Definición hermética, como parece señalar el título mismo, es un libro difícil de abordar, lleno de puertas falsas o cuya llave podrían tener iniciados entre los que no me cuento. El hermetismo de H.D. no corresponde al de los ermetici italianos como Ungaretti o Montale, sino al original de Hermes Trismegisto y su tradición esotérica. No obstante, H.D. rara vez pierde de vista la polisemia de los términos que adopta, y el sentido moderno o derivado de ése y otros términos, así como las afinidades, paronimias y demás juegos posibles de sus términos recurrentes, casi amuletos e invocaciones, atraviesan este libro. La descripción de la experiencia de traducir a H.D. es la de entrar -o intentar entrar- a una apretada reunión de elementos dispares: clásicos, orientales y modernos, puestos al servicio uno de otros, entendidos como concatenación recíproca de significantes, donde (sin intención de agotar) caben el registro casi alucinatorio, como pistas de audio cortadas con tijeras, de destellos de una escena familiar bajo el bombardeo de la Luftwaffe en Londres, conviviendo sin solución de continuidad con otros fragmentos como el cuidadoso recoger de esquirlas de la Anábasis de Saint-John Perse o la continua intromisión de la cábala o la mentada tradición hermética con el tránsito de versiones y personajes lealmente traídos del texto homérico o, por el contrario, modificados y puestos de cabeza, subvertidos, o la mística medieval plasmada en la piedra de las catedrales góticas, y así.
H.D. además hilvana o fragua lo anterior en una búsqueda -si se quiere, trágica, aunque no solamente sea eso- de un sentido huidizo pero tortuosamente ensayado de calibración o sopeso de una vida poética y amorosa, probablemente aspectos no disociables para H.D. Me parece, de hecho, que la “hermeticidad” de este libro obedece menos a nuestra evidente falta de familiaridad con algunos de sus materiales, los cuales entiendo que H.D. no pretende que dominemos, como a una cierta paciente (des)esperanza en que sea posible una comunicación, en su sentido más etimológico de lograr un común. Creo que es precisamente su intento de ocultamiento o velamiento la demostración de que se trata de conjunto de poemas volcado intensa, vorazmente hacia un otro al que se le pide que intente traspasar esta puerta.
Por cierto, se trata de poemas de amor. De amor joven y viejo, del joven amor de una mujer vieja y del viejo amor de jóvenes ya muertas; amor recordado y confundido, revivido, herido y renacido. Recalco la confusión como recurso, la alegre dubitación, amante y deseante, de todos con todos, de H.D. con Helena, de Helena con Penélope e Isis y Astarté; la confusión del amor sacro y el profano, el sacrosanto egipcio o cristiano y hebreo con el griego homérico y el lésbico y y el heterosexual; el fraternal y el carnal; el de los viejos amantes y los nuevos.
La confusión de Hilda Doolittle, H.D. con este libro, Hermetic definition. Al menos un lector pensó que no habíamos reparado -mis editores y yo- en que: Hilda Doolittle=H.D.=Hermetic Definition. Reparamos. Pero las opciones de la traducción son difíciles, las decisiones duras. En mi caso, lo anterior me pareció una traba innecesaria a la primera impresión de un lector, que hubiera sido solemne en castellano donde es neutra en inglés. En lo general, tomé la decisión de no enfatizar la inteligibilidad para un quimérico lector común, procurando en vez de ello ofrecer una lectura que fuera más respetuosa de las peculiaridades, pausas, énfasis y abstrusas alusiones de H.D., apostando en cambio por un lector que tuviera la generosidad de resistir la oscuridad pasajera, de esperar a que estos poemas digan. Y es que en la oscuridad recurrimos a los otros sentidos, así el sonido y el tacto, o a la memoria de lo visto. Frente a la enunciación precisa y directa, H.D. propone caminos siempre sinuosos, recurrencias, intentos varios; rara vez explica -si bien cuando lo hace es con la fuerza de un golpe en el pecho- y nos pide esperar. Los sentidos de estos textos se toman su tiempo, y reaparecen súbitamente, uno, cinco o veinte poemas después. Al respecto, una muestra como la que sigue inevitablemente amputará un tanto esa coherencia. Pero entretanto, sirva como ventana de una obra densa y centelleante, legible desde la paciencia y parsimonia que requieren ciertas labores de otoño, como este libro.