El documental “Zurita, verás no ver” dirigido por Alejandra Carmona fue estrenado en el contexto del 25° Festival Internacional de Cine de Valdivia, formó parte de la sección oficial de Largometrajes chilenos y me atrevería a decir que fue uno de los trabajos más importantes del festival, aun cuando no recibió ningún premio, lo que resulta por lo menos curioso, considerando que el film recibió cuatro reconocimientos en el festival FEMCINE en marzo de este año.
La obra recientemente fue presentada en la cineteca nacional, en la sala de cine UC además de en el frontis del MAC del parque forestal y me parece que es de esas películas que simplemente no se pueden dejar pasar. Si bien la figura de Zurita es ampliamente conocida por la crítica literaria, como también lo es su trabajo artístico, el film tiene el mérito de mostrarnos otro ángulo del poeta. Nos muestra al Zurita íntimo, nos acerca a su visión de mundo, nos permite comprender el sufrimiento por el que está pasando en la actualidad. Como receptores nos lleva a sentirnos cómplices de sus secretos, generando una suerte de amistad con él.
El documental se organiza como un viaje compuesto por múltiples analepsis; comienza con un recorrido por las acciones de arte que el poeta ha realizado desde los geoglifos del desierto, la escritura de sus versos en el aire neoyorkino y sus performances, para darnos a conocer el proceso de creación de su último proyecto, que según el autor sería una suerte de despedida poética, pues siente en su cuerpo enfermo la cercanía de la muerte y por lo mismo tiene la necesidad de ir cerrando ciclos. El proyecto se titula “Verás un mar de piedras” y con él pretende proyectar 22 versos en los acantilados que van de Arica a Pisagua. Son versos de gran tamaño que solo se leerán desde el mar, con el vaivén de las olas, y expuestos a los cambios de color del paso del día, y que terminarán con la frase “y llorarás”.
Entre los elementos más destacables del documental está el hecho de no pretender ser una biografía de Zurita. Durante todo el tiempo que dura el film no hay entrevistas a sus familiares o conocidos. El documental presenta, más bien, un tiempo con el poeta, nos permite escucharlo, acompañarlo a caminar por el desierto; verlo contemplar con dolor los acantilados de Pisagua, verlo sufrir frente a la tumba abierta de los presos políticos, escuchar las narraciones de sus recuerdos más íntimos, y reflexionar sobre su manera de comprender el mundo y también la poesía. Esta singular opción, más discursiva y narrativa que biografista, permite una comprensión mucho mayor de Zurita, desde su pensamiento y sus ideas.
El recurso discursivo principal es la fotografía. En este sentido, merecen mención especial Enrique Stindt y Pablo Valdés, encargados de la dirección fotográfica, pues lograron transformar este elemento en un aspecto protagónico. Notables son las vistas aéreas del mar que muestran ángulos insólitos y provocan intensas emociones: al ver las olas desde lo alto, uno casi puede sentir el abismo que se forma justo antes de que revienten, acercándonos al mundo emocional del Zurita que las contempla. Lo mismo ocurre con las imágenes del desierto, las cuales se plantean desde la ambigüedad de su belleza, mostrando, por una parte, la desolación de la tierra árida y despoblada y, por otro lado, sus colores, texturas y accidentes geográficos, rasgos que solo existen en el desierto chileno y que conforman su incomparable delicadeza. La directora logra construir un ambiente de gran intimidad a través del uso del silencio que abunda en el desierto, aplica la lírica de Zurita a su construcción audiovisual, transformando el documental en un poema, lo que da cuenta de una comprensión profunda del poeta y su obra.
De hecho, el desierto funciona como eje geográfico del documental. Zurita camina acompasadamente por este escenario mientras habla desde su experiencia personal. Cuenta cuando fue tomado preso en un barco en Valparaíso junto a miles de otros jóvenes que más tarde fueron encerrados en una cárcel flotante, oscura y húmeda donde los tuvieron una cantidad incierta de horas, tal vez hasta días; y donde más tarde le quitaron de las manos un manuscrito inédito de sus poemas, que fue lanzado con desprecio al mar. A modo de ejercicio, y en parte para soportar la experiencia de esta prisión, Zurita logró memorizar estos poemas y posteriormente publicarlos. Son estas las experiencias que el poeta comparte con la cámara las que nos hacen interiorizarnos en su mundo, acercarnos a los sucesos que lo han formado como individuo.
Resulta interesante conocer las opiniones que el autor tiene sobre la poesía. Concibe la escritura como una forma de sentir la realidad; un ejercicio visceral que permite darle significancia a las experiencias. Por otro lado, entiende la poesía como un lenguaje visual, que surge en el eje de la mente y que luego necesita urgentemente expresarse de forma verbal. Solo a través de las acciones de arte que ha realizado, dice, ha podido alcanzar el “vislumbre de la felicidad” al que aspira. Pues para él la felicidad es compleja, y no se alcanza plenamente, como deseamos comúnmente, sino por pequeños y fugaces chispazos.
El documental, por último, se hace cargo del dolor de Zurita, en especial el que vive actualmente debido a su enfermedad y al hecho de sentir que su cuerpo ha envejecido mucho antes que su mente. Valientemente, nos dice que no tiene temor a sufrir, que es desde el sufrir que se puede vivir realmente y que “solo a través de la herida sale el arte”. Hoy Zurita vive el sufrimiento que le impone su cuerpo enfermo y pese a eso manifiesta que le tiene mucho más miedo a la depresión que al cáncer. Su verdadero sufrimiento se relaciona con el dolor psíquico más que con el físico, tal vez por eso es más interesante aun el film, porque vemos un cuerpo disminuido que contiene a un hombre gigante, tan gigante que sus palabras crecen y se proyectan en el cielo, en el desierto y ahora se proyectarán desde el mar.