La Biblioteca Sonora de la Dramaturgia Chilena es un rescate patrimonial desde una propuesta artística. El proyecto, liderado por el dramaturgo y académico de la Universidad de Chile Mauricio Barría, surge frente a la emergencia de recuperar textos olvidados a través de una biblioteca que facilite su revisión. El trabajo reúne cinco relatos dramáticos escritos en Chile entre 1875 y 1920, la mayoría pertenecientes a la época de oro del teatro chileno, período que se extiende desde 1913 a 1929.
La investigadora María de la Luz Hurtado define esta etapa como el primer movimiento teatral propiamente nacional. Explica que “a partir de 1920 surgen compañías profesionales que itineran a lo largo del país con amplios repertorios, que también incluyen textos de dramaturgos chilenos de la época”. Se reconoce como clásicos de la dramaturgia nacional de entonces a La viuda de Apablaza, de Germán Luco Cruchaga, estrenada en agosto de 1928 en el Teatro La Comedia por la Compañía Ángela Jarques-Evaristo Lillo y Pueblecito de Armando Moock, autor especializado en la comedia de clase, que debuta en Buenos Aires en 1917. Dos años más tarde, se estrena el sainete Entre gallos y media noche, de Carlos Cariola, a cargo de la compañía Mario Padín, con Evaristo Lillo y Andreíta Ferrer en el elenco, una de las obras significativas del período. Sin embargo, existen otros dramaturgos cuyo trabajo no está registrado en el imaginario nacional, pero cuya temática permite ilustrar la realidad -a veces cruda- de entonces en aspectos tan relevantes como el rol de la mujer en la sociedad.
La Biblioteca Sonora de la Dramaturgia Chilena seleccionó cinco autores cuyo trabajo no puede quedar en el olvido: La mujer hombre, de Román Vial (1875); Como la ráfaga, de Víctor Domingo Silva (1910); Lluvia de primavera, de Manuel Magallanes Moure (1912); Los sacrificados, de Francisco Hederra (1918) y La viuda rota, de René Hurtado Borné (1920) componen esta colección ganadora de un Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes (Fondart) 2010 y compuesta por cuatro CD’s. A su vez, este trabajo está disponible en el sitio http://centido.uchile.cl/wp/proyectos/bsdch/.
Estos montajes muestran una evolución hacia un retrato costumbrista ácido e irónico con temáticas sobre la realidad social, capaz de emocionar, porque la escena ya no sólo muestra, también demuestra. Sus obras, al igual que las más conocidas de la época, satirizan el arribismo de los «nuevos ricos». A nivel de temáticas y motivos literarios, encontramos la sexualidad, el poder, la culpa, la identidad, la relación de pareja y la ausencia del padre. Lo anterior se debe a que los dramaturgos eran miembros de la clase media educada que adoptó valores impulsados por la ilustración y el liberalismo.
En esa época, los actores y las actrices marcaban profundas huellas en un público que los acogía. Se crearon salas de teatro de barrio y poco a poco se formó un movimiento teatral con compañías, dramaturgos, salas y público. Éstas tenían que hacer repertorio; era una época en que todo Chile tenía teatro. Las agrupaciones salían en giras cuando terminaban la temporada en Santiago. La crítica considera como la primera compañía profesional del país a la Compañía chilena Báguena-Bührl, cuyas funciones comienzan en 1918 y se prolongan por tres años.
Las obras muestran un clima social agitado, tenso, muchas veces apoyando un movimiento obrero cada día más organizado o grupos más oprimidos dentro de la sociedad, como las mujeres. Estas temáticas dan origen al melodrama. Los más conocidos del período son Almas perdidas, de Antonio Acevedo Hernández (1923); Golondrina, de Nicanor de la Sotta (1924) y Álzame en tus brazos, de Armando Moock (1927).
Mientras en Europa, pasado el primer cuarto del siglo XX, la igualdad, la sexualidad y la relatividad son los nuevos conceptos utilizados, Ramón Vial se anticipa llevando a las tablas La mujer hombre, la primera obra de esta selección que contó con la participación de destacados actores nacionales como Paula Zúñiga, Carmen Disa Gutiérrez, Daniel Muñoz, Tamara Acosta, Cristina Aburto, Gonzalo Muñoz Lerner, Álvaro Espinoza, Sergio Hernández y Mario Soto.
La historia, ambientada en Valparaíso, ilustra cómo el matrimonio comienza a perder protagonismo entre las jóvenes de entonces, quienes lo perciben como una instancia de esclavitud y ven el trabajo como una forma de reivindicar la posición de la mujer en la sociedad. Florentina es una joven convencida de este cambio que busca la independencia emocional y económica. Para lograrlo, se transforma en “Florentino”; así tiene respeto social y trabajo para vivir junto a su hermana Luisa.
Este cambio de identidad genera un sinnúmero de situaciones donde afloran los valores y experiencias de los protagonistas en torno al vínculo matrimonial. Juan y Gertrudis, los criados, son felices dentro de este imaginario. Reconocen sus fallas, pero a la hora del balance son los más beneficiados. Don Jorge no se casó enamorado, pero tampoco se declara infeliz; es un padre de época que respeta y escucha a sus hijos, Clara y Julio.
El triángulo amoroso está formado por Julio -quien ama a Luisa, hermana de Florentina, que a su vez lo ama a él-, pero a la hora de aclararse las equivocaciones no intenta arrebatar la felicidad a su hermana. Clara cree estar enamorada de “Florentino”, pero todo se soluciona cuando éste es acusado de un robo que verdaderamente cometió Ricardo, un joven ambicioso -un futrecito- que buscaba la fortuna de la familia cortejando a la joven, aunque también estaba interesado en Luisa. Ella enfrenta a don Jorge, le explica la verdad y el grupo se entera del verdadero género de “Florentino”. La obra culmina con una fuerte arenga de la protagonista sobre el rol de la mujer y el matrimonio.
La grabación, realizada en los estudios de la radio Juan Gómez Millas y radio Horizonte, trasmite, a través de la música y pequeños apoyos sonoros como el encendido de un fósforo, pequeños detalles que benefician la comprensión del contexto narrado.
Al terminar de escucharla, el auditor no puede dejar de preguntar cómo llegaron a las tablas temas tan polémicos como el travestismo y el nuevo rol de la mujer que plantea Florentina, muy similar al que cumple en nuestros días, en un país tan conservador que se aproximaba a vivir uno de los conflictos bélicos más importantes de su historia, la Guerra del Pacífico.
Con el paso del tiempo, el teatro perdió protagonismo dentro de la sociedad. Tal debilidad se trasformó en una oportunidad para el equipo liderado por Mauricio Barría, cuyo trabajo es una invitación a imaginar y oír mientras se desarrolla el conflicto, convirtiendo este formato en una opción interesante para la escena nacional.