Con una breve temporada en el Teatro de la Universidad Católica, vuelve la premiada obra escrita y dirigida por Elisa Zulueta que fuera estrenada el año 2011.
La obra ha ganado cuatro premios Altazor, tuvo diversas presentaciones en 2011, 2012, 2013 y 2014 en distintas salas y teatros, además de una excelente crítica y un reparto de lujo. Con esas credenciales se presenta esta pieza teatral que se ha vuelto un clásico de la dramaturgia nacional.
Durante la celebración de la Noche de Reyes, una familia aparentemente funcional, se prepara para la cena. Uxué (Antonia Santa María), que sufre síndrome de Asperguer, practica junto a su hermano mayor Ian (Álvaro Viguera) una canción sorpresa para la familia, mientras el nerviosismo de Ann (Coca Guazzini) porque todo resulte bien esa noche es uno de los gatillantes de la acción. Ander, el padre (Sergio Hernández), manifiesta cansancio e impaciencia por la intensa energía de su hija menor Uxue y la histeria de Ann en medio de los preparativos de la celebración.
La familia se completa con Lucía (Elisa Zulueta), hija favorita y estudiante de medicina que encarna todas las ambiciones del padre. La canción que preparan Uxué e Ian acompaña una sorpresa aún mayor: Ian ha contactado a la tía Gladys (Catalina Saavedra), hermana de Ander y Ann, quienes han olvidado a su hermana exiliada años atrás en Estados Unidos. En efecto, Ander y Ann constituyen una suerte de «matrimonio de hermanos» sin la carga incestuosa de «Casa tomada»; Ann se ha mudado a la casa de Ander tras la muerte de su mujer, donde ejerce funciones maternales y domésticas, y rehúye así una vida propia.
La llegada de Gladys a casa de sus hermanos transita desde el humor -Gladys trabaja en un zoológico en San Diego y hace analogías animales constantemente- hacia el drama que esconde esta familia. Gladys ha sido exiliada a Estados Unidos debido a su desviación sexual (en palabras de Ann). Es en este momento en el que se destapa el quid del argumento: mientras Ann y Ander explican que la medida tomada con Gladys se debe a esta «desviación», los hijos, representantes de una generación más joven, no entienden la drástica medida. Podemos ver entonces que la obra no presenta un drama familiar sino un drama nacional. En nuestro país se enfrentan nuevas generaciones a las pasadas, las que antes tuvieron el poder, y que frente a cualquier situación inconveniente, sea la homosexualidad de un pariente o el paradero de un detenido desaparecido, siempre eligieron ocultarlo.
Es tan cercana esta conexión, que el padre de Ander, Ann y Gladys, quien toma la decisión de enviar a esta última a Estados Unidos, había sido un militar investigado por la desaparición de presos políticos en dictadura. Esconder bajo la alfombra la mugre, hacer desaparecer las verdades incómodas, ya sea a través de una nueva vida en Estados Unidos o tirando al mar cientos de cadáveres que nunca podrán ser sepultados por sus deudos, es, finalmente, una medida equivalente: la forma de vivir de las generaciones pasadas, las que a toda costa forzaron y mantuvieron un aparente estado de normalidad.
Ian y Lucía, esta nueva generación (que puede corresponder tal vez a la generación de los hijos de la dictadura), representan la búsqueda de justicia e igualdad. Son la generación que mata al padre, que descree de las instituciones, y que busca la revolución sin lograr hacerla, tal como le dice Ander a Ian, al encararlo por el desastre familiar que significa la llegada de Gladys y el esclarecimiento de esas verdades que tanto incomodan.