“Además de inscribirse como uno de los poetas fundamentales de los 80, analizando el poema ‘Los helicópteros’, se lo podría considerar un escritor visionario, como si, a partir del golpe de Estado de 1973, vaticinara sus consecuencias futuras. ‘Se establecieron desde allí para siempre’, ‘girando sobre nuestros cerebros, zumbando sobre nuestros cerebros’. Es la presencia y persistencia del plan de la dictadura, reflejada en muchos aspectos, por ejemplo, en la Constitución de Pinochet que se intentó cambiar, la represión del Estado, la vigilancia. Un recuerdo personal: un helicóptero alumbrando toda mi casa por dentro, uno de los días del estallido social de octubre de 2019 ‘Girando sobre nuestros cerebros, zumbando sobre nuestros cerebros’. El poema ‘Helicópteros’ cierra con estos versos tan decidores que llegan a doler: ‘bajo el cual / nacieron vivieron y murieron el resto de las generaciones…” (Gabriel Zanetti).
Conocí a Erick como mucha gente: en la calle. Luego de establecer amistad con él y pasar gran parte del día absorbiendo su kilometraje, es decir, puntos de vista, forma de vida, técnicas, autores y autoras preferidas, comencé a mimetizarme con él. Tampoco es un fenómeno raro, es cosa de escuchar y observar a un grupo de amigos y notar el mismo tono de voz, las mismas palabras-clave de múltiples significados. Me pasó con Erick durante un año. Adquirí su delirio, énfasis, construcción de oraciones. En todo caso no era el único: Ricardo García-Huidobro, Nicolás Letelier, Jorge Abasolo, por nombrar a algunos, sufrieron también el contagio. En lo único que no pude conectar nunca con Pohlhammer, fue con la meditación del maestro indio Prem Rawat, que practicaba, según él, cada amanecer. Nunca le creí mucho sobre eso.
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Nota personal de precaución: debo escribir este texto con cuidado. La admiración y devoción a los poetas es otra manera de vanidad. Me refiero al típico escritor que tiene todos los libros autografiados y dedicados, fotos en RRSS con cualquier ser humano que escriba. A pesar de lo que digo, me gustaría tener una foto con Erick. Y no la tengo.
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Pohlhammer tenía una ruta y yo me sumé a ella. Partía cerca del Drugstore, donde estaba de punto fijo Roberto Merino, por lo general escribiendo su columna semanal Pista Resbaladiza, de Las últimas noticias. También deambulaban diversos intelectuales, muchas veces pasábamos la mañana ahí, en las cercanías del metro Los Leones, leyendo mis poemas –por mi insistencia de poeta joven– los que Erick comentaba y celebraba, mostrando su innata generosidad. Pohlhammer era una persona admirada y querida por un sector del llamado mundo intelectual. Sentado en un café o restaurante, recibía libros de regalo, invitaciones a comer. Bueno, la ruta: partía en el metro Los Leones y terminaba en metro Baquedano, todo caminando, con dos o tres botones de la camisa desabrochados –Pohlhammer sufría con el calor (de hecho, en el poema Usted lo menciona: “por donde se cuela el frío durante el invierno / y los zancudos durante el bochornoso verano”. Sostengo que Erick es un poeta que caminaba por método y salud. De esa manera practicaba la observación y eso que llamamos los chilenos “tener calle”. Caminaba, paraba por un café y escribía –siempre en cuaderno universitario y con lápiz pasta Bic–, caminaba y paraba a almorzar y por varios schops –los que solía pagarme– luego retomaba rumbo y seguía bajando hasta el parque Bustamante. Esta ruta no la hacía siempre, pero sí con regularidad. Al principio lo acompañaba hasta el final. Con el tiempo, maduré un poco, cosa increíble para un poeta joven, y comencé a desprenderme de él cuando percibía que quería estar solo –dicho sea de paso, qué paciencia hay que tener con los poetas jóvenes. Vuelvo al tema del caminar de Pohlhammer. El peruano Julio Ramón Ribeyro es el autor de una de las ideas más inauditas que he leído. Dice: “Cada escritor tiene la cara de su obra”. Pienso en Erick y me atrevo a pegarle un carpetazo a Ribeyro, a quien admiro y he leído como un ineludible, situado al otro lado del boom latinoamericano. Me atrevería a decir, pensando en el caminar eterno de Erick y lo que deviene de este ejercicio que “cada escritor tiene el cuerpo de su obra”. No solo su cara.
