Omar Neculqueo y Marcelino Parra, estudiantes de la Universidad Alberto Hurtado, publican hoy esta entrevista al poeta popular oral, Héctor González, más conocido como “Tito” o “el compañero” Tito, quien nos habla de su práctica poética en el marco del Chile actual: “Yo creo que tanto el Arte con mayúscula, como la empresa que produce divertimiento para obtener dividendos y riquezas, van de la mano. La poesía es inspiración, no es hacer un pan y multiplicarlo, o escribir sobre la puesta de sol tras los glaciares árticos, repasar lo escrito, ver la rima, el ritmo, mostrar palabras rebuscadas, para que te consideren intelectual; cambiar frases, estrofas, que pueden dañar algunos intereses y releer el poema y al final de todo este ejercicio, te das cuenta que ya no está el sol ni los glaciales y tu inspiración primaria ya no existe, pero ya tienes la producción que te pidió tu editoral. Todo ello, para los poetas populares, no tiene mucha importancia, no sacamos utilidad de nuestras inspiraciones, no la cercenamos ni la desvirtuamos. Lo que escribimos es en definitiva lo que recitamos, agregando a veces puntuaciones, acentos y exclamaciones. La paga que recibimos los poetas populares es el aplauso de los oyentes, y la mayor satisfacción es que nuestras creaciones sean conocidas, que le guste al lector y que se sientan claramente identificados, que se la aprendan de memoria, para recitársela a su amada en esa perfecta noche soñada, con eso, a lo menos yo, me siento pagado”.
Conocí al compañero Tito –como me ha dicho que prefiere que lo llame– por primera vez en un acto de conmemoración a Pablo de Rokha en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. Hacia el final de la instancia, él tomó la palabra para agradecer y decir que se sentía identificado con De Rokha porque también vivía a patadas con su poesía. Para finalizar, recitó dos poemas. El primero, muy simple, era un “Padre nuestro” dedicado a Salvador Allende y el segundo abordaba una cantidad impactante de temas con total naturalidad. Me fui con muy contento de saber que existían poetas como él; poetas que aún buscan ser comprendidos por todos, a través de la oralidad y la presencia.
La segunda vez que me encontré con él fue para recibir unos libros que él había escrito y autogestionado. El poeta itinerante había llegado antes de la hora acordada en su moto y apenas empezamos a hablar fue como si me hubiera concedido una improvisada primera entrevista. Con gran entusiasmo me habló de su quehacer y de sus fuentes de inspiración, quiso recitarme sus poemas para que pudiera tener claro cuál era el tono que había que tener en mente. Por mi parte opté por escucharlo con atención y gran respeto. Interrumpí solo de vez en cuando para solicitar algo de contexto y resaltar cuáles eran los elementos que más me llamaban la atención de todo lo que escuchaba. Pero importaba poco, porque las palabras de mi entusiasmado interlocutor eran como un caudal.
Tito es un entusiasta de los espacios de interacción y diálogo, y valora mucho la cercanía con el espectador. Sus dos obras escritas son 5000 años y La biblia huasa y obrera, ambas compiladas en una única edición autogestionada. Junto a Omar Neculqueo, nos reunimos con él para comentar estos poemarios, interesados especialmente por el subversivo enfoque educativo que se lee entre sus páginas. Omar quería saber sobre la práctica oral de Tito, le parecía fascinante explorar ese espacio más bien ignorado por la crítica literaria, pero que nos ha hecho resaltar como país potentemente en el pasado.
El encuentro se dio finalmente en nuestra universidad. Tito llegó puntual y enérgico como de costumbre. Estaba contento de poder conocer nuestro espacio de estudio, y curioso por cómo era la educación en nuestra carrera. Encontramos un lugar agradable, apartado de ruidos externos, y comenzamos.
Omar Neculqueo: Te presentas a ti mismo como “Tito González, poeta popular”. Quisiéramos empezar esta entrevista pidiéndote que nos comentes cuál es el sentido que tú mismo le das a estos potentes términos. ¿Qué es para ti un “poeta” y qué sentido le das a la palabra “popular”?
