El título del libro señala de entrada las coordenadas de la lectura que se presenta: historias del más acá en el sentido de historias de una sociedad peruana que se habría imaginado desde sus inicios como ad portas del Fin; todavía no en el más allá, pero siempre leyendo los signos que anuncian su llegada. En Historias del más acá. Imaginario apocalíptico en la literatura peruana (2013), Lucero de Vivanco propone un recorrido extenso a través de una serie de manifestaciones narrativas del Apocalipsis, desde la Conquista hasta las últimas décadas del siglo XX. En sus páginas se encuentran Francisco Solano, Ricardo Palma, José María Arguedas y Mario Vargas Llosa, entre otros tantos autores abocados a la tarea de pensar la sociedad peruana y legar sus reflexiones en un discurso. Es una historia del Perú observada a través de su literatura, lugar donde se revelan sus problemas, preocupaciones y contradicciones pero también sus esperanzas, referentes y creencias. Elementos agrupados bajo ese carácter de revelación propio del imaginario apocalíptico, que permite a autores de distintas épocas descifrar las señales de su tiempo, interpretar su contexto social y vislumbrar un futuro o su imposibilidad.
El concepto clave que articula la propuesta de Historias del Más Acá es el de imaginario. En ese sentido hay que destacar la propuesta de usar este concepto a la manera de un campo en el que convergen distintas comprensiones del mismo. Hablar de imaginario trae a la discusión: los procesos sociales de simbolización y revelación de significados desde Gilbert Durand; la cohesión identitaria que viene a ser para una sociedad su interpretación del mundo, en Cornelius Castoriadis; y los aspectos fantasmáticos, construcciones a partir de lo que no se dice o no se piensa siguiendo a Slavoj Žižek. De Vivanco hace dialogar a estos referentes teóricos en la interpretación de los textos a lo largo del libro, cruzando la historia nacional a través de sus autores. Su propuesta define al imaginario apocalíptico peruano como un sistema interpretativo caracterizado por su heterogeneidad. No hay una única forma de leer un contexto social de crisis ni una fórmula común para la resolución de sus conflictos: “En términos ideológicos, el apocalipsis manifiesta su faceta revolucionaria pero también reaccionaria y proyecta horizontes de sentido opuestos, convergiendo con matrices distópicas, utópicas y ucrónicas” (De Vivanco, 14-15). A modo de ejemplo, considérense dos ejemplos de la diversidad de sentidos que es capaz de producir el imaginario apocalíptico peruano, resumiendo la lectura de dos textos que desarrolla De Vivanco:
La distopía aparece en el Chimbote que retrata José María Arguedas en El zorro de arriba y el zorro de abajo, en relación con las convulsiones propias del contexto histórico peruano, leídas contra el trasfondo de identidad desgarrada que afecta tanto al autor como a los migrantes andinos que retrata. En el texto, el fallido proceso de modernización lleva a “a la ciudad de Chimbote y a sus habitantes» a «una catástrofe urbana y social” (80) de pleno carácter apocalíptico. Catástrofe que sin embargo deja abierta la esperanza al lector con una clausura del texto –y de la vida del autor– donde “la reunión de todas las sangres” (89), si bien problemática en el presente, contiene la promesa de un nuevo mundo, de un mejor Perú.
La ucronía como tiempo suspendido se introduce a través de Julio Ramón Ribeyro en su Crónica de San Gabriel, una bildungsroman donde “el proceso de crecimiento y aprendizaje” (109) se produce mediante el apocalíptico ejercicio de la revelación. El testimonio del protagonista muestra “el desmoronamiento de un espacio y un tiempo” (108), en este caso la hacienda de tradición colonial, en cuya versión de fin de mundo se ha desacralizado lo sagrado y donde lo profano –sexualidad transgresora, placeres mundanos– pasa a ocupar el lugar del ritual. Si bien cargado de señales escatológicas, el microcosmos peruano de la hacienda se encuentra suspendido en su decadencia y es incapaz de proporcionar un sentido a la historia o al individuo, quedando sólo la “constatación de la falta de posibilidades y condiciones de futuro” (117).
