Visiones laterales. Cine y video experimental en Chile (1957-2017) (Metales Pesados, 2018) es un libro fascinante por la manera en que su escritura a dos voces, por momentos alternadas y en otros al unísono, dialoga con los dos polos del subtítulo: cine y video experimental, no por casualidad las áreas en las que se especializan sus autores, Iván Pinto y Claudia Aravena. Al recorrer el libro, en realidad, esta escritura se revela como la protagonista de una polifonía más compleja, que incluye rescate de textos de archivo y conversaciones con varios personajes importantes del campo que este libro revisa. La propia “cronología crítica” que constituye la parte más extensa del libro es también un caleidoscopio de imágenes, estéticas, estilos y proyectos que funciona más como un montaje, como construcción de sentido por medio de la yuxtaposición de materiales diversos, que como sucesión de ejemplos individuales (aunque podría consultarse también como una suerte de diccionario de obras, yo lo leí en el orden sucesivo que refuerza la cronología y sugiere algo así como un relato que no se explicita, pero que se vuelve posible reconstruir a partir de este trabajo).
El libro se lee entonces como diálogo entre dos voces en concordancia pero no homogéneas, y lo mismo sucede en él con los polos del cine y el video, campos nítidamente diferenciados y hasta opuestos en algún momento, aunque siempre complementarios, hoy en día subsumidos ambos en la omnipresencia de lo digital, que no borra del todo sin embargo, ni sus peculiaridades técnicas, ni los conjuntos de prácticas que constituyen sus tradiciones. Si en algún momento se tendía a pensar los medios a partir de las propiedades intrínsecas de los dispositivos técnicos con los que operaban, creo que hoy en día estamos obligados a pensarlos más bien a partir de la tensión entre procedimientos técnicos, ritos y prácticas sociales, filiaciones y hábitos, campos de producción y de circulación, todos ellos en constante cambio e hibridación, pero sin que se borren del todo sus diferencias. Así lo hace este libro, y me parece un acierto significativo su propuesta de revisión conjunta de un corpus del que habría sido más fácil dar cuenta ateniéndose a una especificidad medial y genérica, pero que abordado como un campo complejo hace aparecer contrastes, complicidades y ecos que de otro modo permanecerían invisibles. El desafío de comprender entreveradamente el desarrollo del cine y el video dificulta la descripción a partir de un solo punto de vista, y es también lo que produce el efecto que le da título al libro, de visión lateral, ya que un objeto multifacético como el que este libro aborda no puede captarse con una mirada frontal, enfocada de manera tal que desaparezca el entorno para mejor aprehender los contornos de lo que se estudia.
Al revisar el panorama que proponen Claudia e Iván, primero del cine y video de 1957 a 1999, con fichas de visionado de obras individuales, y luego del 2000 hasta el presente con una revisión más general a partir de categorías críticas, aparece un territorio complejo, una suerte de archipiélago de prácticas, preguntas y problemas. Dije antes que este libro funciona como una cartografía de un campo todavía no mapeado, como un atlas portátil de una zona aún no descrita desde esta perspectiva. Es importante subrayar que, como en toda operación cartográfica, no se trata simplemente de registrar un territorio, sino de producirlo como tal, al articularlo como totalidad (por muy abierta y tentativa que sea), al priorizar ciertos aspectos por sobre otros, al delimitar áreas, registrar flujos, marcar densidades específicas, señalar puntos de orientación y definir alturas relativas.
Es importante no olvidar, sin embargo, que no estamos ante un diagrama o mapa sino ante un trabajo de escritura, que se hace cargo de las dificultades y aporías que surgen de escribir sobre imágenes, un ejercicio que tiene mucho en común con el género literario de la ékfrasis (definido por algunos como la “representación verbal de una representación visual”). Hoy en día, en el ámbito de los estudios visuales, el giro icónico y los estudios de la imagen, hay escepticismo respecto a la capacidad de las palabras de dar a ver vívidamente una imagen, o de describirla exhaustivamente, y suele haber acuerdo en que el lenguaje verbal y las imágenes son medios distintos con especificidades propias e irreconciliables. A pesar de ello, hay también conciencia de que nuestra experiencia de imagen no es separable de las palabras con las que la comentamos, evocamos, narramos o analizamos. Este libro se hace cargo del trabajo necesariamente teórico que implica dar cuenta del campo que recorren, pero también se hace cargo de la lógica propia de la imagen que no puede reducirse a los esquemas especulativos de la teoría, y que exige demorarse en el acto de mirar y en la difícil tarea de dar cuenta con palabras de lo que en ese acto ocurre.