Tito González: Partiré contándoles que en mi vida personal me llaman “el compañero González”, o simplemente “el compañero”. Yo soy Contador Auditor de profesión, pero poeta popular de pasión. Mi pasión por la poesía nació a temprana edad, de padre y abuelo poetas. Escuchar a mi padre recitando sus poemas y leer los que escribía mi abuelo, me llevó gratuitamente, sin postulación, a tomar un lápiz grafito y ponerme a escribir. Fue tanto que en la enseñanza básica y después en la media, me pedían algunos compañeros un poema de amor para una determinada niña, con la promesa de negar mi autoría, si era conminado a decir la verdad. Lo cumplí, pero siempre la verdad sale a relucir. Mi poesía no es de academia, no es simetría perfecta u odas correctas, décimas y sonetos; es la inspiración que se apodera del lápiz y expresa su sentir y yo soy su portador y testigo de ese acto. Por lo tanto, mi poesía es popular, porque se trata de un escrito alejado del diccionario, con palabras exclusivas y excluyentes. Por el contrario, se vale solo de palabras comunes, palabras que usa el pueblo para poderse comunicar a diario. Esa palabra es el nexo con tu igual, que no es apreciada al parecer por alguna élite literaria y es por eso que en ciertas oportunidades no soy invitado o simplemente no soy considerado para algunas actividades. Sumado a que por mis venas corre una roja sangre y el corazón lo tengo situado al lado izquierdo de mi pecho, es otro factor para ser excluido, por eso mis declamaciones, son en directo, en un escenario improvisado, en una plaza, en una cancha o en un colegio, a mi pueblo, a mi gente.
Marcelino Parra: Chile tiene una relación complicada con el arte y, sin embargo, cuenta con una amplia gama de artistas de alto nivel que han pasado a la historia y han alcanzado fama internacional. Tenemos grandes poetas y ha habido importantes cantores populares que, de hecho, fueron fuertemente reprimidos durante la dictadura del 73. Quisiéramos consultarle por su apreciación general del panorama actual de la cultura y del arte en Chile. Más concretamente, considerando la horrorosa implantación a la fuerza del neoliberalismo en el país, ¿qué espacios nos quedan, para dar relevo a los artistas que son un verdadero aporte en nuestra sociedad? ¿Qué hemos perdido luego de un golpe de Estado que incidió nocivamente en nuestra cultura en favor de un consumismo e individualismo desmedido?
T.G: Del año 73 a la fecha han pasado 50 años y ese rango etario, alcanza el 70% de la población actual, es decir, casi catorce millones de chilenos, que no conocen más que el neoliberalismo, el mercantilismo, la competencia, el individualismo, no conocieron una verdadera democracia, la solidaridad, la fraternidad y el compañerismo. Ellos solo velan por sus propios intereses y sus personales satisfacciones, ser conocido y aparecer en la TV es el placebo máximo, no importa cómo ni por qué, y lo que aparece en los medios es la verdad, en esta colusión informativa, esta es nuestra realidad, que voto rechazo el 4 de septiembre y que ayudó a revivir partidos fascistas. No tener conciencia de clase está de moda.
La Dictadura nos quitó los sueños, que se estaban convirtiendo en realidades, a través de una forma pacífica, una revolución a través de la cultura, la música, la poesía, pintando los cielos, repartiendo las tierras, defendiendo nuestros recursos, nutriendo a nuestros niños, alfabetizando al pueblo, todo eso era muy peligroso, para el imperio, para los dueños del mundo, del lucro, de la mafia económica, afincados en la ONU, OTAN, FMI, Banco Mundial, entre otros. Nos castigaron con todo su poder para entregarle un mensaje a los pueblos, que es lo que pasa si eligen a un hombre honesto, incorruptible, leal y consecuente como lo fue Allende, si leen poemas de un hijo de trabajador ferroviario como nuestro Nobel Pablo Neruda, o si escuchan las canciones de un hijo de campesino, como Víctor Jara, el mensaje era claro, lo que les pasó a ellos, les puede pasar a ustedes, con el beneplácito e impunidad del poder y sus esbirros y nos llegó la noche oscura.
