Hoy tenemos una nueva crónica de lectura, esta vez, de la investigadora del Departamento de Filosofía de la UAH, Trinidad Silva, especialista en filosofía antigua: “Lo interesante, al menos para mí, es que la salud mental no se plantea como metáfora. Y esto es así desde el Timeo de Platón. El concepto de salud en salud del alma no opera como reemplazo de otro término ni en analogía con la salud del cuerpo; es literalmente un tipo de salud. No es la salud que trata un médico, es la salud que trata la filosofía y la que hoy podría tratar la psicología o las terapias holísticas. En el pensamiento de Platón, de los estoicos, epicúreos y escépticos se habla de la filosofía como terapia y fármaco en el contexto del discurso moral donde las principales preocupaciones son cómo vivir, ser virtuosos, estar felices y gozar de la amistad”.
Mi aproximación a la lectura casi siempre ha sido desde la academia. Yo empecé a leer realmente cuando empecé a estudiar filosofía. Menos mal, me dediqué a la filosofía antigua porque esto me ha permitido tener una lectura rica y variada en géneros literarios: desde los aforismos de Heráclito a la poesía de Parménides, y del diálogo de Platón al tratado de Aristóteles. Y digo menos mal porque mi experiencia lectora desde la academia, una lectura prioritariamente de estudio y aprendizaje, está permeada también por una recepción estética y de placer.
La selección que hago de las lecturas generalmente está dictada por mis intereses de investigación y las preocupaciones dadas por la contingencia. En este caso, la academia y la actualidad confluyeron para presentarme un tema: la salud mental. Sabemos que con la salida de la emergencia de la pandemia el asunto se impuso con prioridad en el discurso político y privado. La vida en encierro, con la amenaza de la enfermedad y el contagio, sin poder abrazar a nuestros seres queridos, sumidos en la incertidumbre y en la rutina doméstica, nos obligaron a repensar la pregunta por el bienestar. Y es precisamente la pregunta por el bienestar la que está en la base de la noción de salud mental porque esta incluye las dimensiones de la vida social, de las emociones, de la contención, la recreación, el ejercicio, etc. En definitiva, la salud mental no es simplemente un estado privado de enfermedad o de afección psíquica, sino que se entiende positivamente como un estar bien. Así lo define la Organización Mundial de la Salud y así lo entendemos cuando nos referimos a que la soledad, el duelo, la pena o el estrés laboral amenazan nuestra salud mental. De esta manera, el propósito no es liberarse de la patología, sino que estar contentos, con una vida rica en términos sociales y profesionales y tiempo libre para desarrollar nuestros intereses.
Sobre esto los antiguos se pronunciaron con fuerza. Platón habla en el Timeo de la salud del alma, cuyas amenazas directas son la ignorancia y la locura, esta última entendida como un exceso de las partes no racionales del alma, i.e. las pasiones y los apetitos. El exceso y la ignorancia atentan contra la salud del alma que, desde la medicina, se entiende como un estado de equilibrio. Para alcanzar este estado de equilibrio es necesario tener una buena educación, cuidar el cuerpo con una dieta sana y ejercicio y, sobre todo, entender cuáles son las cosas importantes y dedicarles estudio para ordenar nuestros deseos y pasiones.
En estas lecturas me puse a pensar por qué Platón abordaría los problemas de la vida moral desde el lenguaje de la medicina. Desde acá llegué a Susan Sontag porque en “La enfermedad y sus metáforas” lo que hace es denunciar el lenguaje en clave de salud y enfermedad para referirse a fenómenos que están fuera del ámbito médico: la voluntad, las emociones, el carácter y la psiquis. Como lo declara al comienzo de su libro: “Mi tema no es la enfermedad física en sí sino el uso que se hace de ella como figura o metáfora […] Aclarar estas metáforas y liberarnos de ellas es la finalidad a la que consagro este trabajo”. Sabemos que es su tema porque la propia Susan Sontag tuvo que enfrentar el cáncer más de una vez. Así es como, en paralelo a las metáforas que generó la tuberculosis en el s. XIX, con sus atributos románticos, como exacerbo de la pasión, Sontag toma el cáncer en el s. XX, con sus atributos modernos, como insuficiencia de la pasión. En ambos casos la enfermedad opera como expresión del yo que resulta en un tipo de enjuiciamiento que es moralista y punitivo.
Lo interesante, al menos para mí, es que la salud mental no se plantea como metáfora. Y esto es así desde el Timeo de Platón. El concepto de salud en salud del alma no opera como reemplazo de otro término ni en analogía con la salud del cuerpo; es literalmente un tipo de salud. No es la salud que trata un médico, es la salud que trata la filosofía y la que hoy podría tratar la psicología o las terapias holísticas. En el pensamiento de Platón, de los estoicos, epicúreos y escépticos, se habla de la filosofía como terapia y fármaco en el contexto del discurso moral donde las principales preocupaciones son cómo vivir, ser virtuosos, estar felices y gozar de la amistad. ¿Acaso no hacemos lo mismo cuando hablamos de salud mental? ¿No está la misma pregunta básica por el bienestar?
Comparto la reflexión y preocupación de Sontag cuando dice que el uso de la metáfora de la enfermedad para hacer juicios morales muestra el agotamiento de nuestros recursos conceptuales y lingüísticos: “¿Cómo, si se tiene el sentimiento del mal, pero ya no el lenguaje religioso ni filosófico para hablar inteligentemente del mismo? Buscamos metáforas adecuadas para tratar de abarcar el mal ‘total’ o ‘absoluto’. Pero las metáforas patológicas modernas son todas poca cosa”. Es interesante plantear la misma pregunta, pero no ya en referencia a la enfermedad, sino que a la salud. Porque aun si nos resistimos, junto con Sontag, a conceptualizar el mal como enfermedad, el bien sí puede conceptualizarse como salud, sobre todo como salud mental. Mientras Sontag denuncia cómo el lenguaje moral se usa para hablar de la enfermedad médica, hoy se impone el lenguaje médico de la salud para hablar de la vida moral. Quizás la terminología de la salud se ha desmedicalizado y ha sido reapropiada, como en Platón, o quizás, tal como lo dice Susan Sontag, nuestros recursos lingüísticos y conceptuales todavía son demasiado precarios como para hablar de la importancia de la felicidad, la virtud y el bienestar en términos derechamente éticos y filosóficos.