Desde el inicio de la historia de los sistemas económicos acumulativos, la práctica del ocio sigue siendo uno de los mayores lujos al que mujeres y hombres pueden aspirar. Reconozco dos tipos de ocio, el que produce y el que no, lo cual nos devuelve a la lógica económica. Es por eso que el distraído no es bien mirado en la sociedad, sino que, al primer indicio de esta severa patología, son tomados todos los recaudos para devolver a esta oveja negra a su redil. El ocio es el tema principal del ensayo llamado “La distracción”, que aparece en el libro de ensayos de Sergio Missana (1966), La distracción y otros textos (2015). El profesor, periodista y escritor nos da una buena muestra de su saber literario unido a temas políticos, económicos y de medios.
Missana utiliza el género ensayístico como forma de ir tejiendo sus lecturas de manera más libre y amena, lo cual ciertamente logra. Como una pequeña guía, el prólogo nos propone una forma de leer los textos, cuestión relevante ya que el libro está compuesto por ensayos recopilados y corre el peligro de la lógica (o de la no-lógica), del orden azaroso, pero termina diciendo, parafraseando a Goethe, que los hechos deben ser su propia teoría. Esta apuesta me parece interesante para el lector, ya que se le entrega a él la llave de lectura para que eche a andar su propio aparato interpretativo, cuestión que fácilmente puede ser perturbada con la imposición de un orden que, en este caso, es una sugerencia del autor.
Un lector paranoico—el mejor lector, según Culler— buscará el hilo conductor de los ensayos, pero uno de los mayores beneficios de la recopilación es la posibilidad de leer cada uno de los textos de manera aislada y, aun así, poder disfrutar de una buena lectura propuesta por una mano fluida. En “Simpatía por el demonio” (guiño a los Rolling Stones), Missana reflexiona sobre la idea del mal en el mundo actual y nos lleva de la literatura bíblica de Job y Eclesiastés—motivado por un texto de Arendt y su ética de vertiente judía— hasta los personajes de Stevenson, Doctor Jekyll y Mr. Hyde, y de estos últimos (que son el mismo personaje) a Walter White de Breaking Bad. Con este último ejemplo, el autor nos invita a dar un salto hasta el sistema económico actual al hablar del filósofo coreano Byung-Chul Han y de cómo este propone la maldad como resultado del sistema neoliberal, para luego referirse al psicólogo Jonathan Haidt y a su postulado de cinco temas de importancia transversal en distintas culturas. Missana nos devuelve inmediatamente a la cultura de masas hablando de la moda vampiresca adolescente que empieza con Entrevista con el vampiro (1976) de Anne Rice y de su ruptura con la figura maligna de Drácula al hacer que el lector empatice con este clásico personaje, a la vez que nos remite también al personaje del Zombie y la idea de lo posthumano, la bioética y del sonambulismo. El autor cierra su texto volviendo a Arendt y a la hipótesis de la filósofa sobre la relación entre el mal y la estupidez tomando como ejemplo la película Shaun of the dead (2005), comedia sobre los muertos vivientes.
No son tanto los temas como la operación de tomar ejemplos que son bien conocidos, en algunos casos, u otros que dan cuenta de su variada lectura, lo que se repetirá en todos los textos, aunque sin dejar de lado la literatura como punto central y dispositivo que permite leer estructuras, momentos y tendencias, lo cual Missana hace de forma bastante lúcida. Por ejemplo, en “El sueño de la razón engendra monstruos eléctricos” escribe sobre la ciencia ficción y la tecnología y el modo en que esta última nos moldea sin que nos demos cuenta de su presencia: “nadamos en la tecnología como peces en el agua. Ocupa un lugar en la sociedad occidental similar al que tuvo la razón en la era de la ilustración y, antes, la religión: el de un sustrato cultural naturalizado.” (36), para luego hacer una reflexión sobre el género de ciencia ficción: “la libertad imaginativa que permite la ciencia ficción parece haberle sido negada a quienes se rigen por los inflexibles estándares de la alta literatura.”
