Hace varios años atrás estaba en casa del poeta Martín Gubbins[1] y vi que Felipe Cussen se llevaba una mochila de cerca de dieciocho kilos repleta de libros de poesía experimental. No había sido testigo de la petición ni del acuerdo, sólo era testigo de la consumación del préstamo. Seguro que esa colección era fruto de una búsqueda exhaustiva de Gubbins, efectuada en gran parte cuando estuvo haciendo su magister en literatura en Londres. Recuerdo esa breve sensación de expectativa, observar a Cussen cargando sobre sus hombros ese armamento me daba la sensación de tranquilidad. Algo va hacer con eso, sea lo que sea que haga será bueno para todos…
Más de alguna vez murmuré que había que ordenar lo que sucedía en el Foro de Escritores, entregar ciertas líneas de investigación, algún sistema estético que se visibilizara sobre la mesa del bar Rapa Nui. Todo era exhibición, muestras, lecturas, intercambio. Y cuando alguien se refería a ese espacio se invocaba a las vanguardias del siglo pasado, dadaísmo, futurismo, hasta surrealismo y los más informados a los concretistas brasileros. Lo que no había era referencia a la poesía fonética, al letrismo, a la música concreta, el conceptualismo o la electroacústica.
Yo necesitaba un poco eso, un feedback. Me interesaban los materiales con que se trabajaba, pero no entendía muy bien de donde provenían, cuál era la trama. Digamos que la invocación muy chilena por lo demás a Huidobro no alcanzaba. Casi la única referencia que estaba en ejercicio era Cecilia Vicuña, y esa referencia obligada tampoco alcanzaba para explicar la disparidad de materiales que estaban sobre la mesa. Bastante tenía con algunas muestras del foro en el bar Rapa Nui repleto de poetas semánticos de público que se reían con pudor, dando miradas de: esto es una jugarreta sin sentido (se trataba de los mismos concurrentes que ahora me he encontrado asistiendo a alguna presentación con la actitud completamente cambiada, incluso con cierto brillo en la mirada, como cuando entra aire fresco por la ventana).
Las artes mediales, la poesía sonora ahora están transitando fluidamente por distintos escenarios, bares, institutos, universidades, etc. Digamos que la “situación Rapa Nui”, ese encuentro que solíamos tener los sábados y en el que a instancias de Martín Gubbins nos nucleábamos, quedó en el tiempo y hoy es cristalización de aquellos circuitos virtuosos.
Con los años también he ido afinando el oído y la vista, al no tener la oportunidad de haber vivido la experiencia extranjera, como artista o escritor ha significado un proceso lento para mí. De hecho aún recuerdo los primeros discos de Gubbins o Bakero y mis intentos vanos de escucharlos, sin entender nada. Para entender la poesía sonora básicamente hay que hacerla, hay que recorrer su trayecto o al menos estar en alguna disciplina vecina que permita un acceso más directo. Desde la literatura es imposible o casi. La imaginación de cuando se lee es distinta a la imaginación que se utiliza cuando uno escucha. Más aún, escuchar un disco de música es totalmente distinto a escuchar poesía sonora, digamos que la ausencia de melodía y la utilización de iteraciones, efectos capas sónicas divergentes, hacen que para entrar a ese espacio de sonido haya que aprender a escuchar de nuevo.
¿Qué escuchamos cuándo escuchamos? En general escuchamos casi nada. Una de las cuestiones más curiosas que me pasaron cuando comencé a escuchar poesía sonora en serio y componer algunas cuestiones, fue ir al baño y escuchar todo, escuché mi orina, me llamó la atención el sonido de la cadena del wc, luego la intensidad de la llave del agua, incluso las diferencias en el chirrido de la puerta debido a la contracción o expansión de la madera en diferentes épocas del año. Lo que pasa es que uno comienza a escuchar de nuevo, todo ruido tiene sus matices y su emisión parece tener color y densidad. El sonido en su amplia dimensión deja de ser material descartable sino que todo lo contrario, cualquier sonido pasa a ser un elemento de composición dentro de nuestro paisaje cotidiano.
Pues bien, hace poco Felipe Cussen presentó su primer disco de poesía sonora, titulado Quick Faith. No tuve la oportunidad de asistir al lanzamiento, pero escuché el disco con bastante atención. Sabía que hace rato el “professore”, como le suelo decir a Cussen, se había sometido a un estudio riguroso del programa Ableton Live con la guía de Ricardo Luna, además de sumar una cantidad variada de presentaciones donde las herramientas sonoras se habían sofisticado cada vez más. Cussen siguió el camino del software y Gubbins en cambio, el camino analógico de las máquinas. Las horas de vuelo de Cussen han ido en aumento, como lo certifica también el proyecto de la Orquesta de poetas (que comparte con músicos y poetas como Federico Eisner, Fernando Pérez y Pablo Fante.), un proyecto inédito multimedia que podríamos caracterizar como excepcional en el ámbito de la poesía.
