la escritura como metáfora concreta de la atomización del mundo en el que nos movemos y que lleva a un silencio y una oscuridad inasible como anuncia Nancy. El libro de M. Parra, entonces, me hace pensar que los recuerdos son paisajes sonoros y concretos, imágenes que podemos identificar como universales categóricos crono-geográficos y que pueden asomarse en cualquier recoveco del recuerdo, por lo que detonan efectos multisensoriales y atomizados en el lector, valiéndose de pequeños gestos. Ejemplo de ello es el poema siguiente:
Los pañitos a crochet se multiplican
como una armadura blanda
que solo se protege a sí misma
de sí misma
y de la bolsa de las bolsas
que se cría en la cocina (61)
Estas dos imágenes clásicas de las infancias de los ochentas, pañitos y bolsas, se preñan y se convierten en animales vivos, porosidad que permite, en su flexibilidad, escuchar el sonido crujiente de la bolsa o sentir la textura y la blancura de la tela, e incluso localizarlos mentalmente en el plano, sujeto al recuerdo del propio hogar. Este tipo de metaforizaciones nos ayuda a estetizar de modo lúdico el sentimiento que más arriba Nancy y la misma Parra nos advirtieron como inasible. La fragilidad de la emoción posmoderna se contiene en una gota atomizada de recuerdo. Dice la hablante de Pescadora de estrellas:
–Dicen que el alma se asoma por los ojos / repartida en dos esferas / que lucharon millones de años / para rajarnos la piel y aparecer” (69). Aquí vuelve a aparecer Nancy en el horizonte y su visión de la piel como el único rasgo que nos separa ya no de los animales sino de las máquinas. Cito:
Una certeza se impone, al menos: si el mundo fuera un animal, […] ofrecería el carácter de una piel parecida a la que se presenta en cualquier ser vivo y por la que cualquier ser vivo se distingue, precisamente. Si, por el contrario, fuera una máquina, no tendría piel (128)
Lo anterior nos puede hacer pensar que somos, entonces, una imagen con un límite de piel que a Parra le sirve de ojal para ver el mundo. Cuando la hablante establece esta piel rajada nos reitera que incluso en la inasibilidad de la variable cronológica y territorial se desgarra el mundo moderno pero no sin antes mirar el paisaje. La hablante está anclada a las grietas del paisaje y del dibujo de la ciudad como un cuerpo consciente de sí mismo. Arma y desarma, así, escenarios del espacio vacío. Cito como ejemplo el siguiente fragmento:
Las composiciones descomponen. Hay en esto una violencia amorosa. Una piedra como una nota, la plaza como una orquesta, barrios y comunidades como latentes sinfonías o conciertos completos que van a la deriva y que intentamos atrapar en medidas de tiempo (73)
A la sacralidad del espacio público que aparece en las imágenes anteriores, esta prosa poética, que vuelve a tensionar el estilo del lenguaje, agrega directamente una tercera máquina de lenguas que Parra domina bien. La metáfora de la música es otro modo de sinestesia. Al describir el mapa social de barrios, ciudades que también podrían sercontinentes que estallan como “sinfonía que va a la deriva”, la autora integra una nueva sensorialidad en nuestra experiencia lectora. Escuchamos el bocinazo, la frenada, el perrito, los pasos apurados de los viajantes con sus maletas en el pavimento. El barrio y las comunidades componen una masa viviente que tiene su propia piel sonora; cada lector puede recurrir a su sinfonía personal, que trazará las fronteras de su experiencia en el poema.
Para finalizar quisiera volver a referirme a Lygia Clark. Ella fue una de las artistas plásticas brasileñas más importantes en los últimos sesenta años. Su aporte al arte pasó por la cofundación de uno de los movimientos más transgresores de la época, el neoconcretismo. Partí este texto recordando a la Clark, porque al sumergirme en el mundo de Marcela Parra, no pude evitar recordar el mismo sentimiento de desconcierto y placer que me desnuda al ver una obra de Lygia Clark. La primera vez que presencié una de sus esculturas quedé demudada por la abstracción multisensorial de un borde en punta, con la simpleza de una porosidad geométrica, imaginario que también contiene La pescadora de estrellas. Surge la pregunta por la estética en los años veinte; la pregunta por la estética de los neoconcretos en los sesenta; y surgen también preguntas con las que Marcela provoca en el 2023 al lector. Cito:
¿Es la belleza un proceso digestivo?
¿Es la belleza una convención?
¿Es la belleza una diversión?
¿Es la belleza una diversificación?
¿Es la belleza la repetición de lo irrepetible? (73)
La escritora, al construir La pescadora de estrellas, nos brinda una experiencia lúdica y asimismo desgarradora, una composición de imágenes que despiertan lo explícito y lo no tan explícito, que generan una explosión sinestésica al texturizar el fonema hasta llevarlo al borde de su significancia; es cantar sobre la infancia, la desolación, el asco del mundo moderno, sin iluminar los oscuros, exponiendo el espacio vacío como un medio de ligazón con esa inasibilidad del tiempo en que vivimos, uno con audífonos para no invadir de biografía a lxs otrxs, uno con pantallas personales para no traspasar la piel de lxs otrxs, uno hecho de cinéticas geometrías que suenan como corcheas impúdicas golpeteando el sintetizador del paisaje de la infancia.
Antes de finalizar quisiera salirme de este tono, por el que me disculpo, demasiado academicista y aconsejarles: hay que leer a Marcela Parra. Pero leerle bien. Leerla con audífonos. Leerla con ventanas abiertas. Leerla con la cicatriz de la infancia abierta. Leerla con un sinte de los noventa. Leerla con el sonido del mar, uno que envuelve a una pescadora de estrellas.
Obras Citadas
- Clark, Lygia. La muerte del plano, (1960) en: Varios autores. América fría. La abstracción geométrica en Latinoamérica. (1934-1973), (España, Fundación Juan March, 2011).
- Giunta, Andrea. Contra el canon. El arte latinoamericano en un mundo sin centro, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2020.
- Nancy, Jean Luc. La frágil piel del mundo. De Conatus editores. España. 2020.
- Parra, Marcela. La Pescadora de estrellas. Editorial Pez Espiral. Santiago de Chile, 2023.