Sobre qué ventaja o beneficio se puede sacar de este genocidio de carne, de mentes, de artes, de creación y de sueños, sobre una realidad desvirtuada, donde ya están trastocados los valores, las morales, donde lo que es malo ahora es bueno, lo malo cae en la impunidad y la inocencia es apresada. Cuando uno está en un sistema opresor, al contrario de lo que creen los opresores, que uno se va a silenciar y la creación se va a percudir, eso no pasa, muy por el contrario, la creación crece, se vuelve más creativa, para no ser aniquilada y los poemas o los poemas que tienen música y que se llaman canciones, se entregan y se dan a conocer con ritmos variados y a veces se vuelven éxitos, lo que pasó con el homenaje que se hizo a un universitario detenido desaparecido y que sacó gaviota de plata en Viña, esa canción se llamaba “Un café para Platón” de Fernando Ubiergo, en plena dictadura, y el dictador y su séquito la cantaban. La expresión artística se masificó, los muros fueron el cuaderno de expresión del pueblo oprimido, la información no censurada, el diario mural de concreto, madera o adobe, la unión y masificación de las artes y su registro gráfico fue algo positivo,
M.P: Exactamente, de hecho, en la actualidad se puede observar que la idea que tienen las masas sobre el arte se reduce al arte con “A” mayúscula, es decir, que viene desde los intelectuales, y para los intelectuales. La otra, es el arte como espectáculo o producto de consumo que agota su importancia en la tarea de producir entretenimiento. En relación a esto, es muy interesante la dinámica que usted mantiene con el público, conservando la experiencia viva del cara a cara entre usted y los remitentes de su obra. ¿De qué forma usted experimenta esta conexión de igual a igual con el público (que también definió la puesta en escena de Violeta Parra) y a qué reflexiones lo ha llevado el conjunto de vivencias que desde ahí se desprenden.
T.G: Yo creo que tanto el Arte con mayúscula, como la empresa que produce divertimiento para obtener dividendos y riquezas, van de la mano. La poesía es inspiración, no es hacer un pan y multiplicarlo, o escribir sobre la puesta de sol tras los glaciares árticos, repasar lo escrito, ver la rima, el ritmo, mostrar palabras rebuscadas, para que te consideren intelectual; cambiar frases, estrofas, que pueden dañar algunos intereses y releer el poema y al final de todo este ejercicio, te das cuenta de que ya no está el sol ni los glaciares y tu inspiración primaria ya no existe, pero ya tienes la producción que te pidió tu editorial.
Todo ello, para los poetas populares, no tiene mucha importancia, no sacamos utilidad de nuestras inspiraciones, no la cercenamos ni la desvirtuamos. Lo que escribimos es en definitiva lo que recitamos, agregando a veces puntuaciones, acentos y exclamaciones. La paga que recibimos los poetas populares es el aplauso de los oyentes, y la mayor satisfacción es que nuestras creaciones sean conocidas, que le guste al lector y que se sientan claramente identificados, que se la aprendan de memoria, para recitársela a su amada en esa perfecta noche soñada, con eso, a lo menos yo, me siento pagado.
Lo peor que puede tener el arte, es la censura y algo que es peor a aquello, es la autocensura, restringirse en la creación, estar atado y no poder gritar libertad en tiempos de dictadura, no poder decirles a los israelitas, que son peores que los fascistas, o decir que la ONU no se creó para cuidar los intereses del imperio y sus esbirros, se hizo para relacionarnos humanamente y decir que cada país es un voto, no importando ni el dinero, ni la influencia o su cantidad de habitantes. La vida es un todo y uno debe convivir con aquello, y saber elegir qué es lo que quiere en su vida y qué no, cerrar los ojos y vivir aparentemente tranquilo, o tener los ojos abiertos y tomar partido por lo que has visto, así lo señala el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht: “Primero vinieron por los socialistas, / y yo no dije nada, porque yo no era socialista. / Luego vinieron por los sindicalistas, / y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. / Luego vinieron por los judíos, / y yo no dije nada, porque yo no era judío. / Luego / vinieron por mí, / y no quedó nadie para hablar por mí”.
