Borges, agonismo y epigonía. Santiago de Chile: Editorial Palinodia, 2007
Podríamos considerar las obras de arte como espacios públicos, dispuestas para ser transitadas por múltiples discursos críticos y teóricos, algunos complementarios y otros en disputa, para abordarlas desde diversos ángulos, con diversos fines (de difusión, exegéticos, destructivos, laudatorios, etcétera). De esta manera, son plaza de una proliferación discursiva que genera un tejido de voces, las cuales finalmente constituyen la valoración de las obras y le otorgan un peso específico en el panorama social y cultural. De este modo, las grandes obras literarias –o aquellas canonizadas– gozan por lo general de una mayor concurrencia. La obra de Borges es un claro ejemplo de esto, un campo de pruebas y ensayos teóricos; a saber: estructuralismo, estructuralismo genético, psicoanálisis, impresionismo, postestructuralismo, lecturas en clave de humor, de ciencia ficción, filosóficas, comparativas, de género –por mencionar solamente las que están más a la mano–, han abordado sus textos.
En este terreno altamente poblado, el académico chileno Carlos Pérez Villalobos decide intervenir con un ensayo sobre la obra de Borges, para explicar parte del funcionamiento de la maquinaria borgeana. Para esto revisa ciertos textos que define como hitos vitales del autor y hace una especie de historización o genealogía del universo que emana de sus obras, a la vez que una fijación de ciertas relaciones intertextuales, teorías literarias o filosofías aplicables, para iluminar la obra desde sus colateralidades/coincidencias con otros textos y autores. Cabe señalar que este ensayo aborda elementos biográficos, cuentos y ensayos del propio autor, así como referencias a una batería interpretativa postestructural para abordar los diversos tópicos analizados, lo que le otorga un perfil académico cercano a la filosofía, pero que no posee las taras propias del academicismo duro, jugando con una forma ensayística que busca ser más sugerente. De todos modos es un texto para iniciados, que se instala dentro de este panorama para proponer una discusión desde referencias preexistentes, lo que no deja de ser meritorio y necesario, puesto que revitaliza ciertos tópicos tradicionales y los cuestiona en su inercia.
El libro está dividido en tres partes, las cuales forman una totalidad interdependiente, más que ensayos aislados. Esto, debido en gran parte a que, como bien adelanta su título, hay dos ejes que sirven de guía para analizar la obra de Borges a lo largo de sus capítulos: agonismo (“espíritu de lucha”, según define la RAE) y epigonía (“hombre que sigue las huellas de otro, especialmente el que sigue una escuela o un estilo de una generación anterior”, según la misma fuente). En la introducción ya se presenta un acercamiento a los elementos generales que implican ambos conceptos. El segundo hace referencia a la idea -central en este ensayo- de que no hay originalidad ni novedad en literatura, sino que la relación epigonal con otros autores y obras es lo que nutre la escritura. Se plantea que esto se torna consciente en Borges el año 1929, tras la publicación de su tercer libro de ensayos: al poco andar renegó y se arrepintió de estos primeros tres volúmenes de reflexiones, cuyo resultado fue la prohibición de reedición a lo largo de toda su vida, reapareciendo recién a principios de los ‘90. Pérez Villalobos propone que en aquel momento, este primer impulso vital y vanguardista de búsqueda de la novedad durante la década de 1920, fue reemplazado por una escritura consciente de ser deudora de otros textos.
Desde aquí podemos relacionar que el primer concepto –prácticamente no explicitado en el texto-, alude a un mecanismo originario y particular de la obra a estudiar, una especie de resiliencia propuesta por Pérez Villalobos para Borges, quien tras este primer fracaso intelectual, se desarrollaría como el escritor que conocemos. Además se recalca un rasgo presente en su obra, así “como en la de los maestros de la modernidad” (p.5) y que es mostrar los límites de la literatura, del lenguaje, sus mecanismos de producción y funcionalidad, lo que evidencia una crisis de la representación, que vincula esta obra con sus propias limitaciones, desde la cual el autor logra imponer su mirada. Este estado de desahucio que se revela en el diagnóstico literario sería un elemento motriz de la mecánica borgeana, según nos señala Pérez Villalobos, pues la conciencia del fin es a la vez una de las constantes que estructuran y se encuentran en el centro de la producción literaria y ensayística de Borges.
