La exposición de Gonzalo Díaz titulada El neón es miseria consiste en una intervención en las fachadas de las galerías Metropolitana y D21 en donde se presentan anuncios realizados en neón rojo. El primero dice “el neón es miseria” y el otro “el neón es delirio”. El proyecto tendrá una duración de un año en ambos lugares y cada mes los textos irán rotando (la última palabra de la frase). Los doce términos que serán expuestos son: miseria, delirio, infarto, amnesia, secreto, demencia, desmayo, blasfemia, desdicha, fascista, plegaria y latido. La frase actual estará en exhibición hasta el 11 de junio.
El neón es, obviamente, el protagonista de esta exposición, que nos refiere a los usos que este material ha tenido por parte de los artistas como por el comercio y la industria. Al pensarlo desde el arte, el neón ha sido utilizado por artistas como Bruce Nauman, Robert Irwin, Joseph Kosuth y contemporáneos como Iván Navarro, abordando el material desde distintas perspectivas. En el caso de Nauman el neón se presenta en la forma de texto y en algunos casos representa de manera figurativa. En su forma de texto, el neón asimila su uso en el comercio a modo de anuncio e ingresa a la galería o museo. Debido a que no sólo es un texto sino que además tiene luz y color, se genera una percepción sensorial que influye en lo que se lee. Es así que el neón afecta al texto de manera experiencial condicionando su connotación. Otro caso es el de Irwin, quién ve en el neón una reducción formal de luz y color. Sus instalaciones enfrentan la percepción de la luz y el espacio a partir del uso del neón. A diferencia de Nauman, Irwin no ocupa el neón sólo para influir en la percepción de un texto sino que es esta misma percepción la protagonista. Por otra parte, el caso de Kosuth es más similar al de Nauman en cuanto hay un uso del texto a partir del neón que influye sensorialmente en este. Difiere en que la obra de Kosuth hace uso del texto de manera tautológica: lo que vemos es lo que es. Por ejemplo, una de sus obras consiste en cuatro palabras de cuatro distintos colores que dicen: “cuatro colores cuatro palabras”. Es así que lo perceptual pasa a un segundo plano y el protagonista es el texto desde un ámbito conceptual. Por último, haciendo referencia a un artista chileno reconocido a nivel internacional, nos encontramos con la obra de Iván Navarro. El neón en su obra logra englobar los usos que han hecho los artistas ya mencionados de este material. El neón afecta sus objetos de manera experiencial en cuanto a luz y espacio, influye en la percepción de los mismos y apunta a un nivel de lectura conceptual. Es este punto el que tiene en común con la obra de Gonzalo Díaz, el neón no sólo tiene un valor perceptivo y formal sino que a su vez apunta a los usos que este tiene fuera de la esfera del arte.
En contraposición al imaginario del arte, nos encontramos con el neón en la industria y el comercio. Fuera del espacio artístico, el neón responde también a un ideario. Cumple la función de iluminar y, en referencia a la exposición, pasa a destacar un anuncio. Los ambientes que genera el neón tienden a una frialdad cromática. De tan sólo pensar en el neón blanco que ilumina un ambiente se percibe un entorno poco acogedor, de carácter frío y aséptico. Por otro lado, el neón rojo se asocia a la vida nocturna, en donde el color juega un rol de atracción que insinúa un entorno animado, desinhibido y, en algunos casos, hasta decadente. Precisamente es esta posible decadencia la que entra a poner en jaque el rol del neón en el arte. Por otra parte, el neón puede producir cierta fascinación y deslumbramiento, la multiplicidad de colores y su luz hacen una combinación llamativa para la publicidad. Su influencia perceptiva y sensorial trastorna, nos atrapa debido a su atractivo. Es así que en la vida cotidiana el neón, tanto de manera positiva como negativa, pasa a ser un recurso delirante. Su percepción influye en lo que pensemos del anuncio, para bien o para mal, y son los términos delirio y miseria los que subraya Díaz sobre su experiencia. Los ideales formales que Irwin nos presenta dentro del espacio de la galería caen en lo cotidiano.
Curiosamente, la intervención de Díaz se nos presenta en dos galerías de arte en las que no ingresa sino que permanece en sus fachadas. Es en este punto estratégico que se establece una dualidad en el rol que juega el material. Si bien para alguien entendido en arte la intervención es evidentemente una obra (no sólo por el material sino porque la galería lo reafirma), resulta extraña para un espectador desprevenido. Podría estar anunciando el nombre de un local comercial, pero la frase no es clara respecto a cuál o de qué tipo. Quien se percata de que tras la fachada hay una galería de arte también puede resultar confundido ya que el material es de uso cotidiano, no es diferente a cualquier otro anuncio en la calle. Es este permanente juego de roles el que resulta atractivo en la obra y permite establecer una crítica.
Mientras hay artistas que intentan ennoblecer el uso del neón a partir del arte (lo que no sólo se aplica para el neón, sino para muchos otros materiales y obras), resulta ser que en el cotidiano vivir este y tantos otros materiales desempeñan funciones completamente distintas. La experiencia sensorial del neón deja cierta mística al abandonar el interior sacrosanto de una galería, para pasar a ser una vivencia habitual, algo miserable si apenas se repara en la obra.