Tito González, poeta popular.
M.P: Sus dos libros, La biblia huasa y obrera y 5000 años. La historia del mundo está notoriamente marcada, y con mucho orgullo, por influencias que podrían ser calificadas de mal gusto por la crítica actual. ¿Qué contestaría al reclamo de que el arte no debe ser explícitamente político o religioso?
T.G: El arte en toda su expresión y matices, en toda época, es la expresión de la realidad, es la foto de su contemporaneidad, de vivencias, experiencias personales y colectivas. Cómo expresamos la atrocidad de la guerra, como lo hizo Picasso con Guernica, cómo podemos traspasar a los demás el sufrimiento de la esclavitud, como lo hizo la película Raíces, y muchas realidades y penurias humanas, eso es el arte, comunicar e informar los hechos. Y esto es real, nosotros somos políticos y si no lo somos esa es nuestra política, creemos o no creemos en Dios, y eso es real, podemos amar o no amar, sufrir y añorar, es la realidad y el arte es la expresión de la realidad, también es la expresión de la creación y podemos inventar mundos perfectos, donde no está el odio, la maldad, el lucro, la arrogancia, la explotación, un mundo donde no está la maldad imperial.
Lo peor que puede tener el arte, es la censura y algo que es peor a aquello, es la autocensura, restringirse en la creación, estar atado y no poder gritar libertad en tiempos de dictadura, no poder decirle a los israelitas, que son peores que los fascistas, o decir que la ONU no se creó para cuidar los intereses del imperio y sus esbirros, se hizo para relacionarnos humanamente y decir que cada país es un voto, no importando ni el dinero, ni la influencia o su cantidad de habitantes. La vida es un todo y uno debe convivir con aquello, y saber elegir qué es lo que quiere en su vida y qué no, cerrar los ojos y vivir aparentemente tranquilo, o tener los ojos abiertos y tomar partido por lo que has visto, así lo señala el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht: “Primero vinieron por los socialistas, / y yo no dije nada, porque yo no era socialista. / Luego vinieron por los sindicalistas, / y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. / Luego vinieron por los judíos, / y yo no dije nada, porque yo no era judío. / Luego / vinieron por mí, / y no quedó nadie para hablar por mí”.
O.N: ¿A quién va dirigida su obra? ¿por qué decidió autoeditarse?, ¿cómo podría ser recibida su poesía en otros países?
T.G: Aunque mis obras presenten poemas localistas, se pueden transcribir a otras realidades, solo cambiando nombres y lugares, ya que la maldad y la opresión se repiten en todos los pueblos del mundo. La Biblia Huasa la puede leer un cura o un pastor y diferir en algunos puntos de la obra, y enojarse en otros, pero puede que le guste como propuesta, pero en general creo que muchos se sentirán atraídos por ella.
En el tiempo en que saqué a la luz mi libro, no había tantas editoriales populares y los recursos eran escasos. Sumado al temor a lo desconocido, hace que uno nunca se atreva y deje su trabajo en sus cuadernos y no darse la oportunidad de dar este paso, lo cual salió muy trabajoso, pero satisfactorio, primero traspasar lo escrito al computador, releerlo, encuadrarlo, y ortografiarlo, preparar las portadas y su diseño, buscar la imprenta que lo pueda hacer de acuerdo al presupuesto real. Lo bueno de esto es que nunca me imaginé que en la imprenta del semanario El siglo, podía estar la solución, ellos me hicieron mi libro en mi presupuesto y con un tiraje de quinientas unidades, libros que he vendido a un precio popular, menos que el valor de una cajetilla de cigarro, y algunos otros que he regalado en diversas actividades. Mi intención con este proyecto nunca fue la utilidad, ni siquiera recuperar lo gastado. Mi verdadera intención es que las personas puedan conocer mi obra y que ojalá les guste mi propuesta poética.
