Músico, compositor e intérprete multiinstrumentista, desde el año 2006 Nano Stern ha lanzado más de diez discos y ha llevado su música a diversos festivales y escenarios en distintos países. En el año 2016 publica el libro Cancionero, que reúne sus canciones más emblemáticas. Hoy, en el contexto de la publicación de su primer libro de poesía: Décimas del estallido. Crónica en verso de la rebelión chilena (Cuño Editor, 2020), Gabriel Meza, investigador postdoctoral del Departamento de Lengua y Literatura de la UAH, nos presenta una entrevista realizada al músico, donde aborda diversos temas vinculados a su práctica artística, su incursión en la poesía, su visión sobre las transformaciones sociales que Chile experimenta y el rescate de la belleza formal de la palabra. A continuación el diálogo sostenido con el músico.
Contando ya con una vasta producción musical y presentaciones en variados escenarios del mundo, que muestran a un músico, compositor y multiinstrumentista consolidado en su arte musical, en septiembre de este año 2020 fue publicado tu primer libro de poesía titulado Décimas del estallido. Crónica en verso de la rebelión chilena, que marca el inicio de una faceta literaria. Antes de entrar de lleno en las singularidades de este poemario, quisiera preguntarte cómo surge en ti la inclinación por la poesía y cómo esta inclinación convive con tu práctica musical, si son dos dimensiones que cooperan entre sí o prefieres desarrollar tu poesía separada de algunos aspectos vinculados a tu música, como por ejemplo, de tu letrística.
Me parece que la palabra y la música son dos caras de la misma moneda. El lenguaje conlleva una dimensión musical (que es mucho más determinante de lo que pudiéramos creer a buenas y primeras) y la música es a su vez una forma de comunicación que mucho comparte con el lenguaje verbal. Podemos hablar de ritmo, melodía y prosodia en el lenguaje, pero, a la vez, de sintaxis y retórica en la música. En ese sentido, creo que ambas dimensiones son complementarias y me fascina observar, entender, disfrutar y experimentar con la interacción entre ambas.
En el caso específico de la relación entre poesía y canción –o si prefieres, letrística–, la conexión es aún más explícita y evidente. El origen mismo de la poesía parece encontrarse en el desarrollo rítmico y la búsqueda de una belleza formal que lleve a la palabra a un plano más sublime que el de su uso cotidiano, y en esa búsqueda, la dimensión sonora/musical del habla adquiere un rol fundamental. Siento que nuestro paradigma cultural, tan fragmentario y categórico, nos ha llevado a separar canción de poesía de forma antinatural y artificiosa. Hoy es atípico que un poeta cante, y se suele mirar con suspicacia a músicos que incursionan en el mundo de la poesía. Pero ¿hay acaso dos oficios más íntimamente relacionados que el de cantor y poeta? En ese sentido, y a toda honra, me declaro un aspirante a Aedo. Creo que esa línea divisoria nos impide nadar con libertad en el vasto océano de las “palabras aladas”.
Al mismo tiempo, es innegable que hay ciertas búsquedas poéticas que no son concebidas para ser cantadas, y que encuentran su hábitat natural en la lectura. Abrirme a ese universo, a través de formas poéticas menos inmediatamente musicales, me ha llevado a descubrir muchas nuevas posibilidades. Pero siento que, al final del día, mi condición de músico me determina y me hace volver una y otra vez a la órbita musical de la poesía. Encuentro refugio en las palabras de Verlaine, hechas propias por Darío: “De la musique avant toute chose”.
Tu poemario tiene como tema central el estallido social que vivimos en Chile a partir del 18 de octubre de 2019. En relación a esto, ¿podrías contarnos cómo surge este proyecto de escritura, desde el impulso creador motivado por la situación social del momento, hasta su publicación? Y en esta misma dirección, ¿podrías darnos la visión que tienes sobre el rol del arte en los momentos de crisis social?
El libro Décimas del estallido es el resultado de una escritura urgente, con la que fui comentando día a día los intensos acontecimientos que sacudieron a Chile durante la revuelta. La primera de estas décimas fue escrita la noche misma del 18 de octubre, y no nació con la intención de ser parte de un relato mayor ni mucho menos de un libro. Muchos de los versos fueron escritos en medio de la conmoción de las marchas, protestas, cabildos y cacerolazos. Solo meses después, y con un cuerpo considerable de décimas ya escritas y publicadas en redes, surgió la posibilidad de reunir estas impresiones en un libro.