Hay tres ensayos en los que Missana se refiere a Borges—sin hablar de las otras menciones en los textos— que permiten ver su admiración por el escritor argentino. El primero, “¿Quién le teme al premio feroz?”, que es más bien una crónica literaria, revisa la necesidad de los premios literarios para terminar diciendo “…son una minoría de autores excepcionales quienes honran a los premios y no al revés.” (88). Lo anterior da un punto de partida a los textos “Cosas agregadas al mundo: Borges y el barroco” y “Borges, reaccionario”. El orden de los ensayos muestra dos áreas del autor argentino: su estética y su política. En el primero de los textos instala a Borges en la discusión del barroquismo latinoamericano y nos muestra dos variantes del autor, por un lado: “…como más europeo que los europeos, ya que la distancia permitiría una visión panorámica de la cultura occidental…” (90), y por otro su cercanía con el Neobarroco en su inestabilidad, caos, incertidumbre, etc. En el segundo texto Missana hace un recorrido por los hitos de la vida de Borges que muestran sus inquietudes o desembarazos con la política para concluir que “más que un animal político, puede considerarse a Borges un animal ético” (105), lo que lo exculpa del supuesto apoyo a la derecha de los años setenta y ochenta.
En los ensayos “Música militar o militante: notas sobre la poesía política de Neruda”, “Los años que vivimos en peligro”, “El orden de las familias”, y “Oleadas de igualdad”, Missana hace un recorrido por textos que nos muestran una época y que nos permiten recorrer con distancia momentos de la historia de Chile. Cuando habla de Neruda, comenta lo difícil que se ha vuelto hablar con el “monumento” en el que se lo ha convertido, lo que ha hecho leer su poesía más como panfleto político—una lectura simplificadora bastante frecuente— que como un proyecto estético-político (después de todo, Neruda termina siendo la voz o la boca del pueblo). En el segundo texto, se continua leyendo momentos de la historia de Chile de forma más directa, esta vez a través de Los fusileros, crónica secreta de una guerrilla en Chile (2007) de Cristóbal Peña. Ahí se narra la historia del FPMR, lo cual le permite a Missana recrear el clima de los años ochenta y reflexionar sobre él, los medios y los fines, a través del grupo más representativo de la lucha armada contra la dictadura quienes, al final, terminan divorciándose incluso de aquellos a quienes creían defender. Lo que hace leer estos ensayos como el desarrollo de una historia, de la historia, es el avance en el tipo de problemas que se nos presenta. En “el orden de las familias” se nos habla de la intromisión de lo cotidiano al mundo narrativo chileno través de la obra de Beatriz García-Huidobro Hasta ya no ir y otros textos, compilación de escritos que van de 1996 al 2012. Los fantasmas de los ochenta siguen en pie, solo que esta vez no desde la mirada de la guerrilla, sino de la familia y de un entramado contaminado por un contexto adverso. En el último texto de esta serie que se relaciona con política y Chile, el espectro se abre más y el autor hace un recorrido sobre la historia del país para comprobar cómo la idea de la igualdad se ha ido desarrollando. Hay frases que pueden parecer controvertidas, como cuando Missana observa que “En Chile, la dictadura de Pinochet aplastó gran parte de los avances logrados durante las décadas precedentes en materia de igualdad, abriendo paradójicamente, un espacio para la diferencia—por ejemplo, para la emergencia del movimiento feminista…” (135), pero que se ven matizadas y enriquecidas por el curso de la argumentación y las conexiones que el autor hace: “La expansión del consumo se ha revelado como una gran fuga trayendo aparejada una devaluación de aquello a lo que se accede, generando nuevas y profundas exclusiones.” (136). Palabras como igualdad, inclusión y diferencia en un recorrido como el que nos es propuesto, nos hacer pensar en estos temas como inacabables.
Todorov, en su texto Teoría de los géneros literarios, dice que “por el hecho de que los géneros literarios existen como una institución es por lo que funcionan como ‘horizontes de expectativa’ para los lectores, como ‘modelo de escritura’ para los autores.” (38) Cuando leemos un libro de ensayos estamos dispuestos a escuchar lo que el autor nos dice, sus ideas, pero no deja de ser agradable que la lectura se sienta más como una tertulia en el que el escritor nos invita a dialogar no solo con él, sino también con todas sus lecturas y autores. El texto de Missana hace esto.