M.P: Es muy interesante el enfoque educativo que tienen sus obras. Nos parece notable que usted con estos poemarios busque enseñar sobre la historia bíblica, pero desde una interpretación muy propia y en gran medida centrado en los problemas que han permanecido. En ese sentido, nos pareció muy revelador el giro final que tiene La biblia huasa y obrera: su cierre se centra sobre todo en una crítica a la lógica dañina que predomina en las autoridades de nuestros tiempos. Nos pareció muy importante la postura crítica que dejas ver respecto de la Iglesia como una instancia de poder que oprime en la medida en que se vale del miedo para captar la atención. Esta idea, desde luego central en tu obra, nos parece muy potente y nos lleva a conectar muchos puntos de tus poemas.
Mediante tu evocación a Jesús y a los justos en general, parece ser que consideras que el verdadero líder es siempre alguien que acompaña y enseña desde esta relación de cercanía. En ese sentido el poder se plantea como una responsabilidad de transmitir el conocimiento y ya no es válido medir el éxito según si uno logra resaltar por encima del otro, sino que uno se valora en la medida en que logra ser un aporte para su sociedad. No queríamos dejar pasar la oportunidad de reconocer la profunda congruencia del contenido de tu obra como escrito respecto a su práctica. Esta forma en que la transmites en íntima cercanía con el pueblo (similar a como lo hacía Violeta Parra). Sin embargo, y para ya llegar a la pregunta, ¿notas una disonancia importante en la recepción de tu obra? ¿la sientes más valorada por un tipo de público que por otro?, ¿De qué factores depende esta disonancia?
T.G: En el caso de las obras que están en el libro, me ha sucedido que tienen una buena recepción, a pesar de que cada poema dura alrededor de veinte o veinticinco minutos y la verdad es que nadie dura tanto escuchando tan solo poesía, pero sucede. En una ocasión me tocó leer los “5.000 años” a un tercero medio, niños de dieciséis a diecisiete años, una edad muy dispersa y complicada. A pesar de aquello, me escucharon de principio a fin con mucha atención, esto fue realmente una verdadera prueba de fuego. Creo que mi poesía, si bien es cierto que tiene un componente ideológico muy definido, esto no es barrera para ser escuchado por cualquier persona. Podrán diferir en algunos puntos, pero me reconocen como un buen declamador y un intérprete de sentimientos. Si hay personas que sin conocer mi prosa o escuchando solo algunas estrofas dicen que no les parece, ellos se dejan cegar por lo ideológico, olvidando lo literario. Muy pocas veces sucede esto, puede ser que mi centro de gravedad, siempre está en el pueblo, con una sensibilidad más definida y clara. Cuando me inviten a “poetizar” al barrio alto o a sectores republicanos, podré ver qué pasa allí.
M.P: Nos ha interesado mucho lo que nos ha comentado sobre su presencia en los colegios. A nosotros como universitarios constantemente nos dan la oportunidad de hablar con autores y gente de editoriales, pero nos parece que hay un problema de raíz, puesto que no es una oportunidad abierta a la cultura en general, sobre todo para estudiantes secundarios. Como usted ha tenido cercanía con estudiantes, quisiéramos preguntarle, ¿cuánta falta cree que les hace dialogar más de cerca con la cultura? Típicamente, en los colegios les hacen leer clásicos y cosas así, pero tampoco tienen un contexto de cómo deben leerse.
