“Este libro es el resultado de la empatía heteropática (que siente y sufre con el otro) de la autora, expresada en un acompañamiento solidario a las familias dolientes realizado durante años. Así pudo descubrir y capturar con su cámara fotográfica el paso a paso del proceso en que los deudos se fueron constituyendo a sí mismos en memoriales vivos, encarnando en sus propios cuerpos los recuerdos de una tragedia“. La frase fue pronunciada por la periodista, escritora y doctora en Estudios Americanos del IDEA USach, Cherie Zalaquett Aquea, durante la presentación del libro Memoriales vivos. Paisajes para no olvidar, de Yael Zaliasnik, publicado recientemente por Ediciones UAH, 2022.
Precisamente cuando se preparan las conmemoraciones del 50 aniversario del golpe de Estado, Yael Zaliasnik se anticipa con una acción escritural que estremece, perturba y conmueve. Sobre todo, demanda coraje y fortaleza emocional para descender a la zona más perversa del pasado reciente de Chile. Se trata de las deudas y los deudos que nos legó la violencia dictatorial, cuya pesada carga se omite de la vida cotidiana sin ser asumida como una herencia que éticamente nos concierne, conminándonos a un deber de memoria que se prefiere eludir.
El objetivo de Memoriales vivos. Paisajes para no olvidar, es desbaratar el hábito de indiferencia que caracteriza a la sociedad chilena, documentando exhaustivamente el ejercicio de la memoria del dolor, la escenificación performática del duelo perpetuo y sin clausura que sufren los familiares de los detenidos desaparecidos, los ejecutados políticos, detenidos, torturados y fusilados durante el cruento régimen militar.
Su trabajo con las huellas de la catástrofe inscribe la obra en el campo de estudios del “giro afectivo”, que atiende “a la dimensión material de los cuerpos y a los procesos de co-corporizacion […] resituando las emociones […] como fuerzas dinámicas físico-psíquico-colectivas” (Haber 2020: 15).
Este libro es el resultado de la empatía heteropática (que siente y sufre con el otro) de la autora, expresada en un acompañamiento solidario a las familias dolientes realizado durante años. Así pudo descubrir y capturar con su cámara fotográfica el paso a paso del proceso en que los deudos se fueron constituyendo a sí mismos en memoriales vivos, encarnando en sus propios cuerpos los recuerdos de una tragedia perpetrada no solo contra luchadores sociales militantes de izquierda, sino que lesionó irreparablemente la condición humana del cuerpo social que llamamos Chile.
Zaliasnik historiza episodios de memoria realizados en lugares cargados por el terrorismo de Estado, que han suscitado creativas intervenciones artísticas del espacio público y prácticas rituales de la memoria. Son actividades para desencapsular la memoria, tornarla móvil, en tránsito, siempre dinámica, performativa, como el Vía Crucis anual hacia Villa Grimaldi, una peregrinación político religiosa, en la que se alterna el caminar con las estaciones de detención destinadas a reflexionar sobre el pasado, pero también acerca de las opresiones del presente, como la desigualdad, el maltrato al pueblo Mapuche, los migrantes y las diversidades sexuales.
También describe los reiterados intentos de diversos colectivos por recuperar la casa de tortura sexual denominada “Venda Sexy”, que hoy constituye el hogar de una enigmática familia que porfía por mantenerse entre los muros del horror. En estas luchas por recuperarla surgió la iniciativa feminista por tipificar el delito de violencia sexual política en la legislación chilena. Asimismo, relata el impactante recorrido de los 119 muertos de la Operación Colombo, desde su hogar hasta el Palacio de La Moneda. La autora conceptualiza esta acción como “artivismo”, porque artistas y activistas realizaron figuras de madera a escala real de cada uno de los asesinados, que fueron trasladadas por cada familia en transporte público hasta La Moneda en 2005. Los 119 estuvieron tres días en la Plaza de la Constitución interpelando con su mirada acusadora al poder político y al entonces presidente Ricardo Lagos, quien ese mismo año legitimó la Constitución de la dictadura.
La obra cierra con la inmensidad del desierto de Atacama que se erige como espacio abstracto, universal y a la vez territorio concreto y particular de los veintiséis fusilados de la Caravana de la Muerte. Cada atardecer del 19 de octubre, ellos recuperan su identidad y su historia en la recordación escenificada que se realiza en la fosa donde se hallaron escasos restos de sus cuerpos, que habían sido removidos con una retroexcavadora hacia un destino desconocido. Las mujeres de la Agrupación de Familiares de Ejecutados y Detenidos Desaparecidos Políticos de Calama, se definen como “las compañeras del desierto”, quienes han rasguñado y arado esa tierra yerma buscando restos de sus seres queridos. De esos actos de memoria colectiva, la autora escribe: “Se gritan fuerte, muy fuerte, los nombres, siempre los nombres […] una campanada y un certero y nítido “¡presente!” (p. 160).
Este libro nos revela la integridad ética y política de Yael Zaliasnik, la contención que ella aporta con su delicada narrativa. Su misión no se agota en el trabajo teórico ni en el reconocimiento intelectual. Ella “pone el cuerpo” participando en distintos actos de memoria que resisten el olvido, para estar ahí de la mano de los dolientes brindando afecto, compartiendo la infinitud de su pena.
Imagen: www.desiertodememorias.cl