Hoy Jorge Polanco nos habla sobre la reedición de Grr, de Guillermo Deisler, gracias a la editorial Naranja. Libro pionero en la historia de la poesía visual en Chile, con él se inicia «la narración de una práctica más organizada en torno a la teoría del libro y las imágenes visuales».
En la Galería Réplica, de la Universidad Austral de Chile, tuvimos la ocasión de presentar, conversar e incluso armar en un taller la reedición de GRR, libro señero de Guillermo Deisler, gracias a la bella editorial chilena Naranja. Publicado hace exactamente 50 años, esta nueva edición y presentación coincidió con los movimientos sociales de 2019. Luego de fabricar el libro junto a los sebastianes, editores de Naranja, los participantes -la mayoría mujeres, estudiantes de arte- nos tomamos una foto alusiva a los disparos perpetrados a los ojos con que las fuerzas del orden han intentado clausurar las miradas de las demandas sociales. Significativo registro para una escuela de arte y un libro de Deisler.
En la hermosa revista Tebaida de 1971, Ariel Santibáñez, poeta detenido desaparecido y amigo de Deisler, señalaba que con esta edición comienza la historia de la poesía visual en Chile. Sabemos que no es completamente así, que existen antecedentes previos; pero en cierta medida lo que sí empieza es la narración de una práctica más organizada en torno a la poética del libro y las imágenes visuales. Sin embargo, esta historia quedó truncada con la dictadura; el registro narrativo de las modernizaciones neoliberales (incluyendo las ocurridas en la escena del arte) obliteró territorial y temporalmente las prácticas que no correspondían a los discursos metropolitanos, disciplinares y, hasta cierto punto, elitistas de la avanzada.
En la actualidad este panorama se ha ido modificando. La historia de la visualidad en la poesía chilena se está construyendo o, si se prefiere, reconstruyendo. En los últimos años se han llevado exposiciones globales (como la del Museo de Bellas Artes: “Poesía en expansión”) y monográficas (dedicadas a Deisler, Martínez, Lihn, Parra, Jara, etc.); se han conformado archivos, publicado libros críticos sobre artistas precisos, reeditado y compilado obras, así como miradas panorámicas (aunque falta una antología); también se han llevado a cabo ferias de libros de arte y coloquios relativos a la relación entre las imágenes visuales y poesía. Pero este es un camino extenso de explorar, sobre el que recién comienza el peregrinaje de investigaciones, lecturas y reediciones.
Dicho a la rápida, solo baste nombrar como referentes a Vicente Huidobro, el grupo La Mandrágora, Szigmond Remeyik, Gregorio Berchenko, Alicia Galaz, Ludwig Zeller, Dámaso Ogaz, Nicanor Parra, Arturo Alcayaga Vicuña, Enrique Lihn, Rodrigo Lira, Jorge Torres, Eugenio Dittborn, Elvira Hernández, Alexis Figueroa, Egor Mardones, Ronald Kay, Tito Valenzuela, Guillermo Nuñez, Raúl Zurita, Gonzalo Millán, Juan Luis Martínez, Elvira Hernández, Gonzalo Muñoz, Jorge Narváez, Cecilia Vicuña, Eduardo Parra, Carlos Altamirano, Carmen Berenguer, Maha Vial, Pedro Guillermo Jara, No Vásquez, Luz Sciolla, José Ángel Cuevas, Bruno Serrano, Eduardo Correa, Carla Grandi, entre otros creadores que abordaron –o todavía abordan- los umbrales de la visualidad y/o materialidad de los soportes. A ello se suma una breve historiografía de prácticas de libros (o fotolibros), ediciones expandidas hacia el cómic, las ilustraciones, revistas, historias de editores, editoriales, novelas gráficas o formatos de urgencia que borran el concepto de autor. En todas estas prácticas, sobre todo las analógicas del siglo veinte, Guillermo Deisler ocupa un lugar fundamental.
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Hace algunos años, en el Museo Reina Sofía, me encontré con una exposición de poesía visual latinoamericana, donde el poeta chileno era el único referenciado. A pesar de asentarse en el norte y luego en el exilio, es uno de los poetas visuales chilenos más conocidos internacionalmente. Su extensa obra relaciona diversos formatos artísticos con la exploración política. En la precariedad de los medios, la poesía chilena ha generado ediciones inusitadas. Con todo, precisamente a través de estas trabas, los poetas se las han ingeniado para volver a empezar y desarrollar trabajos colectivos. Es el caso de este poeta gráfico que gracias a un préstamo compró una prensa tarjetera y comenzó a imprimir obras; en estas circunstancias, uno de los bellos logros de sus primeras publicaciones es el libro Personajes de mi ciudad (1964) con poemas de Rolando Cárdenas en papel volantín.
En 1963, Deisler había creado ediciones Mimbre, y en 1967 se trasladó desde Santiago a la sede de la Universidad de Chile en Antofagasta. Desde el norte de Chile participó en la revista Tebaida –dirigida por Alicia Galaz- y siguió trabajando de manera colectiva su editorial y la circulación de obras a nivel nacional e internacional, gracias al arte postal. Bajo este sello, publicó en 1972 Poemas visivos y proposiciones a realizar, cuyo trabajo de interpelación al lector se relacionaba con otros artistas latinoamericanos y también italianos. Según Francisca García, en contacto con estos últimos extrae la denominación “poemas visivos”.
