Primer comienzo
Leí El futuro es un lugar extraño los últimos días de julio recién pasado. En las redes sociales, los diarios, la televisión, las radios reventaban una y otra vez y una tras otra, noticias locales de alto impacto mediático y social. A ratos daba la impresión de que algo estaba desajustando, al menos en los medios más tradicionales, la dosificación y los calculados protocolos de la circulación y el intercambio noticioso. Cientos de niñas, niños y jóvenes muertos bajo la supuesta protección del Servicio Nacional de Menores. . . muertes que desde hace muchos años vienen engrosando silenciosamente y, hasta ahora sin mayor consternación pública ni institucional, un registro normalizado e informal de la precariedad de esas vidas probablemente consideradas menores; manifestaciones masivas contra el sistema nacional de pensiones entregado, desde la dictadura, a la administración privada de las AFP; la repentina, vergonzosa e inepta solicitud de renuncia y posterior destitución de Roxana Pey, rectora de la nueva Universidad de Aysén, por ser demasiado crítica, demasiado pensante, demasiado autónoma, demasiado rectora… por no estar lo suficientemente alineada con unas políticas de gobierno que trabajan contra las políticas que ese mismo gobierno dice, cada vez que puede, defender; el grotesco anuncio de un épico retorno salvador de José Piñera, padre, desde hace 36 años, de la triste patria de los jubilados chilenos que viene a enseñarnos que el sistema efectivamente funciona y funciona extraordinariamente bien, aunque la gran mayoría sepa con un saber material, cotidiano y singular, que no. Manifestaciones distintas todas estas, y todas las que por cuestión de tiempo no he podido nombrar, de la feroz consistencia e insistencia con la que se ha urdido la trama de lo que más convencionalmente tenderíamos a llamar la reciente historia de Chile.
Con esa trama, con el clima en el que ella se ha trabado y el clima que ha vulgarizado; con los procesos de su persistente factura y consolidación; con sus efectos de y sobre las lenguas, los cuerpos, los afectos, las memorias, los recuerdos; y sobre todo con lo que esa trabazón ha expulsado como cuerpos, vidas e historias residuales… con todo esto, tiene que ver, con una visión que cabría, me parece, llamar oblicua, esta última novela de Cynthia Rimsky; novela para y sobre los tiempos que corren y han corrido en Chile; y al mismo tiempo, novela sobre y para lo que en ese frenético correr de los tiempos quedó de pronto o estuvo siempre fuera de las pistas, sin carrera en medio de la carrera.
La trama, el clima, los procesos, los efectos de esta «historia» que se ha articulado y nombrado como historia del paso, del tránsito de la dictadura a la democracia, aparecen en la novela de Rimsky, a ratos como síntomas y a ratos como causas de una arrasadora devastación de la experiencia del tiempo histórico como potencia destructiva y constructiva a la vez. Recuerdo en esto a Walter Benjamin y aprovecho de citar este apunte suyo: «Sólo cuando el decurso histórico se le escurre al historiador por las manos, liso, como un hilo, es lícito hablar de progreso. Pero si es un cordón de múltiples fibras, deshilachado en mil greñas, que cuelga como trenza suelta, ninguna de ellas tiene su lugar determinado, mientras no se las recoja a todas y se las entrelace, como un tocado.»
Lisa como un hilo parece haberse trenzado oficial y burocráticamente la historia de Chile en los últimos 26 años, corriendo sin pausas, sin detenciones la frenética carrera del progreso. De vez en cuando, en plena pista, ha podido observarse una que otra rápida mirada hacia el pasado; miradas que no detienen, que no citan, que no constelan sino que incorporan lo que han visto a la carrera como un dato entre otros, como documento de cultura, así neutralizado y administrado. En vez de recorrer la trama de esta historia en la que los personajes y los hechos se han acomodado en lugares muy bien determinados, Rimsky la expone intentando soltarle las greñas al cordón trenzado, tratando de seguirle la pista a las hilachas que este entrelazamiento habría querido y logrado, hasta cierto punto, alisar.
La Caldini, personaje central y al mismo tiempo descentrante de la novela, es una de estas hebras sueltas, un remanente sin localización en los tiempos que corren continuos de la dictadura a la transición; pero es también una hebra totalmente amnésica que de pronto se ve puesta, a raíz de un procedimiento judicial, en situación de tener que recordar, y de tener que narrar su historia con lujo de detalles, como le aconseja su abogada, para darle a esa historia mayor credibilidad; solo que con esos detalles y con esa historia ha perdido ella, en una especie de bloqueo psíquico radical, toda relación. A partir de una serie de encuentros con otros personajes y otras historias vinculados alguna vez, al parecer, a su lucha política contra la dictadura, y que son también otras tantas hebras sueltas, la Caldini parece comenzar a reconocer lacunariamente, años después del retorno a la democracia, unos cuantos momentos olvidados de su historia, hasta que en un pasaje medio delirante de la novela, la vemos no recordando sino que reviviendo, sin saber ya ni ella misma si se trata de algo que ocurre en el pasado o en el presente, una intensa y épica escena de protesta poblacional contra la dictadura en El Salto; escena que parece, por un momento, desbloquear los afectos bloqueados, transformar el presente ya no en un lugar de tránsito sino de remembranza y actualización de una experiencia histórico-política devastada por la historia de los tiempos que corren.
