Hoy publicamos un fragmento de La casa de las arañas, novela del escritor, traductor y periodista Nicolás Poblete, que será publicada prontamente por Editorial Cuarto Propio: “Arriba es otra cosa, no se puede juzgar sin saber. Mira lo que te digo, nunca lo sabemos, porque solo al final, y ni siquiera eso es seguro, solo cuando uno da el último suspiro, como se dice, se abren las compuertas, se abre uno, te dan permiso para abrir las puertas de la percepción. Entonces está mal que nos veamos como víctimas. Ni tú ni yo somos víctimas porque eso Él no lo permitiría. Una cosa es sufrir, porque esa es la vida, consiste en sufrir, incluso el trabajo tiene que ser sufrimiento, por eso cuesta tanto ganarse los pesos, y otra cosa es ser una víctima. Ni siquiera los que están desapareciendo lo son, porque, yo sé, ellos, los que están desapareciendo, van a ser mártires y cuando uno es un mártir es imposible ser víctima. Ser mártir es totalmente lo opuesto a ser una víctima”.
“La guagua que me hizo esa serpiente: tú eres el resultado”.
1974, San José de Maipo, Chile.
“¿Y en qué andará tu papá? Eso es lo que se llama una pregunta retórica, Felisa, porque yo sé, y tú también debes saberlo, ya tienes la conciencia para entender, para juzgar quién es, de qué materia está hecho tu papá, en qué pasos anda, allá, según él, repartiendo bebidas, balones de gas, insumos en El Melocotón, hasta El Volcán. Ahí se… adentra tu papá, y con la excusa del toque, se queda a dormir por esos lugares, se acuesta ahí quién sabe con quién. Pero yo soy tonta, a lo mejor, porque siempre he tenido claro que un hombre como el Mario Celestino iba a ser así. Ese tipo de hombre, quiero decir, ningún hombre cambia, no cambian, Felisa, apréndelo ya. Yo sé que eres una niña inteligente y eso es muy importante, porque siempre es mejor estar al tanto. Pero, ¿sabes una cosa? Uno aprende hasta donde puede, porque nadie tiene la vida asegurada, solo Él sabe cuándo nos lleva o nos saca de este mundo. Mira lo que está pasando, ¿quién puede entenderlo? ¿Quién puede entender que yo, una secretaria profesional, esté ahora en lo que estoy? Cesante y gastando mis últimos pesos, esos míseros ahorros, en darte de comer a ti, porque tu papá no puede controlar su… sexualidad. No me engañas con esa cara, aunque es bueno que aprendas ya a disimular. Yo sé que entiendes lo que te digo. Claro que lo captas, porque toda mujer lo capta, aunque sea una cabra chica, aunque sea… Cualquier mierda chica lo sabe y lo debe saber. Es mejor así, para no encontrarse con sorpresas cuando ya es muy tarde y cuando ya te han hecho la guagüita. Tú no tienes la culpa, pobre cabra, pobre mierda chica, Dios me perdone. Anda a saber tú si ya está en sus planes perdonarme, perdonarnos, y todo esto es una prueba más. Por la mierda que las pone difícil, discúlpenme. Arriba es otra cosa, no se puede juzgar sin saber. Mira lo que te digo, nunca lo sabemos, porque solo al final, y ni siquiera eso es seguro, solo cuando uno da el último suspiro, como se dice, se abren las compuertas, se abre uno, te dan permiso para abrir las puertas de la percepción. Entonces está mal que nos veamos como víctimas. Ni tú ni yo somos víctimas porque eso Él no lo permitiría. Una cosa es sufrir, porque esa es la vida, consiste en sufrir, incluso el trabajo tiene que ser sufrimiento, por eso cuesta tanto ganarse los pesos, y otra cosa es ser una víctima. Ni siquiera los que están desapareciendo lo son, porque, yo sé, ellos, los que están desapareciendo, van a ser mártires y cuando uno es un mártir es imposible ser víctima. Ser mártir es totalmente lo opuesto a ser una víctima. Y si está en tu voluntad, me refiero a ellos, ponerse en la línea de fuego, pues así tendrán que pagar. Lo dicen las escrituras, a veces, la única forma de pagar es con la vida de uno mismo, ¿y qué vamos a hacer? Eso no se puede cambiar. Está escrito así y no somos nadie como para contradecir lo que está estipulado desde tiempos inmemoriales. Debemos agradecer, Felisa, porque solo agradeciendo uno valora y aprende. ¿O te crees que llorar sirve de algo? Eso es lo que tiene un hombre ahí, ¿sabes? Y eso ni siquiera depende de ellos, porque eso… los comanda a ellos. No es como nosotras, hija. Nosotras somos distintas, somos más buenas, de chicas lo somos, también de alma, después uno puede cambiar o la misma vida, quiero decir, los hombres, te