Hoy, las fundadoras y gestoras del Colectivo Arde, nos presentan su fascinante proyecto de archivo artístico de mujeres creadoras, Huellas Mujeres, con el que han “querido ser parte de un esfuerzo común por contribuir a la inscripción histórica y valoración de las creadoras escénicas chilenas, destacando sus roles, oficios y la relación con sus territorios como contextos de producción. Se trata de un trabajo urgente y que requiere un movimiento conjunto dada la histórica invisibilización de la mujer en diversos campos de la sociedad entre los cuales las artes no son una excepción”.
Tengo ganas de sacar de los archivos, de escondidas “historias femeninas”,
sus gestos, sus urgencias, sus prisas y su ira.
Tengo ganas de salir con carteles a la calle y
encontrarme en multitudes para cambiar la vida.
Julieta Kirkwood
Hace algunos días Javiera Manzi, investigadora y archivera feminista, compartió esta cita de Kirkwood. La imagen nos pareció potente: sacar de los archivos las historias femeninas, sus presencias, sus deseos, en definitiva, sus huellas para exponer en el espacio público. Pero ¿qué pasa cuando la impronta de las mujeres no está siquiera en los archivos?
La brecha de género en las artes es un hecho documentado. Hay menos mujeres en cargos directivos en las instituciones culturales, sus obras son menos exhibidas y seleccionadas, las remuneraciones son menores que la de sus pares hombres y los abusos sexuales son también una problemática que han develado asociaciones de mujeres en diversos campos artísticos. Esta realidad es una extensión de las prácticas en otros campos, pero desde las artes debemos pensar en acciones específicas que nos congreguen para enfrentar esta desigualdad. Acá algunos datos recolectados que nos ejemplifican esta brecha:
- En Wikipedia, el recurso de información más utilizado en el mundo, de los 1,5 millones de artículos biográficos del sitio, solo el 15% son sobre mujeres. Lo mismo ocurre con los editores del sitio wikipedistas: de cada 10 editores, solo uno es mujer.[1]
- En 2020, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago (MNBA), del total de 5.752 obras, únicamente 679 pertenecen a la producción de mujeres.[2]
- En la comuna de Santiago de Chile, hay 46 monumentos, de esos 39 son representaciones de hombres y solo 7 de mujeres.[3]
Con el proyecto “Huellas Mujeres” hemos querido ser parte de un esfuerzo común por contribuir a la inscripción histórica y valoración de las creadoras escénicas chilenas, destacando sus roles, oficios y la relación con sus territorios como contextos de producción. Se trata de un trabajo urgente y que requiere un movimiento conjunto dada la histórica invisibilización de la mujer en diversos campos de la sociedad entre los cuales las artes no son una excepción. Este proyecto se suma a un conjunto de acciones desarrolladas en estos últimos años desde distintos colectivos que posicionan temáticas y problemáticas relativas a las mujeres y que apuntan a mejorar las condiciones de vida para este grupo de la sociedad históricamente desfavorecido. Este malestar cultural histórico se ha puesto de manifiesto desde el campo intelectual, político y social, en los movimientos feministas a lo largo de todo el siglo XX y en la nueva ola a partir del llamado “mayo feminista” hasta hoy. Esta fuerza y conciencia nos despierta a la necesidad de trazar memorias sobre las que vinieron antes y las que están hoy con nosotras, para que construyamos nuevas rutas en el campo artístico y cultural. Y es que solo a través de la memoria activa podemos tejer un camino futuro, reconocer para recrear.
Archivar y entrar en contacto
El 2021 comenzamos los encuentros con once mujeres de las artes escénicas: Ana María Cabello Duarte, Ximena Schaaf Álvarez y Patricia Campos Alvarado, bailarinas, coreógrafas y docentes de danza de distintas generaciones; Margarita Poseck Menz, cineasta y directora teatral; Claudia Rosales Neira, directora y actriz, todas ellas creadoras valdivianas; Marcela Cornejo Gómez, actriz, mascarera y docente de Santiago y Valdivia; Ana María Allendes Ossa, titiritera, docente y cultora del teatro de muñecos; las diseñadoras escénicas Catalina Devia Garrido y Montserrat Catalá Ramos, vinculadas a la escena capitalina; Amaya Clunes Gutiérrez, docente y diseñadora escénica de vasta trayectoria en Santiago y Montréal, y, en Valparaíso, la titiritera y gestora teatral Paulina Beltrán Henríquez. También activamos la búsqueda de documentos sobre la recordada Maha Vial, poeta, dramaturga y artista escénica de Valdivia.
