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  6. Horacio – Cuatro Odas

4 Comments

  1. MIRNA ELLIEN MORENO MORENO
    4 septiembre, 2014 @ 12:53

    MI GRATITUD POR TAN BELLA PÁGINA.FUE UN PLACER LEERLA.

  2. orelia chamorro flores
    25 septiembre, 2015 @ 0:33

    es como agua cristalina en medio del lodo

  3. Fernando Chico
    6 diciembre, 2017 @ 13:17

    Horacio es el príncipe de los poetas latinos y uno de los más grandes que ha exististido, en toda la historia de la literatura mundial… ¡Salve y larga vida a Horacio!

  4. Gerardo Quiroz Chueca
    7 junio, 2020 @ 22:03

    ODA AL AMOR FUGAZ
    (Paráfrasis de Horacio: Oda Quinta, libro primero)
    Gestas

    ¿Qué grácil joven, Pirra, te acaricia
    bajo el dosel de rosas
    bañado por esencias olorosas?,
    ¿a quién das la delicia
    de ver sin otro adorno tus hermosas
    trenzas de oro brillante, arte fenicia?

    ¡Ah, cuántas veces a tu fe, asombrado
    verá dar a los vientos
    la alegría que vive estos momentos!
    ¡Y al tornadizo Hado
    convertirla en dolores y tormentos,
    tan inclemente como el mar airado!

    Náufrago se verá en turbulentas aguas
    aquel que en esta hora
    goza aún esa gracia áurea que enamora
    al volar tus enaguas
    en la danza de amor, tan seductora …
    lo envolverá tu olvido, cual malaguas.

    Preso está en la falaz, dulce, aura bella
    de tu sonrisa, espera
    alcanzar la ventura verdadera
    prometida en la estrella
    de los enamorados, si la viera
    refulgente al soñar los dos con ella.

    Mas es una ilusión de malas artes,
    sólo a él esa luz llega,
    pues a ajena ilusión tu alma se niega.
    Ni ese gozo compartes
    ni por amor le seguirías, ciega …
    Igual sonreirás cuando te apartes.

    No voy más ya entre los que así deslumbras …
    Mira la frágil tabla
    que del mar me sacó, casi sin habla …
    Cuelga ya en las penumbras
    del altar de la diosa, hermosa diabla,
    en que ofrendar tus triunfos acostumbras.

    Otro es el dios que me sacó a la orilla
    y ese voto pendiente
    es sólo por librarme del potente
    embrujo y maravilla
    que arrastra a ti el alma impenitente
    como el reflujo adentra al mar la quilla.

    Dejé también mi húmedo vestido
    y no lo siento, seca
    deja mi alma este fuego que la ahueca,
    y cuando haya caído
    otra ropa me hará una nueva rueca.
    Puedo seguir, desnudo, hacia el olvido.

    Coda

    Y al tiempo en que de la costa me alejo,
    rendido aunque contento,
    le pido que se lleve pronto el viento
    estas huellas que dejo
    en la arena, pues siento
    ardiente el corazón, aún trejo.

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