“la memoria es delgada al igual que el territorio” Valentina Montero, By reason or by force
La exposición Block mágico de los curadores Soledad García y Brandon LaBelle se compone en todos sus niveles de diversos elementos. En principio el título refiere a la obra-catálogo realizada por Gonzalo Díaz y Justo Pastor Mellado en 1985, la cual, a su vez, emplea ese nombre en relación al concepto de pizarra mágica que Sigmund Freud utiliza como metáfora de la memoria. Es justamente la memoria la que permea todos esos niveles y se constituye como eje principal de todas las reflexiones que orbitan alrededor de la exposición.
A su vez, la multiplicidad de soportes y recursos que hay en las obras refleja la diversidad de los artistas que fueron escogidos por los curadores Soledad García y Brandon LaBelle, los cuales logran instalar una reflexión acerca de los procesos y poéticas de la memoria utilizando obras que llevan a cabo distintas operaciones plásticas, pero que sitúan el foco en una indagación común sobre las capas o niveles propias de la percepción y la consciencia, capaces de alterar las impresiones y recuerdos que luego se levantan como relatos desde el inconsciente, que surgen para transformar el significado de la realidad.
De esta manera es que la experiencia personal de los artistas se vuelve la materia prima de sus obras, que a través del video, dibujo, instalación, sonido o escultura transitan por diferentes relatos y atmósferas poniendo al espectador también en contacto con espacios vacíos de información y silencios que vuelven la mirada hacia dentro y convierten al inconsciente en un agente activo en el significado de la obra. Hay, por cierto, diferencias entre éstas, y aún cuando algunas parecen ser más literales en cuanto a lo que refieren, siempre hay más de un sentido, más de un nivel de interpretación, lo que puede leerse como otro guiño a la reflexión de Freud en La pizarra mágica.
Sin duda la obra icónica de la muestra es Block Mágico: Después de Díaz y Mellado, al igual que en el texto de Freud, esta composición representa metafóricamente la memoria a través de una serie de imágenes, colores, textos, superficies y texturas que forman parte de una trama que se presenta como alegoría de la consciencia. No es casualidad que la superficie de la mesa sea de color negro, lo que puede vincularse con esa capa inconsciente de la memoria que está presente y a la vez oculta.
Estos objetos adquieren una carga poética producto del contexto en el que se disponen, un espacio y una superficie donde se mezcla una postal antigua de un paisaje con papeles calco,y textos cargados de nostalgia. También hay pelotas de ping-pong con escritos que configuran, junto con las serigrafías de la obra original de Gonzalo Díaz, una extensión material, una re-lectura, una reinterpretación, pero sobre todo una activación plástica de la obra-catálogo realizada en 1985.
Otra de las obras que destacan dentro de la exposición es la realizada por Enrique Ramírez y que lleva por título La Geografía. Esta es una instalación que abarca toda una sala y se compone a partir de diferentes elementos. Primero, cuando uno entra a la sala, se encuentra de frente con una gran composición hecha a partir de muchos marcos que de modo fragmentado dan cuenta de una vela náutica. Esta fragmentación del objeto tiene mucho que ver con la reflexión sobre la memoria a la cual invitan los curadores a través de los artistas, y la ausencia de algunas piezas dentro de este mosaico en el cual se inscribe la vela solo acentúa la idea de que los recuerdos, las historias y sus relatos se construyen a partir de vacíos e imágenes fragmentadas. Al lado, hay tres televisores dispuestos uno sobre otro generando una forma vertical separada en niveles (como la pizarra mágica de Freud). En el superior se ve una sobreestimulada y vertiginosa imagen de un paisaje costero visto desde la altura. El movimiento circular y frenético da cuenta de manera incompleta de un horizonte que se fractura en el nivel del medio cuando la cámara cae violentamente al fondo del mar, llegando al último televisor, donde se representa el suelo submarino, dotado de ese movimiento orgánico e hipnotizador propio de las profundidades acuáticas. Esta caída vertical representa una fractura no sólo en los niveles físicos del espacio, sino también un quiebre en la experiencia, como un suceso traumático que violentamente nos traslada desde un nivel de consciencia amplio y estimulado a uno subacuático, sordo, íntimo.
Un tercer elemento es otra composición de imágenes dispuestas en fracciones, con vacíos en su forma. La imagen se complementa a partir de texturas y textos, y una vez que se entra en el contenido textual se articula un relato que carga de sentido todos los componentes de la sala. Pequeñas fracciones de textos sacados de la prensa roja dan cuenta de un relato, una historia de violencia y de muerte de una hermosa joven en la playa de Los Molles. Las texturas, la vela, los paisajes y todos sus vacíos y fragmentaciones dan cuenta de una violenta fractura, una historia de estrangulación y muerte que contrasta con un pequeño díptico donde el mapa, el pasaporte, el navegar se convierten en una utopía arrebatada por un crimen que Ramírez nos presenta a través de su obra, la cual con mucha nitidez representa a su vez las operaciones mismas en que la memoria se construye como relato.
