A raíz de la reciente muerte de Toni Morrison, la gran escritora norteamericana afrodescendiente, convidamos a Rosario León, investigadora en el área de los estudios poscoloniales (Caribe y África), a que escribiera un homenaje. Agradecemos mucho sus palabras, que nos invitan a tratar de subsanar lo poco y nada que sabemos de la primera mujer afroamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura.
El 5 de agosto de este año murió a los 88 años Toni Morrison, una de las mujeres más destacadas de la literatura norteamericana y una figura central en el ámbito de la ficción afrodescendiente, mostrando su virtuosismo literario junto a una fuerte mirada crítica sobre la experiencia afroamericana, planteando, a través de su escritura, problemas centrales sobre identidad, género y raza en la sociedad estadounidense. Fue la primera mujer afroamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura, el cual le fue otorgado en 1993; por su novela Song of Solomon, una de las más apreciadas por la crítica, fue premiada con el National Book Critics Circle Award en 1977 y por Beloved, una de sus novelas más aclamadas, ganó el premio Pulitzer en 1988. Su trabajo literario no se limita solo a la escritura, puesto que es relevante también su labor como editora y académica. Es un caso muy poco frecuente de una escritora que ha sido ampliamente reconocida y valorada por la crítica, pero que a la vez ha gozado de gran popularidad y éxito de ventas. Pese a esto, y pese a obtener el premio de mayor renombre internacional, acá es una autora poco conocida y poco leída; basta mirar la casi nula presencia de sus libros en librerías nacionales.
Toni Morrison nació en 1931 en Lorain, Ohio, como Chloe Ardelia Wofford (Toni sería un seudónimo que tomaría a partir de un apodo de su época universitaria). La infancia junto a su familia y su comunidad fue fundamental para la futura escritora, pues la experiencia de sus padres y abuelos irá forjando su mirada sobre la historia de la comunidad afroamericana, uno de los temas centrales de su literatura; así también se nutrió de la rica tradición oral en el seno de su familia, sobre todo de la mano de las historias que contaba su abuela materna. En 1949 Morrison deja Lorain para ir a estudiar a la Howard University en Washington, D.C. Luego de graduarse se traslada para hacer un master en Cornell University en Ithaca, New York. En 1958 se casó con Harold Morrison, un arquitecto jamaicano, con quien tuvo dos hijos, divorciándose en 1964. En esos momentos la autora se encontraba trabajando como profesora en Howard, pero luego del divorcio se trasladó a Syracuse, donde comenzó a trabajar como editora en Random House. En 1969 se muda a New York cuando fue promovida a la oficina central de Random House. En estos años destaca en su labor como editora, en especial en relación con el mundo literario afroamericano, siendo un aporte en la búsqueda y promoción de autores y autoras afroamericanos(as) como Angela Davis y Michelle Cliff.
Durante todo ese tiempo en que trabajó como editora, Morrison dedicaba sus tiempos libres a escribir, y fue así que la autora logró publicar su primera novela poco antes de cumplir los cuarenta años. Este texto estaba en la mente de la autora desde hacía años; había comenzado como un cuento, que siguió desarrollando, hasta que en 1970 fue publicado con el nombre de The Bluest Eye (Ojos azules) y tuvo gran aceptación de la crítica. Luego siguieron Sula (1973), La canción de Salomón (Song of Solomon, 1977), Tar Baby (1981), Beloved (1987), Jazz (1992), Paraíso (Paradise, 1997), Amor (Love, 2003), A Mercy (2008), Home (2012), God Help the Child (2014). Su producción literaria no se limitó a la ficción, también escribió ensayos e incluso escribió varios libros de literatura infantil como coautora junto a uno de sus hijos, Slade Morrison.
La narrativa de Morrison sin duda estuvo centrada en la representación del mundo al cual ella pertenecía, el de la comunidad afrodescendiente, exponiendo allí una serie de problemáticas que fue desarrollando en cada una de sus novelas. En ellas explora distintos temas relacionados tanto con la historia de la comunidad afroamericana, desde la esclavitud (tratado en Beloved), pasando por distintos momentos a través de los años, mostrando las dificultades del pueblo negro al enfrentar la segregación y el racismo descarnado de la sociedad sureña, la migración hacia el norte en búsqueda de nuevas oportunidades (tema que aparece en La canción de Salomón) y mejores condiciones de vida (lo cual en la mayoría de los casos no ocurrió), la pobreza y la constante discriminación racial. En Jazz podemos ver el contexto de los barrios negros formados en New York, como Harlem a principios de siglo XX, y todo el movimiento cultural llamado Harlem Renaissance, con destacados artistas y escritores negros, y donde la música tuvo un papel central.
