Educación artística. Propuestas, investigación y experiencias recientes (Santiago: Ediciones UAH, 2015) es un libro editado por Alejandra Orbeta, académica de la Universidad Alberto Hurtado. En él se reúne un conjunto de textos que abordan temas pertinentes a la educación de las artes visuales desde diferentes espacios de acción: el de la reflexión académica y el de la experiencia práctica, tanto en escuelas como en universidades y museos. La selección y organización responde a cuatro apartados: Fundamentos de la educación artística, Investigación en educación artística, Museo y educación artística y, finalmente, Propuestas prácticas en educación artística. La diversidad de problemáticas, referida a los diferentes espacios en que se practica y reflexiona la educación artística, hace que este ejemplar sea relevante dentro de la literatura existente acerca del área en Chile. Aporta, así, a la escasa producción textual desarrollada en el país sobre educación de las artes. Este compilado invita a quienes trabajamos la enseñanza del arte en contextos escolares, a quienes están implicados en la formación de artistas y profesores de Artes Visuales, a educadores de espacios no formales y a quienes desean, a aproximarse a las metodologías de la investigación basadas las artes (IBA) o a las prácticas de la pedagogía artística en general.
Ante todo me gustaría destacar ciertos aspectos del libro que lo hacen relevante entre los existentes acerca de la educación de las artes en Chile y otros países de habla hispana. En primer lugar, es meritorio que en él se reúnan textos de diferentes académicos y profesores de Chile que reflexionan acerca de la educación de las artes visuales, ya que es el primer documento disponible al público en general que cumple con estas características. En segundo lugar, quisiera destacar la participación de autoras como Ana Mae Barbosa y Rita Irwin entre otras, no sólo debido a la importancia de sus propuestas a nivel internacional, sino porque nunca habían sido traducidas al español. El caso de Ana Mae Barbosa tal vez sea el más relevante ya que se trata de una autora brasileña.
No puedo separar este comentario de mi experiencia como profesora de Artes Visuales. Por ello, lo que viene a continuación es un intento por explicitar de qué manera la lectura de Educación artística. Propuestas, investigación y experiencias recientes transforma o aporta al quehacer de quienes nos vinculamos de una u otra manera a la educación artística. Muchos autores, en el libro, proponen preguntas y enunciados que permiten desarrollar una reflexión pedagógica, artística e incluso investigativa. Aquí asumo que, cuando podemos reflexionar sobre nuestras propias formas de hacer, entonces podemos transformarlas para mejorar. Así, hago una lectura del potencial reflexivo de algunas propuestas contenidas en este compilado, entendiendo que dejaré fuera otras, que no dejan de ser interesantes de explorar.
En Fundamentos de la educación artística, Alejandra Orbeta nos invita a pensar acerca de nuestro posicionamiento como profesores de arte a partir de trayectorias y prácticas históricamente situadas. En el apartado siguiente, Rita Irwin nos moviliza a reflexionar acerca de qué es lo que la práctica de una determinada educación artística pone en marcha y a cuestionar nuestras “intenciones/acciones”. Así, ambas autoras asumen que lo que pensamos y hacemos en tanto educadores tiene ciertas repercusiones tanto en nosotros como en quienes aprenden. Para ellas, es necesario evaluar aquellas relaciones, comprender los diferentes puntos de vista y los motivos que nos llevan a actuar. Alejandra Orbeta se apoya en la descripción de cuatro enfoques (Expresionista, Logocentrista, Reconstruccionista y Pragmatista) que se gestan principalmente en Europa y los países que están al norte de América. Así, su propuesta nos permite comprender las discusiones que logran mayor visibilidad a nivel global en el área para tomar posición a partir de una o más. Por su parte, Rita Irwin aborda la pregunta desde una práctica personal, para cuestionar la propia forma de enseñar y aprender. Según los resultados obtenidos en la investigación de Irwin, los profesores (o aspirantes a profesor) que abordan su quehacer desde la A/R/Tografía (metodología propuesta por Irwin) más que buscar “ser” profesores con experiencia pasan a devenir en profesores como investigadores. Esto implica, un profesor que cuestiona su propia práctica y se compromete a aprender continuamente.
Observar y reflexionar acerca de nuestro quehacer es relevante si buscamos cambiar y mejorar. Vincular nuestras prácticas a las sistematizadas en el texto de Orbeta puede ser un ejercicio tremendamente provechoso para aclarar nuestro modo de pensarnos, de pensar el arte y sus alcances y de pensar a los estudiantes, sus trabajos y las formas de evaluar sus aprendizajes en caso de que seamos profesores o docentes universitarios. La síntesis que proponen los autores citados por Orbeta aporta, desde el campo de la investigación educativa, a la comprensión que podemos tener del arte y su influencia en nuestras vidas. Por su parte, la propuesta de Irwin claramente no se trata de una posición estable sino de un estado en el que nos disponemos a cambiar continuamente, dependiendo de nuestras propias observaciones/investigaciones. La experiencia de Irwin y los enfoques descritos por Orbeta, junto a la idea de “posicionarse”, se presentan como opciones relevantes para la reflexión docente e investigativa.
