THE OLD FOOLS
What do they think has happened, the old fools, To make them like this? Do they somehow suppose It’s more grown-up when your mouth hangs open and drools And you keep on pissing yourself, and can’t remember Who called this morning ? Or that, if they only chose, They could alter things back to when they danced all night, Or went to their wedding, or sloped arms some September? Or do they fancy there’s really been no change, And they’ve always behaved as if they were crippled or tight, Or sat through days of thin continuous dreaming Watching light move? If they don’t (and they can’t), it’s strange: Why aren’t they screaming?At death, you break up: the bits that were you Start speeding away from each other for ever With no one to see. It’s only oblivion, true: We had it before, but then it was going to end, And was all the time merging with a unique endeavour To bring to bloom the million-petalled flower Of being here. Next time you can’t pretend There’ll be anything else. And these are the first signs: Not knowing how, not hearing who, the power Of choosing gone. Their looks show that they’re for it: Ash hair, toad hands, prune face dried into lines- How can they ignore it?
Perhaps being old is having lighted rooms Inside your head, and people in them, acting. People you know, yet can’t quite name; each looms Like a deep loss restored, from known doors turning, Setting down a lamp, smiling from a stair, extracting A known book from the shelves; or sometimes only The rooms themselves, chairs and a fire burning, The blown bush at the window, or the sun’s Faint friendliness on the wall some lonely Rain-ceased midsummer evening. That is where they live: Not here and now, but where all happened once. This is why they give
An air of baffled absence, trying to be there Yet being here. For the rooms grow farther, leaving Incompetent cold, the constant wear and tear Of taken breath, and them crouching below Extinction’ s alp, the old fools, never perceiving How near it is. This must be what keeps them quiet. The peak that stays in view wherever we go For them is rising ground. Can they never tell What is dragging them back, and how it will end? Not at night? Not when the strangers come? Never, throughout The whole hideous inverted childhood? Well, We shall find out.
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VIEJOS LESOS
¿Qué creerán que sucedió, los viejos lesos, para dejarlos así? ¿Suponen, a lo mejor, que es más adulto tener la boca abierta, babear, mearse a cada rato, y olvidar quién llamó en la mañana? ¿O que, si quisieran, podrían volver a cuando bailaban la noche entera, o iban a sus bodas, o presentaban armas en septiembre? ¿O se imaginan que nada ha cambiado, que siempre se comportaron como inválidos o borrachos, o pasaron los días soñando débil y continuamente mirando cómo se mueve la luz? Si no (y claro, no pueden): ¿Cómo es que no están gritando?Al morir, nos deshacemos: los pedacitos que éramos comienzan a separarse con rapidez para siempre sin que nadie los vea. Cierto, es sólo el olvido: antes lo tuvimos, pero iba a terminarse, y siempre se mezclaba con un intento único de hacer florecer los millones de pétalos, la flor de estar aquí. Después no se podrá hacer como si hubiera algo más. Los primeros signos son estos: no saber cómo, no oír quién, perdiendo el poder de elegir. Se ve que están en eso: el pelo ceniciento, las manos de rana, la cara como pasa, ¿Cómo no se dan cuenta?
Ser viejo, tal vez, es tener en la cabeza habitaciones iluminadas, con gente, actuando. Gente que ubicas, sin saber sus nombres; cada uno recupera una pérdida profunda, vuelve de puertas familiares, coloca una lámpara, sonríe desde la escalera, saca del estante un libro conocido; o a veces sólo los cuartos mismos, sillas, fuego encendido, el arbusto y el viento en la ventana, o la pálida amistad del sol sobre la pared una tarde de verano solitaria y ya sin lluvia. Allí es donde viven: no aquí, ni ahora, sino donde todo sucedió, hace tiempo. Por eso exudan
Un aire de extrañada ausencia, intentan estar allí estando acá. Pues los cuartos se alejan, dejando un frío incompetente, el constante trajín del aliento hacia adentro, y ellos encorvándose bajo la arista de la extinción, viejos lesos, sin percibir lo cerca que está. Por eso tal vez no hacen ruido: la cumbre que se ve de todas partes se les está viniendo encima. ¿No podrán nunca decir qué los arrastra, cómo han de terminar? ¿Ni en la noche? ¿Ni cuando llegan extraños? ¿Nunca, en ningún momento de su horrible infancia al revés? Y bien, ya lo sabremos.
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