Hoy, Macarena Mallea, librera en Librería Lolita, editora adjunta del mismo sello y estudiante de doctorado en la Universidad de Chile, nos habla de varias cosas. De animalismo y Antropoceno en la novela de Ana Paula Maia, pero también, indirectamente, nos da noticias de nuevas autoras brasileñas y nuevas traducciones a las que hay que estar atentos.
La narrativa de Ana Paula Maia (Nova Iguaçu, 1977) se ha considerado como una de las más agudas y brutales de la literatura brasileña reciente. Enmarcadas en escenarios rurales, las novelas tematizan y cuestionan los procesos de producción animal y el impacto que estos tienen en la naturaleza como consecuencias del capitalismo avanzado. En 2015 la editorial argentina Eterna Cadencia comenzó a traducir la obra de Ana Paula, que hasta ahora se compone en castellano por De ganados y de hombres, Así en la tierra como debajo de la tierra, y Entierre a sus muertos, todas novelas que configuran un universo masculino que domina y pone en crisis la naturaleza. Ese trabajo editorial ha colaborado en hacer más audible esos cuestionamientos en este lado de Latinoamérica, en tanto plantean y se ocupan del impacto de la gestión humana en los recursos naturales, así como contribuyen en el debate sobre las ideas del fin del mundo y el planteamiento de la era del Antropoceno.
Las teorizaciones en torno a la idea del fin del mundo han tenido un vuelco en los últimos años, pues han surgido nuevas conceptualizaciones para comprender los alcances de la crisis ambiental, de las dinámicas de consumo y de la producción y tratamiento animal. Dentro de este marco, el Antropoceno deviene la idea del fin del mundo, comprendida, en palabras de Viveiros de Castro y Déborah Danowski, “como un cambio radical de las condiciones materiales de existencia de la especie, [que] viene suscitando una auténtica angustia metafísica. Esa angustia, muchas veces casi pánico, se ha expresado en una desconfianza ante todas las figuras del antropocentrismo” (67). De acuerdo a este planteamiento, el Antropoceno no marca necesariamente el fin de los mundos por venir; más bien se presenta como un límite del mundo actual. En este sentido, sabemos que el mundo existe antes que la humanidad, y seguramente seguirá existiendo luego de ella. No obstante lo anterior, se ha vuelto urgente prepocuparnos por los alcances de esta crisis y se ha puesto al sujeto en el centro de esta: como responsable y también como víctima.
Como plantea Bruno Latour en Nunca fuimos modernos, la separación entre el hombre y el mundo se expresa en dos figuras complementarias: la de la desaparición del mundo al ser absorbido por el sujeto y transformado en su objeto; y la de la desaparición del sujeto al ser absorbido por el mundo y transformado en cosa entre cosas. En el caso de las producciones literarias enmarcadas bajo estas ideas, la propuesta de Ana Paula Maia se instala como una narrativa que nos permite cuestionar las inflexiones en la relación del hombre con el mundo, en tanto asistimos en ella al desarrollo de personajes que, de acuerdo con Latour, son absorbidos por las lógicas de la producción y del consumo. En De ganados y de hombres es posible entrever una respuesta, una salida que no necesariamente es planteada por los protagonistas, los hombres, sino que más bien por los ganados. En este sentido, resultaría productivo para esta interpretación prestar atención a cómo se expresan las lógicas de producción y de consumo animal a partir de la configuración de los espacios, de las relaciones entre los sujetos, y entre sujetos y animales.
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Esta novela tiene en el centro la historia de Edgar Wilson, quien trabaja en un matadero como aturdidor y cuya tarea consiste en darles a los animales el golpe que los deja inconscientes antes de que ellos los degüellen y faenen. A pesar de la crueldad que supone el trabajo de Edgar, el protagonista demuestra una sensibilidad hacia los animales, pues pareciera ser que es el único que logra comprender el comportamiento de las vacas. A partir de ello, se construye un vínculo entre animales y hombres con muchos matices, pues se complejizan las relaciones entre sujetos y animales y dominación y dominados que se ven articulados por lo afectivo.
Respecto a la configuración del escenario, desde el comienzo del relato se evidencia que el matadero instalado al interior de la región está poniendo en crisis a la naturaleza y a los animales que habitan el lugar. En el paisaje exterior se describe un río contaminado por la industria, ya que “todos los mataderos de la región lanzan sus toneladas de litros de sangre y restos de vísceras de ganado. El río va a dar al mar y con él la sangre de las bestias de campo (15). Además, los campos han sido cercados y transformados en fábricas y los habitantes son los mismos trabajadores que han migrado en busca de mejores oportunidades laborales. Se muestra, entonces, un escenario rural que está en transformación, un tránsito que responde al “progreso” del capitalismo avanzado.
