D7 es una publicación que reúne distintos diarios de anotaciones llevados por Juan Borchers en un lapso de nueve años (1951-1960), años que en su mayoría el autor pasó en Europa, principalmente entre España y París, pero sin olvidar estadías en Font Romeu, Asserbo, o Nordala, lugares en que se firman las primeras libretas presentes en la publicación, para retornar a Chile recién en 1958, período al que pertenecen los últimos tres diarios seleccionados.
Gracias a la recuperación realizada por edicionesvaticanochico –y en particular la selección realizada por María Berrios– de seis de los diferentes diarios llevados por Juan Borchers, podemos redescubrir la amalgama de dibujos, estudios, anotaciones, y sueños, de la misma forma cruda e inmediata, en que fueron originalmente registrados y –probablemente– revisados por el propio autor. D7, de Juan Borchers (1910-1975), arquitecto, profesor y teórico de la arquitectura, figura influyente como «una presencia subterránea y no siempre explícita» [1] para la arquitectura nacional, viene a sumarse a la recuperación del autor, agregando una nueva faceta a su complejo pensamiento teórico de la materia, que conocemos principalmente por su publicación en vida de Institución arquitectónica (1968) y de manera póstuma Meta arquitectura (1975). Un acercamiento esta vez «íntimo» en la medida en que accedemos a sus inquietudes, obsesiones y problemas, en la forma en que estos son gestados, encontrados y reencontrados por la pluma del autor.
Los diarios publicados como diarios
El libro, una vez libro, ya no es el objeto de anotación del autor, sino el objeto de lectura de su público, y esa es la distancia que se invierte en D7. Esta obra no es la que ha sido escrita para ser leída, sino únicamente para haber sido escrita, y esta cualidad íntima de los apuntes, se presenta con la menor cantidad de modificaciones posibles. Esa es la forma en que accedemos a D7, como robando y leyendo un diario encontrado, primero sin ninguna advertencia de a qué o a quién hemos sustraído este objeto, manteniendo la ficción en todas sus páginas; sólo para encontrar en el lomo del libro –y un discreto código de barras en la contraportada– aquello que lo delata como una publicación. Y entonces, sólo en las últimas páginas, los editores nos revelan –en un texto mecanografiado, opuesto al manuscrito, confuso y atiborrado de la mano de Borchers– sus intenciones; como una guía sobre el libro que sostenemos en las manos, nos ilustran sobre su tarea de recuperación, la selección de fragmentos de seis diarios distintos, que con la ayuda de varios títulos tentativos, los recopiladores nos animan a desentrañar, acercándonos a los problemas referidos en las diferentes anotaciones sustraídas.
edicionesvaticanochico presenta los diarios como diarios: podemos ver y tomar en cuenta en nuestra lectura, entre los dibujos, los cambios de letra en tamaño, tipo y forma, cambios de color en las tintas –y sus accidentes–, como también el cambio de lápices, las correcciones, manchas y texturas de algunos crayones, así como las huellas que manchan la página opuesta.
La trampa al ojo que es D7 –manteniendo el formato, la ficción, la decoloración desigual que le da el tiempo a las libretas más antiguas– se presenta de manera muy diferente que un engaño al lector. Contrariamente, la presentación de esta ficción es un ejercicio de honestidad, honestidad para con las anotaciones de Juan Borchers, que pone de manifiesto a las libretas como el soporte final, y no transitorio, del pensamiento que en ellas se contiene.
El dibujo como forma de registro y herramienta reflexiva
El pensamiento de Borchers en particular se encuentra presente en los accidentes de sus apuntes, así como en la forma de sus dibujos; transcribiéndolos sin modificación, se evita esa pérdida, ese vaciamiento de su origen que sufre todo texto en su propio ejercicio de texto, es una preservación más compleja, que incluye las ideas que conforman a D7. Éstas no pueden ser separadas del aquí y ahora que da inicio a cada anotación, mantienen un nexo continuo con lo performativo del acto, del ejercicio del pensamiento, como un residuo en cada una de sus páginas.
Juan Borchers, estudio de nubes
Los dibujos de nubes desintegrándose, como los movimientos de la luna, como el análisis de los árboles, no pueden separarse de la observación paciente y sistemática que realizó Borchers para conseguirlos: el diagrama, el esquema, la anotación de la hora, el comentario, como la corrección, como la disposición, la línea y la insistencia son parte de la nitidez y honestidad que posee el dibujo como forma de registro y herramienta reflexiva.