GRRR, es un libro explosivo, que marca el itinerario desarrollado por Deisler: es un campo de experimentación, de interpelaciones al lector y al mismo tiempo de puesta en escena de la operación de lectura. GRRR es un libro visual y auditivo. Alude tanto a la mirada como a la sonoridad; a la onomatopeya como a la disposición de las imágenes, provenientes de los medios de comunicación (como la referencia a Vietnam) y los materiales gráficos precarios en la ruta del arte povera.
GRRR, además, refiere al imperialismo y al modo en que la ocupación del animal violento del norte se desplaza por las páginas. Una especie de perro guardián opuesto al perro matapacos y diferente a sogol de La nueva novela (1977) de Juan Luis Martínez. Asimismo, GRRR apunta al arte correo; formas de comunicación que desplazan el lugar del libro y lo llevan al vínculo entre escritura y performatividad. Apunta al poema como una carta, como un género epistolar de máxima singularidad entre dos personas. Al hacer manifiesto este acontecimiento, indica con ello la importancia del libro como fenómeno de transformación individual y colectiva: el habla hacia un tú, mediada por una gráfica masiva y popular.
Deisler experimentó con los soportes de libros, revistas, tarjetas, afiches, arte postal, teatro, etc., en la búsqueda por modificar los modos de percepción. Junto a Gregorio Berchenko desenvolvieron poemas visuales que deseaban transformar la sociedad, siguiendo el impulso creativo de los movimientos populares. En 1973, Mimbre editó Knock-Out de Berchenko en el contexto de la Unidad Popular y la transformación de los códigos de producción y recepción. El espíritu utópico puede apreciarse en varios grupos poéticos de la época. Este ambiente de los sesenta y los primeros años de los setenta enfatizaron la indagación con tono vanguardista y, en algunos casos, popular, a través de los medios que privilegian lo visual, migrando desde diferentes ámbitos al libro poético.
El panorama artístico chileno entrecruza influencias y diálogos diversos, cuyo merodeo visual incita la transformación de los signos. En gran parte de los trabajos de Deisler exhibidos en Chile, predomina el plano visual donde la palabra cohabita dentro de tales soportes, como en el procedimiento del collage y la comprensión de la poesía como espacio visual y objetual. Esto lo distingue, en cuanto propósito y poética, con otros referentes en Chile. A diferencia de este primer periodo de Deisler, Juan Luis Martínez establece un vínculo conflictivo del sentido entre imagen/ texto, y, por ende, las interpelaciones que dirige al lector. Aunque en La nueva novela coexisten significantes, este trabajo culmina en la crisis dadaísta del sentido de la escritura. En cambio, Deisler apuesta por la intervención política y la confianza en la acción del lector
Otro poeta con el cual se pueden establecer ciertos parangones es Gonzalo Millán; aunque se diferencian en la plasmación y resultado de las obras, se aproximan en algunos elementos fundamentales como el uso de los medios de comunicación masivos (el cine, por ejemplo). Dentro de lo que conocemos de Millán (gran parte de su obra visual se ha perdido; al parecer solo se conoce el archivo de tarjetas Zonaglo), no prevalece un desplazamiento crítico que ponga en tensión el lenguaje verbal a partir de las imágenes. La poesía de Millán persiste en la palabra, estableciendo écfrasis o diálogos con la imagen visual sin mixturarlas en los poemas. En sus libros de «poesía», Millán no abandona la palabra y tampoco entrelaza materiales dislocando el lugar de la escritura. Mientras que en Deisler todo el libro es articulado como un objeto visual y poético.
En una cercanía sugerente de indagar, a Deisler se lo ha vinculado posteriormente con Cecilia Vicuña, sobre todo en el uso de materiales precarios y el traslado del espacio de lectura del libro a la escena. Hay que recordar que Deisler trabajó en el exilio como escenógrafo y Cecilia Vicuña, desde el terreno de las artes visuales, ha desenvuelto una labor artística como performer. GRRR puede leerse como un escenario donde aparece el grito del actor en pleno acto de las imágenes.
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El desplazamiento hacia el trabajo visual en la poesía chilena reviste diversos propósitos y exigencias; de acuerdo tanto a la legibilidad histórica como a la ampliación de los registros. Este giro implica que esta escritura no se limita a las palabras, indicando implícitamente un cuestionamiento político de las formas. La introducción de la visualidad no se determina por una legibilidad unívoca. De ahí la importancia de contrastar las poéticas visuales y sus efectos. GRRR da cuenta de la convergencia e insistencia en la visualidad implica antecedentes revolucionarios, considerando tanto los modos de producción colectivos y precarios como las formas críticas de los medios de expresión. Eso es lo que buscaba Deisler en esos años y puede verse hasta hoy los alcances de la propuesta. Es decir, la confianza en las posibilidades del lenguaje y la capacidad poética de los lectores en desarticular la información a las que estamos expuestos e inervados en los antiguos y nuevos medios, donde la cantidad y la repetición repercuten en la representación política.
Agradezco finalmente a los editores de Naranja por la invitación a presentar y celebrar esta nueva edición. El trabajo colectivo de armar el libro en conjunto rinde el mejor homenaje a esta onomatopeya que ha vuelto a percibirse en el ambiente poético y cultural.
Esta lectura se inscribe en el proyecto Fondecyt Iniciación 11190215 sobre Migraciones visuales entre artes y poesía.
Enrique
13 marzo, 2020 @ 21:27
Una labor extraordinaria de editorial naranja. Me siento orgulloso