Los espacios cerrados, por su parte, se describen de una manera hermética y dual, que bajo la mirada del narrador se elabora con la distinción entre “el aquí” y “el allá”. Mientras el matadero es oscuro, sucio y descuidado, la fábrica de hamburguesas en la que se procesa la carne del matadero se destaca por su pulcritud, su iluminación y su blancura. No obstante esta distinción, estos lugares tienen algo en común: están atravesados por la muerte, por el sacrificio y la sangre. En este sentido, bajo la construcción de un espacio inmaculado, como lo es la fábrica, subyace una crueldad similar a la del matadero. En este sentido, por muy cuidados que estén, y por muy limpios que se mantengan, los espacios pertenecen y avalan la misma lógica de producción animal, la misma que asesina a las vacas, procesa su carne y la convierte en hamburguesas. El espacio industrializado se define por las prácticas que esconde, construyendo nuevas masas identitarias, de modo que sus trabajadores son identificados por las dinámicas que se despliegan de cada escenario, articulando así un discurso ideológico. Como plantea Melanie Joy ensu introducción al “carnismo”, “el sistema de valores que subyace a estas conductas son invisibles” (35); y en aquello que no se muestra y que no se ve está la ideología.
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Conforme a lo anterior, en la novela se construye un circuito donde los sujetos son puestos en la cadena de producción, al igual que los ganados que son afanados cada día en el matadero. En este sentido, los hombres, en tanto fuerza de trabajo, son tratados como ganados: “Así como las piezas de ganado se asemejan entre sí, haciéndose difícil distinguir una de otra, también con los hombres parece ocurrir lo mismo” (95). En este escenario, la figura del protagonista responde a las prácticas propias de la producción animal; sin embargo, Edgar Wilson cultiva una relación afectiva con las vacas que debe aturdir. Pareciera que él sí conoce al ganado, comprende su comportamiento y es por ello que su labor se tiñe de una sensibilidad impropia del lugar en el que trabaja.
La similitud evidente entre el protagonista y los ganados abre la posibilidad de elaborar un nuevo tipo de relación, que de alguna manera problematiza la dicotomía de la dominación. Edgar Wilson establece una relación afectiva con las vacas porque se ve en ellas. De hecho, justamente antes de matarlas, las mira a los ojos y en ese momento en que él y el animal se enfrentan se conectan, se identifican. Bajo la producción industrial de la carne para hamburguesas Edgar y las vacas corresponden a lo mismo: un eslabón más de la cadena. Es por ello que a pesar de la expresión de cierta sensibilidad no tiene la posibilidad de abandonar su trabajo.
Sin duda, a lo largo de esta novela se hace más audible y cercana una crítica a la producción y al consumo animal, invitándonos a reflexionar sobre nuestros propios hábitos. No obstante lo anterior, desde la perspectiva humana pareciera no haber un horizonte próspero dentro de esta lucha. En efecto, este relato ofrece una respuesta desde el punto de vista animal, cuando son las mismas vacas las que se organizan y deciden salvarse con un suicidio colectivo. El ganado se lanza al vacío porque prefiere morir así que a manos de los hombres. Prefiere morir en la naturaleza, donde es criado, que bajo la brutalidad de las lógicas de producción de su carne.
Asimismo, la lectura de esta novela motiva la reflexión en torno a las consecuencias del capitalismo avanzado, el aumento de la producción de la industria ganadera, la explotación de los recursos naturales y el desplazamiento del sujeto hacia otros espacios, lugares y paisajes. Retomando la idea del Antropoceno como un momento de nuestra historia que apunta hacia el fin de la “epocalidad” como tal, se nos invita a comprender que este es nuestro presente, este es nuestro tiempo, en el cual se nos revela un trayecto sin porvenir. En palabras de Viveiros de Castro, asistimos a “un presente pasivo, portador de un karma geofísico cuya anulación está enteramente fuera de nuestro alcance lo cual hace más urgente e imperativa la tarea de mitigarlo” (29). La pregunta es, entonces, ¿qué podemos hacer?
OBRAS CITADAS:
Joy, Melanie. Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas. Madrid: Plaza y Valdés Editores, 2013.
Maia, Ana Paula. De ganados y de hombres. Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2015
Viveiros de Castro, Eduardo. ¿Hay un mundo por venir?. Buenos Aires: Caja Negra Editora, 2019.