Decía que hace poco Felipe Cussen sacó su disco Quick Faith, y como lo señala su título, su duración apenas supera los diez minutos. Se trata de un total de seis piezas sonoras: “quick prayer”, “quick mantra”, “quick litany”, “quick psalm”, “quick meditation”, “quick silence”. La primera sensación que tuve al escuchar el disco, es que no se trataba de un primer disco de poesía sonora, no había suciedad o exploraciones, errores o tanteos. No, es un disco con una personalidad definida, con una calidad sonora profesional y con una utilización de los efectos de sonido y programas efectiva, prolija e inteligente. Digamos que para cualquiera que se dedique a esto, escuchar Quick Faith no es para nada un primer libro ¿Se entiende? Digo libro porque cuando uno publica su primer libro al poco rato comienza a encontrar fallas por todos lados y al tiempo incluso evita a hablar de ese pasado…
En este caso Cussen trabaja desde lo nimio y desprovisto. Lo más parecido a un bonsái sonoro. La pieza que escapa más a eso sería “quick litany”, que apuesta más a la saturación, pero que inevitablemente termina con el detalle de un sonido. Otra cuestión peculiar de este disco es el uso de la voz, que parece estar envuelta en una cantidad de capas de efectos, combinada con el sonido envolvente y diametral, donde perdemos la humanización del timbre de la propia voz para que ésta entre por los conductos digitales como un mosaico más de la composición. Esto, que parece fácil decirlo en palabras, es complejísimo en términos prácticos. Entonces estamos hablando de un nivel técnico superior. Al menos superior a lo que yo había escuchado.
La trama del disco parece ser mística, o al menos tiene relación con algunas de las preocupaciones de Cussen a lo largo de sus estudios académicos sobre el tema. Digamos que radicaliza algunos conceptos como oración, mantra, letanía, salmo, meditación, silencio. Por ejemplo, la pieza “quick meditation” se inicia con unos sonidos de máquinas intervenidas por algún filtro que entran y salen por ambos canales, esto matizado con unos tintes de sonido grave que se reiteran a modo de pulso, hasta que aparece una cortina sónica que parece ser una cadena de sonidos iguales que se impone y centraliza, y ahí entonces el contrapunto es similar en su color al del principio pero esta vez protagónico, hormigueando de manera independiente ambos canales, para finalizar con el uso de la voz completamente deshumanizada, vidriosa, cristalizada en un detalle binario que se articula como un efecto para luego desaparecer por completo.
El disco termina con la pieza “quick silence”, que dura 4 segundos de silencio, como si todo se hubiera vaciado y la experiencia de escucha de Quick Faith tuviera inevitablemente una desembocadura mística. Es interesante, por decir lo menos, esta tensión entre lo místico y lo digital, una experiencia de escucha inédita y prolija que, cada vez que vuelvo a ponerme los fonos para escuchar el disco, siento que Cussen se adelantó al menos diez años en cuanto a poesía sonora en Chile.
[1] Martín Gubbins es poeta y artista chileno. Ha publicado libros de poesía y poesía visual en varios países. Sus publicaciones individuales más recientes son de 2014: el libro objeto Cuaderno de Composición (Libros del Pez Espiral, Santiago) y el disco de poesía sonora Feedback (disponible en Bandcamp.com). Su poema visual Alfabeto acaba de ser publicado en España como parte del libro ABCDario, que reúne alfabetos de cuatro autores de distintas nacionalidades (Ediciones Canibaal, Valencia 2015). Ha editado discos de poesía sonora en CD y en la web; y ha mostrado su trabajo en innumerables recitales y diversas exposiciones e instalaciones en Europa, Norte y Sudamérica. En esta entrevista con David Bustos habla de su poesía sonora: http://www.laboratoriodeescrituras.cl/la-experimentacion-requiere-cierta-desfachatez-entrevista-a-martin-gubbins/. Vive en Chile y, junto a otros poetas y artistas, fundó el Foro de Escritores (FDE), proyecto literario heredero de los métodos de aprendizaje colectivo interdisciplinario del Writers Forum de Bob Cobbing que entre 2004 y 2011 publicó una docena de libros, CDs y DVDs que recopilan trabajos exhibidos en las sesiones de su taller, y que hoy es reconocido internacionalmente por motivar la experimentación con formas de poesía distintas de las más tradicionales en Chile, y sobre todo la integración de la poesía y otras disciplinas artísticas, especialmente la música y las artes visuales.