Dentro de la obra de la autora, hay dos novelas que me gustaría comentar, respondiendo principalmente a mi experiencia emotiva como lectora y que de alguna manera marcaron mi visión sobre la autora: Ojos azules y Beloved. La primera novela de Toni Morrison, Ojos azules, si bien fue muy bien recibida por la crítica especializada, no tuvo el éxito popular que más tarde tendrían otras de sus obras. Tampoco se menciona dentro las novelas consideradas como sus obras maestras. Sin embargo, pienso que Ojos azules es una de sus grandes creaciones, donde ya se pueden apreciar plenamente sus excelentes cualidades escriturales, y esa capacidad sobresaliente de mostrar con una belleza conmovedoramente terrible los más profundos y complejos conflictos de la realidad afroamericana en la sociedad estadounidense de los años cuarenta, una sociedad marcada de manera radical por la visión de mundo impuesta por el blanco, bajo la cual la población negra solo podía sufrir las distintas formas de racismo y segregación. La autora explora en esta novela de manera especial el mundo femenino, lo cual continuará siendo una preocupación central en su narrativa. Sus protagonistas son niñas en tránsito hacia el mundo adulto, pero niñas aún. La obra trata de la historia de Pecola, una pequeña niña perteneciente a una familia marcada por la pobreza, la infelicidad y la desgracia. La historia nos es contada en gran parte a través de la mirada de una de sus vecinas, Claudia MacTeer, quien establece una relación más íntima con Pecola cuando esta fue a vivir por un tiempo a casa de las hermanas MacTeer. Estas niñas en proceso de formación de su identidad femenina adulta entran en conflicto frente a todos los referentes culturales impuestos por la sociedad, y los efectos fatales de los estereotipos de la belleza y lo femenino desde la mirada del mundo blanco. Todos estos referentes apuntan hacia el estereotipo de la mujer blanca, y va siendo inculcado de diferentes formas (de manera especialmente fuerte en los medios de comunicación). En la novela, las chicas están fascinadas por Shirley Temple (actriz ícono infantil de la época), juegan con muñecas blancas y rubias, y sueñan con tener el cabello liso y los ojos azules. La única que no cae en la fascinación frente este canon de belleza es Claudia MacTeer, en quien el efecto es totalmente opuesto: ella siente odio, ya que de alguna manera siente que esa fascinación degrada su propia belleza. La autora profundiza en estos conflictos mostrando diversas formas en que los personajes viven estas experiencias en que la cultura dominante invisibiliza la diversidad de todo lo que no sea blanco.
Adultos, niñas mayores, tiendas, revistas, diarios, escaparates, el mundo entero se había puesto de acuerdo en que una muñeca de piel rosada, cabello amarillo y ojos azules era lo que toda niña consideraba un tesoro. «Mira —decían— lo bonito es esto, y si tú lo mereces debes tenerlo.»”
En Pecola se pueden apreciar los efectos en lo profundo de su ser, de su identidad y amor propio, de los referentes culturales asfixiantes de la sociedad estadounidense de la época, la idea de familia, de felicidad, de belleza, etc. Todo lo cual no le pertenece a Pecola, y ella ha creado en su interior el deseo de tener los ojos más azules del mundo, el remedio que curaría todos sus males: la pobreza, la violencia, y la falta de amor y la infelicidad de su vida. En su propia familia se auto- conciben como feos e indeseables por no calzar con los referentes culturales de belleza, y padecer de las infinitas consecuencias de una historia de pobreza y de no pertenencia a la sociedad.
Vivían allí porque eran pobres y negros, y se quedaron allí porque se creían feos. Aunque su pobreza era tradicional y embrutecedora, no era única. Pero su fealdad era única. Nadie los habría convencido de que no eran inexorable y agresivamente feos.”
La decadencia de la familia de Pecola la lleva a ser rechazada dentro de su misma comunidad, doblemente marginalizada y, violentada por su propia familia, la niña finalmente se pierde en el colapso de psiquis.
De todos los deseos que la gente le había transmitido —dinero, amor, venganza—, aquél le parecía el más conmovedor y el que más merecía ser satisfecho. Una niña que quería salir del pozo de su negrura y ver el mundo con ojos azules.”