La literalidad parece ser mucho más evidente en la obra de Voluspa Jarpa. Tres formas de secretos es una obra que utiliza archivos clasificados y luego des-clasificados como la materia prima con la cual da forma a tres volúmenes que se despliegan en el espacio de acuerdo a la presentación propia de las esculturas. La artista expande el concepto de memoria a una identidad colectiva, nacional, que al igual que un individuo, sufre de traumas y ostenta vacíos que determinan una historia que exige salir a la superficie, volverse presente, para desde ahí enfrentarla a los ojos. Es precisamente esto lo que hace Jarpa, convierte en materia esos signos traumáticos (documentos), síntomas de opresión y muerte, y nos permite enfrentarlos de manera directa, poniéndolos ante nuestros ojos.
La sumisión de estos documentos a la forma escultórica que les da la artista es violenta, déspota y reivindicativa en cierta medida. Se puede ver como estos papeles son doblegados en favor de la forma, la cual se levanta para interpelar al espectador, quien con detenimiento puede recorrer todos esos textos tachados en una experiencia que enfrenta en el mismo plano al individuo y a los secretos de una época que, mientras existan esos vacíos de información, seguirá volviendo a través de síntomas incisivos que exigen verdad. Tal como la obra de Voluspa Jarpa.
Hemisferios es una obra audiovisual de Sandra Vásquez hecha a partir de un plano fijo donde se ve un personaje vendado (la artista), que escribe simultáneamente con ambas manos a ambos lados de un cuaderno en blanco. Los textos refieren a diferentes sucesos y pensamientos que amalgaman la historia nacional con la reflexión personal, lo que se puede entender como un ejercicio de trasladar a una hoja en blanco, un block, los diversos elementos que habitan la memoria íntima de quien escribe. La venda en los ojos puede leerse como un signo de omitir esa fiscalización visual que opera cuando escribimos y que tiende a elaborar formas correctas, adecuadas y establecidas. En la obra, por el contrario, parece preponderar el ejercicio que busca soltar esas formalidades en favor de una escritura que adquiere formas disímiles, líquidas, que van perdiendo el carácter textual en favor de figuras que parecen mariposas asimétricas.
A su vez, es innegable la referencia de los ojos vendados a la icónica serigrafía de Gonzalo Díaz utilizada en la obra Block Mágico de 1985, en la cual se repite este mismo gesto. Tampoco podemos olvidar la representación clásica de la justicia, aquella mujer con una venda en los ojos que sostiene una balanza y una espada.
A pesar de las múltiples asociaciones de ceguera adyacentes a la obra de Sandra Vásquez, pareciese ser que la ausencia de la mirada tiene una connotación que vincula de manera directa el interior del personaje, sus pensamientos y recuerdos, con un exterior representado por el cuaderno en blanco (un block). Da la impresión de que la artista busca eliminar esa capa de la consciencia que filtra las ideas que habitan en el inconsciente y esto se ve reforzado por las formas disímiles entre un lado del cuaderno y el otro, ya que aún cuando son el mismo texto, estos se conciben y presentan de forma desigual, manifestando la incapacidad de la memoria para armar un relato único.
Sin duda todas las obras que componen la exposición aportan una reflexión y una mirada al eje central de la muestra que no es otro que la memoria. Aún así, es posible ver como la experiencia de los artistas, derivada en obras, incluye diversos conceptos que ofrecen una profundidad singular en cada una de ellas. Como desligar la inherente mitología y magia de la obra de Juan Downey, o el carácter hermético, metafórico y dislocador de la instalación de Claudia Missana. Tampoco puede obviarse el viaje sonoro que propone Rainer Krause desplazando la experiencia a lugares, lenguajes y atmósferas cargados de fábulas.
En la exposición, todos los artistas enriquecen la experiencia, la reflexión y entonces el arte logra ser un agente retórico que no sólo visibiliza problemáticas profundas e inherentes a la condición humana, sino que altera y entrega matices sobre el significado de lo real.
La idea de Block Mágico sembrada por Freud, poetizada por Díaz y Mellado, extendida y diversificada ahora por los curadores y artistas de la muestra, se convierte así en una especie de antorcha que vuelve otra vez para alumbrar recorrer y explorar las propiedades de la consciencia.