El proceso de convertir estos versos crudos e inmediatos en un relato extenso y coherente fue muy desafiante y significó mucho más trabajo que la escritura de los versos mismos. El libro complementa las décimas con fragmentos en prosa que buscan contextualizar los acontecimientos de manera ordenada y desafectada. Tuve el privilegio de colaborar con el equipo de Cuño Editores y con personas como Paula Miranda, Fernando Atria y Tobías Schleider, que se mostraron muy comprometidas.
Más allá del proceso personal que conllevó este proyecto, quisiera destacar la abrumadora cantidad de poetas populares que han nutrido con su arte el proceso de convulsión social que hemos vivido. Chile tiene la suerte de contar con una tradición poética que palpita y vive en voz de los y las payadoras que, incesantemente, cuentan y cantan nuestra historia. En ese sentido, este libro dialoga con una fecunda cultura poética que ha hecho de la décima su vehículo de expresión, por lo que ver algunos de mis versos en las liras que aparecieron espontáneamente en las calles de Santiago fue muy conmovedor.
Creo que hoy, en la inmediatez del mundo digital en el que vivimos, la crónica en verso ha desarrollado una nueva faceta. Se ha convertido en un arte-facto que no solo relata y comenta hechos ya pasados, sino que tiene la capacidad de incidir en la percepción colectiva de lo que está ocurriendo en tiempo real. La plaza pública digital permite una nueva literatura de cordel, urgente e incidente, y siento que eso explica en parte la abundancia de décimas y decimistas que han surgido en el último tiempo.
Tu primer libro de poesía destaca claramente por su contenido, la temática del estallido social. Sin embargo, contiene una característica no menor en importancia vinculada a su forma: la estructura métrica de los poemas. A esto podemos añadir, desde las conversaciones previas que hemos tenido, que no solo hablamos del uso de la décima en tu primer libro, sino también de otras estructuras métricas que estás desarrollando, como el soneto y la sextina, en las cuales muestras un fluido dominio. Frente a esto quisiera preguntarte de dónde surge tu interés por la poesía métrica en tiempos donde el verso libre sobreabunda y pareciera ser la tónica dominante, y qué desafíos ha implicado para ti escribir este tipo de poesía en el tiempo actual.
Mi interés por la poesía métrica es resultado de la fascinación que siento por la musicalidad de la palabra. Creo que vivimos en un mundo que, paulatinamente, ha prescindido de la belleza de las formas, y en el que reina campante el poder del significado por sobre el del significante. Y en ese desequilibrio, en esta dictadura del significado, la búsqueda del goce formal se tiende a caricaturizar como algo añejo y rancio. Pero intuyo que esta época en la que vivimos pasará a la historia como un paréntesis, una anomalía.
Los protagonistas de las vanguardias artísticas de la primera mitad del S. XX rompieron con las formas clásicas en un afán de liberarse de las ataduras de ese mundo que colapsaba a su alrededor, pero –crucialmente– lo hicieron desde un conocimiento profundo y un magistral manejo de esas mismas técnicas y formas que buscaban trascender. Nosotros, en cambio, hemos heredado aquellos lenguajes artísticos contemporáneos pero por lo general desconocemos sus raíces. Y pretender ser originales sin conocer el origen me parece un afán irrespetuoso, arrogante y un tanto inútil.
En el caso de la música, me parece que el fenómeno es más evidente aún. Tuve el privilegio de pasar algunos años estudiando composición en diferentes conservatorios y pude conocer por dentro algo del críptico mundo de la “música contemporánea”. Y mi sensación es que hay un abismo insondable entre esa música y la enorme mayoría de la gente. Es música de músicos especializados hecha para los oídos de sus pares. Hay un divorcio allí que es tan sintomático de la sociedad en la que vivimos como lo es la música hiper-comercial que satura los diales.
No quiero caer en generalizaciones odiosas ni ser categórico; por supuesto que se crean cosas increíbles en esos círculos, pero la tendencia predominante a prescindir de la búsqueda de la belleza como motor creativo me parece antinatural. Recuerdo nítidamente cuando un profesor del conservatorio aseveró: “No tiene por qué gustarles la música que hacen”. Al poco tiempo salí de allí con ganas de no volver.