En el apartado de Museos y educación artística, Olga Hubard ensaya acerca del pensamiento crítico en educación artística. La autora, parte de la idea de que éste no se encuentra per se en la educación de las artes, sino que es una forma de pensamiento que se intenciona, o no. Pensar críticamente, para ella, es igual de valioso que entender que esta habilidad no es lo único importante y nos invita a cuestionar sus propósitos. El caso presentado por Pilar Diez del Corral en Propuestas prácticas en educación artísticafunciona muy bien para interpretar las ideas de Hubard. La propuesta descrita en este caso es interesante porque los estudiantes logran efectivamente realizar trabajos de artes visuales con una orientación crítica, que les permiten comunicar asuntos relevantes para ellos y para la comunidad educativa a partir de una intervención artística. Entonces, es necesario reflexionar acerca de las preguntas planteadas por Hubard: “¿Qué pueden lograr los alumnos con esta adquisición de habilidades por medio de sus encuentros con el arte, más allá de practicarlas? ¿A qué tipos de entendimientos o significados o experiencia tendrán acceso?” (p.248). En esta reseña no busco dar respuesta a esta pregunta, ello requeriría tiempo y observación. Simplemente quiero posicionar a estas preguntas como cuestiones relevantes, que nos permiten reflexionar acerca de lo que hacemos y evaluarnos como docentes. Más allá de considerar que los trabajos de los estudiantes de Pilar Diez son meritorios (y lo son), como profesores debemos perseguir los alcances pedagógicos de las prácticas que motivamos, ya sea en contextos museales, escolares o universitarios.
Por otra parte, la experiencia presentada por Pilar Diez del Corral nos permite reflexionar acerca de la relación entre lo que sucede generalmente dentro del aula y lo que sucede fuera de esta. A mi modo de ver, la profesora activa una relación entre la comunidad educativa, su sitio y las actividades de clases que vuelven tremendamente relevante su propuesta. Tengo la convicción de que cuando las personas tienen la posibilidad de vincular sus procesos educativos con sus lugares pueden aprender. Para activar este tipo de educación artística es necesario preguntarse acerca de cómo voy/vamos a entender el arte y lo que este hace. El escrito de Imanol Agirre es un buen punto de partida para abordar esta pregunta. Para el académico español la educación de las artes debe ocuparse tanto de los objetos o imágenes artísticas como de otros objetos e imágenes que faciliten la experiencia estética. Para él, es importante poner atención al contexto personal y/o social de uso más que al contexto donde se elaboró un determinado objeto/imagen (p.125). En este sentido, el arte se presta para el juego de simbolización más que para la búsqueda de un significado estable y certero. La invitación de Agirre nos permite ampliar las fronteras de lo que entendemos por arte en nuestras actividades de educación artística y vincularlas con los lugares de quienes aprenden y los sitios donde se emplazan las instituciones que imparten la enseñanza del arte: universidades, museos, centros culturales, escuelas, etc.
Finalmente, quisiera referirme a la investigación presentada por Francisca Benavides acerca de la evaluación en educación artística. Sin duda, este es un ámbito muy relevante y poco estudiado en el contexto nacional. La pregunta de investigación que se propone tiene relación con qué y cómo se evalúan los procesos y resultados de los estudiantes en clases de Artes Visuales. Un hallazgo interesante y que merece reflexión es que los profesores que participaron del estudio consideran el “esfuerzo” como un asunto a evaluar a pesar de que este no es un contenido curricular del área, ni un objetivo a enseñar. Al respecto podríamos reflexionar acerca de, ¿qué implica nuestra comprensión acerca del arte en que el “esfuerzo” de un/a estudiante debe ser evaluado? ¿Esto sucede en otras áreas?, de no ser así, ¿por qué suponemos que las personas no deben ser evaluadas en su actitud moral por conseguir las cosas en todas las áreas del desarrollo humano? Al plantearnos estas preguntas estamos obligados a reflexionar nuevamente acerca de nuestros supuestos acerca del arte, la pedagogía del arte y todo lo que esta implica.
Otro resultado de la investigación antes citada tiene relación con la valoración de los resultados finales. Según el estudio existe una tendencia a evaluar el resultado final de los procesos y a que el criterio responda al gusto personal del profesor, basado en el atractivo visual de los trabajos. Esta tendencia puede ser índice de las metodologías empleadas por estos docentes y en ese sentido una pregunta acerca de qué y cómo evaluar siempre debe ir acompañada de otra que aborde los procesos que se gatilla y los métodos que se emplean para conseguir que los estudiantes aprendan. Nuevamente, el estudio de Benavides nos permite reflexionar acerca del arte. Si homologamos la idea de resultado final con la idea de “obra” cabe preguntarse qué entendemos por obra. Para ello resulta provechoso recurrir a prácticas del arte que han puesto en tela de juicio la concepción de la obra como resultado final o como condensado simbólico. Por ejemplo: el project art, que presenta como obra un proyecto o “idea” de obra; algunas performance, en las que el “resultado final” simplemente no existe; o algunos trabajos de community-based art, en los que la sinergia e intercambio entre artista y comunidad es lo que se valora y no los resultados visuales de esa interacción.
Sin duda alguna este libro es ambicioso en cuanto a la infinidad de problemáticas abordadas, por lo mismo nos permite reflexionar acerca de múltiples cuestiones vinculadas a las artes visuales, a la educación de las artes y a la investigación social. Reflexionar acerca del arte y su enseñanza no sólo compete a quienes trabajamos con niños y jóvenes en contextos escolares. Por lo tanto, este libro es recomendable para todos quienes consideren al arte como un asunto necesario en nuestras experiencias como personas. Como ya lo he mencionado, los textos aquí compilados pueden ser leídos por personas vinculadas al trabajo en museos de arte, por investigadores vinculados a la educación y/o a las artes, por docentes universitarios que forman a artistas o a profesores, por quienes se interesan por las metodologías de la IBA y por quienes tengan curiosidad acerca de las artes visuales y las prácticas de su enseñanza.