De alguna forma el personaje de Pecola muestra la vulnerabilidad tan propia de la niñez, pero a la vez de ese ser femenino en formación. Por otra parte, también representa o simboliza la situación de vulnerabilidad en la cual quedó la comunidad afrodescendiente luego del fin de la esclavitud, situación que se arrastró por largos años, al ser una comunidad segregada, excluida y privada de derechos, pues la historia de Pecola y su familia sería consecuencia de todos estos hechos.
Siendo una minoría tanto por casta como por clase, nosotros nos movíamos de todos modos en el margen de la vida, pugnando por consolidar nuestra debilidad y permanecer allí, o por trepar sin ayuda hacia la sólida parte central.”
Podemos apreciar esa misma desprotección y vulnerabilidad en la protagonista de Beloved, Sethe, una esclava que escapa junto a sus hijos, pero que el costo de la libertad lo paga a un altísimo precio. La novela está situada temporalmente entre 1850 y 1873 aproximadamente. La autora se basó en un caso real policial tomado de los diarios de 1856, que protagonizó una mujer llamada Margaret Garner, que escapó junto a sus hijos de una granja en Kentucky, y que más tarde fue encontrada por su amo. El suceso que allí se desencadenó lo omitiré aquí para no revelar una parte central del argumento de la novela.
Tengo un árbol en la espalda y un espíritu en mi casa, y nada entre una cosa y otra salvo la hija que estoy abrazando. Basta de huir…de nada. Jamás en la vida volveré a huir de nada. Ya hice un viaje y pagué el billete, pero permíteme decirte algo Paul D Garner: ¡costó demasiado! ¿Me oyes? Costó demasiado”.
En esta novela Morrison aborda el problema de la esclavitud, el pasado que marca la experiencia de la comunidad afroamericana, un pasado que necesita ser reconstruido, un pasado marcado justamente por la fractura, por la constante separación de los miembros de una comunidad, de una familia, básicamente por la negación del ser, la negación de la humanidad la cual condena la esclavitud, rebajando a las personas a la condición de pertenencias de un amo. Varios son los temas y los problemas que la autora va desplegando en su obra, pero uno de los que me gustaría señalar aquí es el que tiene que ver precisamente con los lazos familiares, específicamente la maternidad.
La maternidad es un tema que cruza la novela que se expresa de las formas más dolorosas y que sin duda nos remece en nuestras propias concepciones sobre la maternidad y nos hace reflexionar una vez más en la dificultad de crear lazos y raíces en el contexto de la esclavitud, pero a su vez en la capacidad de resistencia a pesar de todo. Sethe representa esa resistencia. Este personaje no tiene un referente materno, ni siquiera tiene un recuerdo claro de quién era su madre, más bien recuerda a la mujer que la amamantaba, ya que su madre fue enviada de vuelta al trabajo en el campo rápidamente luego de tenerla, como muchas mujeres que no podían ni siquiera amamantar a sus hijos, mucho menos criarlos y cuidarlos.
Le contó a Sethe que su madre y Nan habían venido juntas del mar. La tripulación abusó de ellas muchas veces. ‘Los tiró a todos menos a ti. Al de la tripulación lo arrojó en la isla. También tiró a los demás, de otros blancos. Los tiró sin darles nombre. A ti te puso el nombre del negro.”
De esta manera nos hace reflexionar sobre la dificultad de establecer esos lazos sentimentales; en este sentido concuerdo con lo señalado por Carmen Gillespie sobre las relaciones entre madre e hijos en la novela que “[…] demuestran cuán complicada siempre es la relación, pero enfatizando la casi imposibilidad del amor de madre cuando la madre no está habilitada de proteger ni a sí misma ni a sus hijos de los peligros avasalladores de la esclavitud” (31). Sethe no tiene recuerdos ni memorias de su madre, de quién era ella, de dónde venía. Esa sensación constante de falta de una historia dentro del pueblo esclavizado. Así también se nos muestra el personaje de Baby Suggs, a quien su hijo, Halle, compró su libertad. Halle era el menor de sus ocho hijos y el único que ella pudo conservar por más tiempo, al resto los fue perdiendo rápidamente, tanto así que ni siquiera puede recobrar el recuerdo de ellos.
Yo tuve ocho. Todos alejados de mí. Cuatro cogidos, cuatro perseguidos y todos, espero merodeando por alguna casa. -Baby Suggs se frotó las cejas-. La primera. Todo lo que recuerdo de ella es cuánto le gustaba la costra quemada del pan. ¿No te parece el colmo? Ocho hijos y eso es lo único que recuerdo”
Así se nos presenta la realidad de estas mujeres forzadas a adaptarse a la sensación de que los hijos que han parido estarán allí temporalmente y dependiendo de infinitas circunstancias, principalmente de la voluntad de los blancos. La precariedad de esos lazos se muestra de manera conmovedora en la novela, y podemos empatizar con esa dureza que caracteriza a las madres representadas en la obra.