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Cuando pienso en la poesía de Pohlhammer, reflexiono sobre el equivocado comentario que hizo hace una década Raúl Zurita en El Mercurio, indicando que si llegaran los extraterrestres a nuestro planeta y leyeran el trabajo de Enrique Lihn, no sabrían lo que pasó en Chile durante la dictadura de Pinochet. Considero injusto, e incluso un poco desquiciado, el comentario por discutir con un muerto –me refiero a Lihn. Algo gratuito tanto para el autor de La pieza oscura y de refilón para el Pohlhammer de los ochenta, que representaba más que discurseaba sobre la época más oscura de nuestra historia.
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Un acto poético mitológico de Pohlhammer es haber rayado con espray los siguientes versos en la casa de Neruda de Isla negra:
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche
Pero yo prefiero ir a la discoteque”
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Quiero citar y hacer un análisis del poema Los helicópteros.
“…hasta que llegaron los helicópteros y los helicópteros
se establecieron desde allí hasta siempre
girando y zumbando como tábanos
de acero los helicópteros
girando sobre nuestros cerebros, zumbando sobre nuestros cerebros”
Con estos versos Erick Pohlhammer se inscribe como un poeta contemporáneo a su época. Está representando y no hablando del tema de forma “directa”. Además de inscribirse como uno de los poetas fundamentales de los 80, analizando el poema “Los helicópteros”, se lo podría considerar un escritor visionario, como si, a partir del golpe de Estado de 1973, vaticinara sus consecuencias futuras. “Se establecieron desde allí para siempre”, “girando sobre nuestros cerebros, zumbando sobre nuestros cerebros”. Es la presencia y persistencia del plan de la dictadura, reflejada en muchos aspectos, por ejemplo, en la Constitución de Pinochet que se intentó cambiar, la represión del Estado, la vigilancia. Un recuerdo personal: un helicóptero alumbrando toda mi casa por dentro, uno de los días del estallido social de octubre de 2019 “Girando sobre nuestros cerebros, zumbando sobre nuestros cerebros”. El poema “Helicópteros” cierra con estos versos tan decidores que llegan a doler: “bajo el cual / nacieron vivieron y murieron el resto de las generaciones…”
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Leí con sorpresa Gracias por la atención dispensada. Pienso ahora, que tal vez, la poesía actual carece de poemas memorables por la tendencia –u obligación tácita– de construir libros y no colecciones de poemas. Poemas memorables como “Los Helicópteros”, “Usted”, “Yo vi jugar a Jesús Trepiana”, entre otros, escasean en los poetas actuales. Tenía 24 años cuando leí el libro. Lo sé porque a los 25 me fui a vivir a Europa, lo que marca un hito personal con el cual poder anclar la, a estas alturas de mi vida, traicionera memoria. Tenía 24, como dije recién, y estos versos del poema “Usted” me volaron la cabeza: “está caro el aceite / usted se pregunta qué hace ahí ese verso / ese verso está ahí porque está caro el aceite”. Considero que es una genialidad de la representación de un momento histórico, país y región.
