La novela Apache de Antonio Gil (Sangría Editora, 2014) tiene presente en toda su extensión un elemento pocas veces perceptible en la lectura: la experimentación con la forma clásica de la novela; en este caso, explora, en primer lugar, el límite entre la literatura y la historia; y, en segundo lugar, el lector puede darse cuenta de que cada uno de los capítulos se ensamblan, al final de la lectura, en una bien lograda narración. Esta obra aborda diversos temas que se articulan en torno a la reivindicación de la figura del líder anarquista español Buenaventura Durruti, quien en el año 1925 viaja a Chile desde España para protegerse junto a su grupo denominado «Los Errantes», con los cuales protagoniza el asalto a la sucursal Matadero del Banco de Chile, escena clave en la obra.
La forma en que Gil plasma los acontecimientos es absolutamente variada y no siempre mantiene la vinculación con el tema central, por lo tanto mediante la lectura se viaja a través de una amalgama de registros literarios y una multitud de contextos diversos; uno de los ejemplos es cómo se representa la época mediante la importancia y poderío de la aristocracia. Así, como marca contextual expuesta en un pequeño capítulo, aislado del resto del relato, se nos presenta la situación social de los controladores económicos, interesados en los clubes sociales y en la posibilidad de hacer negocios: «Mientras el embajador británico bebía su segunda taza de Earl Grey, no pudo dejar de pensar en los lánguidos Whitaker, en los fruncidos y cobardes Spencer (…) y en toda esa rara fauna que poblaba el Carlton Club de Londres, donde a él nunca lo admitieron. Es que el Carlton era el club privado para caballeros con más tradición de la capital inglesa (…). Hoy ser miembro también da derecho, además, a utilizar los servicios de cientotreintitrés clubs repartidos por treintiséis países» (209).
Otros ejemplos de registros contextuales son las escenas junto al policía Krumm Aguirre, el cual, preocupado de la situación anarquista en el país, «lee imperturbable y subrayando algunos párrafos del libro Psicología del anarquista, del francés August Hamon» (120), libro en el que encuentra frases como esta: «Es necesario precisar lo que significa este nombre de anarquista, pues que una multitud de géneros diferentes de hombres es comúnmente clasificados bajo esta denominación.» (121) También podemos leer pasajes que describen la situación minutos antes del asalto al banco: «El grupo deja atrás la residencial y toman diversos rumbos. No es verídico que Durruti se dirigiera al centro de la ciudad. Fue Francisco Ascaso quien marchó hasta la plaza de armas en busca del auto de alquiler que requería la operación. Elige, como ya sabemos, el inmenso Hudson azul, que erróneamente algunos cronistas han pintado de negro (…). Lo aborda y pide amablemente a su conductor lo lleve hasta la sucursal Matadero del Banco de Chile. En San Diego se detiene para que lo aborde Durruti. Ya en la sucursal bancaria, este último desenfunda su revólver y lo apoya en la cabeza del chofer.» (192) Pasajes como estos tienen la función de subrayar el carácter histórico de los hechos narrados, en algunos casos desde varias perspectivas.
Por otra parte, Antonio Gil nos obliga a una lectura detenida, ya que en el texto a veces se confunde la voz principal con la de algún texto que se cita o algún libro que leen los personajes. En este caso, el capítulo treinta y ocho es precisamente confuso si no se posee la habilidad de distinguir la voz del narrador. Dicho pasaje de la obra comienza con párrafos de Mijaíl Bakunin, autor que constantemente Durruti está leyendo: «Yo no soy ni un sabio, ni un filósofo, ni siquiera un escritor de oficio. He escrito muy poco en mi vida y solamente lo he hecho, por decirlo así, a pelo, cuando una convicción apasionada me forzaba» (114). De igual manera, algo fuerza a Antonio Gil para entregar este trabajo dotado de un valor histórico y, a la vez, subjetivo.
No sólo aparecen citas textuales a otros libros o una narración de cuño realista, sino que pueden encontrarse también pasajes escritos en un lenguaje más literario y, por ende, menos histórico, centrados en la subjetividad del personaje: «A ese mundo raro, a ese Chile vuelto una colonia informal, pero oficiosa de la Gran Bretaña, llegaba Buenaventura Durruti Dumange (…). Seguía mirando sus manos rojas de una sangre que nada más él podía ver y que, seca ya, formaba una gruesa costra negra entre la línea de la vida y la línea del destino, escondiéndolas» (42). Respecto a lo anterior, se aprecia la opinión del autor sobre un Chile bastante dominado por influencias económicas extranjeras, siendo así la matanza de obreros en el Norte un relato secundario que da cuenta de una época manchada por el Imperialismo.
Luego, en Apache se encuentra una cita de Ilya Ehrenburg, amigo del propio Durruti, que menciona lo siguiente: «Ningún escritor se hubiera propuesto escribir la historia de su vida: se parecía demasiado a una novela de aventuras.» (17) No por nada está esa cita dentro de la novela: en esta obra no hay una mera propuesta biográfica ni novelística, ni mucho menos una narración baladí, tampoco un mero periodismo, sino que un llamado de atención a la gran figura que fue Durruti, tal y como puede leerse en el capítulo sesenta y seis: «Convengamos que relatar hechos acaecidos hace setentitantos años se asemeja, en mucho, al recordar un sueño muy antiguo. Un sueño del que guardamos apenas trozos fugaces, recortes e imágenes difusas» (182) que, de alguna manera, son recopiladas como elementos de una crítica al patriarcado y al poderío económico que oprime al proletariado.
Sólo al terminar las 232 páginas se logra entender el texto en su complejidad: Apache anhela un lector, cuyo atento ojo crítico debe ir en dirección de la comprensión de los personajes y de su contexto sociocultural. Esta novela aspira a ser un relato histórico, pero sin perder su carácter ficcional, lo cual le impide ser un simple texto de datos biográficos que implica la utilización de citas textuales. En síntesis, debe tenerse en cuenta las palabras del autor: «Contar esta historia es como contar los anillos de un árbol: se va muy despacio, equivocándose, para volver a empezar una y otra vez.» (151) Suelo pensar que el trabajo que supuso Apache para Antonio Gil fue una búsqueda ardua de datos históricos, literarios y filosóficos que dieran sentido a todo lo que rodea a la historia, como una forma más de mantener un legado escrito, con firme postura, a falta de estatuas o monumentos en representación al líder anarquista. Creo que el retrato de Buenaventura Durruti está plasmado fielmente como el líder que fue y da para debatir el acto de robo cometido por «Los Errantes», que se puede concebir como simple vandalismo o un golpe simbólico a los dueños económicos de Chile.
Antonio Gil
27 mayo, 2022 @ 5:47
Muy acertado comentario