Marcel Duchamp realizó para la Caja verde (publicación de un texto complementario a la obra el Gran Vidrio, llamada, al igual que éste «La mariée mise à nu par ses célibataires, même») un ejercicio similar al propuesto en D7: en aquella obra el autor reimprimió, en 320 ejemplares, las 93 anotaciones y facsímiles originales de los bocetos preparatorios del Gran Vidrio, incluyendo en éstas explicaciones detalladas de las partes, así como reflexiones, dibujos y esquemas de la obra. Así, los reunió dentro de una caja verde, en donde los textos se disponían sin enumerar ni encuadernar, como las mismas hojas sueltas que él anotó, en un intento de mantener de manera diáfana todas las aristas involucradas en el proceso de creación, sin siquiera ofrecer una estructura definida que imponerle al lector. Esto es algo que comparte con D7, donde en la búsqueda de una proximidad con un lenguaje lo más cercano posible a la idea, se evita la transcripción o cualquier otra forma de intervención, constituyéndolas de facto en la forma más cercana posible al pensamiento que las originó.
La manera en que el dibujo se presenta en las anotaciones de Borchers, es la de una herramienta capaz de configurar su forma de pensar. Difícilmente estos dibujos buscan un parecido estético, es un dibujo que no ha desaprovechado su capacidad de significar en la anécdota de señalar, derrochándose en la traducción de un parecido. Los trazos de Borchers son una expresión intelectual, una forma de análisis que puede presentarse como un esquema, o una silueta. Acostumbrado al análisis, sólo parece acercarse a lo «retiniano» como la anotación de un dato, obligado a que la percepción del mundo pase inevitablemente por nuestros sentidos, su dibujo se detiene para delatar la percepción como un fenómeno variable e inexacto. Así, sus anotaciones no se permiten ser un espacio recreativo o gozoso; estrictamente se presentan como una herramienta de análisis de un estudio.
“todo puede unirse con todo”
¿Cuál es la ciencia u orden oculto al que se aboca su dibujo? ¿Qué es aquello que desea poder desentrañar de la naturaleza? En las reflexiones de Borchers vemos, utilizando las palabras de los editores, cómo «el mundo aparece en sus cuadernos como un lugar poblado de lecciones de arquitectura», en la que las materias son –como nos lo señala el propio Borchers en una de sus páginas– «nubes, hojas, piedras, frutos, árboles, semillas, manos, orejas, rostros, pies, cuerpos, llama, ojos, lona, estrellas, montes, ramas, sonidos», y a las que sumo horizontes, atardeceres y movimientos de la luna.
En la variedad de su estudio, y en la amplia selección de sus intereses, quiero ver una insistencia de algunas pocas obsesiones, que se reencarnan en diferentes formas y problemas ya mencionados, presentes no como estructuras aisladas, sino como análisis dialogantes entre sí, partes de un estudio integral.
Borchers señala en una de sus primeras notas en D7: «Respecto a la anotación de las nubes.. es preciso primero que esta aparezca con un contorno suficientemente definido, que sea de un tamaño regular y de articulación simple y fácilmente dibujable de manera que aunque varie alcance cada vez a tenerla en la vista. aunque sea este hecho ya tiene que ser preliminar, por lo menos por ahora. Adquirir una gama descriptiva. Dibujar después piedras una buena cantidad de ellas. Este es el máximo contraste elemental una nube que cambia continuamente, una piedra que lo hace a una lentitud que podemos llamarle invariable: entre medio mas allá y más acá está la llama que muda a veces demasiado rápido, y el agua cuando fluye y más acá están los vegetales que varían lentamente.»
El máximo contraste que ofrecen una nube y una piedra, parecen ser los extremos de un análisis en el que insiste a lo largo de sus diarios: el cambio, la continuidad y la transformación en la existencia fugaz de una nube, versus la variación –a nuestros ojos– estática de una piedra, son los extremos que construyen el campo de sus inquietudes: el nacimiento, crecimiento y mutación que sufren todas las formas, se presenta como un problema revelado. Recordando la inscripción que acompaña al Uróboros –la serpiente que engulle su propia cola, símbolo entre otras cosas de la infinitud, y de la naturaleza cíclica de las cosas–, que en algunas de sus representaciones más antiguas añade la frase en griego ?? ?? ???, hen to pan, «todo es uno», un texto que ahora parece reflotar con la propia anotación que Borchers despliega en una de sus páginas, «todo puede unirse con todo».