cagan, te… degradan. ¿Sabes por qué? Porque solo hay un hombre, uno solo en este mundo, en realidad no está en este mundo y tampoco es un hombre-hombre, pero, curiosamente, es todo eso al mismo tiempo. Y solo Él, ese hombre, ese ser, es una… entidad, sí. Solo Él comanda su vida y no es comandado por esto, por ese órgano de destrucción. Tu papá eligió lo que eligió. Claro que fue una elección, porque uno tiene que saber dónde está parado en este mundo, en el sentido de cuáles son tus convicciones, tus valores. A mí me echaron y por eso tú también caíste, pero no me arrepiento, quiero decir, no me quejo porque quién quiere estar rodeada de comunistas, eso nunca. Y claro que él sabe en lo que anda, porque por algo persiguen a la gente que persiguen, y si tú sabes cómo son, ¿para qué te metes con ellos? Con ese tipo, anda a saber qué esconden ahí. Armas, es lo que escuché, pero de mi boca no ha salido nada de eso, nunca. Y esa vieja con sus vinos calientes, cómo se llaman, en esas peñas a las que tu papá le gustaba ir. Según él, es solo porque les reparte las bebidas y los panes, pero yo no soy tonta. Oye, yo soy bonita, eso lo sé y todos lo saben, todos me lo dicen, pero aquí estoy, contigo, al lado tuyo, mientras que él, claro, el churro llegado del norte, con esa risa y ese modo galán. Claro que uno cae… con esos ojos. Pero también su olor a cigarro, a ropa pasada a humo viejo; cigarros y también de asados y hogueras. Esas peñas… y algo capilar, como una loción amarga, entonces no… Una serpiente, hombre-serpiente, porque algo libidinoso también en esa garganta, mientras tragaba. Mario Celestino Bórquez. Mario Celestino. Mario. Celestino. Tu papá. Sé identificarlos; ese tipo de hombres cuya sexualidad es incluso evidente en su cuello. ¿Y sabes lo que se siente? Por lo menos yo, como si tuviera un árbol dentro de mi pecho, un ramaje que es llenado con agua, inundado con tanta agua barrosa, ahogándote… Dios mío, es como el río cuando está lleno. ¿Te acuerdas cuando se inundó y se desbordó? El río se lleva todo, te avasalla. Así mismo es, en tu cuerpo. Y ¿sabes qué, hija? Eso no está bien. Esto no puede repetirse. No debe repetirse… porque es un exceso, es lo que puede desquiciarte, porque te… obnubila. Ay, mi amor, tengo miedo. Tengo miedo de que nos haga algo ese hombre. Pero es raro que eso pase. Ya no. ¿Tienes miedo tú también? Tienes toda la razón de sentir miedo, y yo soy mala madre quizá porque no me siento capaz de protegerte, pero lo voy a hacer igual, cueste lo que cueste. Lo único que una madre debe hacer, al final del día, lo último, la única prueba final, la que debes responder, o sea, cuando te piden rendir cuentas allá arriba o donde sea que sea; la insuperable prueba, porque puedes haber sido exitosa en mil cosas y también puedes haber cometido millones de errores, entonces solo queda, de tu paso entero sobre esta tierra, como mamá solo queda eso: poder responder sí, fui una buena madre. ¿Por qué? Porque te protegí, protegí con mi vida a mi hija. Es lo único que vale al final de nuestra vida. Pero es un final que es el principio, escucha lo que te digo. Al final, me hicieron un favor, claro que el favor fue para todos. Imagínate ver, o sea, sentir que cuando te echan, es como un regalo. Ahora lo tengo claro. Para mí siempre ha estado claro y yo no estaba contenta ahí… añoro otros tiempos, este tampoco me gusta… Pero anda a saber tú, si ya la vida de uno es una prueba para uno, pequeña, porque es una sola vida, imagínate lo que es una prueba para un país entero, que Él decida poner a prueba a un país completo, como en otras ocasiones ha hecho con algunos pueblos. Ahí nadie puede… no queda otra que aceptar la prueba, aunque la vida se nos vaya en ello. Uno no tiene la capacidad para comprender y ver tanto en el futuro, pero Él sí puede ver el horizonte, puede ver todo el futuro que le queda al planeta. O sea, el futuro es de Él, Él lo crea y lo diseña, entonces no es de extrañar que uno no sepa cómo va a venir la mano… Tampoco idealizo todo el pasado, claro que no, ese tiempo donde todos, hasta mi papá, tu abuelo, iban a las casas de putas, así mismo te lo digo. Ellos son los hijos de puta. Y… Ya, ahora acuéstate bien. Duérmete, que tengo que ordenar, tengo que limpiar. Y mírame bien, porque este va a ser mi peinado, mi corte. Qué me importa, quién me ve. Responde, pues. ¿Quién me ve a mí? No me refiero a ti, eso es