Simón Soto es baterista, narrador y guionista. Su primer libro de relatos, Cielo negro (La calabaza del diablo, 2011), tuvo una gran acogida de la crítica literaria. Elogios en la revista Capital y Rolling Stone lo confirman. Cuatro años después regresa a la literatura con La pesadilla del mundo, un libro de relatos publicado recientemente por editorial Montacerdos, que mezcla delirios, cotidianeidad y escenas seriales.
Siete son los cuentos que componen el volumen. Cada uno de ellos compuesto por finales impensados, donde el giro narrativo quiebra la estructura inicial del escrito con delicadeza y perfección, pues era alto el riesgo de que con este procedimiento la narración se desbordara y desestructurara. Observamos un trabajo escritural pausado y pensado, que nos lleva –en un mismo cuento– del Golpe de Estado a una isla virgen en el sur de Chile, o desde una biografía de Houdini hasta un truco de magia en la Torre Entel. Y aunque podríamos leer los escritos desde la fantasía y la ciencia ficción, igualmente podemos hacer lecturas político-sociales de cada uno de los cuentos. Por ejemplo “La hoguera”, donde el protagonista hereda un campo que debe defender, armado, de las inmobiliarias que pretenden la homogeneización arquitectónica de las ciudades. O “Felicidad conyugal”, en el cual una mujer abandona a sus hijos luego de un viaje a Italia, desprendiéndose de obligaciones, roles y convencionalismos.
En todos los relatos está presente la huida. El escapar del punto de origen. El sumergirse en otra vida: como si en ese giro se pudiese encontrar una mejor realidad. No en vano Daniel Hidalgo, en la revista Rolling Stone, sostuvo: “Logra siempre desde una anécdota, destapar un universo de secretos e intrigas”. Porque la apertura de una puerta narrativa conduce a una historia que bien podría ser parte de otro cuento; es decir, hay una incesante creación de microhistorias que conviven dentro de un mismo recipiente. El cuento que le da el título al libro es uno de ellos. Un militar jubilado en Casas Viejas observa completamente alcoholizado las faenas de un grupo de pescadores durante las madrugadas. Mientras sueña con una gelatina musgosa que vive en el fondo del océano, se integra al trabajo en el mar. Luego del Golpe de Estado el ejército necesita de sus servicios y es enviado a una isla muy similar a la de la serie Lost. Una nueva forma de reconstruir el totalitarismo desde un cuento de aventuras, donde estatuas gigantes, barcos abandonados e indígenas armados conforman un universo paralelo al que se estaba viviendo durante la dictadura.
El posmoderno y neoliberalista Chile actual también está presente en La pesadilla del mundo. El relato “Madre”, es su bandera. Un guionista de teleseries que vive con su mamá entra a trabajar a un canal estatal para encargarse del área dramática. Es ella quien escribe y construye las historias desechando las ideas de su hijo: “Y créeme, que pese a todo tu talento, yo puedo entender mejor al espectador de ese horario, entre otras cosas porque ese espectador soy yo”. En una relación de dependencia muy similar a la que tiene Ignatius Reilly con su progenitora en La conjura de los necios, observamos la forma en que operan los medios de comunicación en la ciudadanía. Porque leyendo sociológicamente el escrito, apreciamos cómo su madre es la representante de una población idiotizada, vulgar y despolitizada. Una construcción del perfeccionamiento del capitalismo que dicta las banales pautas que mediáticamente se deben entregar, como dice una canción de Eduardo Peralta: “hay que mostrar lo que la gente quiere ver y que pueda entender”. Es decir, hallamos un concepto individualizado en un personaje que retrata el lamentable estado en que se encuentra el Chile actual.
La pesadilla del mundo es uno de los mejores libros del 2015. Tiene cuentos indefinibles y notables que nos sumergen en precipicios de los que nos cuesta escapar, donde magos, curas que no creen en milagros, maridos abandonados y barcos que se estrellan en la nada nos retratan delirios de personajes que bordean un abismo alimentado de desolación.