Los alcances de ambos conceptos llevarían entonces a la disolución del límite entre ficción y realidad, así como los de la de autoría, cuestionando constantemente lo “real” en tanto posible delusión, tema central para Carlos Pérez Villalobos. En la introducción se cartografían ya los elementos a profundizar en el libro. Eso sí, antes del primer capítulo, se plantea lo siguiente: la ficción borgeana, con su marcada impronta alegórica, dramatiza desde la narrativa el trámite de su construcción y recepción (p. 9), el lector adquiere un rol vital, desarrollado desde una “perplejidad metafísica”.
En el primer capítulo, “La trilogía cautiva”, se desarrollan y analizan las implicancias de la censura autoimpuesta a los tres primeros libros de ensayo por parte de Borges, constituido en un hito bio-bibliográfico clave para el desarrollo de su obra, pues tras este fracaso como escritor vendría la conversión formal. Este proceso de transformación se llevaría a cabo mediante un proceso de reflejarse y convertirse en otro; el autor de esos libros desterrados pasa a ser un sujeto indeseado. La operación analítica que nos propone Pérez Villalobos está entre lo psicológico y lo literario, al considerar como las categorías de autor y narrador se funden constantemente, elemento clave para conducir a Borges a su cima como escritor. Este proceso de automarginación y destrucción (según Borges cuando encontraba alguno de estos ejemplares los quemaba) es vinculado con el proceso de lectura, en tanto el escritor es a la vez lector y crítico. Para esta nueva etapa “post-fracaso” se asocia la escritura borgeana con la forma enciclopédica, que le otorga la distancia necesaria para escribir. Otros tópicos considerados en relación a esto son: la traducción como destino inevitable (incluso para la creación), y la idea del doble y el espejo.
La segunda parte de este ensayo se titula “Del culto a los libros” y profundiza en el rol de la literatura y la escenificación de su función social dentro de la realidad en el universo borgeano. De este modo se aborda la idea de la biblioteca como universo dentro de la institución literaria moderna, con una disputa del estatuto del libro que se pone en tensión en la obra borgeana, entre una idea del libro total, sagrado (concepto premoderno) y la escritura ilimitada, nunca acabada (concepto postmoderno). Se cruzan lecturas desde ambos lados para poner en crisis el andamiaje del sistema de representación de la institución literaria, tras la pérdida de la función ritual y sagrada del libro. Esta secularización en la mirada permite que existan cruces y parodias en la manera de entender los factores de la comunicación literaria como sistema, y establece planteamientos extremados de estos elementos (rol del mensaje, lector, canal, código, etc.), que se proyectan hasta el absurdo. Otro elemento interesante es el vínculo –epigonal– con Paul Valéry, en tanto éste ve la historia de la literatura como “Historia del Espíritu como productor o consumidor de Literatura” (p. 91). El medio de producción/recepción es entonces un fin en sí mismo (se le escenifica), y no solamente la obra vista como un producto o un ente aislado [1]. Así, la obra existe en la lectura y según sus contextos plurales de recepción, por lo que queda el sentido a merced del lector. Aquí Pierre Menard es un claro ejemplo del límite del proceso de producción como valor en sí mismo.
Es interesante el rescate de la idea borgeana de que toda obra es un borrador: la categoría de texto definitivo “no corresponde sino a la religión o al cansancio” (cita de Borges, p. 115). En el capítulo se profundiza en esta idea, así como la relevancia de exhibir lo “doméstico y de gestación” que tienen las obras, en contraposición al interés de “hacer creer” que la forma resultante está ya al comienzo (130), en un movimiento de desacralización de la literatura mediante la exhibición de sus procesos.