Erick debe ser uno de los autores que más poemas ha perdido en el mundo. Yo mismo, muchísimas veces, rescaté cuadernos olvidados por él. Se los devolvía, me daba las gracias, pero estoy seguro que los perdía nuevamente. Esta especie de desidia frente a la seriedad representa toda una forma de enfrentar el oficio de escribir. No importa que se pierdan los poemas, no importan las reseñas y críticas, no importan las ferias del libro, no importan los premios (en uno de los poemas de Vírgenes de Chile escribe “sálvanos del deseo de ser alguien en la vida”, por ejemplo). Una vez, respecto al libro Pelota muerta, que tuve la suerte de editar, me dijo vía audio de Whatsapp, sobre el avance que había realizado del título: “Atentísimo a la jugada / Leyendo / Con distancia y fascinación /. Si uno escribe fascinado / Lo lógico es leer fascinado”. Es evidente que Erick gozaba ser escritor.
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No tengo idea cómo llegó Erick a la televisión, al programa “Cuánto vale el show” u otros de fútbol –donde se vivió uno de los momentos más tensos de la TV chilena en la discusión Pohlhammer vs Javier Miranda. Tal vez, a pesar de ser de otro canal, su tío, Sergio Livingston le hizo alguna movida. Pero no creo. Preguntas al aire. ¿qué tiene de malo trabajar en televisión? ¿por qué Pohlhammer ha sido tan denostado por ciertos poetas por trabajar esporádicamente en televisión? ¿Por qué este fenómeno de odio y resentimiento no fue igual con Lafourcade o Skármeta, que también se desempeñaron en la pantalla chica?
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Cuaderno universitario y lápiz Bic, podría haberse titulado alguno de sus libros. Así trabajaba en cafés y restaurantes, absorbiendo ese contacto clave con la sociedad. En el poema “Mi gurú” de Pelota muerta, último libro que publicó –libro que por azar me instala como el último editor de Pohlhammer–, señala “solo en medio de la multitud se puede ser individuo”. Verso totalmente decidor. Pohlhammer se alimentaba con estas salidas, rutas que mencioné anteriormente. Se nutría, adquiría vitaminas. El contacto con otros escritores y escritoras, periodistas vinculados al fútbol, meseros, admiradores, constituyeron tal vez no los poemas, si no esa alegría de vivir en la que insistía, creo, como una manera personal de sobrevivir. Es muy ingenuo pensar que un individuo tenga la capacidad permanente de la felicidad. El mismo Pohlhammer señaló en la Revista de Libros de El Mercurio, respecto a su sorprendente libro Vírgenes de Chile, que los poemas del título mencionado le salvaron la vida. Volviendo al cuaderno universitario y el lápiz Bic, Erick debe ser uno de los autores que más poemas ha perdido en el mundo. Yo mismo, muchísimas veces, rescaté cuadernos olvidados por él. Se los devolvía, me daba las gracias, pero estoy seguro que los perdía nuevamente. Esta especie de desidia frente a la seriedad representa toda una forma de enfrentar el oficio de escribir. No importa que se pierdan los poemas, no importan las reseñas y críticas, no importan las ferias del libro, no importan los premios (en uno de los poemas de Vírgenes de Chile escribe “sálvanos del deseo de ser alguien en la vida”, por ejemplo). Una vez, respecto al libro Pelota muerta, que tuve la suerte de editar, me dijo vía audio de Whatsapp, sobre el avance que había realizado del título: “Atentísimo a la jugada / Leyendo / Con distancia y fascinación /. Si uno escribe fascinado / Lo lógico es leer fascinado”. Es evidente que Erick gozaba ser escritor. No le importaba el reconocimiento. En el poema Jesús Trepiana lo dice directamente. Cito:
“Ustedes no vieron jugar a Jesús Trepiana
En qué andaban
Trepando posiciones corriendo la carrera de las ratas
Jamás me cansaré de reiterarlo
Yo vi jugar a Jesús Trepiana con estos ojos de lince
Yo puedo morir en paz
El resto es literatura” (negrita mía).