T.G: En primer lugar, tengo un libro que lo hice a pulso. Consta de dos poemas de gran extensión, cada uno tiene veinte minutos si uno lo quiere recitar, y nadie aguanta un poema de tal tiraje. Se dio la oportunidad de poderlo desarrollar en un curso de tercero medio, que es la edad más distraída de la vida, pues no ponen demasiada atención. Sin embargo, cuando hice mi presentación me sorprendió el interés que le mostraron a esta historia del mundo, a esta reseña histórica de la lucha de clases y cómo llegamos a los tiempos actuales, y me sorprendió muchísimo. No es que ellos quisieran ser poetas, pero esa forma en que ellos abrieron los ojos para poder escuchar. Quizás fue la sintonía de relatar los hechos mezclados con imágenes de lo que voy relatando. Este es un concepto que le podemos dar a la poesía. Hay otros que le colocan música y lo llaman canciones. Me fue bien en esa experiencia. Sobre el desarrollo del arte o la poesía en general, dentro de la sala de clases. Siento que se han perdido muchos años y mucho tiempo con esta invención de jornada única, que en definitiva fue para usar de guardería los colegios, porque se necesitan peones trabajando. Algo que los mantenga ocupados hasta que los papás lleguen a sus casas. La paradoja de pasar mucho tiempo en el colegio y no lograr aprender con eficiencia. Antes había calidad y también vocación. Ahora los profesores no tienen tanta vocación porque se piensa más en el consumismo. Lo mejor en la vida es hacer algo que te guste y además de eso, que te paguen.
M.P: A nosotros, como estudiantes de literatura, nos hablan mucho sobre la intermedialidad, es decir, cuando se conjugan disciplinas distintas, como la música y la pintura. Hemos estudiado, por ejemplo, la musicalización de poemas. En la actualidad se están dando muchas propuestas que se inspiran en el deseo de traspasar las barreras convencionales de las disciplinas para articular una nueva relación con los espectadores. Esto es bueno, pero muchas veces puede dar la impresión de llevarse a cabo de una forma excesivamente sesuda y, por tanto, no llegan a atraer a un público amplio de forma sostenida y relevante. Su trabajo es un ejemplo de cómo esta relación intermedial se da de una forma muy natural, digamos que casi sin necesidad de buscarla. Esto lo digo mirando su obra en general: la poesía se da con mucha cercanía a la música. Por otro lado, en la presentación que hizo a un tercero medio se apoyó en elementos visuales. ¿Cómo ha sido su experiencia realizando estos cruces? ¿Ha considerado, por ejemplo, pasarse al teatro y trabajar en conjunto con otros artistas, integrando sus particulares formas musicales y poéticas?
T.G: Mira yo creo que cada artista, un poeta, un músico, es loco a su manera. Yo a los que más conozco son a los músicos. Por ejemplo, en la cantata que estoy haciendo ahora te puedo contar que dura cerca de cuarenta y ocho minutos solo tomando en cuenta las partes que tienen letra. Tomándola completa podemos decir que vamos en una hora cinco minutos. Esto sucede así porque se ha ido agrandado gradualmente. Uno puede tocar una quena y a los otros les parece bonito como suena, entonces se agrega. No importa que al mirar las canciones por la convencionalidad se entienda que deben durar dos o cuatro minutos. No, aquí en la pura introducción podemos llevar ese tiempo y a nadie le complica. Aquí somos así: escuchamos algo que nos gusta y listo, nos movemos para incluirlo. Las limitaciones podrían ser el plazo solamente. A mí me gustaría preparar ciertas ideas que tengo en mente para interpretar en el escenario, pero como la cosa es el quince de diciembre ya no alcanzo.
De teatro te puedo decir que yo he escrito teatro, al igual que ciertas obras de narrativa y cuentos. Pero pensando directamente en la figura del poeta parado en el escenario del teatro pienso que tendría que ser como Hamlet. Se puede dar, en este mundo se puede dar todo. Tengo un amigo que es poeta y músico y canta y recita sus poemas en la cárcel y le ha ido bien. Te diría sí que pensando en las colaboraciones en general, hay artistas que me gustan y otros que no.
M.P: ¿Diría que tiene que debe tener mucha afinidad con un artista para sentirse cómodo colaborando?
T. G: No, no va por ahí. Voy a algo más simple. Más dirigido al tema de los gustos quizá. A mí no me gusta la música en inglés, no puedo pasarla y no es que la encuentre mala. Por ejemplo, escuché “Imagine”y “My Way” en versión original y no estaba ni ahí. Pero luego las escuche en español y sí que me gustaron las dos. Hay algunos estilos poéticos o maneras de tratar al arte que me gustan y otras que no.