Creo que el principal desafío al experimentar con estructuras métricas y formales fijas está en no caer en nostalgias inconducentes y lograr una poesía actual, orgánica y contemporánea que logre reconciliar nuestra experiencia cultural con la belleza formal.
Habiendo consolidado tu carrera artística desde el mundo de la música, cabe preguntarse cómo es tu relación con el ambiente literario ahora que de alguna manera estás ingresando en él. Al respecto, podrías comentarnos sobre tus vínculos con el mundo literario, tanto académico como popular, y tu relación con otros poetas, como por ejemplo, tu amistad con Oscar Hahn. También en este punto quisiera preguntar si tienes referentes literarios que te hayan impulsado e inspirado en tu propio desarrollo poético.
La verdad es que al margen de ciertas relaciones puntuales de amistad y cariño como es el caso con Óscar, no tengo mayor relación personal con el mundo literario. Poco a poco he ido estrechando lazos de afecto con algunos poetas populares, payadores y payadoras, a quienes admiro tremendamente. Por otro lado, a través de amigos y colegas, he podido conocer a un lote de poetas de España y Latinoamérica que comparten la búsqueda de posibilidades formales y la exploración de la dimensión oral y musical de la poesía contemporánea. Me ha llenado de entusiasmo saberme uno entre muchos, y no hay día en que no me maraville y aprenda de mis pares.
Mis referentes en lo poético son diversos. Mi primera aproximación a la poesía fue inconsciente y a través de la canción. Escuchando a Violeta Parra, a Serrat, a Fabrizio D’Andre, a Joni Mitchell, y también los corales de Bach y las canciones de Schumann, estaba accediendo sin saberlo a la maravilla de la tradición poética occidental. Luego, sin darme cuenta, al empezar a hacer canciones, comencé a explorar las posibilidades métricas de la palabra. Hoy, cuando miro esas primeras canciones, me sorprende encontrar en ellas muchos fenómenos líricos que en su momento no comprendía ni verbalizaba. Eso me parece interesante, porque demuestra que muchos de esos fenómenos son inminentemente intuitivos, y que pueden prescindir de cualquier racionalización.
También recuerdo que desde chico sentí una atracción por la poesía más musical. Siendo adolescente me enganchó Rubén Darío (aunque recuerdo que a mis amigos les parecía “fome”) y guardo como trofeo un libro que nunca devolví a la biblioteca del colegio: el Romancero gitano de Lorca.
Poco a poco fui leyendo más y, finalmente, comencé a desarrollar una fascinación por la poesía del Siglo de Oro. Mucho, pero mucho después, vine a saber lo que era la generación del 27, y cuando supe que “el 27” hacía alusión a Góngora, muchas piezas empezaron a encajar en mi –aún precaria– comprensión histórica de la poesía en castellano.
Creo que la lectura que más me ha impactado hasta la fecha es el “Primero Sueño” de Sor Juana. Ante todo, me reconozco ignorante frente al inconmensurable y profundo océano de la poesía, y cada vez que puedo me lanzo con entusiasmo a explorar su inmensidad.
Por último, antes de presentar una breve selección de tu poesía, ¿quisieras entregarle algún mensaje a quienes nos leen en esta entrevista?
Primero, quisiera agradecer el ímpetu humanista de esta entrevista, porque son pocas las instancias en que se pueden abordar estos temas. Pareciera que la indiferencia frente a la belleza formal es parte del presente cultural que nos obliga a la inmediatez, a la constante novedad, al autobombo, al utilitarismo, y a lo desechable. Por otra parte, considerando que la exacerbada especialización que fomenta el modelo educacional contemporáneo muchas veces se interpone a este tipo de cruce de visiones, agradezco doblemente que se abran espacios como este.
