Susan Sontag. Sobre la fotografía. (1977)
Traducido por Carlos Garaini.
Buenos Aires: Alfaguara, 2006.
La portada de la primera edición del libro de Susan Sontag Sobre la fotografía (1977) y de ésta, su más reciente traducción al español (2006), reproduce la misma imagen. Se trata de un daguerrotipo tomado alrededor de 1850 por un autor anónimo. En ella, podemos ver a dos personas —un hombre y una mujer— vestidos rigurosamente de oscuro, sosteniendo un daguerrotipo. El hombre, situado a la derecha del objeto enmarcado, mira hacia un punto indeterminado ubicado a su izquierda. La mujer, en cambio, dirige su mirada hacia la cámara. El daguerrotipo que ambos sustentan muestra a una mujer y a 4 niños (¿una madre?). Así estos 5 personajes se hacen paradójicamente presentes mediante su inclusión en el retrato, que marca a la vez su ausencia. Se trata probablemente de un homenaje póstumo de unos hijos a su madre muerta. Pero más que la relación entre fotografía y muerte (vínculo estudiado de manera magistral por Roland Barthes en La cámara lúcida), lo interesante de esta imagen es el estatus que en ella tiene la reproducción de una reproducción. La fotografía —si se me permite llamar genéricamente al procedimiento— ocupa un lugar central, no sólo de manera literal (el daguerrotipo está entre medio del hombre y la mujer), sino que también metafórico, como un objeto que se hace presente y de manera contundente en la vida cotidiana de las personas. Esta hipótesis queda confirmada por la imagen de la contraportada del la primera edición del libro de Sontag, no reproducida en esta versión castellana: una litografía de Daumier, que representa al fotógrafo Nadar en un globo aerostático, fotografiando un París en que todas las casas, sin excepción, llevan inscrita en su fachada la palabra «fotografía»: ahora todos son o pueden ser fotógrafos.
Ambas imágenes dan cuenta del fenómeno radical que Sontag intenta plasmar en su ensayo; la aparición de la técnica fotográfica, su democratización y la posterior proliferación de imágenes en la sociedad, afecta no sólo nuestra manera de mirar, sino que también nuestra forma de pensar el mundo. El diagnóstico de esta notable escritora norteamericana, es que desde la invención del fotografía en 1839, casi todo ha sido fotografiado. Se ha creado algo así como un «inventario» de la realidad hecho a partir de fotografías. Coleccionar fotografías es, por otra parte, coleccionar el mundo en pedazos, actitud que refuerza nuestro ánimo adquisitivo frente a la realidad.
Según Sontag, las fotografías son objetos que podemos transportar, ampliar, cortar o retocar. Sirven como evidencia de que algo sucedió, pueden incriminar y fueron (y son) utilizadas por el estado moderno para la vigilancia y el control.
Para la mayoría de las personas, la fotografía es practicada no como arte, sino que como rito social. Ante esto, Sontag afirma con agudeza que este procedimiento es empleado como remedio contra la ansiedad y como medio de poder. Las familias se autoconstruyen a través de sus retratos-crónicas encarnados en el álbum familiar. De esta forma, revitalizan la memoria de los antepasados y entregan a las personas una posesión imaginaria e irreal de su pasado. La fotografía turística, por otra parte, convierte a la experiencia en una imagen o souvenir. Inseguros de nuestras respuestas frente a algo nuevo, tomamos fotografías de manera compulsiva. El acto de fotografiar se constituye en una forma sucedánea y amigable del trabajo.
Uno de los efectos crónicos de tomar fotografías, es que nos colocamos en una relación voyeurista con el mundo, que estandariza el significado de cualquier evento. Con la cámara podemos interferir, invadir o ignorar lo que sucede. Aunque Sontag afirma que el sacar fotografías es esencialmente un acto de no intervención, reconoce que de todas modos una forma de participación. La cámara es como un observatorio que implica un interés en las cosas como están, en su continuidad. Hay complicidad en quien toma una fotografía (de ahí los problemas éticos que Sontag detecta en la fotografía de guerra o sufrimiento, tema central de su libro del 2003 Ante el dolor de los demás). Todas las fotografías son memento mori y sacarlas, es participar en la mortalidad, vulnerabilidad y mutabilidad del otro. La fotografía es —como el daguerrotipo de la portada— una pseudo-presencia y una marca de ausencia.
A pesar de que las fotografías no pueden crear una posición moral, sí pueden reforzarla. Un acontecimiento puede hacerse más real si uno ve una fotografía, pero luego de una repetida exposición ante las imágenes también puede hacerlo más irreal, porque las imágenes anestesian. El catálogo de fotografías de miseria y de horror hacen que nos familiaricemos con la atrocidad, haciendo de lo horrible algo común.
Mediante las fotografías, el mundo se convierte en una serie de partículas inconexas. La cámara hace que la realidad sea atómica, manejable y opaca. Con esto, se fortalece una visión nominalista del mundo: la realidad social parece formada por pequeñas unidades, aparentemente infinitas. Así, la fotografía nos hace sentir que el mundo está más a mano de lo que en realidad está. Las sociedades industriales nos convierten en junkies de imágenes, porque nunca tenemos suficiente y siempre queremos más. Las cámaras miniaturizan la experiencia y distancian las emociones. El mundo se convierte en algo parecido a una tienda por departamentos o museo sin muros, mientras que las personas, en turistas de la realidad.
Sobre la fotografía es un ensayo inteligente, plagado de lúcidas intuiciones, citas literarias (Zola, Hawthorne, Whitman, Millet), cinematográficas (La ventana indiscreta, Blow-Up, hombre con una cámara de cine) y fotográficas (Daguerre, Niepce, Talbot, Weston, Arbus). Éstas demuestran que el estudio de las imágenes y la manera en que éstas son producidas en la sociedad, no puede restringirse al análisis «especializado» desde disciplinas como el arte o la publicidad. Desde la caverna de Platón hasta el mundo como imagen de Heidegger, la filosofía se ha ocupado del lugar de lo visual en la sociedad. Susan Sontag se acerca al estudio de las imágenes a través de una reflexión ensayística. Sus materiales son diversos: historia, arte, literatura, sociología, filosofía, etc. El resultado: un verdadero análisis fotográfico que revela efectos ignorados de este procedimiento. Este libro posee una actualidad vertiginosa, sobre todo si lo pensamos como la antesala para la actual revolución digital.