M.P: Bueno, ahora le confieso que la pregunta que le hice antes acerca de las colaboraciones con el teatro la hice recordando otro espacio que me gusta mucho y que también rescataría en esta vocación de integrar al pueblo en los espacios artísticos. No sé si la conocerá usted. Me refiero a la propuesta del anfiteatro Bellas Artes. Ahí se realizan obras casi todos los fines de semana y el distintivo es que la entrada es por aporte voluntario. A la gorra. Esta iniciativa ha sido un gran aporte. Por ejemplo, producciones con mucho mérito detrás, que se habían frustrado por el COVID pudieron encontrar un lugar allí. Y bueno, quizá la bondad más importante de todo esto sea que integra un público que muchas veces se ve desmotivado de ir al teatro porque sale mucha plata, y que en la práctica ni llega a conocer esta experiencia.
T.G: Yo creo que en eso choca todo. Todo lo que tú quieras desarrollar choca con eso. Los músicos trabajan, no viven de la música. Estamos hablando de la gente del pueblo que quiere desarrollar un arte, no estamos hablando de Led Zeppelin de Pink Floyd. Otras personas bien conocidas, como Neruda, no tenían su sustento únicamente en la escritura. Él, por ejemplo, se mantenía en buena medida por su cargo de embajador y demás cuestiones políticas. Yo creo que ningún artista o actor popular desarrolla el arte como su labor en el sentido de sustento económico. Tienen que ser electricistas o Uber y después de eso, aparte, estar en la producción. Y ver cómo arreglárselas. Pensar “se necesitan los flyers, las hojas. ¿Quién lo hace? ¿Quién lo imprime?”. Y donde vamos a desarrollarnos tiene que ser gratuito o solidario. Entonces hay que ver también cómo llegar allá. Movemos las cosas en una camionetita o algo.
El componente solidario significa que tÚ estás entregando. Porque es lo que quieres. Es lo que eres. Y no tienes retribución. Entonces ese es el pacto: tienes que entregar y además no es rentable. Listo. ¿Quién se tira en un negocio así? Y vivimos en un mundo individualista y la mayoría, el 70% de los chilenos no conoció otro sistema económico ni político que este. Esta cagá que se llama neoliberalismo y capital. No conocen otra democracia más que esta caga de democracia. No conocen la democracia antigua, en donde sí había realce en todo eso, en donde sí se protegía todo eso. En donde el abuelo tenía una pensión digna. Y llegaba el abuelo con regalos. ¿Ahora qué abuelo hace regalos si apenas le alcanza para vivir y para irse a la casa? Ese tipo de vida, democracia solidaria y todo lo demás se perdió con el golpe. Pasaron cincuenta años, el 70% de los habitantes de Chile son de generaciones posteriores y los viejos que sí conocieron eso se han muerto muchos y quedamos pocos. Porque no conocen nuestra experiencia, el individualismo y el querer, querer y querer más afloran.
M.P: Me ha parecido muy importante todo lo que ha hablado de la reivindicación de la historia. Una cultura que no conocimos y se está perdiendo y era diametralmente diferente. Volviendo a lo que a nosotros nos pasan como estudiantes universitarios de literatura, vemos mucho el tema de la memoria, principalmente vinculado a la dictadura. Se busca reivindicar a la gran cantidad de detenidos desaparecidos, ejecutados y torturados durante ese capítulo funesto de nuestra historia, que afecta a día de hoy profundamente a una gran cantidad de la población. En esas instancias, sin embargo, muchas veces se presenta a esas personas exclusivamente como víctimas y no tanto como agentes. Se dice que murieron por pensar diferente pero no se habla de cómo pensaban. Y de que, efectivamente, eran peligrosos para el poder que se impuso porque ofrecían una alternativa real al capitalismo que dominó y domina el mundo: un proyecto de Estado bien delineado que se oponía marcadamente al interés de la potencia capitalista. Un proyecto que llegó a definirnos, instaurándose por la vía democrática, como pueblo.
