Televisión (antología en doce pulgadas) (Lecturas ediciones, 2015, 97 págs.) es el último libro de Álvaro Bisama. El texto reúne parte de sus críticas televisivas realizadas en diversos medios durante los últimos quince años. Se trata de un ejercicio crítico en el que deambulan personajes de la farándula, reflexiones en torno a la violencia y recuerdos fantasmas de un liceo viñamarino. Una docena de escritos que comparten páginas con los “a poem”, diversas cuñas televisivas que fueron twitteadas y recolectadas. Estos haikus de la televisión chilena pasan por Arturo Longton, el reality 1810 y un pedido de cien millones de pesos de Ena Von Baer a Carlos Alberto Délano.
Las lecturas que Bisama realiza de la ciudad a partir de los programas televisivos resultan interesantes y novedosas. Las delimitaciones urbanas y las construcciones de la periferia como zonas en las que la televisión no repara, entregan una lectura sociológica sobre la urbe que a los ojos de televidentes pasa desapercibida. Mientras Andrea Molina y las luces se detienen en el cotillón mediático de una endemoniada de la comuna de El Bosque, el ojo del crítico repara en las ventanas de fierro y los techos rojos que adornan el lugar. Un paisaje desolado y uniforme que también habitan los adolescentes que se apostan afuera de Mega para ver a sus ídolos de un programa juvenil. Para el autor, esta estación televisiva funciona como un límite fronterizo entre la pantalla y la ciudad.
A diferencia de la dogmática pluma periodística en donde la temática televisiva es abordada con una escritura formal y plana, los textos de Bisama poseen una belleza estilística que encadena pulcritud, poesía y diversas relaciones con la literatura. Edmundo Varas, visto como un Martín Rivas de la posmodernidad, fue un títere mediático de la cultura de la basura. Un representante de la cotidianeidad de la sociedad chilena que terminó siendo carne para la picadora del control remoto. En “The Edmundo show” se analiza su figura, su contexto y el panóptico que son las cámaras y los flashes, así como reflexiones sociales sobre la forma en que la televisión penetra, reproduce y altera la realidad.
En gran parte de los escritos late potentemente la figura de Mario Kreutzberger. Don Francisco se posiciona como un ente mesiánico de la televisión chilena. Una figura divina que, para el autor de Ruido, entorpece futuros cambios televisivos, pues los cánones mediáticos locales están determinados por sus totalizantes métodos. Lejos de poder ser desbancado y desnudado, Bisama vio una venganza bonsái cuando el Profesor Salomón y Mike Patton en sus propias narices se mofaron de él. “En la tele del futuro” lo retrata como a Richard Nixon en Futurama, es decir, como una cabeza sin cuerpo a la cual le ocultan que hace muchos años Chile dejó de existir. La más literaria de todas las críticas transcurre en un apocalíptico país, en donde lo único que queda de Rapa Nui son tres capítulos de Iorana.
“Alfombra roja”,“Primer plano”, Michelle Bachelet y los reality show son parte de un circo mediático con el cual tenemos que convivir. Y si bien es cierto que existen múltiples e interesantes estudios sobre la forma en que los medios de comunicación desinforman y enajenan, igualmente es vital desmenuzar el fenómeno desde sus vísceras. Allí está la gran labor de Bisama: en bucear para reflexionar sobre una miseria que desfila entre luces.