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Son las seis de la mañana. Hoy es 30 de noviembre de 2023. Último día del penúltimo mes del año. Con el pasar del tiempo me he transformado en cronista además de poeta. La última crónica que escribí es sobre Erick, publicada en el diario La Cuarta el lunes 22 de mayo, día de su muerte. Desde ese día que no escribía nada –esta conferencia es otro regalo de Pohlhammer para mí–, lo que no me preocupa, me pasa a veces y no importa. Me hace bien escribir desde bien temprano, con el inconsciente semiabierto. Tal vez por eso me pregunto ¿Qué pasaría si yo muriera? ¿Alguien daría una conferencia sobre lo que he escrito y hecho? ¿Erick aceptaría ser conferencista? Lo único que tengo claro es que, de momento, no merezco conferencia alguna. Y si sucediera que sí y escogen a Erick como conferencista estoy seguro que jamás hubiese escrito algo, un texto como este que estoy leyendo. Sin duda, habría improvisado. Erick era un genio de la improvisación, como si la lucidez lo poseyera de golpe, durante todo el tiempo que tuviera disponible para hablar. Por mucho tiempo creí que el talento no existía. A medida que envejezco, la idea contraria, gana. El talento existe.
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Hablaré del proyecto de libro Pelota muerta. Era el año 2008. Había apenas un puñado de editoriales independientes. En esos tiempos, como un fenómeno viral, distintos escritores y escritoras tiraban las primeras líneas para formar un futuro sello. Con Sebastián Astorga no estábamos al margen de esta idea, queríamos a Erick en Spleen Ediciones como un gran hito de nuestra editorial –después se transformaría en Lecturas Ediciones. Lo visitamos en una casa que habitaba en calle Los Aliagas, Ñuñoa, cerca de Vespucio. Intentamos darle máxima seriedad a la reunión, pero eso con Erick no funcionaba. O funcionaba de un modo que en ese minuto no sabíamos manejar. Se habla siempre de la extravagancia de los artistas, pero de la obra hacia afuera, es decir, de sus biografías, y no mucho sobre el procedimiento de construcción de sus trabajos. Fernando Pessoa es un buen ejemplo. Para desarrollar la escritura de Alberto Caeiro, uno de sus heterónimos, debía escribir de pie, sin detenerse, a toda prisa. El computador del cual robamos –literalmente, metimos un pendrive y guardamos– todos los archivos Word que encontramos, se transformaría quince años más tarde, bajo el sello Aparte, dirigido por Rolando Martínez Trabucco –lo menciono porque creyó como ningún otro editor en este libro– en Pelota muerta, mezcla de poemas, crónicas y ensayos sobre fútbol.
Ese computador, del cual robamos su trabajo, puede dar algunas señas del método Polhhammer. Intuyo que escribía en la mañana después de meditar, luego salía a la ruta Metro Los Leones – Metro Baquedano, volvía a casa –si es que no se iba de carrete– y retomaba la escritura. De los archivos del pendrive por lo menos el 50% estaba incompleto, poemas y prosas a medias, como si una urgencia o algo más importante que hacer lo haya levantado del escritorio. Es como una falta de seriedad seria. Intentaré explicarme. Su escritura maneja con destreza, en verso y en prosa, variedad de recursos literarios, la experiencia personal lo llevó a escribir poemas memorables, y prosas profundas y muchas veces cómicas. Una falta de seriedad seria. Pohlhammer, sabiendo o no, abusaba de su talento. Lo primero que pensé cuando me invitaron a dar esta conferencia fue en poner mi celular en el micrófono para que el público escuchara la voz de Erick. Pero mi teléfono murió y perdí todos los mensajes. Me mandaba audios todos los días. Comentarios de fútbol, lecturas en inglés de Dylan Thomas o Whitman. Un grito de gol cuando cualquier equipo marcaba. Yo lo imaginaba en algún bar de Concón mirando fútbol, balneario que escogió como lugar de retiro, como si olfateara que no le quedaba mucho tiempo. Todo tiene un término, como escribió en el poema Virgen de Lebu: “Al final / todo termina en funeral / menos mal”. Para terminar, como tituló Erick uno de sus libros: Gracias por la atención dispensada.
Helicópteros (poesía reunida). Erick Pohlhammer.
Páginas: 224
Ediciones Universidad de Valparaíso, 2022