Más de 50 años tuvieron que pasar para que los artistas José Balmes (España, 1927) y Gracia Barrios (Chile, 1927), ambos Premios Nacionales e integrantes del Grupo Signo formado en los años 60, realizaran una muestra en conjunto en un espacio tan simbólico como el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos. Esta institución, creada para hacer visibles ciertos hechos de nuestra historia, incita una lectura estética y política fortalecida por la coherencia entre el espacio y el sentido de la muestra. La exposición titulada “Des-Tierra”, y abierta del 10 de enero al 29 de marzo de 2015, reúne 40 de sus obras más emblemáticas, realizadas entre 1965 y 2011, año en el que crearon su último cuadro titulado “Nosotros tantos” (o el doble exilio), que proyecta la situación experimentada por ambos.
En líneas generales, “Des-Tierra” muestra la visión crítica que abarcó la producción visual de este matrimonio de artistas. Me refiero a un imaginario de carácter subversivo, que se rebeló y se resistió al sistema impuesto por medio de un fuerte mensaje político y social. Hablo de una vocación, un compromiso de vida donde ambos referentes lucharon –desde las artes visuales– por la justicia, la igualdad, los derechos humanos y la vida en democracia.
Al ingresar al museo, debemos subir y bajar varios peldaños para ver la totalidad de una muestra dividida en tres secciones: la sala de exposiciones temporales (tercer piso) y la galería de la memoria más su recepción (piso subterráneo/acceso metro). Es un recorrido donde al llegar al tercer piso, advertimos la correlación y afinidad que existe entre sus trabajos: la influencia, colaboración y transferencia entre uno y otro. De hecho, no es fácil diferenciar quién es el autor de cada una de las pinturas, y se hace inevitable entrar en una comparación que identifica similitudes y diferencias gracias a un montaje que propone una alternancia que genera uniformidad; cruces y relecturas que motivan un diálogo entre piezas históricas y otras más recientes, articulando un puente entre narración, expresión y representación.
José Balmes, «Acumulación nº1» (1988)
En efecto, son cuadros de gran formato que acusan la necesidad de crear imágenes inéditas de carácter expresivo, plasmadas a través de nuevos lenguajes que se distanciaban de la pintura académica. Con esta aspiración, fue que estos artistas –que habían sido influenciados por el movimiento Informalista europeo surgido después de la Segunda Guerra Mundial– deciden innovar y recurrir a nuevas herramientas poco utilizadas hasta ese entonces, como escobas, brochas anchas gastadas, entre muchas otras. El resultado: una pincelada gestual, una línea suelta, borrones, brochazos, chorreado y raspados. Ciertamente, es difícil no advertir las secciones más pastosas donde resalta lo matérico, la mancha y el trazo.
Otros aspectos de lo formal también evidencian una búsqueda primordial, enfática y reflexiva; una abstracción y figuración donde el ser humano es muchas veces reconocible e incluso protagonista. Es un ejercicio donde además de representación, hay presentación de materiales y objetos superpuestos en la tela: papeles, textiles, hojas, maderas, aluminio, plástico, cuerdas u objetos más reconocibles como un zapato, un sombrero o un guante. Esta mecánica también aprueba el dibujo, el uso de carbón y la utilización de plantillas, lo que garantiza un toque gráfico que cuadra en el contexto de la técnica mixta. En relación a lo cromático, distingo una mimetización entre Balmes y Barrios en cuanto al uso una paleta en la que predominan los colores blanco, gris y negro, pero también otros más fuertes que activan y contrastan ciertas áreas de la superficie. Esto se suma a la decisión de dejar ciertas zonas del lienzo a la vista, lo que hace que el soporte se vuelva parte visible de la obra: numerosas estrategias y licencias concebidas por los artistas en pos de configurar un todo que parece estar construido por fragmentos.
Gracia Barrios, «Mujer u hombre» (1968)
“Des-Tierra” es fundamentalmente una exposición donde se percibe la energía y la destreza con la que los pintores abarcaron el lienzo, mediante una maniobra que involucró el gesto pictórico, pero también el físico: el movimiento y la expresión corpórea de cada uno de ellos. De este modo, son piezas que simbolizan su presencia y su impronta gestual; una fórmula que se basa en una improvisación azarosa, acelerada e impetuosa. No obstante, estamos frente a una dicotomía: lo racional e irracional logran un equilibrio entre un pensar y un sentir. Es decir, un relato que emociona pero a la vez propone un posible cambio de paradigma.
Resulta curioso advertir que a la vuelta del texto curatorial del tercer piso, hay dos retratos fotográficos de José Balmes: uno de niño tomado en el año 1939 y otro más reciente del año 2008. Paralelamente, al centro de la sala, nos enfrentamos a otro dispositivo: una vitrina que expone plantillas, catálogos, recortes de prensa, fotografías, objetos y diferentes materiales de intervención. Todo esto complementado con cuatro obras –algo diferentes– que se encuentran a la vuelta de la sala: una serigrafía, un dibujo y dos trabajos de técnica mixta sobre papel enmarcados y de mediano formato.
José Balmes y Gracia Barrios, «Nosotros tantos (homenaje a Juan Emar)» (2011)
A continuación, al bajar al piso subterráneo, llegamos a la recepción la Galería de la Memoria para encontrarnos con cinco pinturas más. Además, en este espacio hay una puerta que nos introduce a una sala oscura que presenta el documental titulado “El doble exilio de la pintura”, que muestra en imágenes y a través de diversos narradores –entre los que destacan su hija Concepción Balmes, su nieta Gracia Castillo, el crítico e historiador del arte Justo Pastor Mellado y el artista Gonzalo Díaz– la historia y trayectoria de ambos maestros de la plástica nacional. Por último, al entrar a la sala, descubrimos 18 cuadros más vinculados a una segunda vitrina; una recopilación de obras y objetos que repiten el patrón anterior.
Claramente, la exposición “Des-Tierra” motiva una reflexión acerca de la relación entre arte y política. Son pinturas que en su informalismo son críticas con respecto a los conflictos que existieron en el escenario chileno desde finales de los años 60. Es así como vemos obras que siguen defendiendo una posición de izquierda, a partir de no permitir el olvido de hechos que se transformaron en heridas difíciles de cicatrizar. Ante todo, es un legado que identifico como la revelación de dos líneas de trabajo que promovieron un cruce entre la plástica y los ideales políticos que apostaban por la construcción de una nueva sociedad.
Esta nota forma parte de una serie de artículos co-editados conTaller BLOC