Los lectores hispanos y los lectores franceses de Edgard Allan Poe han tenido la suerte de acceder a su lectura mediante la pluma de dos escritores inmensos. Nosotros leemos a un Poe que ha hojeado a Cortázar, a un Poe vanguardista; los franceses, en cambio, leen a uno romántico, con brillos simbolistas, es decir, al Poe de Baudelaire. A nosotros, los lectores hispanos, no pueden sino resultarnos escandalosas las siguientes palabras de Eliot refiriéndose a Poe: “Si examinamos su obra en detalle nos parece no encontrar en ella más que frases desaliñadas, pensamientos pueriles que no tienen como base una extensa lectura ni estudios profundos…”. Algo similar al escándalo debería ocurrirle al lector francófono, al menos al que considera que Poe ha fundado en Francia no sólo una escuela literaria, sino sobre todo un pensamiento poético fecundísimo, precursor a su vez de la poesía moderna. Me refiero a esa línea de descendencia directa —detectada por Eliot— que comienza con Baudelaire, encuentra su ápice en Mallarmé y culmina con Paul Valéry (pero renace en Latinoamérica; dos grandes poemas mexicanos retoman esa estela: Nostalgia de la muerte de Xavier Villaurrutia y Muerte sin fin de José Gorostiza).
Cortázar también es para nosotros el traductor de la obra teórica y crítica de Poe, menos célebre quizá porque ahí su minuciosa pasión analítica (continuada con virtuosismo por Valéry en sus Variété), que luego trazará los lineamientos de la poesía pura, no se encuentra al servicio de una anécdota como en los cuentos, y quizá resulta fría y abstracta. El texto más conocido de ese corpus es Filosofía de la composición, algo así como una fenomenología del proceso de elaboración del poema El cuervo. Al mismo conjunto pertenece Filosofía de la decoración, que Orjikh Editores presenta en edición bilingüe y con la propuesta de una nueva traducción a cargo de Francisco Díaz Klaassen, que pretende afinar las traducciones anteriores con más rigor conceptual. La segunda parte del libro consta del ensayo titulado La habitación ideal, lectura crítica paso a paso del texto de Poe, realizada en coautoría por Pablo Chiuminatto y Begoña Alberdi.
Es cierto que a simple vista Filosofía de la decoración aparece como un escrito bastante anodino dentro de la obra de Poe. Sin embargo, la lectura erudita de Chiuminatto y Alberdi resulta sorprendentemente iluminadora. Entre otras cosas, se explican detalladamente las aseveraciones que resultan algo superficiales para nuestra sensibilidad actual, como el cúmulo de generalizaciones con que comienza el texto, referentes a la competencia decorativa de distintas naciones y al origen aristocrático e inglés del buen gusto (“En términos de la decoración interior de sus residencias, cuando no de la arquitectura exterior, los ingleses son insuperables”). Los autores también nos hacen ver que, si bien el escritor es conocido por su finísima sensibilidad para detectar los elementos que constituyen lo siniestro y lo horroroso, en Filosofía de la decoración surge otro tipo de sensibilidad, aquella enfocada en detectar los matices que constituyen la belleza ornamental. Además de enriquecer la lectura con información relevante al contexto de producción, sugieren el estrecho nexo de estas reflexiones estéticas con su obra creativa. Luego de dar cuenta del mal gusto de medio mundo, Poe se entrega a confeccionar la habitación perfecta, tanto para sus nervios como para los crímenes y angustias de sus personajes ficticios. Basta recordar, entonces, la importancia de la decoración en relatos como “La casa Usher”, “El retrato oval” o “La máscara de la muerte roja”, y resulta indiscutible que gran parte de su efectividad se debe a la paciente elaboración de los espacios.
Apoyada por los comentarios al texto realizados por Baudelaire, Walter Benjamin y Mario Praz (esteta y comentarista italiano), La habitación ideal despliega un dispositivo teórico que desmenuza la obra en todos sus aspectos relevantes. Por medio de Praz nos enteramos del origen del subgénero “Filosofía de…”, título encopetado proveniente de la moda académica de ofrecer conferencias públicas, en general concurridas por decimonónicas damas burguesas en un período de creciente modernización. En un aspecto de mayor profundidad, Chiuminatto y Alberdi consideran la antiquísima querella entre el arte pictórico y la poesía, vinculada al horaciano Ut pictura poiesis. Asimismo, proporcionan (aparte de las imágenes, lamentablemente en blanco y negro) toda la información necesaria sobre las pinturas aludidas por Poe para ejemplificar el tipo de paisajes que ostentan los muros de ese lugar imaginado.
La habitación ideal resulta tan enciclopédica como crítica, y ofrece una clase maestra de lectura, pues considera tanto las múltiples perspectivas posibles de una obra, como su contexto de origen y la historia de su recepción. De hecho, reserva un espacio final para analizar un reciente intertexto que no hace sino confirmar la vitalidad de la propuesta de Poe. En el primer cuento de La literatura nazi en América de Roberto Bolaño, uno de sus delirantes fascistas se entrega a la no menos delirante empresa de materializar aquella habitación hecha de palabras. Pertinentemente, los comentaristas comparan a Edelmira Mendiluce con Pierre Menard. Ésta, así como el personaje borgeano, intenta recrear una obra al pie de la letra en una época distinta a la de su origen. En su caso, el despropósito es doble: trasladar fielmente el texto; transponerlo desde la palabra al ámbito de la materia. Mendiluce, Menard extrema, fiel a su ideología, pretendería volver unívoco lo múltiple, fijar lo cambiante; la lectura, la interpretación. El resultado es un fracaso, y se impone para el lector el ejemplo de Chiuminatto y Alberdi; la proliferación de perspectivas, la humildad del comentario que aborrece lo definitivo y, a riesgo de caducar, aspira a ser él mismo comentado.
sebastian espejov
19 agosto, 2012 @ 4:47
comento que
cuando realmente los papeles pueden invocar un dispositivo narrativo común; tenemos pues, un análisis comparado voluble y sustituto.
Puesto en cuestión, puesta en cuestión hasta la síntesis…