Generar las colecciones en conjunto con las creadoras y, en el caso de Maha, personas cercanas, ha implicado establecer una relación con cada una de ellas en un espacio de cierta intimidad y confianza. Construir estos archivos nos ha hecho acercarnos, conocerlas, entrar en contacto con sus mundos –materiales y simbólicos– ingresar a sus casas, sentarnos en sus mesas, mirar juntas fotografías, cartas, prensa, revisar documentos que guardan en carpetas, cajones, sobres, discos duros. Cada interacción ha sido distinta y cada una de ellas las atesoramos como parte de nuestros aprendizajes en el oficio de archivar. También nos han hecho pensar sobre cómo ponernos en acción, pero desde una perspectiva feminista, considerando no solo el hecho de que este proyecto está dedicado a creadoras mujeres, o el factor de ser nosotras mismas un equipo compuesto por mujeres, sino preguntándonos cómo se puede ir generando, estableciendo y comprendiendo este ser/hacer.
Los documentos contienen relaciones
Ana María Cabello guarda muchos programas de mano, varias fotografías que la incluyen bailando de pequeña, notas de prensa, en fin, muchísimos archivos compilados en una carpeta que su papá guardó durante años para ella. Son archivos que van desde 1946 y se concentran en los años sesenta, setenta y ochenta. La digitalización ha sido en su casa y en cada encuentro ella ha tenido la paciencia para que instalemos el escáner encima de su mesa de comedor. La última vez que nos encontramos y miramos juntas su colección en la web se emocionó mucho y nos pidió que dejáramos escrito que los documentos los guardó su papá, José Cabello Cerda. Apenas apareció ese texto en la pantalla los ojos se le llenaron de lágrimas. Es claro que sus documentos no solo son testimonios de su trayectoria en la danza sino también del apoyo y amor de su padre.
Y así, cada documento da cuenta de alguna relación. Muchos revisten un carácter especial, como la carta que Marcela Cornejo guarda de su maestro Jaime Schneider, como la foto que esta artista tiene del día que recibió su diploma de pedagoga teatral de manos de Verónica García-Huidobro y Ana María Allendes, quien impulsó sus inicios en el mundo de los títeres. Los archivos de prensa de Margarita Poseck también abren un sin fin de vínculos con otres creadores y con las historias que ha registrado con su cámara. Patricia Campos se ha dedicado a recopilar no solo documentos que dan cuenta de su propio trabajo, sino también las revistas Kimelchén que difunden el movimiento de la danza en Valdivia. Cada documento y el acto de guardarlos es un gesto de puesta en relación. Estos documentos no solo hablan de sus trayectorias singulares, como lo dijeron claramente Marcela Cornejo y Claudia Rosales en una entrevista, sino también de quienes han sido sus compañeros y compañeras de camino, “porque una obra de teatro te une de por vida”.
Amaya Clunes incluye entre sus documentos una fotografía con su amiga Isidora Aguirre y varios archivos en los que hace collages con imágenes de sus diseños y también con fotografías de retratos personales y familiares. De este modo, en sus recuerdos materiales, se tejen sus redes profesionales, su vida íntima, sus viajes y la experiencia del exilio.
Los documentos también unen a las creadoras entre ellas. Ximena Schaaf aparece en fotografías de la Escuela Danza Valdivia guardadas por Ana María Cabello, esta última en un reportaje que forma parte del archivo de Patricia Campos. Lo mismo ocurre con Paulina Beltrán, Ana María Allendes y Marcela Cornejo, tres creadoras que comparten un camino en el oficio de los títeres y las marionetas. De este modo, los documentos forman parte de constelaciones de afectos, recuerdos, amistades y cruces entre las creadoras y sus contextos.
El trabajo con las diseñadoras escénicas Catalina Devia, Montserrat Catalá y Amaya Clunes ha sido también una forma de armar constelaciones a través del oficio. La lucha de la Asociación Nacional de Diseñadores Escénicos Chile ha estado marcada por la visibilización de su trabajo como un hacer autoral en medio de la creación de artes vivas. Sin duda el encuentro con estas mujeres nos ayudó a entender el vínculo de profesoras y alumnas, una trayectoria de compañía que hizo que las tres se conocieran y admiraran. A la vez, sus trabajos se cruzaban con el de dramaturgas, actrices y otras mujeres que en sus voces se empiezan a documentar. Si bien el trabajo archivístico sobre la escena en su conjunto es aún incipiente, hemos sido parte de esta red recolectora que pone a disposición sus propios vínculos y nos incluye en esa trama. Ha sido también la amistad entre nosotras y el trabajo conjunto, como sucede particulamente con el caso de Catalina Devia, lo que ha sostenido la conversación y la búsqueda de la huella de años de trayectoria.