Sería interesante que hubiera más autores que se hagan cargo del pasado histórico de esta forma más completa; que nos den a conocer lo que realmente fue nuestro pasado y nos permitan ver el mundo más allá del horror que nos ha marcado. En definitiva, queremos que haya cada vez más autores que pongan su atención en esta fase de nuestra historia en que la cultura no se orientaba tanto a tener que pasar por encima del otro para estar bien, y el éxito se podía medir, todavía, por el bien que se le hacía al resto.
T.G: Mira, Si tú puedes hacer tan solo un trabajo periodístico te puedes dar cuenta que en esta democracia, llamémosla ya prehistórica, de antes del 73… podrás darte cuenta de que empresas como YARUR, como SUMAR, como Pizarreño hacían su empresa y hacían las casas de los trabajadores. En Lota en… ¿Qué wea? ¿Por qué weón? Porque era un derecho de los trabajadores. Ahora el compromiso social de ellos es 0. Con esta nueva propuesta constitucional, los trabajadores no pueden hacer huelga. Es anticonstitucional. Si haces huelga te vai pa´ adentro. Te pueden aplicar la ley de seguridad interior del Estado que va de cinco años para arriba. Estas cosas pueden darse por cómo se han deshecho de la historia y es algo terrible. Los que han escrito esta propuesta se olvidan de que a través de la huelga salió la ley de las ocho horas y muchas otras más. A través de ellas logramos todas esas conquistas sociales, laborales. Todo eso lo estamos cambiando por nada. El único y más fundamental de los trabajadores para poder obtener sus logros. Aparte de las mesas de trabajo y todo lo demás es la huelga. Y eso le duele al capital porque son menos días trabajados. Pero si no tenemos esa herramienta ¿Qué vamos a hacer? Seguir aguantando la explotación? Vamos a volver atrás. Entonces esos son hechos reales que se palpan y se ven. Hay que volver atrás, buscar la historia, la historia verdadera. Porque la historia la escriben los pueblos, como decía el compañero Allende. Esta historia es más valorable que la que escriben, que la impuesta, la que escribe la imprenta y los dueños de la imprenta. Yo quiero saber y dar a conocer la verdadera historia.
El componente solidario significa que tu estás entregando. Porque es lo que quieres. Es lo que eres. Y no tienes retribución. Entonces ese es el pacto: tienes que entregar y además no es rentable. Listo. ¿Quién se tira en un negocio así? Y vivimos en un mundo individualista y la mayoría, el 70% de los chilenos no conoció otro sistema económico ni político que este. Esta cagá que se llama neoliberalismo y capital. No conocen otra democracia más que esta cagá de democracia. No conocen la democracia antigua, en donde sí había realce en todo eso, en donde sí se protegía todo eso. En donde el abuelo tenía una pensión digna. Y llegaba el abuelo con regalos. ¿Ahora qué abuelo hace regalos si apenas le alcanza para vivir y para irse a la casa? Ese tipo de vida, democracia solidaria y todo lo demás se perdió con el golpe. Pasaron cincuenta años, el 70% de los habitantes de Chile son de generaciones posteriores y los viejos que sí conocieron eso se han muerto muchos y quedamos pocos. Porque no conocen nuestra experiencia, el individualismo y el querer, querer y querer más afloran.
Tito González, poeta popular.
O.N: Llevamos harto tiempo de entrevista y queríamos finalizar agradeciéndole mucho. ¿Le gustaría dar un mensaje final o hablar de un tema particular?
T.G: Yo quiero rescatar lo que dije antes, que lo mejor en esta vida es hacer lo que a uno le gusta y si por eso te pagan mucho mejor, así como invocando las vocaciones más que las obligaciones. Yo estudié contabilidad porque me lo pidieron mis padres, después empecé a trabajar y tuve familia y hallé la posibilidad de estudiar auditoría, que tampoco me gustaba, pero servía para aumentar el sueldo. Yo lo hice por el factor familia, dejé mis sueños, me hubiese gustado estudiar trabajo social, pedagogía o leyes. En tiempos de dictadura tenía otras tareas que desarrollar, además de la poesía, así que me fui escapando de estos sueños, pero el hecho de haber estudiado esas cosas me da la tranquilidad de ahora.