El poeta y novelista Felipe Becerra comparte hoy con Letras en Línea la presentación que realizó para el reciente lanzamiento de Knock Out, de Gregorio Berchenko, que reúne una colección de poemas visuales realizados por este artista, y que representa una de las últimas expresiones publicadas de la poesía visual antes del inicio de la dictadura chilena. Publicado por Naranja Publicaciones, la edición está basada en la versión original de Ediciones Mimbre, y en su conjunto “no solo nos permite revisitar una obra fundamental para comprender el pensamiento y las tensiones estéticas de un campo cultural instigado por la expectativa revolucionaria en nuestro país. También nos ofrece la oportunidad de repensar una pieza clave en las renovadas articulaciones de la vanguardia en Chile y sus estrechos intercambios con movimientos transnacionales como fueron las redes del arte correo, los libros de artista o la poesía visual”.
Una declaración de los artistas plásticos de la Universidad de Chile, sede Antofagasta, firmado entre otros por Gregorio Berchenko y Guillermo Deisler, da cuenta de la relevancia que cobra el problema de los medios y la cultura de masas en el campo cultural de fines de los 60 y comienzos de los 70 en Chile. En línea con las grandes directrices de la cultura en la Unidad Popular, la agrupación otorga al arte una función “esclarecedora” para el sujeto inmerso en la “sociedad masiva de nuestro siglo” y se propone como misión el trabajar por la “recuperación de los valores humanos” que los medios de comunicación han corrompido en las grandes masas (Berchenko et al. “Artistas plásticos”)[1]. Comienzo esta presentación citando este documento no solo porque evoca el contexto creativo y laboral en el que Deisler y Berchenko colaboraron en Antofagasta, sino además porque pone de manifiesto algunas de las inquietudes y líneas de pensamiento que interviene la serie de obras realizadas tanto por ambos autores en el período.
Al concebir su producción en términos de artesanía además de articular redes de circulación no institucionales, Ediciones Mimbre (1963-1973) difiere en varios puntos respecto del funcionamiento del mercado editorial chileno de los años 60. En sus diez años de duración, Ediciones Mimbre publicó más de 50 libros artesanales de narrativa y de poesía –tanto en verso como visual– en su mayoría de autores muy jóvenes, de provincia y con escaso reconocimiento. La gran mayoría de estos libros consistió en ediciones de corto tiraje elaboradas en su taller por el propio Deisler en base a materiales de bajo costo e ilustradas con grabados xilográficos de su autoría, para las cuales además redactó en varias ocasiones el prólogo. Tanto los grabados como las composiciones tipográficas fueron impresos mediante una prensa tarjetera que había adquirido de segunda mano. Aunque sus publicaciones estuvieron disponibles en unas pocas librerías –la mayoría de provincia–, su público lector lo conformaron, por un lado, los destinatarios de los envíos postales remitidos por su editor tanto dentro como fuera del país y, por otro, el círculo cercano a los propios autores editados por Mimbre. Este carácter artesanal en la factura y la distribución de los libros de Ediciones Mimbre –rubricado ya en el nombre de la editorial– respondió no sólo a una cuestión de accesibilidad de materiales y de medios de producción, sino que funcionó además como un concepto central y orientativo en el desarrollo del proyecto.


La elección de la artesanía como protocolo de producción no resulta extraña si consideramos que Guillermo Deisler se formó en la Escuela de Artes Aplicadas, institución que buscaba integrar el arte popular al desarrollo de la industria nacional. Es relevante además que Guillermo Deisler haya emprendido Ediciones Mimbre al mismo tiempo que aprendía las técnicas del grabado xilográfico en el Taller de Gráfica del PC entre 1963 y 1964. El entusiasmo por el rescate de un arte popular que se observaba como producto cultural auténticamente nacional y la reivindicación del trabajo “como el más alto valor” quedan expresados a cabalidad en Personajes de mi ciudad, publicación editada por Mimbre en 1964. Se trata de una pequeña carpeta que, como indica la portada, contiene grabados de Guillermo Deisler y textos de Rolando Cárdenas, poeta y militante del PC.
Si bien el complemento entre texto y grabado se mantuvo en casi todas las publicaciones de Mimbre, en la segunda mitad de los 60 –cuando ya ha comenzado un asiduo intercambio con artistas-editores como Edgardo Antonio Vigo en La Plata y Clemente Padín en Montevideo– su proximidad con la propuesta estética de la izquierda entra en cierta tensión con respecto a la cuestión del rol de los medios en el proceso revolucionario. Ediciones Mimbre no se suma a la “tarea depuradora”, esa misión de conservar los medios heredados para renovar su contenido, que la izquierda asignaba al trabajador cultural. En su lugar, el proyecto editorial de Deisler propone la transformación del ecosistema de medios no solo al evocar en sus grabados el imaginario del consumo y las nuevas tecnologías de la comunicación, sino también al concebir al libro como una plataforma autorreflexiva que problematiza sus propias capacidades. Si al contrastar con los modos de operar de la industria del libro la factura artesanal ya ponía en relieve las dimensiones físicas del medio, a partir de fines de los 60 Ediciones Mimbre publica una serie de libros que hacen de esta experimentación su principio orientativo. Grrr (1969), primer libro que el artista chileno firmara como autor en solitario, lleva por subtítulo Son imágenes de consumo de Guillermo Deisler. Además de incluir un conjunto de materiales impresos recolectados (volantes de circo, hojas de telégrafo, de bibliotecas, de cuadernos de registro, etc.), el libro articula una serie de juegos hipermediales que invitan al lector a intervenir en sus páginas.


