Cuerpo adentro es el primer libro del poeta y abogado Felipe Meneses Sotelo (1975). Como señala el título, esta serie de poemas hace referencia a las experiencias emocionales del yo-lírico, las que podríamos inscribir dentro de la línea temática de Oscar Hahn y del fallecido Gonzalo Rojas, es decir, trabaja en torno a las nociones de Eros y Tánatos, el amor y la muerte. Desde allí convergen hacia el exterior las problemáticas que envuelven las composiciones, generándonos la sensación de que se trata de múltiples intentos por develar el por qué de situaciones decepcionantes. Desde la primera de las cuatro partes en que se divide el libro, y gracias a la linealidad de los relatos, emprenderemos un viaje que nos llevará a situarnos en varios momentos de la vida afectiva del hablante, quien, a pesar de que comienza reflexionando en torno a algunos desengaños y fracasos, concluye su odisea sentimental de manera exitosa. Los poemas son en su mayor parte de corta extensión y de versos también muy breves, lo cual en ocasiones nos deja solo la percepción de una idea que se difumina.
Como hemos señalado, el eje central de los textos son los sentimientos. En la primera sección, denominada “Cuerpo adentro”, encontramos las meditaciones de un amante desilusionado. Los versos están construidos en base a pequeñas metáforas que, junto a algunas descripciones más objetivas, van plasmando –además de la experiencia– el temperamento melancólico del hablante. Al parecer, este último ha sufrido lo que en palabras de Freud denominamos la pérdida del objeto erótico. Según señala el neurólogo y psicoanalista, el melancólico experimenta “una extraordinaria disminución de su amor propio, o sea un considerable empobrecimiento de su yo” cuando pierde el objeto amado. En el libro, los poemas remiten a impresiones negativas sobre el propio actuar y situaciones conflictivas que denotan falta de entrega y de compromiso, lo cual, en el cierre del primer conjunto de poemas, deja entrever la idea de una separación definitiva entre el yo-poético y el objeto de deseo:
A las quemaduras
Sucedía la intemperie
El cuadro triste de ambos
Vacíos
Excéntricos
Remando
En dirección opuesta («Fin de Viaje I», pág. 21)
Para mí no hay más
Esta es la única entrega
De tu historia de pocos versos («Fin de Viaje II», pág. 23)
Se puede deducir que, a partir de esa ruptura, los anhelos y necesidades del hablante cambian. En la segunda sección, “Inevitable”, se mueve en un nuevo espacio; su voz no hace solo referencia a lo interior, sino también a lo exterior: Tú, Él, Vosotros, Ellos. Aparece un nuevo objeto del deseo, una mujer a la que, al parecer, todos, él incluido, miran únicamente desde la perspectiva sexual. Los poemas ya no hablan de sentimientos, sino de las sensaciones que proporcionan los sentidos. Al parecer, este tipo de relación es una forma de satisfacer la necesidad, pero no supone el olvido de lo perdido. Los poemas poseen un tinte más erótico, hay más alusiones al cuerpo, a la desnudez, al sexo femenino. Los versos están construidos sin metáforas rebuscadas y, gracias a la forma en que están construidos los poemas, se logra dejar a entrever qué es lo que se calla y su importancia:
Abro la puerta
Te cubro la cara con un beso
Que por dentro está vacío
Como una nuez
Sin cascar en años («Última visita», pág. 37)
Lo que se intenta olvidar
Queda justo al fondo
De la copa que se bebe
La mujer amada
Fantasmal y repetida
En el cuerpo de la que no se ama («Inevitable», pág. 39)
En “La muerte perfora el universo”, tercera parte del poemario, el hablante lírico pasa de expresar el sentimiento amoroso fracasado al ámbito familiar, donde también ha experimentado una desilusión: la pérdida del padre. A él están dedicados los poemas, los que se enfrascan en cavilaciones sobre la muerte, lo abrupto de la separación, la idea del sacrificio (sacrificio para quién, se pregunta él mismo). A mi parecer, éste es uno de los mejores trabajos de Meneses Sotelo, ya que esboza de manera sutil la paradoja que envuelve la vida humana. Los dos primeros poemas están escritos como pequeñas narraciones que rememoran algunos momentos vividos por el hablante. Aquí no encontramos muchas metáforas. No obstante, los dos poemas siguientes se vuelven tan abstractos que no se comprenden totalmente, aunque se logra intuir cierto sentido.
En el conjunto final de poemas, “La luz despierta cuerpo adentro un teclado simultáneo”, se nos hace partícipes de la consolidación de su vida amorosa. Llama la atención que, luego de haber sufrido la muerte de uno de los objetos amados, el yo-lírico no caiga en un nuevo estado de melancolía, sino todo lo contrario, si bien no se nos informa del tiempo que media entre una y otra situación. El lugar que anteriormente no había podido construir, aquel soy que evoca en el poema “Cuerpo adentro”, sí logra llevarse a cabo de la mano de una nueva figura femenina. El jardín al que hace referencia en “Vía Láctea” se nos presenta como un espacio simbólico parecido al paraíso, donde el hombre y la mujer se encuentran protegidos casi por una mano divina. En el poema, la voz poética da espacio a la inclusión de otra voz, la de la mujer que ha logrado dar pie a esa plenitud. “Todo rota y se abre”, le dice casi como una sentencia. Al parecer, por fin ha encontrado un puerto seguro y su lenguaje se vuelve amoroso, colmado de versos cuyas metáforas hacen referencia a lo etéreo y a la belleza del universo y lo terreno. Aquel cuerpo adentro se llena de luz y el poema dedicado a Constance logra un cierre emotivo y lleno de significación.
Cuerpo adentro. Felipe Meneses Sotelo. Santiago. Ril Editores, 2012. 68 páginas.