Respecto a lo que sucede en ambas fachadas, si bien el proyecto es el mismo en ambos espacios, el cómo está dispuesta la intervención las hace completamente diferentes. Por un lado, en Galería Metropolitana, el anuncio “el neón es miseria” se presenta en su frontis. Se muestra a la calle, en un barrio residencial en la comuna de Pedro Aguirre Cerda, en donde no hay más anuncios que ese. El anuncio logra destacar al contrastar con el entorno residencial. No hay bares o algún kiosco que pueda entrar a competir con él. La frase resplandece en rojo, anunciando un posible local o algún tipo de punto de venta. Ese nivel de extrañeza que se puede lograr en el espectador es el que lo cautiva y hace que se pregunte por la intervención de Díaz. La frase enigmática entra en el espectador haciendo efectiva a la intervención. La confusión y la crítica se hacen presentes en el espacio de Galería Metropolitana al estar bien articulado el montaje de la misma.
Por otra parte, la situación de la Galería D21 es completamente distinta, por el tipo de barrio donde se sitúa: la comuna de Providencia. Allí, el anuncio “el neón es delirio” apunta hacia la avenida Providencia desde un segundo piso. El barrio es de carácter comercial, por lo que el número de personas que transitan habitualmente es mucho mayor que el de Galería Metropolitana. En consecuencia, el entorno es bastante más competitivo, en cuanto el anuncio en rojo rivaliza con otros locales y puntos de venta. De hecho, debajo de D21 nos encontramos con una serie de locales que presentan carteles llamativos al ser visualmente contrastantes. En este entorno, algo estrambótico, la intervención de Díaz no es tan efectiva durante el día ya que el cartel es apenas visible en comparación a los de otros locales. El hecho de estar en un lugar muy transcurrido parece ser una buena opción, pero para lograr ser visto se requiere de una mejor disposición.
Tras observar un buen rato a los transeúntes desde la terraza de Galería D21 (sobre la que se encuentra la intervención) pude notar que ninguno jamás miró en dirección al anuncio. Por lo mismo, fui a revisar siendo de noche y me encontré con que el anuncio estaba apagado. Para lograr ser una intervención que se interponga en la mirada del espectador, es necesario un mayor protagonismo del anuncio, ya sea por disposición como por visualidad. En ese sentido, el lugar donde se encuentra la Galería D21 no favorece a la obra.
De todos modos, la intervención de Díaz plantea interrogantes respecto a la experiencia de ir a una galería de arte. Varias de las obras de Díaz se han articulado de este modo, colocando frases escritas en neón en espacios públicos. En algunas de sus obras, las frases han sido colocadas en edificios emblemáticos como el MNBA, estableciendo un correlato entre la instalación y el espacio arquitectónico y cultural donde se encuentran. Este espacio cultural, que se repite en esta exposición, es relevante. Si bien la obra apunta hacia la calle desde la fachada, finalmente se halla soportado por una institución que la demanda y la reafirma. De esta manera se logra condicionar al espectador que se percata del espacio y le permite comprender que se trata de una instancia artística, de reflexión. En este caso en particular, la obra opera desde un punto de encuentro con el transeúnte que anda por esos lados. Se interpone en su camino y es así que logra ser efectiva. Se plantea frente a éste y lo confunde al operar con los códigos de un anuncio cualquiera, pero no es clara en su propósito (para un espectador desinformado o despistado). El carácter de encuentro, de un elemento que quiere formar parte de la rutina al involucrarse en la vida del espectador, hace que la propuesta no cobre el rol de exhibición de arte en un sentido tradicional. Más bien es parte del entorno, responde a él, no espera ser una instancia separada de lo cotidiano. Esta operación descrita es sumamente rescatable debido al intento de aproximar el arte a la gente. Establecer instancias de reflexión en lo cotidiano, en un transeúnte que toma conciencia de la obra, es una manera de hacer del arte en parte de la vida habitual. A este modo de operar, del que mucho del arte contemporáneo hace uso, le acompaña un medio, el neón, que opera en el límite entre arte y el comercio o la industria. Gracias a esta cualidad del neón se da la posibilidad de generar una instancia artística, de reflexión, en lo cotidiano. Ahora, el que ello ocurra difícilmente podrá ser precisado, pese a la preocupación de la recepción del público que el artista ha considerado.
* Esta nota forma parte de una serie de artículos co-editados conTaller BLOC
Adriana Valdés
21 agosto, 2012 @ 14:50
Muy útil y bien hecho este artículo, salvo por «un lugar muy transcurrido» (?) – pero ese es un pelo de la cola. Me alegra esta publicación y la difundiré. Hay muchas personas que se han preguntado por esta obra de G.Díaz.
Sergio
29 noviembre, 2012 @ 17:43
La verdad es q el neon de Providencia no pasa tan desapercibido. La gente q espera cruzar la calle Providencia lo ve, y algunos comentan el letrero luminoso y elaboran sus teorias sobre qué será. A mucha gente le queda dando vueltas, sobretodo a quienes transitamos a diario por ahí y nos damos cuenta q cada mes la frase termina diferente.
evelyn quevedo
31 enero, 2013 @ 22:29
Podrian probar con calificativos no tan deprimentes, Como bien lo expuso el comsntarista anterior, en Providencia lo ve mucha gente, y una sola palabra genera un estado emocional. Gracias
Valeska
4 febrero, 2013 @ 1:41
Cada vez que paso miro el mensaje y cómo va cambiando
cada vez mi interrogante crecía al no saber quién enviaba el mensaje.
Es muy potente e interesante para los que acostumbramos en levantar la mirada al caminar!
Felicidades