En una entrevista de 1971, Deisler manifiesta su posición respecto a la relación entre quehacer artístico y medios: “La actividad artística, siendo un medio de comunicación, de expresión. El tema que tú elijas no tiene –en realidad– ninguna importancia. Si realmente se desea ser revolucionario hay que revolucionar el medio de expresión”. En este sentido, para Deisler, no hay desalienación posible sin una participación activa del sistema sensorial. Un libro como Le cerveau, donde los poemas visuales invitan una y otra vez a intervenir físicamente sobre la cabeza y el cerebro de la silueta y donde la visualidad de los collages recurre a imágenes chocantes extraídas de revistas (cadáveres en las calles, rostros horrorizados por la guerra, un niño con severa desnutrición) apela a una participación de los sentidos que antecede a una racionalización discursiva. El poema visual que llama, de manera literal, a la acción directa (“Passez à l’action directe!”), muestra una mano que al surgir de la cabeza extrae la fotografía de lo que parece ser una rebelión urbana. Su ubicación hacia el final de la primera y más extensa sección y, sobre todo, con posterioridad a la serie de invitaciones a recortar, rearmar, tirar y destruir, indica que ese paso definitivo sólo puede efectuarse tras un proceso de desalienación que sea a la vez una reconfiguración del modo en que involucramos nuestros sentidos al consumir y hacer uso de los medios.
Knock out sepublicaría en abril de 1973, ya en la recta final de la Unidad Popular. En ese contexto marcado por una creciente politización de la cultura, Deisler y Berchenko participan desde su práctica artística en los debates sobre el rol que la cultura debía tener en la llamada vía chilena al socialismo. Una pregunta central que en este período abordan las publicaciones de Mimbre, sobre todo aquellas vinculadas a la poesía visual –Knock Out entre ellas–, reside precisamente en cómo colaborar en la construcción del “hombre nuevo” en el marco de una sociedad gobernada por la lógica de consumo y la influencia de los medios de comunicación.



Knock out encarna la poética de las imágenes y del lenguaje visual que Berchenko y Deisler fueron elaborando en diálogo con artistas como Edgardo Antonio Vigo y Clemente Padín, entre otros. Tanto en esta obra como en la carpeta de poemas visuales de Deisler y Berchenko que interrumpiría el golpe de estado (editada por LOM en 2019), se incorporan imágenes de ojos, orejas y cerebros que el autor de Knock out extrae de una revista sueca de medicina. Esta serie de recortes se combinan con dibujos y medias tintas que aluden a manchas de Rorschach y la constante audición y visión de mensajes en la vida urbana, poniendo así en relieve la dimensión psicofisiológica de nuestro sistema de percepción. Esa es entonces la ruptura con el lenguaje verbal que desde su título propone Knock out. Sus poemas visuales proponen la configuración de un lenguaje visual que adopte (y adapte) los códigos de la sociedad de consumo para así, como sugiere Deisler en su prefacio, sacar al sujeto de su enajenación mediática. Ese “nuevo concepto de comunicación”, como lo llama Berchenko en la carta que se incluye en esta reedición, ofrecería al lector los mecanismos para que éste, a través de ellos, reconfigure su aparato sensorial y ponga así en ejercicio su conciencia crítica
La reedición de Knock out de Gregorio Berchenko no sólo nos permite revisitar una obra fundamental para comprender el pensamiento y las tensiones estéticas de un campo cultural instigado por la expectativa revolucionaria en nuestro país. También nos ofrece la oportunidad de repensar una pieza clave en las renovadas articulaciones de la vanguardia en Chile y sus estrechos intercambios con movimientos transnacionales como fueron las redes del arte correo, los libros de artista o la poesía visual.
[1] “Los medios de comunicación masivos de la sociedad actual han dirigido el espíritu y la mente de las grandes masas ajenas al significado del arte, prostituyendo su gusto y enajenando su intelecto” (“Artistas plásticos”). El documento, que data entre 1968 y 1971, está firmado por Guillermo Deisler, Juan León, Gregorio Berchenko, Teresa Montiel, Jorge Flores, Alicia Valenzuela, Ramón Ibarra, Nora Puchi y Osvaldo Silva.