obvio… Porque a tu papá ahora le gustan las viejas de pelo largo. ¡Un asco! Pero ya está, porque todo se va, mi niña. Mi niña linda, todo se va y queda en el pasado, como lo mismo que te estoy diciendo ahora. ¿Ves cómo este pelo ya es otro? ¿Ves cómo mi peinado anterior ya está en el pasado? Así mismo es. Oye, así es la vida y llorar no tiene nada que ver, son emociones solamente. Tú también lo sabes, porque eres inteligente, saliste a mí y no a ese degenerado caliente, por eso lo sabes… ¿Ves que no hay de qué preocuparse? Ya te dije que llorar es… no es lo que Él quiere de nosotras. Al contrario, lo que necesitamos es valentía, pero no arrogancia, sino sumisión. Es una tranquilidad, porque es lo único que podemos hacer y para lo que no se necesita hacer ningún esfuerzo, aunque no entendamos eso en toda nuestra vida. Al final, uno deduce que todo el esfuerzo es en vano, pero no me malinterpretes. Cuesta realizarlo, pero no tendría que costar si supiéramos, si obedeciéramos desde un principio, como fue estipulado. Lo que pasa es que ahora debemos pagar por esa arrogancia que te digo. Todos estamos pagando, como país entero, porque nunca se debió intentar torcerle la mano a Él. Yo vi, en ese mismo colegio, cómo querían sacarlo, y te lo digo, sacarlo hasta de las mallas de estudio: sacar el ramo de religión. ¿Cómo se puede aguantar algo así? Él no lo iba a tolerar, y si ese es el castigo, porque no me digas que quien siga esas órdenes no merece un castigo, pues así es no más. ¿Me entiendes cuando te digo que me hicieron un favor? Uno después lo comprende. Es verdad que en ese colegio te aguantaron, de chica, pero ¿qué madre quiere esa educación contaminada para un hijo, una mierda chica que está recién entrando al mundo y que no aceptan que aprenda de religión? El favor que te digo fue para muchos. Por algo cerraron ese colegio hereje que se creía superior al mensaje de Él. El castigo fue un golpe, así tal cual como la palabra lo indica. Un golpe para toda la ciudadanía. No es novedad que pagan justos por pecadores, como el cordero, que no tiene ninguna culpa de su condición, de ser un cordero, pero, ojo, que también hay lobos con piel de oveja, entonces no es nada de fácil, nunca es fácil, si no, no estaríamos en esta tierra para aprender, nunca se sabe, así como así, y uno tiene que prepararse toda una vida para diferenciar entre los lobos solos, los lobos con piel de oveja, y los corderos inocentes que también caen. Tú tienes suerte, hija, porque te salvaste de eso. Por algo cerraron el colegio y si no tenemos plata, pues mejor. ¿Quién quiere plata demoníaca? Tengo la tranquilidad de haber sido una profesional buena, una funcionaria eficiente, y así me las arreglé, sin tener que pedirle plata a esa serpiente, a ese miembro-serpiente que es cualquier hombre, pero que, en el caso de tu papá, es más que ninguna otra serpiente disfrazada. Lo vi esa vez, en ese restorán, cuando se abrió la puerta y él se asomó: su cara. Me saludó, como tímido, pero era solo la máscara del tímido, porque vi la forma en que tragó saliva; vi su manzana de Adán subiendo y bajando en ese cuello del Mario Celestino. La nuez de hueso alerta, como anticipando… ¿qué? ¿Una prueba? ¿Sabes tú algo de esto, cabra? ¿Sabes lo que es un festín? Tengo miedo, pero eso no corresponde. Te digo, ahí partió todo, con tu padre, ese enviado del… pecado. La guagua que te hace una serpiente: tú eres el resultado. Pero cómo no voy a quererte, hija linda. Por supuesto que te amo con toda mi alma, porque, aunque seas eso, un producto, igualmente, sin la autorización de Él, no estarías aquí. Y ahora es Él quien me pide lo que corresponde. Imagínalo si puedes: si Él le pidió esto a Abraham, que sacrificara a su propio hijo, sí, creo que fue a él a quien le pidió la guagua, o a Sara, uno de esos dos fue. No importa, lo importante es que ellos fueron sometidos a la prueba más difícil, pero, ¿cómo negarse? Claro que se siente miedo, pero eso es humano, mientras que el sacrificio es celestial. La prueba estaba en esa cara de tu padre; esas chuletas bajo sus orejas y cubriendo parte de su rostro. Ese vello facial: impudicia, erotismo. Como si con esas camisas blancas pudiera blanquearse, o sea, limpiarse del pecado que todo hombre es, desde que el hombre es hombre. Nace así, mal. Ahora duérmete hija, que me voy a preparar y te voy a despertar yo cuando sea el momento”.