La tercera parte y final de este ensayo, “El escritor argentino y la tradición”, aborda al inicio el ensayo de Borges titulado de manera homónima, que postula el trabajo literario a las orillas de la tradición como un elemento liberador, debido a que se puede usar con mayor flexibilidad la cultura universal. Se ahonda además en la forma de ver lo “exterior” en Borges: desde el interior de una biblioteca, lo que genera una tensa relación, en que surge un pasado/afuera épico -presente en ciertas obras- que no vivió. La literatura llenaría esta carencia, transformándose en fetiche, para lo cual construiría vestigios de pasado. Se revisa la idea del canon como una forma de leer, que cambia la recepción y fuerza el distanciamiento de la obra desde su materialidad, desde la crítica y el espacio editorial. Desde aquí se aborda la relación con la gauchesca y la relectura que hizo Borges. Esto lleva a retomar la discusión sobre la memoria, pues esta existe solamente en la escritura, antes no existen los hechos. La inscripción histórica entonces es la que puede llevar a los acontecimientos a suceder, ante la necesidad de ser capturados por el lenguaje como mecanismo único de autoconciencia. Además se profundiza en las variables del tiempo y la eternidad; de la lectura como metáfora fundamental de la historia; la relación con T. S Eliot; y se abre una lectura emparentada con el psicoanálisis de Freud desde la conformación de lo simbólico a través del lenguaje.
Como consideración final, cabe señalar que el libro a ratos divaga y puede llegar a resultar algo disperso, obligando al lector a recapitular las ideas que se están tratando para ordenarlas y desentrañar algunos elementos propuestos a medida que se avanza. Esto se puede ver manifestado en el apartado final de la bibliografía, que vuelve a enunciar la hipótesis, como una manera de hacer patente el sustrato del texto. Pese a no tener un eje estructurante del todo claro o firme, el ensayo resulta interesante y sugerente en su forma, al poner en relación autores, ideas y obras dentro del sistema literario borgeano que permiten establecer vinculaciones que no aspiran a ser totalitarias, sino a entregar herramientas de análisis y consideración para la lectura e incluso investigación de ciertos tópicos enunciados.
Si consideramos que todo está escrito, como en la “Biblioteca de Babel”, hipótesis abordada además en este mismo texto como eje de la obra borgeana, podemos decir que este principio no es exclusivo del arte y se puede extender a la crítica e investigación literarias. En este sentido no es muy difícil cotejar que el libro de Carlos Pérez Villalobos aborda varios tópicos que no son del todo novedosos en el campo de estudio sobre Borges, lo que no posee ninguna incidencia negativa, debido a que en el destino epigonal de la escritura, devenida en reescritura, este texto es borgeano según sus propios parámetros. Aquí lo relevante es el “cómo”, no el “qué”. Es decir, la manera en que el autor utiliza ciertos materiales y claves interpretativas dentro de la vasta gama existente, destinado a no escribir nada nuevo en sus contenidos, sino a reordenar materiales, en su combinación y selección. Al igual que la imposición de Borges, la crítica debe considerarse también como la reescritura y relectura en tanto proceso de combinación o ejercicio sintagmático que permite iluminar y relevar huellas sepultadas por otros. Esto es finalmente un acto político, pues la selección, actualización, revitalización y difusión de tales o cuales elementos de una obra, para ponerla en crisis y/o dialogar, guarda directa relación con su contexto, siendo la crítica necesaria para renovar los discursos al respecto y reevaluar los puntos de vista. Así, podemos decir que el texto de Carlos Pérez Villalobos cumple con estas expectativas, permitiendo renovar las lecturas de la obra de Borges desde problemas que nos resultan actuales y pertinentes.
NOTAS:
[1]Dentro de las reflexiones instaladas por este ensayo, resulta sugerente esta idea, pues en el escenario literario precisamente la valoración sigue realizándose desde la totalidad final de la obra, a diferencia de lo que ocurre en el campo de las artes visuales, donde el medio de producción está mucho más presente, estableciéndose en muchas ocasiones su “llegar a ser” como contenido de la obra más que su “ser”, imponiéndose el proceso de producción como un elemento clave dentro de la reflexión, exhibiendo su artificialidad y operaciones constructivas.
Mirta
7 noviembre, 2010 @ 13:37
Muy Bueno.Expresa la visión de Borges, el comprender y vivir en la lucha interior de lo bueno y lo malo,sin tener otra posibilidad que la de estar en el mundo conocido por todos. A la vez ser uno y encontrarse solo, que lo lleva a sentir la necesidad de convivir apesar de las diferencias.