No podía querer a ese chico y no quiso querer a los demás. ‘Que sea lo que Dios quiera’, decía. Y Dios se los llevaba, se los llevaba, se los llevaba, y después le dio a Halle, que compró su libertad cuando ya no significaba nada.”
Sethe se une a Halle, uno de los esclavos de la granja, con quien tiene tres hijos y uno más en camino. Sethe escapa junto a sus hijos, a quienes envía primero, y tras muchos inconvenientes finalmente logra llegar a su destino: la casa de Baby Suggs. Allí experimenta la libertad por un corto pero significativo tiempo, hasta que es encontrada por su amo y se desata la tragedia. Más allá de explicar la trama quisiera detenerme en cómo Sethe defiende férreamente su maternidad a través de varios hechos significativos, modos impensados, incluso aberrantes a primera vista, que implican la autodestrucción antes que ceder frente al dominio de la esclavitud, que la niega a ella como persona y, por ende, su maternidad que conlleva a ser ella la única dueña del destino de sus pequeños hijos. Ella defiende a cualquier costo la libertad de sus niños y no permite que ellos vuelvan a ser objeto de la voluntad de un blanco. Uno de los elementos más significativos tiene que ver con el derecho de amamantar a sus hijos, que se vuelve un motivo recurrente. Sethe defiende a morir su derecho a darle leche a su hija, lo cual se ve expresado en la rememoración del “robo” de su leche por parte de los sobrinos de su nuevo amo (quienes forzándola toman de su leche). Esta agresión marca profundamente a Sethe, y constituye la más horrenda humillación, hecho que sucede justo antes de escapar. Lo que ella recuerda es la angustia por la leche robada a su hija, y la desesperación por llegar pronto junto a ella para poder alimentarla. Este motivo del amamantar simboliza la resistencia de Sethe para afirmar su maternidad, defendiendo el primer vínculo básico que se establece entre madre e hijo(a).
Lo único que sabía es que debía llevarle mi leche a mi niña. Nadie la alimentaría como yo […] Nadie lo sabía salvo yo y nadie tenía su leche salvo yo.”
La novela nos va develando lentamente la historia, vamos y volvemos en el tiempo, entre el presente de Sethe y su hija Denver, viviendo en la más absoluta soledad en una casa que todos evitan por la presencia del fantasma de un bebé, y el pasado de esclavitud en la granja de Kentucky, irónicamente llamada Sweet Home, y los sucesos posteriores a la huida. Poco a poco vamos armando las piezas de la historia y comprendiendo lo que a momentos se nos presentaba ambiguo y envuelto en el halo fantástico de la casa tomada por un espíritu, pero que revela una realidad cruda y violenta, la situación crítica y sin salida por la cual Sethe atraviesa, pero una situación que tiene un solo origen, la esclavitud.
[…] toda mención a su vida pasada dolía. Todo en ella era doloroso o estaba perdido. Ella y Baby Suggs habían acordado, sin palabras, que era inenarrable.”
En ambas novelas la autora profundiza en las dificultades de la vida de la comunidad afroamericana, situadas en diferentes épocas y contextos, las separa casi un siglo, pero claramente se percibe la línea que se extiende entre ellas: los efectos de siglos de esclavitud y racismo. La autora se centra en distintos problemas en cada una de estas novelas, sin embargo, varios temas se conectan, principalmente la exploración del mundo femenino, la búsqueda de identidad y pertenencia, las relaciones familiares y sus difíciles formas de establecer los lazos amorosos en los contextos más adversos. Y finalmente, la capacidad de resistencia y de abrirse paso, y al señalar esto no dejo de pensar en la misma autora, que fue capaz de abrirse paso en un mundo literario en el que el canon solo tenía espacio para hombres, y blancos.
– Esas cosas blancas se han llevado todo lo que he tenido o he soñado – decía – y también han roto las fibras de mi corazón. En el mundo no hay mala suerte sino blancos.”
Referencias:
Gillespie, Carmen. Critical Companion to Toni Morrison. A Literary Reference to her Life and Work. New York: Facts On File, 2008.
Tally, Justine (ed.). The Cambridge Companion to Toni Morrison. Cambridge: Cambridge University Press, 2007.