Papel máquina. Revista de cultura. Año 2, nº4. Santiago de Chile. Primer Semestre 2010
Curioso, atractivo, y por momentos fascinante pese a su disparidad, resulta el acorde que componen como conjunto los materiales que acoge el número cuatro de Papel máquina, revista de cultura dedicada en esta ocasión a reflexionar sobre el “acto de la escucha”, en relación con el lenguaje musical, bajo la dirección del editor invitado Julio Ramos. Los ensayos incluyen un tríptico de textos dedicados a Lacoue-Labarthe (una traducción de un texto suyo, y dos textos de sus traductores al inglés y al castellano), un extenso estudio de Julio Ramos, una selección de poesía vinculada al tema musical, tres textos sobre “imaginarios urbanos, imaginarios globales”, otros tres sobre “música (g)local”, un par de conversaciones y una reseña de Diamela Eltit sobre el último libro de Sergio Rojas (quienes crean en la numerología pueden regocijarse con las combinaciones que el empeño o el azar generan en la estructura de la publicación: 3-1-4-3-3-2-1, una serie que parece casi una intrincada cifra rítmica, una secuencia de acordes en clave o una tablatura de guitarra). Los textos, de calidad desigual, oscilan entre los extremos de un registro filosófico afrancesado, francamente especulativo, y los estudios culturales de corte más empírico y anglosajón, entre el tono académico y el ensayístico, entre el paper al estilo norteamericano y la improvisación más suelta propia del intelectual…¿tercermundista, subalterno, marginal, alternativo, caribeño, tropical? No sé si hay etiquetas que lo puedan definir, digamos del escritor que se sitúa en los límites de la academia y un espacio público intelectual inexistente, utópico, posible. Esta oscilación o balanceo hace que uno se pregunte a qué lectores se dirige esta revista, y que este lector singular se sienta por momentos incluido y por momentos fuera de ese grupo.
“La música, o la representación interrumpida”, el texto de Philippe Lacoue-Labarthe traducido por João Camillo Penna y Cristóbal Durán, es un extracto de su libro Musica ficta (figures de Wagner), y como toda su obra alía el rigor a la radicalidad, en función de una persistente interrogación de ciertos problemas, en este caso la cesura con la que se interrumpe Moisés y Aarón, de Schönberg, y que para Lacoue-Labarthe constituye algo así como una figura paradojal del poder de la música, que se presenta con fuerza mayor justamente en la puesta en escena de sus propios límites. Los textos que lo acompañan, de sus traductores, son menos un comentario acerca de su obra, que transposiciones de algunos de sus temas a otros registros y constelaciones: Cristóbal Durán explora la desconstrucción de la intensidad en la obra de Lacoue-Labarthe, de la que señala acertadamente que siempre está hablando de música, aun cuando no sea ese su tema explícito. Avital Ronnell, presente aquí con un capítulo de su libro Finitude’s score, ejecuta una serie de variaciones sobre el tema de la ópera.
En la siguiente sección, Julio Ramos propone una suerte de rapsodia, a ratos brillante y a ratos un tanto deshilvanada, sobre diversos aspectos de la relación entre música y cultura, entretejidos en torno a un fragmento de Walter Benjamin acerca de su primer encuentro con el jazz, filtrado por el uso del Haschisch. En contrapunto con el comentario de ese apunte benjaminiano, surgen y desaparecen velozmente referencias a la música caribeña y afroamericana en sus relaciones con la cultura urbana, los discursos identitarios y sus resonancias políticas, psicoanalíticas y filosóficas. La selección de poemas que sigue propone una caja de resonancia para los diversos temas que el número aborda desde un registro más prosaico, pero se echa de menos algún tipo de presentación de los autores escogidos que los presente, más allá de apuntar que se los ha escogido por la “milenaria relación con la acústica y la voz” que entabla la poesía. De un par de ellos se menciona que son profesores en la Universidad de Puerto Rico, de otros no se sabe más que el nombre, y aunque todo buen poema se sustenta sólo, este lector se queda un tanto despistado respecto a los tiempos y lugares de su enunciación, que habrían suplido tal vez la falta de la voz que implica la lectura silenciosa de un poema puesto en página. A falta de eso, me quedan algunas imágenes: las “bocas de cangrejos electrónicas” de Mayra Santos-Febres, los “nervios de piedra que se pierden en la nada” de Vanessa Droz, la carne como “tibia concha acústica” en Noel Luna y el “peso sonoroso” de la “palabra sonaja” en Aurea María Sotomayor.
