En las últimas décadas, ha habido un cambio de perspectiva en la forma de tratar la figura de Violeta Parra en los textos chilenos. Poco a poco han ido quedando atrás las antologías, las biografías o los homenajes, que si bien han sido un aporte al estudio de esta creadora chilena, están siendo complementados por libros más recientes con un contenido más cercano al ensayo y un enfoque más bien crítico.
Antecedentes importantes desde una perspectiva literaria son los libros de Agosin y Dölz Blackburn, Violeta Parra: Santa de pura greda. Un estudio sobre su obra poética (1988) y Violeta Parra o la expresión inefable (1992). Después de veinte años aparece el libro La poesía de Violeta Parra de Paula Miranda, profesora de la Facultad de Letras UC (Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2013, pp. 263). Se trata de una obra que tuvo una larga génesis, y en la que la autora expone interesantes análisis y problematizaciones sobre Violeta Parra y su obra literaria.
En términos formales, el libro de Paula Miranda se configura en cuatro grandes secciones, presentadas de la siguiente forma:
- Poética de Violeta Parra
- Etapas en su obra y pulsiones fundamentales
- Poesía amorosa, enamoramientos, gratitudes y maledicencias
- Violeta y Chile: Lo divino y lo humano de la identidad nacional
En la sección “Poética de Violeta Parra”, la autora realiza una revisión y contextualización de las vertientes literarias de las que se nutre su creación poética: la lira popular, el canto a lo humano y lo divino, la religiosidad popular y el canto social como conceptos para situar el inicio y fundamento de su obra, pero también como formas de vida en Violeta. Las relaciones de autora/obra/público son tratadas también aquí enfatizando en un complejo círculo que varía de acuerdo a la multiplicidad de elementos que confluyen en la recepción de los diferentes públicos a quienes se dirige Violeta.
En la sección: “Etapas en su obra y pulsiones fundamentales”, a partir de una crítica a la primera propuesta sobre las etapas creativas de Violeta expuesta por Danemann (1968), la autora propone una interesante periodización. Para realizar esto, Miranda, recurre a ámbitos de la vida de Violeta, que usualmente no han sido considerados en otros trabajos, como sus estados emocionales, los lugares en los que habita, los momentos históricos o sus compañías sentimentales.
Se extraña, eso sí, que la autora no haya ofrecido alguna explicación o discusión del término “pulsión”, proveniente de la tradición del psicoanálisis, y que es empleado por Miranda más bien como un sinónimo de impulso para referirse a los momentos creativos de Violeta Parra, especialmente aquél que se relaciona con lo que ella llama la “pulsión erótico-amorosa”. Para la autora esta etapa creativa de Violeta es la que coincide con la época de su relación con Gilbert Favre, en la que Violeta escribe Las últimas composiciones (1966). Es aquí donde pudo haber puesto énfasis en cómo se relacionaba esa “pulsión” con la etapa creativa de Violeta.
En la sección “Poesía amorosa, enamoramientos, gratitudes y maledicencias”, Miranda comprende la creación de la poesía amorosa como un proceso dinámico, con diferentes énfasis y matices, dependiendo de los momentos en los que se encuentra Violeta. Los elementos del bien y el mal son tratados como dos temáticas de un mismo concepto de amor, comprendido como “una forma particular de conocimiento, incluso científico y a la vez mágico” (p. 152). Para Miranda, con Violeta se abre “una mirada sobre las relaciones amorosas, con énfasis en la fraternidad y la transfiguración del ser por el milagro del amor” (p. 136). Dentro de esta mirada convive lo erótico, la pasión, la ironía, la contradicción, “el mal de amor” y también el dolor, como un todo complejo desde una perspectiva liberada de estereotipos femeninos. La autora es pionera en realizar un análisis literario de las canciones contenidas en el último disco de Violeta, el que y según la autora: “no puede ser considerado como un disco más en su fecunda producción, sino que debe ser pensado como la acumulación y resultado de todas las experiencias estéticas y vitales, de Violeta toda su vida (…) una suerte de síntesis crítica y plena de toda su obra” (p. 102).
En la sección “Violeta y Chile: lo divino y lo humano de la identidad nacional”, la autora invita a una revisión de una multiplicidad de conceptos tratados por Violeta o relacionados directa o indirectamente (nacionalismo, identidad, modernidad, patriotismo, antiimperialismo, populismo, entre otros) con la elaboración de un discurso nutrido en torno a lo chileno. Según nos parece, Miranda sitúa a la cantautora como una “pensadora de la sospecha”, al considerar que “Violeta expresa otro ideologema epocal: el de cuestionar la aparente homogeneidad de la identidad nacional” (p. 174).
Con un estilo de arrojo, la autora desarrolla sus ideas desde un enfoque desprejuiciado de ciertas visiones academicistas, y también con una perspectiva abierta a poner en valor categorizaciones que tradicionalmente han sido significadas de manera despectiva, como “lo popular”, “lo indígena” o “lo campesino”.
Dentro de los aportes de este libro, Miranda ofrece a los lectores/as una valiosa cartografía de la música de Violeta Parra en términos discográficos, como también un extenso corpus bibliográfico. Es también interesante que Miranda, a modo de recurso metodológico, en algunos casos cite a sus “informantes” de manera testimonial, práctica que se acerca a un concepto de archivo humano, muy propio de la oralidad.
Aun cuando el libro, en su título se presenta como: La poesía de Violeta Parra, no obstante cumplir plenamente con abordar la lírica de Violeta, nos parece que se trata de un estudio serio, cuidado y profundo de la figura de Violeta Parra, donde el personaje no es disociado de su obra, muy por el contrario y como Miranda a modo de sentencia nos dice: “Vida, trabajo y obra en Violeta son la misma cosa” (p. 21). En estricto rigor, parece que el libro no solo trata sobre su poesía, sino que trata a Violeta Parra en su poesía, es decir, no se trata de un estudio literario con perspectivas únicamente estéticas desde la lírica, sino que logra centrarse en un concepto de poesía más amplio, donde a partir de lo poético también caben cuestiones discursivas tratadas como ideas, conceptos, hipótesis y una serie de planteamientos de tipo reflexivo que contribuyen a comprender a Violeta Parra y su obra de un modo más profundo.
Podemos mencionar las problematizaciones que propone la autora de las dualidades conceptuales que se contraponen constantemente en Violeta. Para Miranda, la complejidad de estas problematizaciones se advierte, por ejemplo, en una “estética de los límites”, pues: “de una parte, se inscribiría en un tendencia más bien esencialista de identidad, pero de otra, su obra propondría una lectura desconstructiva y crítica de las versiones más oficiales de identidad chilena” (p. 67). Así también, Miranda, trata el concepto de autor y público en Violeta como el resultado de un trabajo personal, único y “democratizado”, puesto que al mismo tiempo que Violeta se debe a un público “campesino y comunitario”, también se debe a uno “antropófago y consumista” (p. 56). Otras ideas a las que alude la autora, interrogan e inquieren sobre la identidad chilena, la religiosidad popular emparentada con el canto social, o el problema de la tradición versus la modernidad en la música y poesía. En definitiva, el análisis de Violeta Parra y su obra llevan a la autora a plantear una interesante hipótesis que invita a descentrar aquella perspectiva “reduccionista o esquemática” (p. 14) desde la que se ha abordado su figura.