Lo que hay entre las nubes y las piedras
La forma de una nube es seguida, dibujada insistentemente en varias etapas, y en varias ocasiones, en una cronología que la conduce a su desintegración. Rápidamente se registra –a veces junto a la hora, o a una corta narración– el proceso de su existencia; una misma nube que fue todas esas nubes, en las siluetas de su propia transformación, son resguardadas como un álbum de recuerdos. Las piedras por el contrario, son registradas una al lado de la otra, no como una secuencia, sino como un serie, pero desde una atención más estática. Opuestas al gesto más liviano y apresurado de las nubes, un dibujo menos veloz, monótono en su variedad, insiste en la simplicidad de su modelo. En diferentes páginas, aparecen agolpados distintos conjuntos de piedras, en cada registro el autor nos ofrece una catalogación: esféricas, triangulares, cuadrangulares y variables.
Juan Borchers, estudio de piedras
Y en el justo medio de los opuestos planteados por Borchers, se encuentra el estudio de los árboles. Señala en una carta escrita en 1947 en Punta Arenas (antes de la anotación de estas libretas): «Un árbol necesita un siglo para desarrollarse. Una semilla que hubiera caído en la época de la formación de Punta Arenas alrededor de 1848 (mediados del siglo pasado) recién hoy al cabo de un siglo de desarrollo de la ciudad, habría alcanzado su propio desarrollo». El árbol se presenta en enormes ciclos, en una larga vida capaz de ofrecer una infinita variedad en su transformación, y una inmovilidad de fácil acceso para el estudio del Borchers. Pero además el árbol ofrece en su silueta, como un mapa de fácil lectura, la lección de su crecimiento, en la historia de los caminos de su transformación. Indagando algunas veces en los anillos de su tronco, o identificando los hitos de sus ramificaciones, arma complejas anotaciones, esquemas de su evolución y desarrollo. «Numeración de las hojas», «numeración de las ramas», anota entre infinidad de números, esperando que de ellas nazca la lógica y se acabe el azar.
Lo cierto es que en la numeralidad extenuante de Borchers aparece un retrato, una abstracción del sentido de un árbol, por medio de una aproximación fenomenológica, que utiliza el número y las matemáticas como modelo. Sus análisis de árboles son sin duda los más complejos, más abstractos, más herméticos, más singulares y tal vez los más fructíferos para el propio autor.
Juan Borchers, numeración de las hojas, numeración global de la rama
Aprovechando a un lector contemporáneo, que hace décadas que acepta al libro como una superficie compleja, se presenta esta publicación de la misma forma que una pintura de Jackson Pollock, o una pintura performativa de Yves Klein, como índice de una acción llevada a cabo en sus páginas. La lectura de D7 nos muestra una investigación todavía muy lejos de estar resuelta, incluso nos la expone en la insistencia de su desarrollo, como la evidencia material de la construcción de un pensamiento. Lo que se nos presenta, no se nos explica, «está por desenredar, pero nada por descifrar».
Las inquietudes de edicionesvaticanochico, en tanto editores, se vinculan a la revaloración de estas búsquedas todavía sin claro destino (como en el caso de sus publicaciones previas, Cuaderno verde de Misha Stroj, y Didáctica autodidacta de Francisco Araya), llevadas a cabo por creadores-investigadores cuyos procesos de producción terminan siendo el contenido de la obra misma.
La evidencia a la que se puede acceder, expresada en los accidentes de la escritura como el desorden de la reflexión, los bocetos, esquemas y dibujos, exigen un lector comprometido, capaz de comprender en la forma buena parte del contenido de estas libretas. El lugar donde se recoge esta obra, es finalmente el lector, que construye la unidad de este pensamiento, que es presa inconsciente de la elección de ciertos textos, de ciertas páginas, y reconstruye a Borchers en la enormidad de su pensamiento, desde la intimidad de su estudio.
[1] Pérez Oyarzún, Fernando. «Poéticas del caso. Chile, entre la palabra y la materia», en Arquitectura Viva nº 85. Madrid, España, p.31.