La sección “Imaginarios urbanos, imaginarios globales” comienza con un ensayo interesante, aunque algo seco, de Andreas Huyssen, sobre la ciudad global (que se relaciona sólo oblicuamente con la música), seguido de una meditación provocativa y aguda sobre “la ética cínica de Myrta Silva”, una cantante puertorriqueña a quien el texto de Licia Fiol-Matta me dejó con ganas de escuchar, y cierra con un ensayo algo ingenuo para mi gusto (aunque no sin observaciones interesantes) sobre la estética del reggae, de Arnaldo Valero, que lee a Bob Marley como un creador “antisocrático y postcolonial” lejano al “logocentrismo occidental” y su “grafismo autoritario”. Posiblemente haya no poco de personal en la predilección por los ensayos que siguen, de José Miguel Wisnik e Idelber Avelar, reflexiones sobre el universo musical brasileño y sus intrincadas relaciones con la política, la historia, lo local y lo global, en tanto que Juan Carlos Quintero-Herencia nos propone una aproximación al reggaetón desde la tradición de la “escucha caribeña del cuerpo”. Creo que tanto la visión panorámica de Wisnik sobre las relaciones entre “música y política en el Brasil” (que su conversación con el editor en la sección siguiente matiza y expande) como las observaciones de Avelar acerca del surgimiento del movimiento manguebeat en la música de Nação Zumbi, nos permiten articular mejor las tensiones no resueltas entre la música y otros discursos con los que se representa a la nación, los cuerpos, el mercado y sus complejas relaciones. En ambos casos, la música parece ser una zona a la que se desplazan oposiciones insolubles, que sin embargo en ese dislocamiento se transforman de manera irrevocable y revolucionaria.
La revista concluye con una atinada reseña de Diamela Eltit acerca del libro de Sergio Rojas La escritura neobarroca y con una conversación sobre “Crisis, laberinto y archivo” en las artes visuales, entre Federico Galende y Andrea Giunta que, aunque muy interesante por momentos, me da la impresión de comenzar y terminar de manera algo abrupta, dando por supuestos una serie de problemas, y quedando por lo mismo un poco fuera de contexto en este número sobre la música. La conversación, sin embargo, se cierra con un par de frases que, aunque referidas a otro objeto, pueden ser una buena descripción de este número de Papel máquina. “FG Entonces es un laberinto también, ¿o no? AG En cierta manera sí; digamos que sí.” (221)
Julio Ramos
1 diciembre, 2010 @ 12:01
Muy agradecido por esta lucida reseña del número especial de Papel Máquina dedicado a música y cultura.
Adriana Valdés
8 diciembre, 2010 @ 10:12
Así deberían reseñarse las buenas publicaciones. Gracias, amigo Fernando, das a la vez una muy buena idea del contenido y ganas de leerlo, junto con dejar registro de las perplejidades. Si yo fuera el editor estaría contento, y lleno de ideas para mejorar el número siguiente.
Cristóbal Durán
16 diciembre, 2010 @ 0:57
Gracias Fernando, por la reseña de este número. Lo digo realmente, sobre todo pensando en tiempos y contextos en los cuales se evita en buena parte leer al otro.
Fernando
16 diciembre, 2010 @ 12:14
Cristóbal, gracias a ustedes por un ensamblaje de textos que exige pensar, conversar y darle alguna resonancia, aunque sean estas líneas claramente insuficientes…
Arnaldo Valero
3 enero, 2011 @ 16:25
Hola. Soy Arnaldo Valero, el autor del artículo sobre la estética del reggae. Me gustaría saber cuáles son esos aspectos que encuentras ingenuos en mi contribución. Ese texto forma parte de un trabajo mayor que está en proceso y estoy seguro que tus observaciones puntuales me ayudarían a mejorarlo.
Fernando
6 enero, 2011 @ 15:29
Hola Arnaldo…la reseña trata de comentar un poco de todo lo que trae la revista en una extensión muy breve, por eso lo abrupto de algunos comentarios (en un formato más académico habría tratado de ser más cuidadoso y seguramente habría tenido espacio para precisar más las objeciones)…dame un par de días para revisar de nuevo el texto y te comento en más detalle la objeción…
Arnaldo Valero
7 enero, 2011 @ 18:04
Gracias por tu disposición . Cualquier cosa, ya tienes mi e-mail.
Arnaldo Valero
11 enero, 2011 @ 15:51
Fernando:
He recibido tus observaciones. Aprecio altamente que te hayas tomado la molestia de releer mi contribución para papel máquina en aras de atender a mi solicitud. Lo que me dices es completamente legítimo, digno de ser tomado en consideración para mejorar mi balance. Gracias.