Creo que, hoy por hoy, poner en valor la belleza es un acto revolucionario, porque implica cuestionar los valores que se han situado al centro de nuestro paradigma cultural, y eso nos obliga a examinarnos. Sería un gran error creernos dueños de la verdad y, desde esa ciega arrogancia, privarnos de las enseñanzas que nos llegan desde el pasado. A través de las artes, podemos viajar en el espacio-tiempo y comprender nuestra propia identidad de manera más profunda. Si algo nos ha mostrado la pandemia por la que atravesamos, es que al fin y al cabo somos simples humanos y sucumbimos ante los mismos miedos, enigmas e incertidumbres de nuestros antepasados. El miedo a la muerte, la consciencia de nuestra fragilidad, la necesidad de aprovechar el día, la irrelevancia de la riqueza material, la rabia ante la injusticia, y el poder abrumador del amor son tópicos que siguen determinando nuestra condición humana y la historia nos regala la posibilidad de dialogar con maestros y maestras que se han aproximado a estos misterios a punta de sensibilidad, creatividad, rigor y pasión.
Por lo mismo, haría una invitación a mirar más allá del ínfimo rincón del tiempo que nos toca habitar y a nutrirnos con el legado de belleza que el pasado nos ha entregado para poder regar nuestro presente con su fecunda riqueza.
POEMAS (selección de Gabriel Meza)
Soneto inédito
Yo vengo de una tierra de amargura
que pactó con el diablo un desafuero
y dio su corazón a un forastero
en una danza trágica y oscura.
Yo vengo de un país vuelto fisura
que cedió a las mentiras del dinero
y que se convirtió en el punto cero
de un telúrico trance de locura.
Yo vengo de un abismo ensangrentado
que esconde su sentencia en el sollozo
de un grito enmudecido y silenciado.
Yo vengo de un terruño doloroso
que sangra infecto, triste y engañado
a la sombra imperial de un gran coloso.
Soneto inédito
Te cambio las mazurcas de Chopin,
a Zeppelin, Vivaldi y a Madonna,
al canto medieval de la zanfona,
a la mítica flauta del dios Pan,
A Beethoven, Chabuca y los Van Van,
al bajo y a la voz de Richard Bona,
al minuet, al rondó y a la chacona,
a dios cantando en boca de Josquin,
a Ringo, Paul, John, George, y a Pavarotti,
a Plácido Domingo, a Ramazzotti,
a los mil madrigales de Marenzio,
a Wolfgang Amadeus, a Cerati,
a Elvis, Camarón y a Eduardo Gatti
por un solo momento de silencio.
Soneto inédito
Me gusta cuando duermes a mi lado
acurrucada como un caracol,
soñando con los rayos de otro sol
que saldrá cuando el día haya aclarado.
Me gusta cuando todo está apagado
excepto el ronroneo en mi bemol
de tu pecho, y la luz de aquel farol
que reflejan las latas del tejado.
Me gusta cuando tu respiración
se vuelve lenta y leve y susurrante
y frágil y liviana en un instante.
Me gusta cuando siento, corazón,
que nuestro palpitar se vuelve el mismo
y sucumbo, de a poco, hacia tu abismo.
Decimas del estallido (fragmentos)
Se escucha fuerte en la calle
al pueblo manifestado.
Nuestra voz ha despertado
y ya no habrá quien la acalle.
¿A quién sorprende que estalle
esta incontrolable ola?
La razón no es una sola,
son años de impunidad,
y hoy ruge la sociedad
al son de la cacerola.
Anuncian toque de queda
y no se puede creer.
¿Quién lo hubiera dicho ayer?
¡Hay tanques en la Alameda!
Todo el mundo en la vereda
protestando, protestando.
Las voces están cantando
con rabia y felicidad:
¡Exigimos libertad!
¡No nos vamos ni cagando!
…
Hoy, que Chile entero se alza
en su cero meridiano,
ya no aplica “Baquedano”,
“Plaza Italia” ya no calza.
Hoy, la esperanza rebalsa
nuestra ingrata realidad,
y ya no hay normalidad
que nos aplaste y nos ronde…
Nos vemos ya saben dónde,
en la “Plaza Dignidad”.
…
Advierto a quienes incumba
que Víctor Jara está vivo
y florece como olivo
la flor que brota en su tumba.
Ningún vándalo derrumba
el fuego de su canción
que es amor, revolución,
paz, lucha y fraternidad,
y alumbra la realidad
de toda nuestra nación
* Esta entrevista fue elaborada en el marco del proyecto Fondecyt de Postdoctorado N° 3190528: “La musicalización de textos poéticos y su aporte a los estudios literarios en Chile”, del que su autor es investigador responsable.