Digitalizar, escuchar, describir y compartir
¿Cómo traspasar la riqueza que aparece en el habla de las artistas al mirar sus documentos, a la descripción que quedará dispuesta en el archivo digital? ¿Cuáles son los sentidos que se traman en cada conjunto de documentos? ¿Cómo conciliar la escucha atenta de quien relata con la velocidad del registro?
El sonido del escáner es el telón de fondo de los relatos que Marcela Cornejo nos comparte a partir de cada documento. Montserrat Catalá se detiene en cada imagen que gatilla recuerdos, siempre llenos de anécdotas y detalles. Ana María Allendes está rodeada de sus marionetas y títeres, cada uno de ellos es un tesoro y la hacen rememorar su increíble trayectoria en las artes y la educación.
El archivo contempla narrativas, sensibilidades y afectos, pero no olvidamos que es una técnica que requiere rigurosidad y que puede volverse mecánica. A ratos las historias de las artistas se llevan nuestra atención y nos distraen de la tarea de abrir la tapa del escáner, poner el documento, cerrar la tapa, elegir el formato de guardado en el computador, el click en escanear, encuadrar el documento en la pantalla y guardar. La acción se hace más lenta y aparece la ansiedad por terminar. La conciencia de los documentos que quedan por recopilar de otras creadoras nos nubla la capacidad de escucha. Pero luego sus relatos nos toman y nos devuelven al sentido del archivo, a esas zonas profundas y erráticas de la memoria que se activan en el contacto con los documentos.
Hay una ambigüedad, una tensión entre el acto técnico de la digitalización, la escritura sintética de la descripción de cada documento en la planilla y las cualidades de las palabras e imágenes que las creadoras traen al presente. Nos invade a momentos una molestia por el apuro, por esta aceleración que va a destiempo de la memoria pausada de sus recuerdos. Pensamos que la memoria no se puede apurar, que el archivo late lento y que necesitamos estrategias para recuperar ese excedente de sentido que se escapa cada vez que se hace click y se escribe el título de un documento.
A la tarde, ya de vuelta en nuestras casas revisamos los materiales. Vemos las fotografías de Paulina Beltrán, los folletos de Ana María Allendes, los documentos de Anita Cabello, los colores y texturas de los materiales de Catalina Devia. Nos detenemos en una fotografía de la obra «Luisa y Manuel: la tragedia de los hermanos Vergara Toledo» del archivo de Marcela. Ahí está ella junto a sus compañeras y compañeros de escena sosteniendo un lienzo que pide justicia para los hermanos asesinados, el mismo lienzo que Luisa Toledo, la gran luchadora social, utilizaba en las marchas. Recordamos el momento en que conocimos a cada artista, el tono de sus voces, sus modos de hablar, sus formas de recordar y compartir sus historias. Y vemos la acción del archivo como conocimiento, como mediador y puerta de acceso a una persona y sus historias, entrada a una vida, a un hacer constituyente como es la creación. Pensamos en la circulación de la memoria, de ese espacio íntimo que se hace público, de este sentido que aparece en una puesta en común, entre palabra, imagen, entre escucha y registro.
Constanza Alvarado
Katharina Eitner
Pía Gutiérrez
Javiera Brignardello
Fabiola Neira
[1] Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/03/160315_wikipedia_acoso_mujeres_cientificas_am
[2] González, N. (2020). Mujeres de Poder. Directoras en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ensayo ganador Haz tu tesis en cultura 2020. Recuperado de https://artes.uc.cl/wp-content/uploads/2022/03/Mujeres-de-poder.pdf
[3] Mora, P [@monumentosincomodo]. (2020, Junio 9). “Monumentos y estallidos sociales en Chile y Estados Unidos”. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=TCCNAnmvGHI&t=60s
Proyecto Arde – Archivo de Procesos Artísticos » ¡Huellas_Mujeres en la prensa!
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Proyecto Arde – Archivo de Procesos Artísticos » Afectos y documentos en Huellas Mujeres
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