Este es un libro que se lee, por un lado, velozmente, por su dinamismo, su lenguaje bastante accesible, y su división en secciones que funcionan casi como cápsulas independientes, pero es también un libro que debiera leerse interrumpido por la búsqueda y visionado de las imágenes que trabaja, es un libro que nos invita a transitar constantemente entre la página y la pantalla. Es, en este sentido, un artefacto multimedial, que invita a prolongar el recorrido textual con la exploración de la imagen movimiento.
Otra de las gracias de este libro es que no pretende dar por concluido el asunto que aborda, sino más bien abrir nuevas vías de discusión. Algunas de las zonas que me parece que sería productivo debatir son las categorías generales a partir de las que se arma el campo: la de “imagen movimiento expandida”, y la de lo “audiovisual experimental”. La primera opera como un territorio muy amplio que permitiría abarcar cine y video (pero también a muchas otras prácticas). Sin ser un purista medial, para nada, confieso que prefiero la dualidad del título del libro a esta fusión, en parte porque no estoy seguro de que sea el movimiento lo que mejor define al cine y al video, tal vez porque me interesa justamente la frontera indecisa entre la imagen móvil y la inanimada.
La otra categoría (“audiovisual experimental”) funciona, en cambio, más para excluir, para delimitar ciertas zonas y corrientes dentro del vasto campo de la imagen audiovisual. Todos los que hemos trabajado a partir de la noción de lo experimental sabemos que es tan útil como escurridiza, tan práctica como engañosa, en su ilusoria nitidez. En una astuta discusión del libro, Justo Pastor Mellado apunta su propia reticencia frente a la noción de lo experimental, pero, agrega “acepto su conducción y me esfuerzo en trabajar en el mismo cauce que han abierto” (en su blog se puede acceder el texto completo http://escenaslocales.blogspot.cl/2018/03/visiones-laterales.html). Creo que una gran gracia de este libro es que puede leerse desde el desacuerdo con algunas de sus decisiones editoriales, teóricas o críticas sin que ello nos impida aprender mucho, trabajando en el mismo cauce o intentando seguir otros. Este no es un libro que exija compartir los puntos de vista de los autores para recorrerlo, disfrutarlo o utilizarlo, sino que más bien funciona como una multicancha en la que se podrían jugar juegos distintos, lo que tal vez sea también un efecto de su autoría doble.
Lo mismo respecto a la selección de obras incluidas: no hay duda de que todos le reprocharemos al libro alguna omisión imperdonable o alguna inclusión discutible (en mi caso tengo problemas con la exclusión de la producción realizada fuera de Chile, ya sea por el exilio o por otras razones, en los años 70 y 80, lo que deja afuera parte imprescindible de las obras de Juan Downey, Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento, entre otros), pero justamente es este libro el que hace posible que tengamos una discusión más productiva respecto a estas cuestiones, que antes habrían tenido que abordarse en el descampado crítico de una bibliografía inexistente, dispersa o inencontrable.
La visión lateral, leo en internet, es sinónimo de visión periférica, y se aplica a la visión que ocurre en los límites del campo visual, en un campo más amplio que el que podemos controlar con la visión central, enfocada con mayor precisión en una zona más restringida. Es un tipo de visión necesaria para actividades como la conducción de un auto, las artes marciales, el malabarismo, el ajedrez o la orientación en un laberinto, en las que no sirve de nada enfocarse en un punto específico perdiendo de vista el panorama general. Es una imagen atractiva, una muy buena metáfora para lo que este libro logra, y una interesante lección para nuestro trabajo académico, tan preocupado a veces por la precisión y la solidez argumental a prueba de objeciones que se arriesga a caer en la aridez, la irrelevancia y la pedantería, que son lo opuesto de lo que este libro nos ofrece.
Este texto fue leído en la presentación del libro Visiones laterales, el lunes 16 de abril a las 19:30 hrs., en la cineteca del Centro Cultural Palacio La Moneda.