De ruido siempre se titula la exposición de los artistas visuales Francisca Aninat y Oswaldo Ruiz, que este mes se exhibe en la galería D21. Se trata de una obra erigida a partir de vestigios y resonancias muchas veces inadvertidas y despreciadas, pero que subyacen de forma transversal en el paisaje urbano y que se alzan como testigo del quehacer humano en el contexto contemporáneo: los ruidos de siempre, los ruidos constantes, los ruidos latentes. Desde esta perspectiva, la muestra que a primera vista parece un tanto críptica, sobre todo en cuanto a la colaboración entre ambos artistas, adquiere una unidad profunda, casi subterránea, hilada en los residuos del medio hacer, de la huella del andar, del habitar y del crear. El ruido subyacente que une toda la exhibición se traspasa a las obras en un estado derruido, dándole un carácter casi arqueológico, construido bajo una lógica sedimentaria.
La obra de Osvaldo Ruiz esta compuesta por dos fotografías y una pieza de video arte. En las primeras, Campo (Macul 2014) y Raíces (Narvarte 2014), Ruiz concentra la mirada en los espacios intersticiales, en aquello que pasa desapercibido, poniendo en jaque la visión de la ciudad contemporánea como horizonte utópico. Son los residuos inadvertidos los que protagonizan el trabajo de Ruiz, en un diálogo tácito en que contrastan con la visión sublime y estética del paisaje, desacreditándola. La fotografía de Ruiz no busca reposar en horizontes idílicos ni metafóricos, sino todo lo contrario; busca enfrentarnos a lo arruinado, a lo deshecho, a la deconstrucción. Estamos ante la ruina del espacio urbano, que se manifiesta a través de frecuencias bajas, de sonidos murmurados. En el video Valparaíso (2014), la exploración adquiere una dimensión más horizontal y vibrante. En primer lugar, se instala en la ciudad de Valparaíso, importantísimo referente de la cultura y la historia chilenas, pero se centra, al igual que en sus fotografías, en aquello desatendido y relegado. Esta pieza audiovisual puede considerarse como una suerte de urdimbre de donde se extraen sus encuadres fotográficos, pero la cuestión no es tan simple: la pieza al valerse de imagen, sonido y movimiento, adquiere una dimensión más vivencial, resuena de forma más íntima y nos invita a situarnos y a desplazarnos a través de la mirada del autor, que nos guía también por las voces que se escuchan de fondo. Nos focalizamos así, en las fracturas de la ciudad y en las heridas de un Valparaíso violentado recientemente por un feroz incendio. En la pieza audiovisual de Ruiz, la humanidad y sus cimientos parecen un proyecto inconcluso, como si el programa humano estuviera suspendido en polvo y cenizas, en transacciones fútiles, en vaivenes vacíos.
El trabajo de Francisca Aninat se compone del montaje de tres piezas: una tarima baja de exhibición de objetos (ejercicios involuntarios n.1), un libro dispuesto en la misma tarima (ejercicios involuntarios n.2) y una pintura (nº9, serie de pinturas negras).En ejercicios involuntarios n.1 nos encontramos con una serie de objetos elaborados por personas que se encuentran en situación de espera, a los cuales la artista les solicitó crear una manualidad con objetos simples de uso cotidiano. La situación en que se encuentran los creadores de estas manualidades queda evidenciada en una factura a medias, en trance. También es interesante la relación que se establece entre el objeto y su razón se ser; no nos encontramos ante objets trouvés, ya que no se trata de hallazgos fortuitos, sino que responden a una solicitud y dependen de un estado específico: la espera. Así, ejercicios involuntarios n.1 es a su vez huella de una situación prosaica y de una experiencia artística facilitada por Aninat. Ejercicios involuntarios n.2, de la misma forma que la mesa de exhibición, responde a la solicitud de la artista realizada a personas que en una situación apresurada debían dibujar el recuerdo de un sueño que hubieran tenido la noche anterior. Por otro lado cuenta con una inscripción por parte de la artista, sobre un poema de Wordsworth hallado en una caja de recuerdos de viaje. Así, ejercicios involuntarios n.2 pareciera consistir en una suerte de apropiación de un imaginario psíquico colectivo, inserto en un libro de artista que cuenta con factura y una gráfica que remite a la del diario de vida de un adolescente. La pintura nº9, serie de pinturas negras es quizá la pieza más autorreferencial; se trata de una obra realizada en un momento anterior a un largo viaje, a partir de una pintura previa cortada en cintas, que fueron reconfiguradas en un lienzo tridimensional.La pieza claramente deja en evidencia la deconstrucción de un pasado o de una identidad (en este caso artística) y la transmutación a la que esta se somete, debido a la translocación por un tiempo considerable de la persona en cuestión. El trabajo de Aninat, se encuentra en ese abismo entre un antes y un después, en la conformación de un proceder, de un relacionarse, de un actuar y de un situarse; es el archivo del rastro de subjetividades anónimas, de traumas y psiquismos personales y colectivos, apropiados y recompuestos en una obra artística.
De ruido siempre se configura como una sedimentación artística de indicios, huellas y vestigios: el ruido del acontecer humano se traspone para hablarnos no solo de lo que queda, sino de lo que fue, y así lo derruido al condensarse en objetos, pinturas y fotografías, logra disolverse y desaturarse para volverse sonido y finalmente hacerse audible.
Fotografías de Jorge Brantmayer.