Hace unos meses llegó a mis manos La huida de una gaviota con el huevo de un güanay (Lima: Magreb 2011), libro de relatos de Rubén Millones (Lima, 1976), con una singular dedicatoria de su autor, en armonía con el título del libro, por cierto: «aquí te mando este huevo […]». Uno se podría preguntar qué tienen en común un huevo y un libro –como para justificar la metáfora– y ensayar respuestas variopintas: respuestas cursis (huevo y libro son nutrientes del cuerpo y del espíritu), esotéricas (en ambos germina un mundo), gastronómicas (uno se devora un buen libro como se devora un huevo) o zoológicas (como al huevo, al libro hay que empollarlo). Pero una vez realizada la lectura (roto el cascarón), tiendo a pensar que dedicatoria y título no enfatizan el huevo propiamente tal, sino el desplazamiento del huevo: el huevo se roba, el huevo participa de una fuga, el huevo sufre una mudanza.
Y es en este sentido que el libro de Rubén Millones logra su mayor solidez. Se trata de nueve relatos de temas diversos –una chica que descubre la vida secreta de su novio, una estudiante que se enamora de su profesora y se declara en el ensayo final del curso, un padre que muere intentando recuperar la admiración de su hijo, un hijo que está lejos de casa y escucha la grabación que le envía su padre– cuyo conjunto suma una serie de búsquedas: existenciales, de identidad, de vocación, de amor, de sexo, de comunicación. Y si algo tienen en común estos relatos, es que en todos ellos ocurre algún grado de desplazamiento: el huevo –el gran significado, el mundo total, el final presentido– cede siempre su lugar al vacío o al fragmento o a la incertidumbre.
Rubén Millones no se conforma con estos desplazamientos sino que ensaya distintas texturas y estilos escriturales. Los primeros relatos, por ejemplo, tienden a construirse en un sentido más bien «tradicional», en la medida en que hay una anécdota o un conflicto que se desarrolla y encuentra una solución final. En estos textos, el huevo se roba por asalto en las últimas líneas y aparecen historias secretas, como diría Piglia, para provocar al lector o, al menos, para incomodarlo en su sillón de terciopelo verde. Otros relatos más experimentales se agrupan bajo el título de «Tres fragmentos». Especialmente interesante y logrado es el primero de ellos, «Esperando a tu amigo», en el que «escuchamos» los dos lados de un cassette que un padre le graba a su hijo ausente. Este monólogo espontáneo y lleno de rasgos de oralidad reconstruye por ausencia el huevo robado: el hijo, el padre, la madre, las relaciones familiares, todo queda sugerido a partir de los silencios y de lo no escrito. Cierra el libro una serie de textos englobados bajo el título «Hamburg Stories», en el que el lector logra rastrear un «viaje» de ida y vuelta de un inmigrante alemán a Perú y su retorno y muerte en Hamburgo. El huevo, símbolo de la unión entre el principio y el fin, se rompe dejándonos expuestos a la fragilidad de la vida y a la perplejidad de las mudanzas.
La huida de una gaviota con el huevo de un güanay se suma a Tengo la cucaracha, libro de relatos que Rubén Millones publicó en Lom en el 2006. Esta nueva entrega vuelve a posicionar a su autor dentro de la joven narrativa peruana que se aventura en el difícil formato del cuento. Estoy segura de que los lectores de Rubén Millones esperan que el próximo cascarón que se rompa nos ofrezca su primera novela.