Pero el relato de Rimsky no concluye aquí; cerrará de golpe la puerta rememorante que al parecer había abierto con esta escena para dejar a todos sus personajes, a sus historias, y a la novela misma no en el centro de la recuperación de la experiencia y la remembranza, sino al borde de un socavón de dimensiones desconocidas, al borde del silencio. No se sabe si ese borde es la seña del hundimiento definitivo de toda la historia nacional y también de la novela misma, en la incesante carrera del progreso, o si se trata más bien de una pausa, un corte, o el posible comienzo de algo que, en ese silencio, no llega a nombrarse.
Segundo comienzo
«El futuro es un lugar extraño… finalmente, es lo más ficción que he escrito», me comentó Cynthia cuando me invitó a presentar la novela. Con esa mínima indicación empecé a leer. A pocas páginas del comienzo comenzó también cierta inquietud; casi imperceptible al principio, y muy pronto agudizada.
El diccionario de la real academia define de este modo el término «ficción»: «Clase de obras literarias o cinematográficas, generalmente narrativas que tratan de sucesos o personajes imaginarios». Esta definición, demasiado lisa, como suelen serlo casi todas las definiciones, me sirve sin embargo para describir parcialmente mi desasosiego. La ficción de Rimsky parecía a ratos demasiado real, incluso incómodamente real… venía, lo digo sin haber logrado procesar mucho la cosa, con incrustaciones; como esas pinturas que instalan objetos «no pintados» en la tela pintada. En este caso, claro, las incrustaciones no eran objetos, pero sí fragmentos de historias, de biografías, de escenas que parecían directamente arrancados de esa otra ficción poderosamente naturalizada que llamamos realidad. En algunos casos, me pareció totalmente tentador y casi inevitable hacer el ejercicio de reemplazar los nombres de algunos de los personajes, de los movimientos políticos, de las instituciones en la trama deshilachada de la novela, por otros, «los verdaderos», diríamos. Y sin embargo, esa operación fracasaba casi de inmediato, se volvía insostenible e inconsistente porque esas pequeñas incrustaciones eran eso, incrustaciones —no modelos— que en el momento en que parecían haberse vuelto reconocibles, repentinamente tomaban en el relato rumbos desconocidos, inventados, anómalos respecto de sus supuestos referentes.
Me pareció distinguir aquí una especie de método en la escritura de esta novela; quizá el método básico mediante el que Rimsky intenta deshilachar, en su escritura, la historia como historia del progreso: como si en el campo de la construcción imaginaria de sucesos y personajes hubiese depositado aquí y allá, al menos para las lectoras y lectores chilenos, pequeños y muy materiales detonadores de recuerdos que rápidamente desviados de sus destinos conocidos no llegan nunca, sin embargo, a coincidir con ni a articularse en una misma y única trama; en una trama con principio, medio y fin.
Claramente, no es solo la ficción lo que a Rimsky le interesa poner en juego en esta novela. La ficción con sus incrustaciones parece ser más bien una forma de hacer sentir, de visibilizar, el correr de los tiempos que corren; un descarriado intento de reactivar el recuerdo precisamente ahí donde la capacidad de recordar ha sido devastada en esa carrera. Algo en este procedimiento escriturario parece tender a abrir la aparente familiaridad del presente al recuerdo de las pequeñas y grandes traiciones y administrados olvidos sobre cuyo sepultamiento ese presente triunfante se habría levantado y acomodado.
Pero las cosas en esta novela, ya lo decía antes, no terminan de moverse en esa dirección. El final vendrá, en cierto sentido al menos, a desestabilizar y problematizar su propia apuesta mediante una última y hasta cierto punto desoladora incrustación: la exposición, no podemos saber ya si ficticia o real, de lo que la Caldini y con ella también quizá la novela misma, reconoce y describe como el mecanismo y procedimiento general, y hasta el final oculto, de su propia construcción: «Cuando la abogada le explicó que iba a tener que escribir su pasado para defenderse en el tribunal le advirtió: ‘Es muy importante que recuerdes los detalles, son los detalles los que podrán probar tu inocencia’. Con esfuerzo trajo al presente algunos recuerdos generales que podían ser suyos o de una mujer que vivió en la misma época con un hombre que podía o no ser Rocha. Como no encontró los detalles que necesitaba, decidió trabajar con la memoria de la web. Escribió en el buscador nombres, lugares, fechas, situaciones, ideas […]. cuando no arrojaba resultados, el buscador le ofrecía otra cosa ‘quizá quisiste decir…’, y ella aceptaba.».
Memoria de la web que no solo articula la historia de la Caldini sino que claramente cruza de parte a parte la escritura de esta novela. Memoria sin recuerdo y sin experiencia en la que el pasado se conserva y modifica cada vez en operaciones cuyas leyes no alcanzamos del todo a comprender ni a anticipar.
*Este texto fue leído en la presentación de El futuro es un lugar extraño, realizada el 11 de agosto de 2016 en Casa O de Lastarria.