Un ejercicio similar de interpretación se lleva a cabo con la alrededor de una veintena de textos que se analizan y a medida que la autora desarrolla el argumento central se abren posibilidades de volver constantemente sobre los capítulos previos. En cierta forma el texto requiere necesariamente una primera lectura lineal de sus capítulos, siguiendo aquel orden tan característico del mito apocalíptico: desde el comienzo donde se presentan los referentes teóricos hasta la coda, palabras finales e imágenes apocalípticas que lo cierran. Esta lectura permite apreciar los alcances del recorrido interpretativo que se propone, el cual traza una serie de vínculos entre los autores a pesar de que éstos se sitúan en distintos momentos de la historia peruana. Tal recorrido lleva al lector a lugares de encuentro entre los textos a lo largo de los capítulos y así por ejemplo no es difícil imaginar que la Declaración del Apocalipsi de Francisco de la Cruz transcurre en la misma Lima colonial, “antesala gozosa del infierno” (58) donde tiene lugar la ironía criolla de las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma; que vendría a ser el mismo “espacio reconfigurado por el demonio” (62) retomado por Fernando Iwasaki cuando juega con el límite entre historia y ficción en Inquisiciones Peruanas y Neguijón.
De Vivanco se muestra especialmente preocupada de los aspectos identitarios del imaginario apocalíptico peruano. Los textos abordados contienen ejercicios de indagación retrospectiva de una sociedad y su historia que solo son posibles situándose, por así decirlo, desde sus últimos días. A este respecto en el texto se señala el carácter inmanente que han ido adquiriendo los discursos apocalípticos a lo largo de la historia, en contraposición al carácter inminente que tenían en su contexto original, bajo una concepción religiosa del mundo como aquella presente durante la época colonial. En contraste, la inmanencia de lo apocalíptico hace referencia a “que se alojan en el mundo los signos y malestares propios del final pero, como éste no llega, se perpetúan sus señales, perpetuando también los sufrimientos y la necesidad de paciencia” (23). La recurrencia de los discursos apocalípticos a lo largo de la historia peruana, como se muestra en Historias del más acá, señala precisamente la actualidad de su propuesta, planteada como un catálogo que no agota “ni las formas actuales ni potenciales del apocalipsis en la literatura peruana o en su cultura en general” (15). Se trata de discursos que pretenden ser vinculantes para sus lectores, que de un modo u otro intentan generar sentidos compartidos en contextos de crisis social. Si en el presente todavía “se vive la decadencia pero no la renovación, la desigualdad y marginación pero no la justicia” (23) es de esperar la continua actualización del imaginario apocalíptico; adaptándose a otros tiempos, a otras costumbres, con la versatilidad que caracteriza a sus símbolos.
Por lo mismo llaman la atención al cierre del texto una serie de imágenes con referentes apocalípticos, tomadas en diversos contextos de la sociedad peruana. Se trata entre otras cosas de murales de iglesias o de la fotografía de un ritual donde participa el ex presidente Alejandro Toledo, que apelan a los mismos elementos escatológicos cristianos y andinos que se citan a lo largo del libro; referentes que han ido sedimentando a lo largo de los años un profuso imaginario sobre el fin del mundo y su renovación. Si el término de la sociedad revelado a través de un texto literario permite apreciar la porosidad de la frontera entre la historia y la ficción, estas imágenes recuerdan al lector que la presencia de lo apocalíptico en la vida cotidiana se revela también en otros ámbitos. Constituyen una invitación a continuar indagando en las historias del más acá, al menos hasta que el más allá se nos presente de nuevo como inminente.
De Vivanco Roca Rey, Lucero. Historias del más acá. Imaginario apocalíptico en la literatura peruana. Lima: IEP, 2013. (Lengua y Sociedad, 33)