Este es un libro musicológico, sin duda, pero no solo para musicólogos. Su uso del lenguaje es claro y pleno en recursos para hablar de la música desde una perspectiva social y por lo tanto de la recepción, que es probablemente el área que más fuertemente ha desarrollado Juan Pablo González en su investigación de la música popular y a veces no tan popular. Es por ello necesario comprender la relevancia de nuestro autor tanto en Chile como en la musicología internacional. Tanto por su larga trayectoria formando músicos e investigadores en distintas universidades chilenas (U. de Chile, U. Católica, U. Alberto Hurtado, U. Academia de Humanismo), como por su intensa actividad de investigación, de publicación y académica a nivel nacional e internacional. Entre muchas otras me parece importante destacar su participación en la IASPM-AL, extenso acrónimo para la Rama Latinoamericana de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular, nacida a partir de los cambios paradigmáticos de la musicología a comienzos de los ochenta. De forma análoga también es miembro fundador de la ASEMPCh, que designa a la Asociación Chilena de Estudios en Música Popular, creada en 2009. Además es coautor de En busca de la música chilena junto a José Miguel Varas, de los dos volúmenes de Historia social de la música popular en Chile junto a Claudio Rolle, y de Cantus firmus: mito y narrativa de la música chilena de arte del siglo XX junto a Rafael Díaz. Por eso provocó risas cuando en la presentación del libro, hace algunos meses atrás, el autor bromeaba con que “Pensar la música…” es su primer libro.
Volviendo a él, se trata de un volumen que compendia y revisa doce trabajos que el autor ha presentado y difundido en distintas instancias y revistas especializadas entre el año 2004 y 2012, y por lo tanto, a la vez de contar con la virtud del tiempo y la discusión, son muy actualizados, si se considera que muchos investigadores, incluso de los más “adelantados” centros de investigación, tardan mucho más en lograr presentar sus trabajos en volúmenes de envergadura y uniautorales como este.
González se propone ir sumando desafíos en cada capítulo, ir armando un aparentemente caótico rompecabezas cultural y musical a partir de grandes temas, llevados a casos de estudio analizados de manera actualizada y desafiante. Ante todo debo destacar el valor del primer capítulo “Musicología y América Latina”, el cual plantea una acabada revisión del desarrollo y especificidad de la musicología en nuestra región. Se transforma para mí en un capítulo básico, seminal, para comprender cómo se ha estudiado la música en nuestros países, cuáles han sido los paradigmas, las modas y las grandes “revueltas”, tanto académicas como políticas, si es que estas son acaso discernibles. Plantea además una crítica profunda a la relación paternalista con el estudio de nuestras músicas, sobre todo desde la academia norteamericana, que olvida fácilmente que bajo su alfombra mágica de recursos y organización está siempre la influencia cultural de su gran industria cultural y política. Esto por supuesto es algo que no ocurre solo en la música, en todo el campo cultural se nos pretende decir que con sus grandes bibliotecas y sus departamentos especializados, nos pueden estudiar mejor que nosotros mismos. No voy a presentar cada capítulo, lo que sería un despropósito, sin embargo quiero destacar las temáticas principales de tres de ellos, esperando invitar a la lectura del libro completo.
El capítulo II, titulado “La revuelta multidisciplinar”, me parece que presenta una discusión de la mayor relevancia acerca de los debates académicos y artísticos que se pueda tener en estos tiempos. En su desarrollo se desnuda a la fiebre interdisciplinaria con la que todos nos llenamos la boca. Da cuenta de las ataduras institucionales con las que se encuentran los cruces disciplinarios, como un problema básicamente de poder y de recursos. El autor recoge y da lugar a las fuertes críticas epistemológicas a lo interdisciplinario, señalando que en estos tiempos “la centralidad del texto (musical) adquiere niveles ontológicos para la musicología que debe definir su especificidad musical en el amplio entorno de las humanidades y ciencias sociales, donde se inserta”, por lo que se deben buscar ahora “relaciones entre las ciencias sociales y las humanidades al interior de la musicología”, pero comprendiendo al mismo tiempo la especificidad de los casos latinoamericanos con especial atención en el hibridismo, el mestizaje y la mezcla, y considerando que “el diálogo multidisciplinar es sobre todo un diálogo de personas”, exigiendo que las instituciones se abran a nuevas formas de hacer e investigar la música, y a la influencia e incorporación de nuevos profesionales en el campo musical.
Otro capítulo que me parece importante comentar aquí es el séptimo, llamado “La mujer sube a la escena”. González da cuenta de los cambios que ha sufrido la figura femenina particularmente en la industria musical y cultural. Partiendo de los grandes discursos de género que golpearon a la academia musical a fines de los ochenta, presenta para el siglo XX chileno las figuras de la cantora, la cantante, la cantautora y la estrella de la canción, las cuales “surgen de procesos sociales que llevaron a la mujer a ocupar papeles más protagónicos en la sociedad y a la vez los estimulan. Por el otro, estas personalidades confirman el canon artístico establecido y a la vez lo desafían”. Por supuesto en este capítulo se profundiza en la figura de Violeta Parra y su relevancia como artista integral, que también se trata en el capítulo XI, “Raíces y globalización”.
Como último capítulo específico me interesa destacar el IX “Vanguardia primitiva”, donde se trata el caso de Los Jaivas en su etapa psicodélica, relacionándolos con la corriente internacional del hippismo e indagando “el modo de representación de lo indígena y la construcción como una forma de vanguardia primitiva en las primeras grabaciones de Los Jaivas y sus discursos asociados”. Lo relevante es que este artículo inaugura la discusión académica sobre el papel de Los Jaivas en la música chilena y latinoamericana, pues lo anteriormente publicado es principalmente de carácter periodístico y anecdótico.
Este libro logra un preciso equilibrio entre poseer un valor como fuente y referencia académica para la musicología, y presentar una forma de estudiar la música para un público general a la vez que cuestionador e interesado en la música, ya sean intérpretes, compositores, productores, actores, bailarines, performancistas, melómanos y tantos otros. Viene a llenar en parte ese enorme vacío que tenemos de textos propios, para nuestros estudiantes, para nuestros periodistas y profesores, que tanta falta nos hacen. Hace algo muy importante también, y lo hace implícita, pero no por ello, menos políticamente, habla de Latinoamérica desde Chile, desde este país que por un buen tiempo quiso mirar por encima del hombro a sus vecinos, buscando sus modelos, e incluso sus orígenes, más lejos. Para González sin embargo todos los temas pasan por Chile, cómo podría ser de otro modo. En su investigación, destacan los casos brasileros como Arrigo Bernabé o el mismo Caetano Veloso, u otros de la música colombiana, cubana, argentina, etc; sin embargo, siempre los confronta con casos chilenos, creando paralelos y reconstruyendo los vínculos sincrónicos que la historiografía de nuestros países gusta de borrar bajo los discursos nacionalistas, donde la música ha sido protagonista. Esos discursos se siguen escribiendo hoy en día, y este libro los desafía.
González, Juan Pablo. Pensar la música desde América Latina: Problemas e interrogantes. Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2013.