¿Qué puede hacer la imaginación poética en el proceso de rememoración de un pasado herido? Esta es una de las preguntas que atraviesa Memoria e imaginación poética en el cono sur (1960-2010), estudio editado por Alicia Salomone que aborda la relación memoria, escritura poética y subjetividad femenina. Los once artículos de la colección analizan un corpus que remite, pero no se limita, a las dictaduras de 1970 y 1980 en Chile, Argentina y Uruguay, considerando también otro tipo de violencias como la dominación histórica mapuche, migración y exilios políticos en diversos momentos históricos.
El comentario preliminar de Alicia Salomone se encarga de situar los artículos dentro de un campo crítico de los estudios de la memoria, para relacionarlo luego con la mirada feminista y la escritura poética.
Dentro de los debates de los estudios de la memoria, Salomone explora el concepto en tanto rememoración e imaginación (Ricoeur), la relación entre memoria e identidad (Jelin), para luego definir la dimensión intersubjetiva de la memoria que se trama con la lengua(s) de una comunidad y sus contenidos culturales (Halbwachs). Asimismo, aborda la memoria como un proceso constructivo intrínsecamente político, donde sujetos interpretan y transforman la realidad, siempre en tensión con los mecanismos ideológicos del presente (Althusser, Zizek, Williams) (14).
Pero ya sea en su condición de memoria primaria o la vivida por las segundas o terceras generaciones (lo que Hirsch llama postmemoria), Salomone afirma que todo acto de rememoración queda inevitablemente trunco por la “inevitable pervivencia de los contenidos que evitan su clausura” y al hecho de que “dichos discursos confrontan visiones divergentes sobre el pasado” (17) que inciden en cómo se interpreta y se interviene el presente. Siendo la memoria un ejercicio imaginativo que se mueve en los confines porosos entre lo individual y lo colectivo, entre lo que se nombra y lo que no se dice, la escritura poética aparece como una mediación capaz de habitar ese campo indiscernible. Para la poeta y crítica Alicia Genovese, la poesía, a diferencia de otras formas discursivas, puede “religar dos mundos: el factual/objetivo y el de la intuición (subjetividad, memoria)”, y “recuperar pulsión comunicativa dentro del lenguaje de todos” transformándola en materia poética en el lenguaje, particularmente en sus imágenes (21, 130). Esta idea de lo poético como mediación de la experiencia incomunicable es lo que subyace de una manera u otra a cada uno de los artículos de esta colección. A continuación me referiré a algunos de los procedimientos que se abordan en ella.
En primer lugar, en diversos ensayos la yuxtaposición de diferentes momentos históricos sirve para darle una perspectiva más distanciada a la experiencia individual y de algún modo mostrar su dimensión colectiva. Karem Pinto destaca cómo en la obra de la uruguaya Cristina Peri Rossi Descripción de un naufragio, la imagen alegórica del naufragio superpone la experiencia personal del exilio a otros desplazamientos, migraciones y exclusiones, como la conquista de América, migraciones en el XIX y el exilio de finales del XX, antes del golpe (42) que incidieron en la construcción de la nación de Uruguay. Así, el mar aparece como la materialidad que condensa una historia afectiva de siglos, que supera lo individual. Un procedimiento similar identifica María Lucia Puppo en su análisis de “Las nubes magallánicas” de Amanda Berenguer donde la experiencia del navegante Hernando de Magallanes y el relato mítico de Andrómeda encadenada sirven para representar a Montevideo desde un lente astronómico e “indagar acerca del propio tiempo y lugar en el universo” (55).
Otra problemática clave que cruza estos artículos es el lugar marginal de enunciación de la mujer. Un sujeto poético que se plantea como doble voz, bivocal o de palimpsesto, mujer observada y observante (Puppo), escindida en “una textualidad que alberga al discurso dominante del patriarca, y a la vez, el enunciado dominado o callado de mujer”, como afirma Patricio Rodríguez en diálogo con Alicia Salomone, en su artículo sobre Álbum de Valparaíso de Elvira Hernández. Tal es el caso de Dame tu sucio amor (1994) de Malú Urriola, quien según Nicole Muñoz, relaciona el duelo social e individual, la pérdida amorosa y política a partir de un sujeto escindido; o en la subjetividad crítica que construye Elvira Hernández a través de la multiplicidad de voces que ponen en cuestión categorías fijas como la identidad y la historia. Una trama heterogénea que para Alicia Salomone permite a la voz testimonial de La escuelita de Alicia Partnoy tomar distintas modulaciones y registros, logrando “reponer aquellas subjetividades suprimidas que están en la base de su construcción y asimismo, en el deber de memoria que lo anima” (194).
Pero muchas de las obras analizadas también dialogan con la historia de otras exclusiones (etnia, clase, sexo), enfatizando cómo la lengua, la identidad y el territorio entran en tensión en el proceso de darle una forma a la experiencia memoriosa. Estas identidades marginales son abordadas, por ejemplo, por Gilda Luongo en su análisis de poesía de mujeres mapuche, en el que problematiza también su lugar de “allegada” a las creaciones poéticas (72), a partir de una lectura que se posiciona entre la cercanía y distancia ante la pérdida del territorio y de la lengua que plantean estos poemas. Alicia Genovese aborda la relación entre identidad, territorio y memoria introduciendo la figura del ‘poeta migrante’ como aquel que necesita exiliarse, establecer o construir un tiempo fuera del tiempo de la sucesión inexpresable, pero que mantiene lazos materiales con ese tiempo (130). En su artículo, Genovese explora la experiencia constante de exilio y nomadismo en diversos casos en la poesía argentina (inmigración china, bilingüismo mapuche, y la experiencia del exilio). Un nomadismo también explorado por Mariela Méndez en su análisis de Rasgado de Lila Zemborain, poeta residente en Nueva York, quien en relación al trauma de los atentados a las torres gemelas muestra cómo el cuerpo femenino transgrede los binarismos clásicos a través de una identidad móvil.
De algún modo, cada artículo explora las posibilidades de la imaginación poética, y reafirma su capacidad para moverse en los intersticios de la memoria individual y colectiva, entre lo subjetivo y lo histórico. También nos demuestra que la imaginación poética no se reduce solamente a la especificidad del lenguaje literario, abriéndose a otro tipo de mediaciones estéticas. Vemos esta estrategia en la construcción visual de la realidad en el Álbum de Valparaíso de Elvira Hernández o el rol de las fotografías en Puentes de Genovese, que analiza América Salinas. Desde otro ángulo esta apertura se manifiesta, como lo propone Milena Gallardo, en el uso de la imagen poética en el documental El edificio de los chilenos. El hecho de integrar un documental al corpus establece un ‘puente’ que permite el desplazamiento a otros sistemas de representación, lo que es a su vez elocuente con el carácter expansivo y explosivo de la imaginación poética que precisa correr los límites de los discursos establecidos, para poder darle forma efímera a aquella palabra oscura, tachadura de sentido en el reverso de la memoria.